No se justifica votar por la derecha gobiernera ni por la derecha opositora

Los señores de «Un grano de maíz» han escrito un panfleto titulado «El deslinde electoral», en el que arrancan asegurando que «Las próximas elecciones parlamentarias son ocasión para el deslinde definitivo de posiciones ideológicas». Podemos decir que es lo único en lo que estamos de acuerdo con estos apologistas del gobierno. Ciertamente, las elecciones serán un escenario en el que se dividirán aguas en el campo de la izquierda: por un lado irán quienes apuestan al reformismo y al nacionalismo burgués del chavismo, y en una dirección completamente distinta quienes apuesten a la independencia de clase, a la revolución y al socialismo.

Los señores de «Un grano de maíz» han escrito un panfleto titulado «El deslinde electoral», en el que arrancan asegurando que «Las próximas elecciones parlamentarias son ocasión para el deslinde definitivo de posiciones ideológicas». Podemos decir que es lo único en lo que estamos de acuerdo con estos apologistas del gobierno. Ciertamente, las elecciones serán un escenario en el que se dividirán aguas en el campo de la izquierda: por un lado irán quienes apuestan al reformismo y al nacionalismo burgués del chavismo, y en una dirección completamente distinta quienes apuesten a la independencia de clase, a la revolución y al socialismo.

Con su habitual demagogia, los publicistas de «Antonio Aponte C.A.» plantean que la confrontación del 26 de septiembre será entre «la posibilidad socialista y la restauración capitalista». Sólo en las perturbadas mentes de estos estalinistas del siglo XXI cabe imaginarse que en Venezuela se pueda discutir seriamente acerca de evitar la restauración capitalista, cuando nuestro país ni remotamente ha salido del marco capitalista. Difícilmente puede restaurarse lo que nunca ha sido derrocado o superado. Las relaciones sociales y económicas capitalistas están plenamente vigentes, y el actual gobierno es el «gendarme necesario» de la burguesía, el administrador de los negocios comunes de la clase capitalista en estos tiempos de crisis.

Lo que los señores del «Grano de Maíz» llaman «campo socialista», es decir el gobierno y su partido, no contiene apenas «partículas de capitalismo», como aseguran estos cortesanos del bonapartismo del siglo XXI. Al presentar como modelo a imitar a China, o al aplicar una devaluación y un plan de ajuste que es motivo de celebraciones en el FMI, el gobierno demuestra ser procapitalista hasta la médula. Otra falsificación grosera es presentar al ALBA o a la UNASUR como emblemas antiimperialistas, cuando sabemos que las transnacionales se pasean como Pedro por su casa en los países que conforman estos bloques políticos, y estos mismos países pagan puntualmente a los acreedores imperialistas sus servicios de deuda.

¿Cuál ira puede despertar Chávez en los yanquis cuando les entrega por toletes la Faja Petrolífera del Orinoco? Lo único que pueden suscitar las arengas pseudorrevolucionarias de Chávez es hilaridad entre los gerentes y accionistas de la Chevron, Repsol, Mitsubishi, y demás transnacionales que se han apoderado del subsuelo venezolano por la vía de las empresas mixtas.

Los campos están claramente definidos: de un lado están el gobierno y la derecha opositora, quienes coinciden en la política entreguista en materia petrolera, en la aplicación de un plan de ajuste capitalista que castiga al pueblo y a los trabajadores haciéndoles pagar el costo de la crisis, y que coinciden en los elementos gruesos de su concepción estratégica; y del otro lado estamos quienes nos oponemos a estas políticas regresivas y antidemocráticas, quienes reclamamos que la crisis la paguen los patronos y el gobierno, quienes exigimos un salario mínimo que cubra la canasta básica y una escala móvil de salarios para indexar los salarios a la vertiginosa inflación, quienes estamos por la suspensión de los pagos de la deuda externa y por una industria petrolera 100% nacional bajo control de los trabajadores. En definitiva, de un lado están la burguesía tradicional y los nuevos ricos, y del otro está la mayoría trabajadora y explotada. Este es el carácter de la lucha política que se quiere encubrir bajo una engañosa polarización, bajo el falso dilema que representa escoger entre el PSUV y la MUD, que a fin de cuentas son «el mismo musiú con distinto cachimbo».

Al cabo de una gestión de la Asamblea Nacional en la cual el control ejercido por el gobierno no se tradujo en una sola ley revolucionaria, lapso en el que no fue posible aprobar los regímenes de la Ley de Seguridad Social ni hubo voluntad política para reformar la Ley Orgánica del Trabajo, no hay justificación posible para quienes llaman a votar nuevamente por los candidatos del PSUV. Por otra parte, el expediente antidemocrático y fracasado de los dinosaurios de la MUD es ampliamente conocido y merece el rechazo mayoritario del pueblo.

Es en este escenario que irrumpe la opción de votar a candidatos obreros, populares y revolucionarios, como los postulados por la Unidad Socialista de Izquierda a través de la tarjeta del PPT. Esta es la única opción electoral consecuentemente democrática y a la izquierda.

* Militante de la Unidad Socialista de Izquierda y candidato a diputado por la tarjeta del PPT en el estado Mérida.

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