Metamorfosis del voto chavista: Chávez-Maduro-Diosdado

Una acelerada, aunque previsible transformación se produjo en menos de cien días en el caudal y el contenido político del voto histórico del chavismo. Sobre la parte aritmética de esta variación ya son muchos los que han escrito sobre el tema, así que sería tedioso insistir en esa dirección. Prefiero más bien, ver la aceleradísima metamorfosis operada en el contenido político del voto el pasado 14 de abril, a partir del momento en que los fieles seguidores chavistas llegaron al centro de votación honrando la memoria y su gratitud hacia el histórico Presidente fallecido, para depositar su voto por Nicolás Maduro tal como se lo recomendó su máximo líder, pero a la hora del verdad, 12 horas más tardes, se encuentra con la cruda realidad de que quien realmente ha ganado la contienda electoral en la era post-Chávez ha sido Diosdado Cabello. En resumen, los fieles chavistas pensando en Chávez votaron por Maduro, pero les salió Diosdado Cabello. ¿Preocupante, cierto?

Una acelerada, aunque previsible transformación se produjo en menos de cien días en el caudal y el contenido político del voto histórico del chavismo. Sobre la parte aritmética de esta variación ya son muchos los que han escrito sobre el tema, así que sería tedioso insistir en esa dirección. Prefiero más bien, ver la aceleradísima metamorfosis operada en el contenido político del voto el pasado 14 de abril, a partir del momento en que los fieles seguidores chavistas llegaron al centro de votación honrando la memoria y su gratitud hacia el histórico Presidente fallecido, para depositar su voto por Nicolás Maduro tal como se lo recomendó su máximo líder, pero a la hora del verdad, 12 horas más tardes, se encuentra con la cruda realidad de que quien realmente ha ganado la contienda electoral en la era post-Chávez ha sido Diosdado Cabello. En resumen, los fieles chavistas pensando en Chávez votaron por Maduro, pero les salió Diosdado Cabello. ¿Preocupante, cierto?

Obviamente debe inquietar en forma extrema las características personales del actual Presidente de la Asamblea Nacional y del PSUV, pero más que eso, lo que realmente debe preocupar a los fieles chavistas y perturbar al resto del país, es lo que Diosdado Cabello representa. Además de ser la máxima expresión de la ineficiencia y el nepotismo, es el principal representante del poder burocrático desbordado, fiel portavoz junto con su familia de lo que hoy comúnmente se conoce como la chavo-burguesía, con fuerte ascendencia en el aparato militar; y lo más temido por miles de honestos chavistas, Diosdado encarna el incansablemente denunciado proyecto político de “chavismo sin Chávez”. Esas son sus credenciales, de ahí que las bases chavistas lo ubiquen como el jefe de la llamada «derecha endógena».

Efectivamente Diosdado es el gran ganador de la contienda pasada, porque para nadie es un secreto que detrás del cambio de posición de Nicolás Maduro y Tibisay Lucena, quienes en la noche del domingo anunciaron o dejaron correr la posibilidad de una auditoría total a los votos emitidos el 14 de abril, están sus manos y las de su gente. Así ha quedado evidente en sus declaraciones del lunes, en sus arrogantes actitudes en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, y en las hipócritas expresiones de revisión y autocrítica que supuestamente debe realizar la dirigencia del PSUV con ocasión de las elecciones del 14-A y de sus resultados. A nadie debe engañar su radicalismo de otoño, conociéndose que se trata de un militar de derecha que nunca ha sido afecto a las ideas del socialismo.

En 48 horas, el verdadero emperador detrás del trono ha dicho que desconoce a quien lo desconozca, ha asumido la voz de mando, bajando la línea de que debe aplicarse mano dura a quien pretenda provocar desestabilización, desarrollar guarimbas o encaminarse hacia golpes de Estado; y no ha cesado en repetir su reflexión anecdótica favorita de que Chávez era el único que los contenía de «sus locuras». Por supuesto, sus locuras en ningún momento han estado inscritas en el ámbito de la lucha por el socialismo, sino precisamente por caricaturizarlo; no por luchar por un régimen político de plena democracia proletaria, sino de pleno autoritarismo al servicio de las transnacionales; no de erradicación de la propiedad privada sobre los medios de producción, sino precisamente por concentrarlos en muy pocas manos.

¿Acaso será que Diosdado es un personaje atípico de la situación política venezolana? Definitivamente no, él no es más que el triste colofón de un proyecto político que en sus inicios hizo soñar a millones de compatriotas llenándolos de esperanza sobre la justicia social, pero que al ser un proyecto conducido por burgueses de corte nacionalista inexorablemente está condenado a terminar como hoy se vislumbra en Venezuela, odiado por quienes se ilusionaron hace casi 20 años y sostenido por pandillas y burócratas de profesión que tienen por misión defender sus privilegios y los de su estirpe.

No sé por qué extraña razón, siempre que razono sobre la trayectoria y el posible desarrollo político a futuro de Diosdado Cabello, no puedo dejar de emparentarlo con la figura y obra del panameño Manuel Noriega. Quedo a la espera que algún panameño de los de antaño que haya vivido la experiencia política de la época del General Torrijos y de su leal gregario Manuel Noriega, para que nos ayude a desterrar o a confirmar esta triste comparación. Y en especial que nos explique y verifique la certeza de la famosa «Ley Machete», que buena parte de la población panameña asegura fue decretada por el Generalísimo Noriega en sus mejores momentos, y que dictaba «al amigo palo y al enemigo plomo».

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