La trampa del «progresismo»

En diversos momentos de la historia universal y de nuestro país, los trabajadores y demás sectores populares han tenido que enfrentarse con los más variopintos partidos, corrientes y dirigentes que se han proclamado progresistas, supuestos representantes del progreso para los pobres y explotados. Las más de las veces, ha sido un recurso discursivo para justificar acuerdos, frentes y alianzas de fuerzas que se reclaman de izquierda con representantes de la clase capitalista y organizaciones de la derecha tradicional.

En diversos momentos de la historia universal y de nuestro país, los trabajadores y demás sectores populares han tenido que enfrentarse con los más variopintos partidos, corrientes y dirigentes que se han proclamado progresistas, supuestos representantes del progreso para los pobres y explotados. Las más de las veces, ha sido un recurso discursivo para justificar acuerdos, frentes y alianzas de fuerzas que se reclaman de izquierda con representantes de la clase capitalista y organizaciones de la derecha tradicional.

Para darle cierto soporte a la maniobra, se han usado y se vuelven a poner de moda en nuestro país, las trilladas tesis de conciliación de clases. Bajo el manto romántico de un interés nacional que incluiría a explotadores y explotados por igual, se busca esconder el engaño político al pueblo trabajador y subordinarlos a sus enemigos históricos. Se trata de un recurso manoseado tanto por dictadores reaccionarios como por antiguos revolucionarios que reducen su programa a tal nivel de «mínimos» que les permita coincidir con los representantes políticos de la burguesía.

En nuestra historia reciente, han sido reivindicadas las tesis pantanosas del progresismo para sostener alianzas de respaldo a Rafael Caldera, supuestamente para “superar el puntofijismo” llevando en hombros a uno de sus fundadores; o alrededor de Chávez para “refundar la República”, no importaba que se tratara de una coalición de políticos del bipartidismo reciclados bajo el liderazgo de un militar nacionalista; y ahora se levanta el discurso del progreso para aglutinar a una plataforma electoral contraria a Chávez, no importa que ello signifique devolver el control del Estado a la derecha tradicional, sin asomar siquiera un debate acerca de cómo resolver los graves problemas que vivimos las mayorías populares. De hecho, el único punto programático que proclaman con claridad los «progresistas» de la Mesa de la Unidad es la defensa de la empresa privada.

Se enarbola el progresismo de manera pomposa como la «unidad superior para salvar a la patria», pero no se levantan propuestas programáticas de fondo. Un sector proveniente de la izquierda y que integra la MUD se coloca así a la zaga ideológica de la derecha, detrás de una incontable lista de lugares comunes, generalidades y declaraciones de buena fe. Cuando más, se suma al estribillo capitalista de la defensa de la propiedad empresarial, alguna otra consigna como la lucha contra la ineficiencia, la denuncia de la corrupción y la defensa de libertades democráticas formales.

En resumidas cuentas, el “progresismo” no tiene nada qué decirle a los centenares de miles de trabajadores que se han movilizado este año en defensa de sus derechos, nada qué decirle a los habitantes de los barrios populares que luchan por vivienda digna y acceso a servicios públicos gratuitos y de calidad en salud y educación. El «progresismo» no es más que un discurso para vaciar de contenido el debate acerca de cómo dar respuesta a las inmensas expectativas de justicia social de las mayorías populares. La «unidad superior» es una alianza con empresarios y políticos corruptos del bipartidismo, que nada tienen para ofrecer a la población que se decepciona de la estafa chavista. Para la MUD, la solución a los problemas del país parte de defender los intereses de la empresa privada y esconder con alguna fraseología nacionalista su orientación al servicio de la pequeña minoría burguesa. Cualquier coincidencia con el chavismo no es mera casualidad, pues más allá de sus diferencias tanto el Psuv como la MUD representan los intereses de camarillas burguesas que se disputan la renta petrolera.

La visión de este «progresismo» acerca de la salida a la crisis que vivimos, es de carácter neoliberal, privatizadora, repite los métodos del asistencialismo, plantea que la pobreza se supera con “programas sociales”. La verdad es que el empobrecimiento de nuestro pueblo es producto del acumulado histórico de la “cuarta” y de la “quinta”. Los trabajadores reclaman transformaciones estructurales y verdaderamente revolucionarias de nuestra sociedad, para liquidar el desempleo, el subempleo, el caos de los servicios públicos, el déficit de vivienda, y los demás problemas que nos agobian.

Para avanzar hacia un auténtico cambio social, es fundamental desechar cualquier tipo de expectativa en esta trampa cazabobos del progresismo, contraponiéndole un planteamiento auténticamente socialista. Reafirmando que efectivamente es necesaria una alternativa al chavismo, pero que no serán precisamente los empresarios y sus políticos quienes darán respuesta a los reclamos del pueblo trabajador.

No es verdad que, como dicen los voceros de la MUD, «todos somos venezolanos y por lo tanto no debemos debatir acerca del modelo político y social que debemos impulsar». Todo lo contrario, ahora es cuando los trabajadores debemos batallar con más fuerza por nuestra independencia de clase y por nuestro objetivo histórico de organizar la fuerza política capaz de luchar por una sociedad sin explotación y sin desigualdad social. 40 años de bipartidismo y 12 años de chavismo nos han permitido ver que dentro del marco capitalista no habrá satisfacción para las necesidades y aspiraciones de las mayorías populares. Hoy como ayer, nuestros derechos y conquistas dependen de la movilización y la lucha, no de componendas o negociados burocráticos a la espera de la gracia de los explotadores, que son los únicos beneficiarios del adormecimiento de la capacidad combativa de la clase obrera, de los jóvenes y demás sectores populares.

Pese a los llamados a la conciliación y a las declaratorias del «fin de las ideologías» que venimos oyendo cada cierto tiempo, la realidad es que cada día crece la lucha, cada día son más los sectores de trabajadores y del pueblo que combaten por hacer valer sus derechos y aprenden en la calle que sólo la unidad de la clase y su disposición a pelear son garantía de la defensa de sus intereses. Esto evidencia que los trabajadores tenemos el reto de construir un fuerte partido revolucionario capaz de orientar políticamente las luchas y dotarlas de una perspectiva estratégica, la del verdadero socialismo sin boliburgueses ni explotadores de ningún tipo, una sociedad gobernada por los trabajadores para garantizar la plena satisfacción de las necesidades del conjunto de la sociedad.

Desde la Unidad Socialista de Izquierda, llamamos a sumar voluntades por el fortalecimiento de un referente unitario de izquierda y de los trabajadores, que se deslinde claramente de ambos polos burgueses, que se disfrazan uno de socialista y el otro de progresista. La unidad que requieren los trabajadores y el pueblo en lucha no es precisamente la unidad con empresarios, banqueros, y politiquieros reciclados; la unidad que necesitamos es la de los que luchan, para fortalecer la autonomía del movimiento obrero y popular y avanzar en la construcción del partido revolucionario que se postule como alternativa al chavismo y a la MUD.

*Secretario general de la Unidad Socialista de Izquierda

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *