8 noviembre, 2024

Sant Roz, erigido en inquisidor

Sólo en un país desmemoriado puede alguien atreverse a proferir sandeces con la pretensión de ser escuchado al menos por las nuevas generaciones. Tal es el caso de un cierto Sant Roz, quien con la mayor desfachatez dice en un reciente artículo incriminando a Douglas Bravo:

Sólo en un país desmemoriado puede alguien atreverse a proferir sandeces con la pretensión de ser escuchado al menos por las nuevas generaciones. Tal es el caso de un cierto Sant Roz, quien con la mayor desfachatez dice en un reciente artículo incriminando a Douglas Bravo:

“En 1974, el país estaba recibiendo una catarata de dólares por la súbita alza del barril de petróleo -docenas de miles de millones de dólares-, y Carlos Andrés Pérez comenzó a hablar de «La Gran Venezuela». Se iba a entrar en un vórtice de derroche, despilfarro y locura. Nadie tenía fuerzas para dedicarse a criticar al gobierno; seguía el país sin juicio ni moral para nada. En Venezuela no existía oposición”.

¿Tras cuáles cortinas protectoras se ocultaba en aquellos momentos el escribidor Sant Roz, seguramente con ojos vendados y oídos tan tapiados que le impidieron oír el fragor de la lucha librada por no pocos venezolanos en aquellas décadas de escarnio?

¿Dormía usted, señor Sant Roz, o estaba ensordecido por la catarata de dólares de “la Gran Venezuela” cuando fue vilmente asesinado el guerrillero Tito González Heredia, o cuando en las celdas de la Disip le arrancaron las vísceras a Jorge Rodríguez, dirigente de la Liga Socialista, o cuando a Doris Francia e Irma Barreto se nos recluyó en la cárcel de Tocuyito bajo absurdos juicios militares?

¿Cómo puede usted afirmar que “nadie tenía fuerzas para dedicarse a criticar al gobierno”, que en aquellas décadas el país “seguía sin juicio ni moral para nada”, que “en Venezuela no existía oposición”?

Si le faltaron a usted las fuerzas para oponerse de frente aquellos execrables gobiernos o si no le asistió la suficiente moral para acusar a los autores de tanta ignominia –como ahora sin razón acusa a Douglas Bravo- no le asiste autoridad alguna para atribuir igual debilidad a los demás venezolanos que en alto mantuvimos las armas de la dignidad.

¿No existía entonces oposición en Venezuela? ¿Leyó usted alguna vez las páginas de los semanarios Qué Hacer y Ruptura? ¿Sabe usted cuántas veces fueron allanadas sus sedes, sustraído su material e incluso confiscadas ediciones enteras, secuestrados alevosamente sus redactores?

¿A cuál moral alude? ¿Por qué no hizo valer la suya para protestar por estos hechos?

Sant Roz: juez inquisidor

Erigido en juez de la inquisición, Sant Roz osa interrogar a Douglas Bravo si “está o no con la revolución cubana” y, anteponiéndose a su respuesta negativa, ironiza acerca de la condición revolucionaria de Douglas. En otros términos, el parámetro para evaluar si alguien es o no revolucionario sería medir su aprobación de los lineamientos de Fidel Castro.

En esta línea de razonamiento, surge la interrogante: ¿quién ha otorgado al señor Sant Roz la facultad de inquisidor del siglo XXI? Douglas Bravo no tiene por qué responder a nadie si está o no de acuerdo con los planteamientos de Fidel Castro, ni está obligado a satisfacer a nadie formulando críticas a determinados dirigentes políticos. Esas son sus propias decisiones.

Pero no se puede calificar de “farsante e itinerante” a quien en ningún momento se ha cuadrado con la oposición rastrera que ayer –en el poder- pisoteó al pueblo venezolano.

Sus lineamientos políticos actuales encuadran dentro de una línea de debate que, acertada o errónea, debe ser estimulada. Las discusiones enriquecerán los planteamientos para profundizar las luchas.

Quiénes son los farsantes

Son aquéllos que adulteran el pasado para engatusar a las nuevas generaciones.

Es preciso estar alerta contra este tipo de escribidores. Una cosa es discrepar de las actuales posiciones políticas de quienes ayer –con aciertos y errores- condujeron formas superiores de lucha para aniquilar regímenes de oprobio, otra es proferir infamias en su contra por haberse ellos atrevido a mostrar el rostro desnudo de la conciliación de clases.

Jamás se vio a Douglas Bravo “departir con fruición” con los inquilinos de Miraflores. En la época en que Sant Roz niega la existencia de oposición en Venezuela, tanto Douglas como muchos otros dirigentes revolucionarios desplegaban acciones clandestinas contra la entronizada “democracia representativa”.

Ya desde 1966 la línea de “Paz Democrática” lanzada por el Partido Comunista de Venezuela fue considerada como claudicante por las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). Y cupo el honor a los órganos de prensa Qué Hacer y Ruptura de desenmascarar la política revisionista o de conciliación de clases trazada por el Partido Comunista de la Unión Soviética. Es esto lo que mueve a asombro al señor Sant Roz, quien acusa a Douglas de mantener este discurso y de negarse a aplaudir en todo momento las políticas de Cuba. ¿Olvida Sant Roz que fue Cuba uno de los primeros países en aprobar la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968?

Habría mucho que hilvanar en esta historia de revoluciones e involuciones. Y sobre todo, hay que mantenerse en guardia contra quienes en forma acomodaticia pretenden adulterarla según su propia conveniencia.

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