3 noviembre, 2024

La mentira tras el discurso socialista del siglo XXI

Al cumplirse 11 años del proceso Bolivariano Venezolano, iniciado el 2 de Febrero de 1998, las clases obreras y campesinas venezolanas están obligadas a poner las cosas en su lugar. No ya respecto al devenir del gobierno del Comandante Chávez sino respecto a su propio estado de organización, su grado de conciencia y su capacidad para construir y dirigir una economía socialista.

Al cumplirse 11 años del proceso Bolivariano Venezolano, iniciado el 2 de Febrero de 1998, las clases obreras y campesinas venezolanas están obligadas a poner las cosas en su lugar. No ya respecto al devenir del gobierno del Comandante Chávez sino respecto a su propio estado de organización, su grado de conciencia y su capacidad para construir y dirigir una economía socialista.

El presidente Chávez insiste en vincular, como si fuera lo mismo, su gestión de gobierno y su liderazgo con el socialismo. A tal efecto, nos repite hasta la saciedad que su permanencia en el poder es de por sí y de manera automática la existencia misma del socialismo: él es el socialismo. Y de esta manera ha chantajeado a la clase obrera y campesina, al punto de imponer y hacer reelegir Alcaldes y Gobernadores que han demostrado traicionar el ideario socialista. La gestión del Presidente Chávez se ha caracterizado por dos cosa: por designar Ministros, Presidentes de empresas del Estado, Alcaldes y Gobernadores que han utilizado a la clase obrera y campesina para enriquecerse vulgar y descaradamente a expensas del Estado y, en segundo lugar, por realizar una gestión pública mediocre.

Sin embargo, el Presidente Chávez, a través de la manipulación mediática, ha logrado que las clases trabajadora y campesina asuman posiciones blandengues y complacientes frente a sus negocios con el imperialismo norteamericano y con respecto a su gestión de gobierno. Estas clases sencillamente siguen a un caudillo que les dice que se hagan de la vista gorda y olviden su gestión de gobierno, porque estamos en “revolución”. Chávez señala que su mala gestión no es culpa suya sino del imperio que no lo deja trabajar. Cuando la “revolución” no es suficiente argumento para desviar la atención respecto a su gestión de gobierno, simplemente señala que es necesaria la autocrítica y la rectificación; para luego, echar el tema al olvido. La mala gestión de los Ministerios en la implementación de las políticas públicas (cuando existen) se oculta con un show mediático que resalta la figura, la capacidad de trabajo y la abnegación del caudillo por “su” pueblo. En estos shows domingueros se hace alusión a programas que no terminan de comenzar (misiones), o que mueren al nacer, porque no responden a cambios estructurales y, por otra parte, se encuentran muy alejados de la construcción de un Estado socialista dirigido por los trabajadores y campesinos. Estos programas sólo encajan en las necesidades políticas del Presidente Chávez; igual que el socialismo del siglo XXI sólo sirve para florear los emotivos discursos que éste le dirige a las clases obrera y campesina para confundirlas. El Presidente Chávez impone por sobre todas las cosas el enfoque político caudillista.

¿Qué han obtenido las clases obrera y campesina con el proceso Bolivariano Venezolano? Estas clases han visto que organizarse en torno a sus intereses resulta cada vez más en un distanciamiento con el gobierno Bolivariano, vale decir con el “socialismo” que pregona el Presidente Chávez. Un socialismo, que se reduce a exigir obediencia ciega. Por ejemplo, hay que decir amén a todas las compras que hace el Estado de aquellas empresas quebradas pagadas a precio de lomito. Y a esas compras las califica el Presidente como “propiedad social”, una propiedad que ni sus más avezados justificadores la entienden ni se diferencia de una vulgar compra de pasivos al imperialismo y la burguesía.

Ni que decir de la mal llamada “soberanía nacional”. Cada vez que el Comandante Chávez reivindica la “soberanía nacional” la clase obrera y campesina termina aplaudiendo la pérdida de sus derechos sobre sus riquezas naturales (petróleo, gas o minerales). En la cuarta república a esa misma “soberanía nacional” se le vistió de concesiones, luego de convenios operativos, asociaciones estratégicas y asociaciones a riesgo y ganancias compartidas; en la quinta república abiertamente se les llama empresas mixtas. Sin embargo, los más fieles justificadores terminan explicando lo inexplicable: que lo que es una vulgar traición a la patria, es a sus ojos, “un movimiento geopolítico estelar del Presidente Chávez”, no comprendido por el pueblo.

La organización independiente de la clase obrera y campesina es calificada por Chávez y sus seguidores de contrarrevolucionaria. Aún más, cualquier intento de organización es saboteado, perseguido; y, sus líderes son calificados de traidores frente al resto de la clase obrera y campesina venezolana si no se arrodillan a sus intereses. Sus miembros son chantajeados. Cualquier solicitud que reafirme sus intereses de clase es calificada como útil a la contrarrevolución y al imperialismo norteamericano. Esta estrategia de manipulación y represión sobre las clases trabajadora y campesina las deja desarmadas frente a los intereses del imperio y del Presidente Chávez.

Por la vía de la manipulación y el chantaje el Presidente Chávez ha llegado al extremo de pretender que las formas de organización de las clases obrera y campesina sean sistemáticamente sustituidas por formas de organización que desvirtúan sus intereses de clase. Estas nuevas seudo organizaciones (cambiantes según las necesidades políticas del Presidente y dirigidas por él) pretenden enterrar la lucha de clases y la posibilidad de la construcción de una economía socialista dirigida por obreros y campesinos (base y fundamento del socialismo), sustituyéndolo por un enfoque esencialmente político de maniqueo policlasista entre chavistas y oposición.

Las organizaciones promovidas por el Presidente Chávez esencialmente abandonan la lucha de clases (y hacen retroceder su propia consciencia de clase): consejos comunales, consejos de trabajadores y comunas. Se dedican al “seguimiento” de la gestión de algunas obras del gobierno y a un accionar político que carece de contenido clasista. A cambio la clase obrera y campesina obtiene un discurso político que “invita” a un ejercicio del poder (de gobierno), que llena las ambiciones de los sectores inconscientes y oportunistas de la clase obrera y campesina. El objetivo final de la construcción orgánica del Presidente Chávez es una clase trabajadora y campesina obediente, sin capacidad para pensar, con una organización inofensiva, dispersa y oportunista, que no tenga objetivos estratégicos para la construcción del socialismo y que esté orientada a realizar y defender lo que el Presidente dice en sus discursos.

La capacidad de lucha de las clases obrera y campesina se ha reducido frente a la burguesía nacional, al imperialismo norteamericano. En virtud de ello, se encuentra a merced de los intereses políticos y económicos del Estado capitalista (de los diferentes imperialismo y, principalmente, el norteamericano) y del propio Presidente Chávez. En esta materia se les ha hecho creer a estas clases que los bienes que detenta el Estado son “propiedad social” del “pueblo” y que es el Presidente Chávez el que “garantiza” que continúe siéndolo. Con esta idea han lanzado un eslogan que pretende inducirnos a error; dicen que la “propiedad social” (del Estado capitalista) es propiedad de los trabajadores a través del Estado.

Sin embargo, la realidad es que la “propiedad social” (o Estatizaciones) es para garantizar la propiedad para la burguesía nacional y el imperio norteamericano. Como en los años 70 las Estatizaciones de Carlos Andrés Pérez sirvieron para garantizar las privatizaciones de los años 90 (impulsadas a través del Consenso de Washington). Esta estrategia de acumulación imperialista se pone en evidencia en el proceso Bolivariano cuando se despliega una campaña propagandística que señala que la administración de las empresas (de la “propiedad social”) por la clase trabajadora es motivo para que los mismos se transformen en pequeños capitalistas y por supuesto, el Estado pierda el control sobre las mismas. Esta idea del gobierno evidentemente justifica que las empresas no estén en manos de las y los trabajadores sino que estén en manos de los burócratas del Estado. Unos burócratas que eliminan todo contenido revolucionario y productivo y que sólo usan estas empresas para su usufructo personal. Tamaña mentira, la que habla de la transformación en pequeños capitalistas, sólo puede servir al imperialismo que está interesado en comprar estos bienes del Estado, en un futuro próximo, a precio de gallina flaca como lo hicieron en los años 90 con el consenso de Washington y el modelo neoliberal.

El presidente Chávez de manera muy hábil ha tomado el discurso de la clase obrera sobre la explotación y elementos del marxismo para anular a la propia clase obrera en su capacidad para interpretar la realidad y armarse para la lucha de clase y la lucha contra el imperialismo. El cuestionamiento de la realidad de la clase obrera y campesina ha sido sustituido por la lucha entre chavistas y oposición, entre Chávez y el canal televisivo Globovisión o por las elucubraciones acerca de si los Ministros hacen lo que el Presidente dice o lo traicionan.

Esta incapacidad para pensar por cabeza propia termina por desmovilizar y desorganizar a la clase obrera y campesina entorno a sus intereses: la mantiene a la deriva. Ese estado de conciencia no le permite organizarse ni definir al enemigo: ese estado de conciencia no le permite llegar al puerto seguro de la sociedad socialista.

En otro orden de ideas, como la clase obrera y campesina no son participantes protagónicos del proceso Bolivariano sino un simple instrumento político, entonces no participan de la construcción de la “economía socialista” propuesta por el Presidente Chávez, sino que son sujeto pasivo de la oferta “socialista” del Presidente Chávez. En otras palabras, la clase obrera y campesina no participa ni la dejan participar de esta social democracia, de centro derecha. Su participación se reduce, como en la cuarta república, a ser un simple observador en un circo romano donde se sacrifica a los ingenuos creyentes del “socialismo” que pregona el Presidente Chávez.

La oferta electoral de Presidente Chávez se reduce a un esquema de distribución de la renta petrolera entre las diferentes clases sociales. La gestión de cualquier propuesta socialista emanada del gobierno excluye de hecho cualquier participación de miembros de la clase obrera o campesina y aún más de sus intereses. La participación en estas propuestas se reduce a los círculos militares y civiles más cercanos y leales al Presidente Chávez.

El enfoque exclusivamente político que mantiene el Presidente Chávez para abordar todos los asuntos del Estado ha generado unas prácticas destructivas, inmediatista y oportunista dentro de la administración pública. Ese enfoque y esas prácticas mantiene prácticamente paralizado al Estado, sin capacidad de respuesta más allá del los show domingueros.

El mayor beneficio del imperio norteamericano reside en el hecho de que el Presidente Chávez con su falso socialismo y su pésima (y demagógica) gestión de gobierno les está haciendo creer a las clases obrera y campesina que el socialismo es un desastre para sus intereses.

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