Obama: de la esperanza al desencanto
Hace un año, en la ceremonia de toma de posesión, Barack Obama puso su mano sobre la Biblia de Abraham Lincoln y le aseguró que, con esperanza y virtud se podrían «sortear las corrientes heladas y soportar lo que traiga la tormenta». Pero el monigote rápidamente dejó ver las costuras.
Hace un año, en la ceremonia de toma de posesión, Barack Obama puso su mano sobre la Biblia de Abraham Lincoln y le aseguró que, con esperanza y virtud se podrían «sortear las corrientes heladas y soportar lo que traiga la tormenta». Pero el monigote rápidamente dejó ver las costuras.
En el otro extremo del país, en Seattle, Glen Boyd ya sabía lo que traía la tormenta económica. Dos semanas atrás se había quedado sin trabajo este vendedor de DIRECTV, que apoyaba a Obama y tenía grandes esperanzas en su gestión.
«Me sentí muy orgulloso. Pensé que era la persona indicada. Estaba optimista», recuerda Boyd.
Ahora, un año después, Boyd escribe en su blog: «Creímos todo lo que decía en sus discursos de ‘sí, se puede’. Mi única pregunta es ¿dónde están todos esos discursos ahora?».
«Decir que me siento decepcionado con la presidencia de Obama no basta para describir lo que siento».
Olvídese de las palabras «se puede», «cambio» y, sobre todo «esperanza». Si algo describe hoy la actitud de la gente hacia Obama es la palabra desencanto.
Las encuestas muestran un constante declive en los índices de popularidad del mandatario desde que asumió la presidencia el 20 de enero pasado. De hecho, según la consulta más reciente de Gallup, inicia su segundo año de gobierno con los índices más bajos que ha tenido un presidente a la misma altura de su gestión en los últimos 50 años. Hacia el 1ro de enero, un 50% de los consultados aprobaba su gestión y un 44% la desaprobaba.
La decepción es especialmente fuerte entre quienes esperaban grandes cosas de Obama. Pese a haber hecho carrera política con el Partido Demócrata, una organización imperialista y burguesa, hubo incluso quienes desde posiciones de izquierda o centroizquierda, dentro y fuera de EEUU, llamaron a depositar confianza en Obama.
«De repente estábamos hablando de cosas realmente importantes, de cuestiones sociales que habían sido olvidadas por años. Era emocionante, refrescante», comenta Matt Sullivan, concejal de Pleasanton, California.
Un año después, se siente defraudado.
«¿Qué pasó con este tipo?», pregunta. «¿Qué pasó con su visión del país y del mundo? Todo se esfumó».
Sullivan expresa desencanto con la política de salud, la economía y los programas de energía. Pero lo que más le molesta es que Estados Unidos siga librando dos guerras que, según él, dañan la imagen del país en el exterior y perjudican su seguridad.
«Esencialmente, es la misma retórica de (George W.) Bush, solo que expresada más inteligentemente», dijo Sullivan.
El concejal se siente frustrado con el sistema político en general y cree que si Obama, con sus cualidades, su carisma y su determinación, no puede cambiar nada, nadie puede hacerlo.
«Terminas dudando de que la democracia representantiva funcione para la gente común», manifestó.
Ante la ausencia de partidos y candidatos obreros y populares en EEUU, la abstención tradicionalmente supera el 50% del electorado.