Las máscaras del imperio
Sería fácil sucumbir a la euforia del momento.
Fácil. Demasiado fácil.
A pesar de esta emanación de euforia, inflada por los medios de comunicación que han aprendido demasiado bien su papel de servir al poder, hemos visto bastantes motivos para preocuparnos.
Los reportajes de los medios principales y las ovaciones para la selección de gabinete (provenientes de medios que, después del debacle de Irak, afirman haber aprendido su lección sobre echar demasiadas porras), deberían hacernos cautelosos porque parece que están diseñados más para tranquilizarnos que para promover el cambio.
Sería fácil sucumbir a la euforia del momento.
Fácil. Demasiado fácil.
A pesar de esta emanación de euforia, inflada por los medios de comunicación que han aprendido demasiado bien su papel de servir al poder, hemos visto bastantes motivos para preocuparnos.
Los reportajes de los medios principales y las ovaciones para la selección de gabinete (provenientes de medios que, después del debacle de Irak, afirman haber aprendido su lección sobre echar demasiadas porras), deberían hacernos cautelosos porque parece que están diseñados más para tranquilizarnos que para promover el cambio.
La alta concentración de los Clintonianos en el gabinete evoca el “regreso al futuro” en lugar de un nuevo día. Además, aunque es cierto que, después del lunático gobierno de George W. Bush, casi cualquier cosa parece ser preferible, también es cierto que muchos de los problemas de Estados Unidos tuvieron sus orígenes (o se agravaron) durante la presidencia de Bill Clinton. Esto se ve en la promoción y aprobación del TLC bajo Clinton a través de las rúbricas del comercio libre y la globalización, los cuales ahuecaron la industria manufacturera mientras los negocios huyeron al extranjero en búsqueda de mano de obra barata ( y ganancias más altas).
Si bien los sindicatos dieron a Clinton sus votos, él era leal a los banqueros y sirvió sus intereses por encima de todo.
Asimismo, aunque los sindicatos corrieron al lado del candidato Barack Obama, los seguidores de Milton Friedman dominan su equipo económico, si es que los informes iniciales sean correctos. Ellos son economistas e individuos que favorecen a las corporaciones y en el fondo creen que las economías se regulan solitas, y por eso, su presencia como asesores económicos representa la continuación de la misma política que condujo a la debacle actual en los mercados.
Con respecto a la política exterior, otra Clinton se presenta. ¿El cambio? No mucho.
Tan antipática ha sido la era Bush que los años ’90 nos parecen agradables en comparación.
Sin embargo, más que indicaciones de una nueva política, estas decisiones son políticas, previstas para apaciguar y aliviar las rivalidades partidarias restregadas durante la intensa temporada de elecciones primarias.
El propósito es comunicar a los aliados igual que a los enemigos que no habrá cambio, sino continuidad.
La intención es demostrar que aunque la cara del soberano ha cambiado, su esencia sigue igual.
Desde el corredor de la muerte soy Mumia Abu-Jamal
Escrito 23 noviembre 2008
Traducción: Amig@s de Mumia, México