San Juan de Colón: el bachaqueo y los sueños del agua
Por: Frank José Arellano
El fin de semana fuimos a la quebrada la “San Juana”. En el pequeño grupo íbamos cinco personas, dos de ellas eran niños entusiasmados que esperaban zambullirse por un rato en alguno de los pozos de este río. En Colón, Táchira, las caminatas a la San Juana, desde la niñez, se convierten en ratos de recreación y de saludable ejercicio físico. Se llega a ella a través de una ruta pavimentada, abrazada en ambos lados por el monte alto, por árboles de naranjas y, cada vez más, por nuevas casas que van ocupando el ambiente rural. Hace años que no subía por allí. El sábado pasado hacía un calor fuerte, ya común en estos días y en estas épocas del año, lo que era propicio para sudar y para que se acrecentaran los ánimos de echarse un chapuzón. Caminamos por un rato hasta que lo inesperado aconteció al arribar al sitio conocido como “Primer Puente”. Quienes llegamos ahí quedamos asombrados, absortos, con cierta sensación de incredulidad ante lo que se posaba frente a los ojos: una quebrada seca, silenciosa, exánime.
Bien es cierto que Venezuela entera pasa ahora mismo por un periodo de sequía recio, no obstante, que una quebrada con un caudal ancho como el de la “San Juana” se achique de tal forma no se puede explicar sólo a partir de los efectos del calor, de la evaporación o del Fenómeno del Niño. Douglas Morales, quien caminaba con nosotros y es habitante del pueblo, decidió tomar fotografías para registrar lo que observábamos.
Al bajar, ya sin haber tenido el chance de aprovechar el agua del río, le comencé a preguntar a las personas de las cercanías si sabían por qué éste se había secado. Lo que oí me resultó de sumo interés. Todos concordaban con que el verano había causado estragos. Sin embargo, también daban otra explicación. Más arriba de la zona del “Primer Puente” hay una planta de tratamiento de agua. Allí tratan de mantener las piscinas llenas para potabilizar el líquido y abastecer al pueblo de Colón. Hasta aquí todo se entiende como algo racional, todo parece tener sentido. Se hace necesario desviar el agua de la quebrada, so pena de producir ciertos daños menores en el ecosistema que la circunda, pero todo ello en beneficio de las comunidades del Municipio Ayacucho. Lo cierto es que esto no funciona así. Pude constatar por todos los relatos que escuché, además de mi experiencia personal en la semana entera que pasé en Colón, que el servicio del agua allí es pésimo. Aun peor: en Colón se bachaquea con el agua y esta parece ser la causa principal de su falta en los hogares.
Los diversos testimonios de los habitantes de Colón coincidían en señalar que la situación de la escasez del agua ya lleva varios meses. Las personas que entrevisté afirmaban que se había formado una especie de mafia que comerciaba con el preciado líquido. Ellos me indicaron que a diario subían a las plantas de tratamiento decenas de camiones equipados con tanques. Los bachaqueros del agua, así, les mojan las manos a ciertos empleados mañosos de Hidrosuroeste, quienes, a su vez, los surten con el agua que luego revenden en el pueblo por un valor que oscila entre los tres y cuatro mil bolívares por tanque o cisterna.
La situación del abastecimiento del agua en Colón se ha vuelto crítica, y esto no se debe meramente a la prolongada sequía. Se debe, en gran medida, a este comercio ilegal del agua, permitido de facto por las autoridades del Municipio Ayacucho, y ante el cual la Guardia Nacional se tapa los ojos. No es difícil captar cómo se llevan a cabo algunos pasos del modus operandi descrito por los habitantes del pueblo. En las fotografías, tomadas a una distancia prudencial, se observa cómo los camiones de los bachaqueros del agua llenan sus tanques en las instalaciones de Hidrosuroeste. Al transitar por allí, se percibe claramente cómo suben y bajan para repetir el circuito de llenado, reventa y recarga que hace que la disponibilidad de agua en las tuberías de Colón se mengüe. Según me contaron los entrevistados, en algunos sectores del municipio el agua llega cada quince días, en otros lugares sólo una vez al mes, y en otros sitios consideran que tener agua en sus hogares es tan probable como ganarse la lotería. La gente ha ido a protestar en varias ocasiones a las instalaciones de Hidrosuroeste. Con esto han logrado que el servicio del agua marche de manera correcta por dos o tres días seguidos, luego de los cuales la situación vuelve a tornarse calamitosa. La paciencia se les acaba.
Mientras tanto, la quebrada permanece seca, abochornada, con apenas hilos de agua esporádicos desde el sector de las plantas de tratamiento hacia abajo. No me pude bañar ahí como cuando era niño. Dando pasos entre los ramilletes de monte que ahora crecen donde antes había un caudal vigoroso y limpio, sentí un eco entre las rocas. Acerqué el oído a las grandes piedras de los costados cuando se produjo un sonido que parecía articularse y decir: “aquí ya nada puede ser, lo que solía ser”.