No permitamos que los verdugos Obama y Uribe conviertan a Colombia en un enclave militar yanqui
El imperialismo, debilitado por las desastrosas derrotas militares sufridas en Irak y Afganistán, y conmocionado por una ola de procesos revolucionarios que ha avivado la conciencia antiimperialista en Latinoamérica, intenta consolidar su presencia en los pocos reductos donde gobiernos sumisos y complacientes están dispuestos a alojar bases militares yanquis. Al hacerlo, intenta establecer cabeceras de playa para intimidar y agredir a los pueblos latinoamericanos, con el objetivo contrarrevolucionario de derrotar los auges en las luchas populares de la región.
El imperialismo, debilitado por las desastrosas derrotas militares sufridas en Irak y Afganistán, y conmocionado por una ola de procesos revolucionarios que ha avivado la conciencia antiimperialista en Latinoamérica, intenta consolidar su presencia en los pocos reductos donde gobiernos sumisos y complacientes están dispuestos a alojar bases militares yanquis. Al hacerlo, intenta establecer cabeceras de playa para intimidar y agredir a los pueblos latinoamericanos, con el objetivo contrarrevolucionario de derrotar los auges en las luchas populares de la región.
La urgencia del gobierno imperialista de Obama de instalar nuevas bases militares en territorio suramericano se ha acelerado luego del humillante desalojo de la base ecuatoriana de Manta, otro contundente triunfo de las masas latinoamericanas. Y para lograr este criminal objetivo recurre a su fiel perro guardián Álvaro Uribe Vélez, para plantar sus tropas invasoras en cinco bases ubicadas en territorio colombiano.
Las bases, cuya instalación en territorio colombiano acuerdan los gobiernos de Uribe y Obama, son la continuación del infame Plan Colombia, diseñado para permitir la intromisión militar de los Estados Unidos en el conflicto interno y controlar a los países vecinos. Con dicho plan, el imperialismo legalizó las operaciones de miles de efectivos militares estadounidenses en territorio colombiano, así como la actividad de mercenarios yanquis llamados oficialmente «contratistas de seguridad», y convirtiendo a la nación colombiana en una de las mayores receptoras de ayuda militar por parte de los Estados Unidos en el mundo, junto con Israel, Egipto, y Turquía. Proporcionalmente, las atrocidades perpetradas por los militares y paramilitares contra el pueblo colombiano han arreciado.
Fiel a una tradición abyecta, la burguesía cipaya latinoamericana, a través de sus partidos, sus medios de comunicación, y sus agentes directos, ha aplaudido la instalación de las bases, y ha cerrado filas con Uribe y Obama.
El verdadero rostro del presidente Obama
Con esta nueva tentativa imperial de instalar bases militares en territorio colombiano, en pocos meses Obama, el primer presidente afrodescendiente de los Estados Unidos, ha terminado de enterrar el engaño urdido en torno a su figura, como supuesto representante de un cambio significativo en las relaciones entre los Estados Unidos y el resto del mundo. Recordemos que ha estrenado su cargo Obama avalando y apoyando tácitamente crímenes horrendos como la invasión sionista de Gaza, el golpe de Estado en Honduras, y el aumento del contingente militar invasor en Afganistán.
Lamentablemente, los encargados de crear falsas expectativas en Latinoamérica con respecto al gobierno norteamericano han sido Lula, Chávez, Evo, Correa, Lugo y demás presidentes de centroizquierda de la región, además de organizaciones y dirigentes que se reivindican de izquierda. El presidente Chávez, además de restaurar las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, no se cansó de elogiar a Obama, y llegó al extremo surrealista de invitarlo a sumarse al «proyecto socialista». Ahora su gobierno se muestra despechado por los obstáculos colocados por los Estados Unidos a la plena normalización de las relaciones de Venezuela con el imperialismo, y hasta parece «recordar» que la presencia militar yanqui sigue siendo una amenaza.
Para los pueblos latinoamericanos, queda demostrado que no puede haber ninguna confianza en Obama, un verdugo que viene a profundizar la tarea iniciada por Bill Clinton, cuyo gobierno dio inicio al Plan Colombia. Al imperialismo hay que combatirlo, independientemente de cuál payaso ocupe el sillón de la Casa Blanca.
¿Clarines de guerra con Colombia, o ruptura, aislamiento y derrota del imperialismo norteamericano?
Los aparatos propagandísticos del gobierno de Uribe, para distraer la atención, han acompañado el anuncio de las negociaciones para la instalación de las bases, con operaciones mediáticas destinadas a vincular a los gobiernos de Ecuador y Venezuela con la guerrilla colombiana.
Los gobiernos de Ecuador y Venezuela no han demorado en responder y por enésima vez lo han hecho en forma equivocada, ya que su estrecho horizonte nacionalista burgués no les permite ver más allá de sus narices. Tanto Rafael Correa como Hugo Chávez se empeñan en estimular los instintos patrioteros de los pueblos de Ecuador y Venezuela en contra de Colombia, como salida a la contraofensiva imperialista hacia los pueblos latinoamericanos.
Rafael Correa afirma que responderá militarmente a una nueva agresión de Uribe, mientras que el Presidente Chávez anunció la congelación de relaciones con el gobierno colombiano, pero en ningún caso estos dos presidente van a la raíz del asunto. Una posición antiimperialista consecuente implicaría romper relaciones definitivamente con Obama, aislar a su gobierno, y llamar a los trabajadores y pueblos latinoamericanos a levantarse para derrotar al imperialismo como lo vienen haciendo los pueblos del medio oriente.
Los dos presidentes colocan el acento de su respuesta en tocar los clarines de guerra contra Colombia, estimulando el nacionalismo burgués e intentando sacar provecho de la situación para cohesionar la unidad de las masas en torno a proyectos de conciliación de clases. Por esa razón, no llaman a la unidad de los pueblos latinoamericanos, y en particular a los trabajadores de Venezuela, Ecuador, Colombia, Cuba, Nicaragua, Paraguay, Bolivia, México, Argentina, Brasil y demás naciones agredidas por los Estados Unidos, para hacer frente a la intromisión imperialista, impedir la instalación de las bases y de paso aislar al gobierno pro-imperialista de Álvaro Uribe, que sin el apoyo de Estados Unidos no sería nada.
Amenazar con una respuesta bélica es caer en la provocación tendida por el gobierno norteamericano y el gobierno de Álvaro Uribe, y tiende a fortalecer el estratagema urdido por estos para instalar las bases yanquis en Colombia. Por otro lado, para encabezar una verdadera gesta antiimperialista y revolucionaria, además de romper relaciones diplomáticas con Colombia, sería necesario también romper relaciones definitivamente con Estados Unidos, expropiar a las multinacionales explotadoras de los Estados Unidos en Ecuador y Venezuela, dejar de suministrar desde Ecuador y Venezuela petróleo a los Estados Unidos, impulsar un bloqueo económico portuario en los países del Alba a las mercancías y barcos con bandera norteamericana, y dejar de pagar la multimillonaria deuda externa a la banca multilateral dominada por magnates norteamericanos.
La política de Correa y Chávez, no tiene nada de anti-imperialista. Es reaccionaria, ya que envilece la conciencia de los pueblos y los trabajadores de las tres naciones, porque no pone sobre relieve el hecho de que los trabajadores y los pobres de todos estos países son hermanos de clase, mientras el imperialismo sigue ejerciendo su dominio económico, su injerencia política y su terror militar sobre nuestros países. Mientras se quejan de las bases militares, Chávez y Correa ni siquiera han retirado sus embajadores en los EEUU, ni mucho menos han hablado de romper relaciones con el imperialismo.
Más dañina resulta esta política nacionalista, cuando la reciente crisis entre los tres gobiernos, en marzo de 2008, tuvo un desenlace tragicómico, con abrazos efusivos entre Uribe y Chávez y declaraciones de hermandad. Algunas horas antes, Chávez había jurado ante las cámaras de televisión que jamás se normalizarían las relaciones entre Venezuela y Colombia mientras el fascista Álvaro Uribe fuera presidente de aquél país
Esta es la incongruencia e inconsecuencia de dirigentes y gobiernos burgueses nacionalistas, que no tienen por estrategia enfrentar y derrotar al imperialismo, que buscan guardar las apariencias enfrentando al mensajero, antes que enfrentar de verdad y en forma digna al propietario de la encomienda.
Militares gringos, go home
Por todas estas consideraciones, los socialistas revolucionarios somos del criterio que antes que hacer de esta confrontación un show mediático para distraer a los pueblos de los problemas de fondo que les aquejan, la tarea verdaderamente revolucionaria, anti-imperialista e internacionalista, es la de llamar a nuestros pueblos a combatir al enemigo común que es el imperialismo, a la vez que le hacemos el llamado fraterno al pueblo colombiano para que se levante contra el chacal Álvaro Uribe, y expulse a la insolente bota yanqui.
Desde Venezuela, la Unidad Socialista de Izquierda se dirige al pueblo colombiano y en especial a su clase trabajadora de la ciudad y el campo, a movilizarse contra esta indigna entrega que pretende consumar Uribe. Invitamos a todos los pueblos que también son amenazados por la instalación de las bases imperialistas en Colombia a movilizarnos y exigir la ruptura de relaciones políticas y económicas con los gobiernos de EEUU y Colombia. Debemos luchar para que sean eliminadas todas las bases estadounidenses en Latinoamérica, tal y como hoy reclama el pueblo hondureño la salida de la base yanqui de Palmerola, en sus multitudinarias protestas contra la dictadura de Micheletti.
No permitamos que estas cinco bases sean un paso más en la transformación de Colombia en un enclave imperialista para la agresión al propio pueblo colombiano, a los demás pueblos latinoamericanos, y a los procesos revolucionarios abiertos en la región.