Matar a Guaicaipuro en pleno siglo XXI y en «Revolución»

Mataron a Sabino Romero. Sus ejecutores no están sólo entre los dos sicarios que accionaron el arma contra el pecho honrado de aquel líder indígena y contra la humanidad de Lucía, su esposa, quien aún lucha por su vida; ni tan siquiera en las manos de posibles ganaderos que pagaron el encargo. También se encuentran en la complicidad de muchos de sus hermanos indígenas que optaron por la traición y la alianza con el poder, en la impunidad macabramente diseñada por los organismos del Estado para facilitar la muerte de los compañeros yukpa que luchaban por la delimitación de sus tierras, y posibilitaron luego el asesinato de este luchador incansable que fue Sabino Romero.

Mataron a Sabino Romero. Sus ejecutores no están sólo entre los dos sicarios que accionaron el arma contra el pecho honrado de aquel líder indígena y contra la humanidad de Lucía, su esposa, quien aún lucha por su vida; ni tan siquiera en las manos de posibles ganaderos que pagaron el encargo. También se encuentran en la complicidad de muchos de sus hermanos indígenas que optaron por la traición y la alianza con el poder, en la impunidad macabramente diseñada por los organismos del Estado para facilitar la muerte de los compañeros yukpa que luchaban por la delimitación de sus tierras, y posibilitaron luego el asesinato de este luchador incansable que fue Sabino Romero.

Los ejecutores de la muerte de Sabino Romero también están en los medios de comunicación – de derecha y del oficialismo, que en eso no se diferencian mucho cuando se trata de sostener el poder− quienes contribuyeron a criminalizar su lucha, o que la invisibilizaron concediéndole en ocasiones pequeños espacios o los espacios menos importantes y banalizando las causas reales y estructurales que originaban el significativo número de muertes de compañeros yukpa en estos últimos años.

Pero, por sobre todo, los ejecutores de este último golpe a la digna lucha del pueblo yukpa, y a la de todos lo que tenemos consciencia histórica y cultural, se encuentran entre aquellos que guardaron un silencio cómplice frente a la lucha del indígena, entre aquellos portadores de esta maldita cultura de colonizados que les impide hacer causa común con el hermano en justo combate por la vida y por la tierra, so pena de perder las prebendas de funcionarios del gobierno que han terminado por desmovilizar al pueblo y ponerlo al servicio de las instituciones mal llamadas revolucionarias.

Tal como una vez advirtiera el compañero Esteban Emilio Mosonyi: Volvimos a matar a Guaicaipuro en pleno siglo XXI. Y lo que es peor, con sello de revolución bolivariana. Todo el escenario para que este hecho ocurriera lo vino cocinando el Estado venezolano con sus erradas políticas frente al pueblo indígena. De allí que resulte una falacia que se pretenda decir que la muerte de Sabino Romero es producto de un «plan desestablizador de la derecha». Si es un acto provocador, lo es de la derecha interna que medra en este gobierno. No de esa «derecha» vaga y abstracta que han pretendido pintárnosla como un peligro externo, (¡qué bien sabemos que lo es!) ubicado sólo en las filas de la oposición y de sus líderes.

Expresamos toda nuestra solidaridad con la familia de Sabino Romero y con su pueblo. Así como hacemos un llamado de exigencia a los organismos públicos para que Lucía sea debidamente atendida en aquellos hospitales en donde nunca hay insumos para la población indígena; y para que se preserve su vida, ahora en riesgo mayor en virtud de su condición de testigo de los hechos. (Igual suerte corre Carmen Fernández, madre de los tres jóvenes yukpa masacrados recientemente, y a quien se le dictan órdenes de protección que la guardia nacional de la zona –a las que nos negamos a llamar bolivariana−, no cumple.)

Consternados aún por tu muerte, Sabino, te lloramos. Pero sabemos que no nos está permitida la parálisis. Hoy, en las calles de Caracas, la sangre indígena de los caribes, esgrimirá tus armas indómitas de dignidad y lucha.

¡Qué viva Sabino Romero! ¡Qué vivan nuestros pueblos originarios!

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