Leo, una guitarra, un premio y un buen amor
Una guitarra —creada por el artista de la plástica Nelson Domínguez— desde cuyo vientre, como diría Harold Gramatges, surge su música, fue el lauro entregado a Leo Brouwer el pasado martes 21 como reconocimiento por el Premio Nacional de Cine que le fue conferido este año.
Una guitarra —creada por el artista de la plástica Nelson Domínguez— desde cuyo vientre, como diría Harold Gramatges, surge su música, fue el lauro entregado a Leo Brouwer el pasado martes 21 como reconocimiento por el Premio Nacional de Cine que le fue conferido este año.
En sus palabras de agradecimiento el destacado músico reconoció la influencia decisiva de la Revolución cubana en su obra y recordó a aquellos artistas e intelectuales que le han acompañado durante su carrera profesional en momentos trascendentales como la fundación de la UNEAC, del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, o del cine club Visión. Con su habitual modestia Leo añadió que el reconocimiento se trataba de “un honor inmerecido que recojo para celebrarlo en casa y en secreto”.
“Al tiempo que aprendía, era capaz de enseñar, porque todo indica que él nació Maestro”, señalaba en sus palabras de elogio Omar González. El presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) calificó a Brouwer como un hombre de cultura renacentista, moderno, “porque no ha dejado de ser un avanzado”.
Leo está considerado como uno de los cinco intérpretes y compositores para guitarra más importantes del mundo. El galardón resume los aportes extraordinarios del también Premio Nacional de Música 1999 en la musicalización de las producciones realizadas por el ICAIC en sus 50 años de existencia. Casi medio centenar de bandas sonoras fueron compuestas por él, entre ellas destacan cintas como Lucía, Memorias del subdesarrollo, Cecilia, La primera carga al machete, Un día de noviembre y La última cena. Sergio Vitier, quien estuvo a cargo del jurado que eligió a Leo Brouwer, afirmó certeramente que “el cine nuestro sería otro sin él”.
Hace ya varias décadas Alejo Carpentier reparaba en el entonces joven músico y resaltaba que “con las obras de Leo Brouwer y Juan Blanco aportamos a la música contemporánea universal nuestro acento. Podemos decir que en la gran corriente de la historia musical contemporánea, hemos puesto nuestras voces gracias a la obra de estos compositores jóvenes, que no son los únicos entre nosotros, aunque sí los primeros en haberse lanzado al terreno de una fecunda experimentación.”
Esta incorporación del acento cubano en la corriente universal es el mismo espíritu que insufla sus creaciones para cine, pues no en balde sus notas —al decir del crítico Joel del Río, también miembro del jurado— acompañan a aquellos filmes, “conscientemente aplicados al enaltecimiento de lo cubano en cine, filmes que contribuyeron a configurar la identidad nacional en el mapa mundial del séptimo arte”.
La influencia de íconos de la cultura cubana en el actuar creativo de Leo fue reconocido por él mismo en la ceremonia de premiación cuando recordó la importancia que en su vida y obra tuvieron personalidades como el escritor Alejo Carpentier, el poeta Nicolás Guillén y los pintores René Portocarrero, Antonia Eiriz y Raúl Martínez. Su afirmación da la medida del hombre de cultura que es, porque como diría José Lezama Lima, “lo que él dice está escrito en una columna que suena (…) Él da la clave para la otra pirámide de sonidos”.