La única salida justa al conflicto de El Esequibo
Por Simón Rodríguez P.
El 30 de junio se realizó la audiencia en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sobre el conflicto territorial del Esequibo. Se llega a esta instancia luego de décadas de una fracasada mediación de la ONU en virtud del Acuerdo de Ginebra de 1966, suscrito entre Venezuela y el Reino Unido, pocos meses antes de la independencia de Guyana. En enero de 2018 el secretario general de la ONU, Guterres, dio por terminada su mediación y encomendó el asunto a la CIJ. Guyana solicita a la CIJ que valide el Laudo Arbitral de París de 1899, en virtud del cual se otorgó el territorio en disputa al Reino Unido. Lo más probable es que este proceso termine con un fallo favorable a Guyana, dada la debilidad de la reclamación venezolana.
El gobierno cívico-militar venezolano desarrolla una agresiva campaña de propaganda, acusando a Guyana de actuar al servicio del imperialismo estadounidense, particularmente de la petrolera Exxon-Mobil. La reactivación madurista del reclamo venezolano en 2015 coincide con la detección de yacimientos petrolíferos frente a las costas del territorio esequibo, la llegada al poder de un gobierno no aliado al chavismo en Guyana, y la avanzada decadencia del chavismo, que ese año sufriría su peor derrota electoral. La ironía es que el reclamo venezolano de la soberanía sobre el Esequibo fue instrumentalizado por EEUU a fines del siglo XIX y mediados del XX. Solo persiste a estas alturas el reclamo de 159 mil kilómetros cuadrados, el 74% del territorio guyanés, como un atavismo de las maniobras reaccionarias de EEUU y de los gobiernos burgueses venezolanos de entonces. La única salida justa, y lo que debemos exigir los venezolanos al gobierno, es que el Estado venezolano deponga su reclamación, que si en su origen tuvo legitimidad ante el imperialismo británico, luego la perdió totalmente, en la medida en que se convirtió en un instrumento de agresión contra un pueblo hermano caribeño.
Otra ironía es que nunca hubo más venezolanos en el territorio esequibo que ahora. Pero el contraste no podría ser mayor con las fantasías épicas del nacionalismo expansionista: los venezolanos que huyen por el oriente escapan del mayor desastre económico y social de nuestra historia, en condiciones de absoluta miseria. Más de tres mil venezolanos han cruzado en los últimos cinco años hacia un país vecino virtualmente desconocido para los venezolanos, un país con el que lo único que nos ha unido es un absurdo conflicto urdido por potencias coloniales e imperialistas. Esas rayas sobre un mapa, la llamada zona en reclamación, es otro señuelo para la unidad de todas las clases en Venezuela, para que los oprimidos y explotados olviden su desesperada situación y hagan causa común con sus opresores. En la operación de distracción participan tanto el gobierno cívico-militar como la oposición pro yanqui encabezada por Guaidó.
Ese conflicto nunca ha formado parte de nuestras preocupaciones y nuestras luchas, pocos saben cómo llegamos a la situación actual. Por eso es importante hacer un recuento de su historia. Es la mejor manera de destruir la mistificación nacionalista y burguesa.
De víctima a agresor
El Esequibo nunca fue venezolano, fue español, por efecto de la bula papal de 1493. En 1596 los colonialistas españoles fundan San Tomás de Guayana, que fue por mucho tiempo el límite oriental de la colonia española. A comienzos del siglo XVII comienza la colonización holandesa. El Tratado de Munster con los holandeses establece una frontera que reconoce el control español hasta el río Esequibo. Pero comienza la colonización inglesa. En 1814 Holanda cede al Reino Unido, la principal potencia colonialista mundial, una parte del territorio, con el río Esequibo como límite occidental. En 1831 los británicos desplazan totalmente a los holandeses y colocan la mira en la codiciada desembocadura del río Orinoco.
Al igual que en el territorio que luego sería Venezuela, el territorio guyanés fue escenario de grandes rebeliones antiesclavistas en el siglo XVIII. La independencia de la Gran Colombia y de su secesión venezolana ocurrieron bajo la égida de una élite blanca criolla esclavista. La esclavitud fue abolida en la colonia inglesa, dos décadas antes que en Venezuela, donde además persistieron guerras civiles y una gran precariedad luego de la independencia. La nueva república independiente venezolana por lo tanto no tenía nada para ofrecer a los indígenas o ex esclavos de la colonia inglesa. Los ingleses aprovecharon la debilidad de su vecino ex colonial e intentaron trazar la frontera incorporando la cuenca del río Cuyuní, lo que fue rechazado por las autoridades venezolanas en 1841, iniciando la disputa territorial. Hubo un acuerdo limítrofe en 1850 con los ingleses, que sin embargo siguieron colonizando más allá de lo pactado, hasta la desembocadura del Orinoco.
Bolívar fue uno de los primeros en plantear la resolución de los límites de las nuevas naciones independientes aplicando el principio de Uti Possidetis: la nación independiente hereda los territorios que constituyeron la colonia. Venezuela exige a los ingleses respetar los límites que tuvo con la colonia española. El problema es que esos límites no eran precisos y se trazaban sobre territorios mayormente despoblados, cuyas poblaciones indígenas no tenían lealtades con Estado alguno. En 1887, el avance inglés lleva a la ruptura de relaciones diplomáticas y se temía la posibilidad de una invasión. En 1895, el presidente yanqui Grover Cleveland apoya a Venezuela en en base a la Doctrina Monroe, que reclama el continente americano como su esfera de influencia. Luego del despliegue de amenazas guerreristas por parte de Cleveland, en 1897 las dos potencias pactan un mecanismo de arbitraje. Tal es la subordinación venezolana, que se acepta que sea EEUU quien represente los intereses venezolanos en el arbitraje. En 1899, el Laudo Arbitral de París otorga a los ingleses un territorio dos veces mayor que el que habían adquirido a los holandeses, si bien se reconoce a Venezuela la desembocadura del Orinoco. Para el naciente imperialismo yanqui era una victoria obtener el reconocimiento inglés del arbitraje, por lo que se dio por satisfecho. Una comisión binacional estableció la frontera aplicando los criterios del fallo arbitral y la dictadura militar venezolana de Gómez aceptó una demarcación definitiva en la primera década del siglo XX. En 1932 se terminó de demarcar la frontera entre Brasil, Guyana Británica y Venezuela.
Pasarían años de la muerte de Gómez, hasta que en 1944 el parlamento venezolano cuestiona el laudo arbitral. Mallet Prevost, uno de los abogados yanquis que representó a Venezuela en París, dejó un testamento, publicado luego de su muerte en 1949, denunciando las irregularidades del juicio y la existencia de un pacto entre el imperialismo inglés y ruso. En 1951, en plena dictadura militar venezolana y ante crecientes hallazgos de yacimientos minerales del lado venezolano de la frontera, el gobierno venezolano presenta ante la reunión de cancilleres de las Américas su cuestionamiento del laudo arbitral. Más allá de las apetencias de la derecha militar venezolana, la coyuntura internacional alimentó el irredentismo venezolano. Ya no es una impugnación al imperialismo británico sino su opuesto, un instrumento reaccionario al servicio del imperialismo en contra de la justa lucha del pueblo guyanés por su liberación.
El debilitamiento del imperialismo inglés presenta una oportunidad para que la burguesía venezolana se postule como auxiliar del orden capitalista e imperialista a nivel regional. En 1950 surge en Guyana el Partido Progresista del Pueblo (PPP) dirigido por Cheddi Jagan, en 1953 gana las primeras elecciones para un autogobierno limitado bajo soberanía británica. El imperialismo inglés rápidamente disuelve el gobierno electo, para impedir que sea una dirección antiimperialista la que alcance la independencia. Bajo los auspicios ingleses y estadounidenses, en 1955 tiene lugar una escisión de derecha en el PPP encabezada por Burnham, quien funda el PNC. En 1961 Jagan gana las elecciones, ya bajo un programa abiertamente independentista, si bien su izquierdismo nunca superó el horizonte de la colaboración de clases.
En 1962, Venezuela desconoce el arbitraje de 1899 ante la ONU. En una jugada reaccionaria introduce la discusión territorial en el comité de descolonización que discutía la independencia de Guyana. El gobierno de Betancourt ve una oportunidad de matar varios pájaros de un solo tiro: mostrarse como nacionalista, distraer la atención de los problemas internos mientras se desarrolla la lucha guerrillera inspirada en la Revolución Cubana, y servir a los intereses estratégicos de EEUU en Guyana. Betancourt le propone al gobierno inglés una gestión conjunta de la zona esequiba, sin participación del gobierno con autonomía limitada de Guyana Británica, propuesta que no prospera. Los reclamos territoriales servían a EEUU, decidido a no permitir “otra Cuba”, para extorsionar al pueblo guyanés para que optara por un gobierno que no saliera de los márgenes capitalistas. Los ingleses reconocen la independencia guyanesa solo cuando logran imponer un gobierno pro yanqui, encabezado por Burnham. Hubo injerencia venezolana en las elecciones de 1964 a favor de Burnham y el PNC, incluyendo entrega de armas bajo tutela de la CIA. El socio menor de la coalición con el PNC, United Force (UF) era claramente de derecha y proyanqui, apoyando la invasión de Vietnam y República Dominicana.
En 1964, año de la elección de Burnham, el gobierno venezolano participó en un complot para propinar un golpe a Cheddi Jagan, secuestrándolo y recluyéndolo en Venezuela, como consta en documentos de la Oficina del Historiador del Departamento de Estado. El canciler Iribarren pedía apoyo yanqui para la jugada y ofrecía entrenar a mercenarios guyaneses en territorio venezolano. Los gringos no apoyaron, estaban negociando un sistema de representación proporcional que asegurara que Jagan no llegara al poder, salida que se terminó imponiendo (Ver https://www.stabroeknews.com/2015/07/26/news/guyana/venezuela-plotted-overthrow-kidnap-of-jagan-in-1964-us-document-says/amp). En febrero de 1966 se establece el Acuerdo de Ginebra que deja indefinidamente abierto el diferendo. En octubre de ese año, Guyana alcanza la independencia. Poco antes EEUU y Venezuela apoyan la formación del efímero partido opositor amerindio, encabezado por Anthony Chaves. Ese mismo mes el ejército venezolano ocupa militarmente la isla de Anacoco en la frontera. En abril de 1967 se realiza una conferencia de dirigentes indígenas en Kabakaburi, bajo instigación venezolana, que se pronuncia por un desarrollo binacional del territorio esequibo. Es una clara intensificación de las agresiones de la burguesía venezolana en pleno proceso de independencia guyanesa.
Burnham alegaba que el PPP y el MIR venezolano estaban vinculados por la OLAS para promover la revolución socialista mediante la lucha armada y empleaba las amenazas y agresiones venezolanas para cohesionar bajo banderas nacionalistas a la población y prevenir cualquier rebelión popular. En 1968 el gobierno venezolano fija unilaterlamente límites marítimos y en enero de 1969 impulsa la revuelta secesionista de Rupununi, en la que latifundistas de origen europeo y sus empleados indígenas, armados y entrenados por el gobierno venezolano, se levantan contra Burnham. Derrotado militarmente el movimiento, el gobierno venezolano les otorgó cédulas venezolanas y asilo a los miembros del movimiento, ligados al partido derechista UF. La vocera del movimiento, Valerie Hart, al no lograr un apoyo militar directo venezolano comparó el asunto al caso de Bahía de Cochinos. Emilio Máspero, del sindicalismo copeyano expresó apoyo a los derechistas de Rupununi. Se estiman alrededor de setenta muertos por la represión. La aventura había sido ejecutada por el saliente gobierno adeco de Raúl Leoni. Caldera, copeyano, había sido electo en diciembre de 1968 y no había tomado posesión del cargo. Pero los copeyanos mantendrían la misma línea de auxiliares del imperialismo en el Caribe. En 1970 el gobierno venezolano envió armas al régimen de Trinidad y Tobago y movilizó tropas a la costa oriental durante la rebelión de poder negro de abril en ese país.
Luego de años de extrema tensión por las agresiones venezolanas, con el Protocolo de Puerto España ambos países dejan congelado el reclamo territorial de 1970 a 1982. Es en este período que se incorpora a la propaganda oficial el uso de la zona en reclamación marcada por franjas en los mapas. Hacia 1974 el gobierno de Burnham había girado a la izquierda. CAP mejoró las relaciones bilaterales en el marco de la nacionalización petrolera en Venezuela y la nacionalización de la bauxita en Guyana. Usando al comodín nacionalista, el copeyano Herrera Campins realizó en febrero de 1982 una movilización con la consigna de El Esequibo es nuestro, encabezada por la juventud socialcristiana, denunciando relación de Guyana con Cuba. La guerra de Las Malvinas animó a sectores de derecha a exigir la invasión de Guyana. En abril de 1982 de hecho hubo movimientos de tropas venezolanas en la frontera y la inteligencia brasileña consideraba inminente una invasión de Guyana. En octubre de ese año Herrera Campins realizaría la Masacre de Cantaura contra militantes de Bandera Roja. Siempre el furor expansionista de la burguesía estuvo ligado a coyunturas represivas a lo interno.
La inconsecuencia del chavismo
Chávez tuvo un acercamiento con la Caricom y Guyana, a quien incluyó en el programa de Petrocaribe en 2005. Guyana también se integró a la CELAC y Unasur. En 2004, Chávez visitó Georgetown, 6 meses antes del referendo revocatorio presidencial, y declaró que no obstaculizaría ningún desarrollo de infraestructura que beneficiara directamente a la población de la zona reclamada. “El asunto del Esequibo será eliminado del marco de las relaciones sociales, políticas y económicas de los dos países”, anunció, dando a entender que el no llegar a un acuerdo no podía obstaculizar el desarrollo de las relaciones bilaterales. La oposición de derecha lo acusó de traicionar el interés nacional y abandonar la causa del Esequibo, a través de voceros como Pompeyo Márquez, Jorge Olavarría, Ramón Escovar Salóm y Hermánn Escarrá, entre otros. Significativamente, el debate nunca se tornó central en la política venezolana ni significó ningún costo político para Chávez, quien ganó por amplio margen el referendo, lo que demuestra que tuvo la oportunidad de haber liquidado ese problema histórico y político con un costo político mínimo. Como en todo lo demás, el chavismo fue inconsecuente. Nunca se formalizó un acuerdo definitivo. En cuanto la marea política cambió, se volvió a la reacción chauvinista.
En plena decadencia económica, política y social, el chavismo adopta consignas militares como la de “El sol de Venezuela nace en el Esequibo”. Luego de que la derecha gana la mayoría parlamentaria en diciembre de ese año, la Asamblea Nacional nombra una “Comisión parlamentaria para la defensa del Esequibo”. Según Julio Borges, “canciller interino”, el chavismo entregó el Esequibo a “Cuba” (?). En septiembre de 2019, el gobierno cívico-militar denuncia al presidente de la Asamblea Nacional, Guaidó, ante la Fiscalía acusándolo de conspirar para entregar el Esequibo a empresas transnacionales, basándose en una comunicación entre dos funcionarios que discuten abandonar la reclamación para afianzar el apoyo británico.
Sectores de la izquierda tanto chavista como independiente lamentablemente capitulan a la posición gubernamental. El Partido Comunista de Venezuela, uno de los partidos que apoyan al chavismo, se alineó totalmente con Maduro, repudiando la intervención de la CIJ y describiéndola como una agresión imperialista para apoderarse del petróleo venezolano y llamando a la cohesión nacional (Ver https://primicias24.com/nacionales/273353/pcv-denuncia-subordinacion-de-la-cij-ante-monopolios-imperialistas-en-disputa-territorial-del-esequibo). Otras expresiones del expansionismo nacionalista se dotan de un revestimiento ecológico, celebrando que el statu quo actual frena el desarrollo económico en el Esequibo, o bien dotando al Estado burgués venezolano de un rol mesiánico y ambientalista, como protector de los recursos naturales, más allá del deplorable prontuario del Estado venezolano en la administración de su propio territorio, incluso llamando a repetir la agresión fracasada del movimiento Rupununi, mediante una instrumentalización de los pueblos indígenas de la zona. Todas estas argumentaciones las debemos repudiar. La anexión de territorio guyanés por parte de cualquiera de las dos fracciones políticas de la burguesía venezolana no redundaría en ningún beneficio para el pueblo trabajador venezolano o guyanés.
Examinemos la comparación realizada en otra época entre el reclamo de Las Malvinas por parte de Argentina y el diferendo del Esequibo. Es una analogía equivocada: Las Malvinas fueron usurpadas por los ingleses a Argentina, no al colonialismo español, y las islas siguen bajo ocupación inglesa en la actualidad. En realidad, el reclamo venezolano en el Esequibo se parece más a lo que sería la pretensión de “recuperar” la isla de Trinidad, que fue colonia española bajo la misma unidad administrativa de lo que se convertiría en Venezuela luego de la independencia. Al no tener Venezuela ningún vínculo cultural, social o económico con ese territorio, prevalecería la invocación del principio de Uti Possidetis por parte de Trinidad para la totalidad de su territorio al momento de lograr la independencia respecto de la potencia colonial inglesa. Lo mismo es cierto en el caso de Guyana. Un reclamo justo contra una potencia colonialista agresiva y expansionista, el imperio británico, reclamo que Venezuela no pudo sostener por sus propios medios sin recurrir al auxilio yanqui, que nunca fue desinteresado, perdió en 1966 toda su legitimidad al conquistar Guyana su independencia. A Guyana le corresponde todo el territorio que constituyó la entonces colonia, incluyendo los territorios que los ingleses usurparon a los españoles y que Venezuela no pudo recuperar en más de un siglo. Ya en el marco del proceso independentista guyanés de la década de 1960, los reclamos venezolanos cumplieron un rol reaccionario, dentro de una estrategia de agresión de EEUU y el Reino Unido contra ese pueblo.
La anexión de un territorio con el que no tenemos nexos culturales, históricos, sin población que se reivindique venezolana, solo se podría realizar militarmente. Es imposible una resolución diplomática o judicial favorable a Venezuela. Así, los delirios nacionalistas se encuentran con los límites que impone la realidad. Es preferible reconocer que Venezuela fue derrotada, no ahora sino en el siglo XIX, y ya no puede saldar cuentas con el agresor imperio británico. El falso sucedáneo de una agresión contra un país mucho más pequeño y pobre, cuya población no alcanza las 800 mil personas, tiene que ser rechazado de manera absoluta por los revolucionarios y demócratas verdaderos de Venezuela. Al servicio del interés de los pueblos de Venezuela y Guyana solo queda la salida del retiro unilateral de la reclamación venezolana y la negociación bilateral de los límites marítimos. El gobierno cívico-militar de Maduro no tiene la dignidad ni la valentía para dar ese paso.
Para el pueblo trabajador venezolano hoy más que nunca es evidente que nuestra liberación solo puede significar una cosa: sacar del poder a la boliburguesía por nuestros propios medios, derrotando al mismo tiempo a la mafia trumpista de la oposición parlamentaria y tomando nuestro destino en nuestras propias manos. Todo lo que nos distraiga de esa tarea, es criminal. Una vez librados de las cadenas de este infame régimen cívico-militar tendremos mucho de qué ocuparnos en nuestro propio territorio, destruido y saqueado por las transnacionales y el crimen organizado. No somos culpables de los crímenes que ha cometido la burguesía venezolana, tanto la puntofijista como la boliburguesía, pero deslastrados de las ilusiones expansionistas podemos abrazar plenamente nuestra verdadera y apremiante tarea actual.