México: A 45 años de la matanza de Tlatelolco

Un dos de octubre de 1968, a las 18.10 de la tarde, en medio de un mitin donde se concentraban 15.000 personas, la casi totalidad estudiantes y profesores universitarios se cometería uno de los crímen

Un dos de octubre de 1968, a las 18.10 de la tarde, en medio de un mitin donde se concentraban 15.000 personas, la casi totalidad estudiantes y profesores universitarios se cometería uno de los crímenes de Estado mas profusamente elaborados del continente latinoamericano y los gobiernos de contrainsurgencia. La señal para comenzar la matanza, según los relatos, fue el lanzamiento de cuatro bengalas. El ejército apostado estratégicamente cubrió todos los flancos. Ametralladoras y armas de grueso calibre fueron las elegidas para acometer la maniobra. El secretario de Defensa, general Gracia Barragán, supervisó, conjuntamente con el Secretario de gobernación, Luis Echeverría las escaramuzas. Años más tarde Luis Echeverría justificaría su acción señalando que los servicios de inteligencia le habían puesto sobre la mesa documentos que señalaban a la Unión Soviética y agentes cubanos como los instigadores. Excusa desmentida por los propios acontecimientos.

En la matanza participaron un total de cinco mil soldados y la acción superó las dos horas. Allí quedaron los cuerpos sin vida de cientos de jóvenes mexicanos. Otros miles fueron detenidos y evacuados al Campo Militar Número Uno, donde serían vejados y torturados. La Cruz Roja no dio abasto. Hasta hoy bailan las cifras de muertos pero del centenar no bajan. Así se reprimía un movimiento universitario que, por primera vez en la historia del México gobernado por el PRI, se enfrentaba a un gobierno cuyo presidente Gustavo Díaz Ordaz había tomado la decisión de combatir y reprimir sin contemplaciones.

La comunidad universitaria no se amilanó. Plantó cara y se enfrentó logrando la unidad de acción con estudiantes secundarios y de paso rompió el cerco de silencio. Elaboró un pliego de ocho puntos aprobado un 15 de agosto en sesión extraordinaria por el Consejo Universitario. En medio de una huelga generalizada y con el apoyo masivo de la sociedad civil, el respeto hacia los universitarios en huelga se fue generalizando en toda la sociedad civil. Entre sus demandas podemos destacar: 1) El respeto irrestricto a la autonomía universitaria 2) La no intervención del ejército y otras fuerzas de orden público en problemas que son competencia exclusiva de la universidad y los centros de enseñanza superior 3) El respeto de las garantías sociales e individuales consagradas en la constitución 4) Libertad de los estudiantes presos y 5) El deslindamiento de responsabilidades y la sanción a las autoridades que hubiesen participado en los actos represivos.

El poder hizo oídos sordos. Desde el sillón presidencial, Gustavo Díaz Ordaz dio la orden de exterminio. Así, la plaza de las Tres Culturas quedo unida para siempre a la historia de la infamia. Los nombres de los responsables no deben caer en el olvido. El premio para el ministro de gobernación, Luis Echeverría fue nombrarlo presidente de México, y a los militares implicados ascenderlos en la escala de promoción interna. Por eso a 45 años, en medio de un ataque a la educación superior en América latina y Europa, no podemos, sino recuperar esta página sangrienta de la historia del movimiento estudiantil latinoamericano, cuyos dirigentes entregaron su vida por realizar una reforma universitaria que contemplaba, mayor autonomía, democracia interna y fin de la represión, equiparables, hoy, a la defensa de la Universidad Pública y de calidad.

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