¡Que día más jodido!
Hoy se marcharon dos titanes, preclaros baluartes del argumento cultural urbano, honestos exponentes de la posibilidad popular: Cheo, de Puerto Rico, y Gabo, de Colombia. Así los conocimos y así los despediremos. Cheo y Gabo. Para identificarlos nunca fue necesario recitar sus nombres completos. Bastó decir, hoy como entonces, Cheo y Gabo, Gabo o Cheo, para que todos, o casi todos, supiésemos de quien se hablaba. Eso es haberle llegado al pueblo. Que mejor reconocimiento a su trayectoria que ese, el de ser reconocidos por sus apodos; estas reales leyendas urbanas considerados como una parte de todos, a pesar de lo inmortal que resulten sus legados.
Hoy se marcharon dos titanes, preclaros baluartes del argumento cultural urbano, honestos exponentes de la posibilidad popular: Cheo, de Puerto Rico, y Gabo, de Colombia. Así los conocimos y así los despediremos. Cheo y Gabo. Para identificarlos nunca fue necesario recitar sus nombres completos. Bastó decir, hoy como entonces, Cheo y Gabo, Gabo o Cheo, para que todos, o casi todos, supiésemos de quien se hablaba. Eso es haberle llegado al pueblo. Que mejor reconocimiento a su trayectoria que ese, el de ser reconocidos por sus apodos; estas reales leyendas urbanas considerados como una parte de todos, a pesar de lo inmortal que resulten sus legados.
No es necesario enumerar razones para explicar la admiración que hemos sentido por sus trabajos. Baste decir que hicieron desaparecer fronteras, que fundieron banderas creando una sola humanidad y que hicieron conjugar en uno a todos los idiomas del mundo hasta que se terminó pronunciando, al unísono universal y sin pizca de acento, Cheo y Gabo, Gabo y Cheo.
Hoy lloramos, creo que más por nosotros que por ellos. Siempre formaron parte de un universo que, por lo maravilloso y especial, aun no comprendemos o apreciamos del todo. Hoy se mudaron al otro barrio, pero nos dejaron su arte, sus memorias, su recorrido, una ruta que nos puede orientar hacia mejores y más amplios resultados, individual y colectivamente.
Tuve la dicha de conocerlos y las consecuencias de nuestros encuentros y charlas aun me nutren y alimentan. Una vez les dije, por separado: «Están condenados a mi amistad». Hoy, la muerte nos impone su condena, la de sus ausencias físicas, pero no podrá jamás obligarnos a olvidarlos, o a dejar de celebrarlos, y es allí donde la Parca pierde. La calidad de las obras de Cheo y de Gabo, la continuidad de sus argumentos de vida, todo termina venciendo al reclamo mortal del olvido y al escéptico acoso de la indiferencia.
Feliz viaje muchachos, gracias por sus aportes, afecto y bondad. A Mercedes y a Coco, y a sus familias, nuestro abrazo y apoyo, siempre.
Sigamos todos la ruta, memorias de Cheo y de Gabo correteando en nuestras almas.
Ruben Blades
17 de Abril, 2014