Mutilación genital femenina: Una práctica ardua de erradicar

«¿Estás loca Fauziya?», preguntó Cecilia. «¿Qué es eso de que quieres volver a Togo?». Cecilia Jeffrey, también natural de Togo, no podía creer lo que había oído. Su amiga y compañera de cuarto Fauziya Kassinja le había confesado que se disponía a cesar su lucha para ser la primera mujer en la historia de Estados Unidos en obtener asilo político para evitar la mutilación genital femenina en su país.

«¿Estás loca Fauziya?», preguntó Cecilia. «¿Qué es eso de que quieres volver a Togo?». Cecilia Jeffrey, también natural de Togo, no podía creer lo que había oído. Su amiga y compañera de cuarto Fauziya Kassinja le había confesado que se disponía a cesar su lucha para ser la primera mujer en la historia de Estados Unidos en obtener asilo político para evitar la mutilación genital femenina en su país.

A fin de convencer a su amiga de que cambiara de idea, Cecilia le mostró cómo su físico había cambiado para siempre cuando le mutilaron los genitales en Togo.

Fauziya relató más tarde que Cecilia había logrado confrontarla con la posibilidad de que lo mismo le ocurriera a ella. «Me dijo: ¿te das cuenta de lo que es esto y que también te lo podrán hacer a ti?».

«Yo no había visto nunca algo así. A Cecilia prácticamente le habían extirpado las características exteriores de los genitales. No se veía más que una cicatriz, una sutura y sólo un pequeño orificio. Le habían arrancado los labios de la vulva y el clítoris, la habían mutilado para siempre. Quedé horrorizada y le pregunté cómo podía vivir así», dijo Fauziya.

«Cecilia me contestó que sufría y que cada vez que veía sus genitales mutilados lloraba, que gritaba por dentro su dolor, que se sentía débil y derrotada».

Más de 140 millones de niñas y mujeres han soportado, contra su voluntad, que les quitaran la ropa interior, las obligaran a abrir las piernas y les cortaran brutalmente las partes exteriores de los genitales con piedras afiladas, cuchillos, tijeras, hojas de afeitar u otros crueles instrumentos. Raramente con anestesia.

La mayor parte de las víctimas de esa horrenda práctica sufren atroces dolores y hemorragias y en caso de embarazo tienen complicaciones que a menudo les provocan la muerte.

También es frecuente que contraigan VIH/sida o hepatitis a causa de la utilización de instrumentos sin esterilizar. Las sobrevivientes sufren de estrés postraumático, depresión u otros problemas psicológicos. Cada día unas 8.000 niñas, con edades que van desde las dos semanas de vida a los 15 años, corren el riesgo de ser víctimas de mutilaciones o cortes de los genitales.

Gracias a los esfuerzos de mujeres apoyadas por organizaciones no gubernamentales, gobiernos y las Naciones Unidas se están haciendo algunos progresos.

Miles de comunidades de África y de Medio Oriente han decidido poner fin a la mutilación genital femenina. Legisladores comprometidos han aprobado leyes que la hacen ilegal. Gracias a los esfuerzos de muchos países africanos y de Italia, que desde hace largo tiempo es líder en la lucha contra esa práctica, del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y de la Asamblea General de la ONU, se ha logrado que esta lucha sea una prioridad.

Pero queda mucho por hacer. Hacen falta más médicos que eduquen a los pacientes sobre los dañinos efectos del corte genital. De acuerdo con la ONU, las víctimas corren un mayor peligro de que se recurra a una cesárea o a una episiotomía en sus partos y de que sufran hemorragias posparto. Tanto la mortalidad maternal como la infantil es más frecuente en las madres que han sido objeto de mutilación.

Tanto la mortalidad materna como la infantil son más frecuentes cuando las madres han sido mutiladas.

Es necesario que más líderes y militantes persuadan a las comunidades a comprometerse en acabar con esa práctica.

Líderes religiosos que han predicado contra la mutilación en sus iglesias los domingos o en sus mezquitas los viernes han provocado significativos progresos. En efecto, hay una creencia común de que la mutilación tiene un origen religioso, aunque es falso que esté citada en la Biblia o en el Corán.

Los profesionales de la salud deben desautorizar la práctica y rehusarse a efectuarla en los hospitales. Hay una inquietante tendencia en las últimas décadas a la «medicalización» de la mutilación genital femenina.

Una mejor cobertura de los medios de comunicación podría jugar un importante papel. La televisión, la radio y los medios impresos, así como las artes, incluyendo la música, el teatro y otras expresiones, han tenido un impacto positivo en la campaña para eliminar la mutilación genital femenina.

La ilegalización implica la desaprobación del Estado, permite que se compense a las víctimas y que se responsabilice del delito de violencia contra las mujeres a quienes lo perpetraron. Es un disuasivo para quienes lo practican y reviste de legitimidad a quienes buscan abandonarlo.

(*) Kerry Kennedy es la presidenta del Robert F. Kennedy Center for Justice and Human Rights.

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