Lo peor de los dos mundos

Las recientes medidas económicas anunciadas por el gobierno del Presidente Maduro han despertado reacciones divergentes tanto del lado de los simpatizantes del gobierno como del lado de la oposición. A través de los medios se discuten sus posibles consecuencias y el impacto que dichas medidas puedan tener sobre la situación política, económica u social del país. Pero, además, desde el campo de la izquierda, se cuestiona la consistencia de dichas medidas con el proyecto socialista con el cual el gobierno dice estar comprometido. En efecto, el asunto palpitante y fundamental detrás de estos debates, pero que trasciende la polémica circunstancial en torno a los recientes anuncios gubernamentales es: ¿cuál es, en el fondo, el modelo político, social y económico que ha servido de norte al gobierno chavista a lo largo de los 15 años el poder?

Las recientes medidas económicas anunciadas por el gobierno del Presidente Maduro han despertado reacciones divergentes tanto del lado de los simpatizantes del gobierno como del lado de la oposición. A través de los medios se discuten sus posibles consecuencias y el impacto que dichas medidas puedan tener sobre la situación política, económica u social del país. Pero, además, desde el campo de la izquierda, se cuestiona la consistencia de dichas medidas con el proyecto socialista con el cual el gobierno dice estar comprometido. En efecto, el asunto palpitante y fundamental detrás de estos debates, pero que trasciende la polémica circunstancial en torno a los recientes anuncios gubernamentales es: ¿cuál es, en el fondo, el modelo político, social y económico que ha servido de norte al gobierno chavista a lo largo de los 15 años el poder?

A nivel puramente discursivo resulta fácil para muchos decir que es el “socialismo” y así dejar el debate (supuestamente) zanjado. Pero si observamos las acciones concretas del gobierno resulta claro que lo que ha dominado a lo largo de los años es una incesante y caótica improvisación y un pensamiento extremadamente corto-plazista con respecto a casi todas las áreas de gobierno. Si tales acciones caóticas las tratamos de evaluar en términos de paradigmas políticos establecidos, descubrimos rápidamente la presencia de una mezcolanza de ideas y políticas de derecha con ideas y políticas de izquierda. Ahora bien, cuando tal mescolanza se coloca sobre la palestra y se hace objeto de crítica y debate, la respuesta prototípica del gobierno es que acá se está siguiendo la máxima robinsoniana de “inventamos o erramos”, y que el socialismo que se está construyendo es “a la venezolana” (expresión, por cierto, utilizada explícitamente por el Presidente Maduro en su última Memoria y Cuenta ante la AN).

El problema con este tipo de respuesta es que coloca el carácter “criollo” o “endógeno” de ese eclecticismo ideológico por encima de la más elemental coherencia lógica y funcional de los diferentes aspectos de la gestión de gobierno. Más aún: tal respuesta exime discursivamente al gobierno de tener que dar cuenta de cualquier coherencia de ese tipo en sus acciones. De esta manera, la propia pregunta por la coherencia se vuelve ilegítima y reaccionaria, como si la incoherencia formase parte consustancial de una política verdaderamente “revolucionaria”. No es de extrañar, entonces, que a partir de esta postura pueda legitimarse virtualmente cualquier acción o política gubernamental, por absurda que sea en términos de su consistencia lógica con los fines expresamente declarados que dicha acción aparentemente persigue. Lamentablemente, las consecuencias de tal ambiente discursivo no pueden ser otras que las que observamos en lo cotidiano: como sociedad somos, simultáneamente, una grotesca caricatura del capitalismo en su versión más salvaje y una grotesca caricatura del socialismo en su versión más burocratizada. O sea… lo que señala el título de esta pequeña reflexión.

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