8 diciembre, 2024

Los ultraizquierdistas en general y los incurables en particular

Tomado de la versión publicada en España, La guerra civil y el POUM, León Trotsky, Ediciones Ruedo Ibérico, Francia, 1971, p. 163.

La ideología marxista es concreta, es decir que comprende todos los factores decisivos importantes de una cuestión determinada, no sólo en sus relaciones recíprocas, sino también en su desarrollo. No diluye la situación del momento presente en la perspectiva general; sino que mediante la perspectiva general, hace posible el análisis de la situación presente con todas sus particularidades. Precisamente, es con este análisis concreto como comienza la política. La manera de pensar oportunista, así como la sectaria, tienen un rasgo en común: que extraen de la complejidad de las circunstancias y de las fuerzas en presencia, uno o dos factores que les parecen los más importantes -y que a veces lo son realmente-, los aíslan de la realidad compleja y les atribuyen una fuerza sin límites ni restricciones.

Tomado de la versión publicada en España, La guerra civil y el POUM, León Trotsky, Ediciones Ruedo Ibérico, Francia, 1971, p. 163.

La ideología marxista es concreta, es decir que comprende todos los factores decisivos importantes de una cuestión determinada, no sólo en sus relaciones recíprocas, sino también en su desarrollo. No diluye la situación del momento presente en la perspectiva general; sino que mediante la perspectiva general, hace posible el análisis de la situación presente con todas sus particularidades. Precisamente, es con este análisis concreto como comienza la política. La manera de pensar oportunista, así como la sectaria, tienen un rasgo en común: que extraen de la complejidad de las circunstancias y de las fuerzas en presencia, uno o dos factores que les parecen los más importantes -y que a veces lo son realmente-, los aíslan de la realidad compleja y les atribuyen una fuerza sin límites ni restricciones.

Durante mucho tiempo antes de la guerra, el reformismo se ha servido de esta manera de factores muy importantes pero temporales: el fuerte desarrollo del capitalismo, la elevación del nivel de vida del proletariado, la estabilidad de la democracia, etc. Es el sectarismo quien se sirve ahora de las tendencias y factores más importantes: el declive del capitalismo, el descenso en el nivel de vida de las masas, la descomposición de la democracia, etc. Pero, lo mismo que el reformismo de la época precedente, el sectarismo transforma las tendencias históricas en factores omnipotentes y absolutos. Los «ultraizquierdistas» detienen su análisis justo donde éste comienza. Oponen a la realidad un esquema prefabricado. Ahora bien, las masas viven en la realidad. Y por esto el esquema sectario no tiene la menor influencia en la mentalidad de los obreros. Por su misma esencia, el sectarismo está consagrado a la esterilidad.

El capitalismo imperialista no es capaz ya de desarrollar las fuerzas productivas de la humanidad, y por esta razón, no puede dar a los obreros ni concesiones materiales ni reformas sociales efectivas. Todo esto es exacto. Pero todo esto no es exacto más que a escala de toda una época. Existen ramas de la industria que después de la guerra se han desarrollado con una fuerza prodigiosa (la del automóvil, la aviación, electricidad, radio) pese al hecho de que el nivel general de la producción no se eleve o se eleve muy poco, por encima del nivel de antes o de durante la guerra. Esta economía podrida tiene además sus flujos y reflujos. Los obreros no terminan casi nunca con su lucha, que a veces sale victoriosa. Es exacto que el capitalismo quita a los obreros con la mano derecha lo que les da con la izquierda. Por eso el aumento de los precios anuló las grandes conquistas de la época León Blum*. Pero este resultado, determinado por la intervención de diferentes factores, empuja a su vez a los obreros a continuar en el camino de la lucha. Es precisamente esta dialéctica poderosa de nuestra época la que abre una perspectiva revolucionaria.

Un líder sindical que se deje guiar exclusivamente por la tendencia general del capitalismo a pudrirse para renunciar a toda lucha económica y parcial, será, en efecto, a pesar de sus concepciones «revolucionarias», un agente de la reacción. Un líder sindicalista marxista debe no sólo considerar las tendencias generales del capitalismo, sino analizar también los factores específicos de la situación, la coyuntura, las condiciones locales y también el elemento psicológico, para proponer una actitud de lucha, de expectativa o de retroceso.

Es sólo sobre la base de esta actividad práctica íntimamente ligada a la experiencia de la gran masa, como el líder sindical puede poner al desnudo las tendencias generales del capitalismo putrefacto y educar a los obreros para la revolución.

Es cierto que nuestra época se caracteriza políticamente por una lucha a muerte entre el socialismo (comunismo) y el fascismo. Pero, desgraciadamente, esto no significa que el proletariado sea ya y en todas partes consciente de esta alternativa, ni que pueda, en un país determinado, en un momento dado, desinteresarse de la lucha parcial para salvaguardar sus libertades democráticas. La alternativa fundamental: comunismo o fascismo, establecida por Lenin, se ha convertido para muchos en una fórmula hueca de la que se sirven demasiado a menudo los centristas de izquierda para cubrir sus capitulaciones, o los sectarios para justificar su inacción.

Refiriéndonos al gobierno de la Generalidad de Cataluña, el desgraciado Andrés Nin* comenzó su declaración radiada con la tesis siguiente: «La lucha que comienza no es la lucha entre la democracia burguesa y el fascismo, como piensan algunos, sino entre el fascismo y el socialismo». Esta fórmula era además la fórmula corriente del POUM[1]. Todos los artículos de La Batalla no son otra cosa que interpretaciones y variaciones. Hemos visto a algunos sectarios, en Bélgica por ejemplo, ampararse en esta fórmula para encontrar la justificación, total o parcial, a la política del POUM. No obstante, Nin ha transformado prácticamente la fórmula leninista en su contraria: ha entrado en un gobierno burgués que tenía por objetivo expoliar y asfixiar todas las conquistas, todos los puntos de apoyo de la revolución socialista naciente. El fondo de su pensamiento era aproximadamente éste: puesto que esta revolución es una revolución socialista «por esencia» nuestra entrada en el gobierno no puede hacer otra cosa que ayudarla. Y el sectario seudorrevolucionario exclama: «La participación de Nin en el gobierno es, quizás, una falta, pero sería un crimen exagerar su importancia. ¿Acaso no ha reconocido Nin que la revolución es socialista ‘por esencia’?” Sí, así lo ha proclamado, pero solamente para justificar una política que: mimaba las bases de la revolución.

El carácter socialista de la revolución, determinado por los factores sociales fundamentales de nuestra época, no obstante, no puede servirse todo preparado y todo asegurado desde el principio mismo del desarrollo revolucionario. No; desde abril de 1931 el gran drama español ha tomado el carácter de una revolución «republicana» y «democrática». Durante los años que siguieron la burguesía ha sabido imponer su sello a los sucesos, aunque la alternativa leninista: comunismo o fascismo, haya conservado -en último análisis- todo su valor. Cuanto más los centristas de izquierda y los sectarios transforman esta alternativa en una ley suprahistórica, menos son capaces de arrancar a las masas de la influencia burguesa. Peor todavía, no hacen más que reforzar esta influencia. El POUM ha pagado muy caro esta experiencia, sin, además y esto es lo triste, extraer las enseñanzas necesarias.

Si los centristas de izquierda se cubren con Lenin para encerrar la revolución en su marco primitivo, es decir el de la democracia burguesa, los ultraizquierdistas apoyan en la misma alternativa leninista el derecho a ignorar y a «boicotear» el desenvolvimiento real de la revolución. «La diferencia, contesté a un camarada norteamericano, entre el gobierno Negrín* y el de Franco, es la misma que entre la democracia burguesa en putrefacción y el fascismo». Es con esta constatación elemental como comienza nuestra orientación política. ¡Cómo! -exclaman los ultraizquierdistas-. ¡Se nos quiere acorralar así a la elección entre la democracia burguesa y el fascismo! ¡Pero esto es oportunismo puro! La revolución española es, en el fondo, la lucha entre el socialismo y el fascismo. La democracia burguesa no presenta la menor salida… Y así continúan.

La alternativa: socialismo o fascismo, significa solamente, y es bastante importante, que la revolución española no puede ser victoriosa más que por la dictadura del proletariado. Pero esto no significa de ninguna manera que la victoria esté asegurada por adelantado. Se trata también, y toda la tarea política está ahí, en transformar esta revolución híbrida, confusa, medio ciega y medio sorda, en revolución socialista. Hace falta no sólo decir lo que es, sino también saber partir de lo que es. Los partidos dirigentes, incluyendo hasta los que hablan de socialismo el POUM entre ellos, hacen todo lo que pueden por impedir la transformación de esta semirrevolución, mancillada y desfigurada, en revolución consciente y terminada. La clase obrera, empujada por su instinto consigue, ciertamente, en los momentos de culminación revolucionaria, colocar jalones importantes en el camino del socialismo. Pero no son más que jalones que en el momento del reflujo son barridos por los partidos dirigentes. No es difícil saltar por encima de esta realidad contradictoria apoyándose en alguna generalización sociológica. Pero esto no cambia las cosas un milímetro.

Hace falta sobrepasar las dificultades materiales mediante la acción, es decir mediante una táctica apropiada a la realidad.

La lucha militar en España está dirigida actualmente, de un lado por Franco, del otro por Negrín-Stalin. Si Franco representa el fascismo, Negrín-Stalin de ninguna manera representan al socialismo. Al contrario, representan un freno «democrático» que impide el movimiento hacia el socialismo. La alternativa histórica: comunismo o fascismo, no ha encontrado todavía su expresión política. Lejos de ello. Después de julio de 1936, la revolución española ha sido empujada hacia atrás del objetivo que formulaba Nin sin comprenderlo. Pero pese a todo, la guerra civil en España sigue siendo un hecho de importancia capital. Hay que tomar este hecho tal como es, es decir como la lucha armada entre dos campos sociales, subyugados, de un lado por la democracia burguesa, y del otro por el fascismo bien comprobado. Se trata de encontrar una actitud justa con respecto a esta lucha híbrida, para transformarla desde dentro en lucha por la dictadura del proletariado.

El gobierno Negrín-Stalin es un freno cuasi-democrático en el camino del socialismo, pero es también un freno, ciertamente ni seguro ni perdurable, pero por lo menos un freno, en el camino del fascismo. Mañana pasado mañana, el proletariado español quizás pueda romper este freno para apoderarse del poder. Pero si ayuda, aunque sea pasivamente, a romperlo hoy, esto no servirá más que para ayudar al fascismo. La tarea no es solamente apreciar teóricamente los dos campos en su justo valor, sino también utilizar prácticamente su lucha para dar un salto hacia adelante.

Los centristas de izquierda como los incurables «ultraizquierdistas» citan a menudo el ejemplo de la política bolchevique en el conflicto Kerensky-Kornilov, sin comprender nada. El POUM dice: «Pero los bolcheviques luchaban junto a Kerensky». Los ultraizquierdistas responden: «Pero los bolcheviques negaron, hasta frente a la amenaza de Kornilov, toda confianza a Kerensky». Los dos tienen razón… a medias, es decir, los dos se equivocan completamente. Los bolcheviques no permanecieron neutrales entre el campo Kerensky y el de Kornilov. Aceptaron el mando oficial, mientras no fueron lo suficientemente fuertes para derribarlo. Es precisamente del mes de agosto, cuando se produce el levantamiento de Kornilov, del que data la ascensión prodigiosa de los bolcheviques. Esta ascensión no fue posible más que gracias al doble aspecto de la política bolchevique. Al participar en primera línea en la lucha contra Kornilov, los bolcheviques no tenían la menor responsabilidad por la política de Kerensky, al contrario, la denunciaban como responsable del asalto reaccionario y como incapaz de dominarlo. Es así como se prepararon las premisas políticas de la Revolución de Octubre, en la que la alternativa: bolchevismo o contrarrevolución (comunismo o fascismo), de ser una tendencia histórica llegó a ser una realidad viva e inmediata.

Debemos enseñar esta lección a la juventud. Debemos inculcarle el método marxista. Pero, en cuanto a las personas que hace decenas de años pasaron la edad de ir a la escuela y que se obstinan en oponernos siempre -a nosotros y a la realidad- las mismas fórmulas, que además han tomado de nosotros, hace falta reconocerlos públicamente como incurables que es necesario tener a varias leguas de distancia de los Estados mayores donde se elabora la política revolucionaria.

28 de septiembre de 1937

Parece que mientras escribimos estas líneas una nueva «depuración» se está efectuando en España a gran escala. Por lo que se puede comprender de los telegramas voluntariamente confusos, el golpe está dirigido esta vez sobre todo contra los anarco-sindicalistas. Es muy posible que ésta sea la preparación de una reconciliación entre Negrín-Stalin y Franco. Pero no hay que excluir que la burocracia de Moscú, que cree que todo se puede arreglar con la GPU, prepare de esta manera una «victoria» que se le escapa siempre. En realidad no puede más que preparar o el triunfo de Franco, o alguna dictadura militar de un Miaja «republicano», que se parece a Franco como dos gotas de agua.

Sólo los completamente imbéciles, pueden hacerse ilusiones sobre los objetivos y los métodos de la pandilla estalinista o de la democracia negrinista. La lucha entre los dos campos puede muy bien terminar de un solo golpe. Esta nueva situación dictaría una nueva táctica, al servicio del mismo fin estratégico. Pero en este momento todavía la lucha militar entre Negrín y Franco continúa y la táctica de hoy está dictada por la situación de hoy.

29 de septiembre de 1937

[1] POUM: Partido Obrero de Unificación Marxista, fundado en España en 1935, cuando la Oposición de Izquierda española, dirigida por Andrés Nin, rompió con Trotsky y se unió con el Bloque Obrero y Campesino, dirigido por Joaquín Maurín. Trotsky calificará de traición el ingreso del POUM al Frente Popular.

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