¿Qué une a Lula, Collor de Mello y Sarney?
¿Qué une en la actualidad al mandatario de Brasil, Lula da Silva, con los ex presidentes José Sarney (1985-1990) y Fernando Collor de Mello (1990-1992), figuras que ideológica y políticamente no guardan ninguna relación? La respuesta de ello puede encontrarse en dos palabras: pragmatismo político.
¿Qué une en la actualidad al mandatario de Brasil, Lula da Silva, con los ex presidentes José Sarney (1985-1990) y Fernando Collor de Mello (1990-1992), figuras que ideológica y políticamente no guardan ninguna relación? La respuesta de ello puede encontrarse en dos palabras: pragmatismo político.
En la actualidad, la suerte de cada uno de ellos es infinitamente dispar. En su séptimo y anteúltimo año de gobierno y con una imagen positiva que ronda los 80 puntos, Lula da Silva está sumamente molesto por la comisión del Senado que investigará a Petrobras, la gigante petrolera brasileña acusada de irregularidades. Para sortear las acusaciones que impactan a su gestión, el mandatario brasileño necesita de la ayuda del partido de José Sarney (PMDB) y de Fernando Collor de Mello.
Quien también se encuentra molesto es José Sarney, actual presidente del Senado brasileño (cabe recordar que en Brasil es un cargo electivo), pero en su caso, se debe a las denuncias de corrupción que viene recibiendo en las últimas semanas y que amenazan con alejarlo del cargo que asumió a comienzos de año. Asediado por la opinión pública y los medios de comunicación, la única forma de mantenerse en el cargo es con el peso de la popularidad de Lula y su incondicional apoyo.
A Collor de Mello el destino le deparó otra suerte. Lejos de las denuncias que caracterizaron a su fugaz presidencia, el actual senador por el estado de Alagoas ocupa hoy un lugar privilegiado en la política brasileña: no sólo está lejos de los escándalos políticos sino que además el presidente Lula se encuentra necesitado de su apoyo.
La alianza con Collor
En el caso de Petrobras, Collor de Mello es uno de los 11 integrantes de la selectísima Comisión Parlamentaria de Investigación conformada en el Senado para investigar a la petrolera brasileña por licitaciones y contrataciones irregulares, así como también el desvío de fondos en el patrocinio a ONG y partidos políticos para actividades que nunca se materializaron.
Las denuncias que envuelven a la gigante petrolera son tantas que su presidente, José Sergio Gabrielli, llegó a admitir que «es imposible no encontrar irregularidades en una empresa que cuenta con más de 3000 gerentes».
Dada la relevancia política del sujeto investigado y las consecuencias que esta investigación pueden significar para el oficialismo a un año de las presidenciales frente a una opinión pública sensibilizada tras el escándalo del mensalao (2005), Lula se vio obligado de tratar personalmente el asunto con cada uno de los ocho integrantes de la base aliada para garantizarse su postura favorable al oficialismo.
De allí la alianza de Lula con Collor de Mello, quien no desaprovechó la oportunidad y se dio el gusto de que el popular presidente brasileño hiciera campaña con él en Alagoas, el baluarte político del ex presidente de Brasil que aspira a gobernar el próximo año.
Abrazados y con las manos en alto saludando a una multitud absorta, ambos dirigentes demostraron que dejaron muy atrás aquéllos fatídicos meses de campaña de 1989 en los que Collor había prometido que Brasil se tornaría en un «baño de sangre» en caso de que Lula llegara al poder.
La alianza con Sarney
La otra investigación que está sacudiendo al Congreso brasileño, en torno al actual presidente del Senado, José Sarney (PMDB), se materializó en la reciente conformación del Consejo de Etica; el único órgano que puede decidir la destitución del ex presidente.
Las órdenes de Lula hacia las filas de su partido (PT) brillaron por su simpleza: defender a Sarney a toda costa. Sus sorpresivas declaraciones sumieron a los propios legisladores del partido gobernante en una profunda contradicción, ya que éstos inicialmente eran partidarios del lema «Fuera Sarney», hoy acogido por quienes quieren al presidente del Senado fuera de su cargo.
Lejos de encontrar sus fundamentos en lo ideológico, la motivación de Lula obedece a una buena dosis de pragmatismo político, algo en lo que el ex metalúrgico es entendido. Actualmente, el partido de Sarney, el PMDB, no sólo constituye la mayor fuerza parlamentaria en ambas cámaras del Congreso brasileño, sino que su apoyo también es decisivo para las presidenciales del 2010.
Su peso en la investigación de Petrobras es crucial: de los 11 integrantes que conforman la comisión de investigación, tres de los ocho senadores de la base aliada son del PMDB. En caso de que éstos dejen de apoyar al oficialismo, la oposición pasaría a contar con seis senadores mientras que el oficialismo sólo tendría cinco integrantes. Esto es algo que el propio Sarney le hizo saber a Lula.
El otro motivo por el que Lula se encuentra necesitado de contener a Sarney y su partido obedecen a que la candidata del oficialismo para las presidenciales del 2010, Dilma Rousseff, hoy se encuentra muy por detrás del gobernador opositor José Serra (PSDB) en todas las encuestas, y tanto en el gobierno como en la oposición saben que sin el decisivo apoyo del PMDB, el PT no tendrá ninguna probabilidad de gobernar por un tercer período consecutivo.
De esta manera, la historia de un actual presidente necesitado y dos ex mandatarios que a su vez necesitan de él se entrecruzaron para demostrar lo que mejor saben hacer: política.