Los desertores de la polarización

Ellos se escaparon. En esta Venezuela pensada siempre en dos mitades, un tercer pedazo se le escapó a la polarización. Un tercer grupo de millones de venezolanos, que huyó de los políticos, de la política y que podrían escaparse también de las elecciones del próximo 7 de octubre. Unos fugitivos que tendrían en sus manos la decisión de cambiar, o ratificar, al Presidente de la República.

Ellos se escaparon. En esta Venezuela pensada siempre en dos mitades, un tercer pedazo se le escapó a la polarización. Un tercer grupo de millones de venezolanos, que huyó de los políticos, de la política y que podrían escaparse también de las elecciones del próximo 7 de octubre. Unos fugitivos que tendrían en sus manos la decisión de cambiar, o ratificar, al Presidente de la República.

Seguirles el rastro no ha sido fácil. Los han llamado de muchas formas: “ni-nis”, independientes, abstencionistas, apolíticos. Pero si se les quiere hacer justicia, lo correcto sería nombrarlos “no alineados”. Lo explica Félix Seijas Rodríguez, director de Delphos, consultora que ha logrado recabar varias pistas de quiénes son, qué quieren y qué les pasó.

La investigación de Delphos se hizo entre noviembre y diciembre pasado. Se realizaron 1.300 entrevistas en todo el país y se conformaron varios grupos focales. Los resultados arrojaron que los “no alineados” conformaban 32,9% de la muestra, que si se extrapola al universo electoral venezolano estarían representados por cerca de 6,2 millones de votantes. Todos, reunidos bajo un mismo sentimiento: inconformidad o cansancio frente a las tendencias y partidos que representan a los dos grandes bandos políticos del país. Entiéndase: a favor del presidente Hugo Chávez o en su contra. Ellos se cansaron de la Venezuela de mitades.

Joven y desconfiado

Están en todos lados: clases altas y bajas, jóvenes y adultos, universitarios y no estudiados. Pero el estudio de Delphos recomienda que, si se quiere localizar al grueso de los prófugos, habría que prestar atención en los estratos D y E. Pues el “no alineado” suele caminar por las barriadas y las parroquias populares del país. Es joven: tiene entre 18 y 30 años. Estudió, pero es muy probable que no haya llegado a la universidad. El ingreso promedio de su familia alcanza cerca de 5 mil bolívares mensuales. Y, sobre todo, es desconfiado.

Su actitud no llegó de la nada. No confía en ninguna de las dos opciones porque se siente defraudado por ambas. Explica Seijas que quizá creyó en las promesas de cambio del presidente Chávez, pero siente que las expectativas no fueron cumplidas. Probablemente votó por él antes, pero ahora duda. “Ve el chavismo como un movimiento centrado en un sólo hombre”. Lo relaciona con el “personalismo-caudillismo”, asegura la investigación.

Sobre la oposición, todavía le carga los errores del pasado. “No está juzgando a Henrique Capriles Radonski por lo que hace hoy, sino por lo que hicieron los gobiernos anteriores”, expone Seijas, quien ve en este frente sólo a un grupo de partidos que no terminan de unirse, y que sólo pelean por el mayor trozo de poder. Esto cambió un poco luego de las primarias. “Pero la confianza es algo que no se gana de la noche a la mañana”.

¿Es irresponsable y desatendido de la realidad? “En lo absoluto”, responde Seijas. Al contrario: “El estudio nos demostró que el ‘no alineado’ es alguien muy preocupado por el país”. Suele estar mejor informado que los que se definen “chavistas” u “opositores”. “Precisamente, porque siempre está buscando las dos versiones de la historia… Y mientras más informado está, más se aleja de los dos polos”.

¿Indecisos decisivos?

Hay números para todos los gustos. En esta guerra de encuestadoras, los veredictos son tan variados que parecieran estar hablando de países diferentes. Lo mismo sucede con los estimados de los que llaman “indecisos”, que entrarían dentro del perfil del “no alineado”. Sólo que casi todos le conceden una porción de votos nada despreciable.

Las encuestas dicen que los “indecisos” rondan entre 10 y 23%. Serían entre 1,9 y 4,3 millones de votos (ver infografía). Pero Luis Vicente León, director de Datanálisis, aclara que parte de esos “indecisos” que registran los sondeos probablemente ya tomaron su decisión, sólo que no lo dicen.

Lo que las encuestas registran como “indecisos” son aquellas personas que escogieron “No sé/ No respondió” ante la interrogante de intención de voto. León cuenta que en esta ocasión llaman más la atención porque el estimado es más alto que en otras elecciones. Lo natural es que, mientras más cerca este la elección, menos indecisos se cuenten. Algunas encuestadoras han registrado justo lo contrario. Según Hinterlaces, por ejemplo, los indecisos pasaron de 13% a 20% entre junio y julio.

Que un consultado no quiera develar su voto se vincula con el temor a una posible retaliación política. Puede haber chavistas reservados, pero León dice que este miedo es un sentimiento propio del opositor. Recuerda la lista Tascón, por ejemplo.

En el último sondeo de Datanálisis, la cifra de “indecisos” se ubicó en 23%. La firma informó entonces que 55% de ese grupo tenía más afinidad hacia Capriles. Además, resaltó que la cifra es mayor a la ventaja que registra Chávez, lo que pudiera cambiar el resultado el 7 de octubre si terminan por inclinarse a favor del candidato opositor.

En Hinterlaces creen que eso no pasará. La comparación de la brecha entre ambos candidatos y la cantidad de “indecisos” es tan variada como encuestas hay en la calle (ver infografía). Y a pesar de que la de Hinterlaces es una de las que ubica el promedio de dudosos por encima de la diferencia entre Capriles y Chávez, Oscar Schemel, director de la consultora, asegura que esto no cambiará el resultado.

Hinterlaces divide al 20% de inseguros que registró en dos grupos: el primero, tiene afinidad por Chávez o Capriles, y se distribuye en partes iguales entre los dos aspirantes. El segundo, un poco más grande que el anterior, no “confía” en ninguno de los dos, o simplemente no respondió.

Schemel dice que lo más probable es que este último sector, cuando falta menos de mes y medio para las elecciones, termine por no ir a votar. Pero que el “indeciso” opte por no votar es, al fin y al cabo, una decisión que también terminará por condicionar el resultado.

Abstención clave

La cifra de abstención en las últimas cinco elecciones va de un tope de 44,1% a un mínimo de 25,3%. Cuando más personas decidieron no votar, el chavismo perdió el referendo sobre la reforma constitucional (2007), su primera derrota electoral en todo este periodo. La diferencia a favor de la oposición fue de un poco más de 100 mil votos.

En todos estos comicios, la abstención ha sido más alta que la diferencia de votos entre la oposición y el chavismo. En la elección con más ventaja (presidenciales 2006), los no votantes superaron en casi un millón la brecha entre los bandos (ver infografía). En tres de los casos, incluso, los que se abstuvieron fueron más que los dos polos. Los que callaron en todos estos años, pudieron cambiar el desenlace de todas estas elecciones.

José Vicente Carrasquero, analista electoral, recuerda que siempre va a existir una abstención estructural: los que no van a votar porque viven lejos del centro de votación o están enfermos, por ejemplo. Colocarle un número a este factor sería especular, comenta. Pero explica a la vez que la mayoría de los que se abstienen son aquellos que se desencantaron de los políticos. “Y de la política misma”. Desatendidos, apáticos. Pero repite la palabra clave: “desconfianza”. Y recuerda el mismo perfil del “no alineado”.

Carrasquero y Seijas (Delphos), al igual que Schemel, señalan que a estas alturas del partido es más probable que los indecisos de verdad, los que no han escogido un candidato todavía, terminen al final por no acudir a las urnas.

Pero “el juego no se termina hasta que se acaba” y para eso están las campañas. “La opinión pública es muy voluble y todavía puede cambiar”, dice Seijas. Y a los dos candidatos les interesa sumar estos votos. Para hacerlo, deben ganarse la confianza de este joven de clase baja, decepcionado y escéptico; convencerlo de que vaya a votar el 7 de octubre y no huya otra vez de la contienda.

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