Siria: Una revolución despreciada contra una tiranía implacable
Traducción de Faustino Eguberri
Viento Sur (http://www.vientosur.info/)
Estos días 26 y 27 de mayo de 2012, basta con ver -por ejemplo en la cadena de noticias BBC News- a la población de Hula, cerca de Homs en el centro de Siria, precipitarse en dirección de los llamados observadores de la ONU, rodearles para mostrarles fotos de los miembros de su familia que han desaparecido o han sido asesinados, para comprender qué guerra realiza la dictadura de Bachar al-Assad contra la población.
Traducción de Faustino Eguberri
Viento Sur (http://www.vientosur.info/)
Estos días 26 y 27 de mayo de 2012, basta con ver -por ejemplo en la cadena de noticias BBC News- a la población de Hula, cerca de Homs en el centro de Siria, precipitarse en dirección de los llamados observadores de la ONU, rodearles para mostrarles fotos de los miembros de su familia que han desaparecido o han sido asesinados, para comprender qué guerra realiza la dictadura de Bachar al-Assad contra la población.
Basta con mirar -con un sentimiento de horror- los videos que tratan sobre la masacre, cometida durante la noche del 25 al 26 de mayo, de más de 100 personas, entre ellas 49 niños de menos de 10 años, para comprender en qué esas matanzas, esos crímenes son consustanciales a la estructura del poder del clan Assad, a sus métodos de dominación y de opresión (por tanto a su historia) así como a su energía fanática por salvaguardar sus diversos privilegios. Y con ellos los de una clientela lumpenizada (llamados, aquí, los chabihas), una fracción social que ha formado cuerpo siempre con las dictaduras más feroces.
Algunos «antiimperialistas», fijados en sus certezas, dan más crédito a las declaraciones alucinantes hechas, este domingo 27 de mayo de 2012, por el portavoz de Asuntos Exteriores del régimen de Bachar al-Assad: Jihad Makdessi, que no ha dejado de asegurar que el crimen de Hula debía ser imputado a «terroristas». Pues, el régimen sirio tenía como deber constitucional ¡»defender la vida y la seguridad de la población»! Una «comisión de investigación» debe por tanto aclarar totalmente este crimen, se ha atrevido a declarar en las ondas de la TV oficial siria (un intervención puede ser visto en la página de la BBC, con traducción inglesa: http://www.bbc.co.uk/news/world-middle-east-18229322).
Y estos hipócritas «antiimperialistas» repetirán sus crueles cuentos, aunque reunido con urgencia, el Consejo de Seguridad haya condenado por unanimidad esta masacre -incluyendo a los gobiernos ruso y chino, a pesar de las negaciones del embajador sirio que se quejaba de que el régimen de Assad fuera sometido a un «tsunami de mentiras» (sic). El Consejo de Seguridad ha subrayado la responsabilidad del gobierno sirio, cuando Kofi Annan es esperado, el lunes 28 de mayo, en Damasco /1.
Para quienes tengan algún conocimiento histórico, creer, por un segundo, las elucubraciones de Jihad Makdessi es semejante a la misma «creencia» de un gran rigor -y no son raros los fetichistas del «gran complot imperialista»- de quienes en 1939 pensaban que el pretendido ataque de la estación de radio de Gleiwitz (Gliwice) por supuestas tropas del ejército polaco estaba en el origen y justificaba la invasión hitleriana de Polonia, en septiembre de 1939.
Otros, tan hipócritas como los anteriores, no veían, entonces, ninguna relación entre el pacto Ribbentrop-Molotov de 1939 y la invasión paralela de Polonia. Éstos no dejaron por otra parte de afirmar, alto y claro, en las columnas de L´Humanité (PCF) y de La Voix Ouvrière (órgano del PC helvético, llamado Partido Suizo del Trabajo)- durante años después de la Segunda Guerra Mundial -que la masacre de los oficiales polacos en Katyn (en 1940) no era una «obra» de los servicios especiales soviéticos (NKVD), sino de los nazis. Sin embargo, elementos relativos a estos hechos establecidos -reconocidos, finalmente, por la Duma putiniana ¡solo en noviembre de 2010!- habían sido un elemento de un debate conocido cuando el proceso de Nuremberg, en 1946. El profesor François Naville, especialista de medicina legal en Ginebra, disponía de una documentación indiscutible sobre la responsabilidad del NKVD en el asunto. Fue vilipendiado por los adeptos a una hipocresía ciega y odiosa, propia de los estalinistas, por los dirigentes del PSdT. Hoy, aquellos para quienes el «evangelio antiimperialista» es impreso en Venezuela ni dudan en denunciar como «haciendo el juego al imperialismo» a los y las militantes o analistas que sostienen una evidencia: un poder criminal, el del clan Assad, ha asesinado a más de 12.600 sirios y sirias (últimas cifras de la ONU).
En cuanto a los «terroristas» presentes en Siria, nadie va a negar que, en el marco de una guerra llevada a cabo desde hace cerca de 15 meses /2 por el núcleo duro de las fuerzas armadas sirias contra la población insurrecta, ciertas fuerzas «yihadistas», ligadas a países del Golfo, estén, actualmente, presentes en Siria. Este tipo de régimen dictatorial que ha destruido todo en el plano institucional, salvo las fuerzas de represión, reforzadas con el apoyo de la Rusia putiniana, crea el terreno ideal para suscitar interferencias externas, más a medida que se prolonga su combate criminal.
Pero, a propósito de esto, no podemos sino estar de acuerdo con la respuesta dada por Jean Pierre Filiu a la pregunta de un periodista de Libération (23/05/2012): «¿Hay que considerar que Siria se ha convertido en la nueva tierra de la yihad mundial?»: «Digamos que como máximo hay algunos centenares de combatientes extranjeros en Siria. No suficientes en cualquier caso para que su presencia cambie la naturaleza de la rebelión. La confusión sobre la importancia del fenómeno deriva en parte de los discursos de la administración americana que pone por delante a Al Qaeda para justificar su negativa a implicarse», explica Jean Pierre Filiu, profesor de Ciencias Políticas en París. «El fenómeno es real, pero sigue siendo marginal. No estamos en absoluto en una situación a la iraquí, en la que los combatientes afluían, incluso desde Europa», confirma un analista que desea guardar el anonimato «para continuar pudiendo ir a Damasco».
Habrían podido añadir que diversos testimonios hacen mención a la presencia de miembros de las fuerzas Basij del régimen iraní, ¡conocido por su entrega a la «liberación de los trabajadores de Irán»!
Esta referencia a Al Qaeda debería sonar extrañamente a los oídos de ciertos «antiimperialistas» que, de hecho, se alinean tras Assad o manifiestan, también, una neutralidad de observadores escépticos pues «la situación es complicada». En efecto, Al Qaeda era invocada, a la vez, por la administración de los Estados Unidos y el régimen de Assad, cuando hubo las primeras explosiones en plazas, en Damasco, en las que estallaban los edificios de la policía y del ejército sirios -seguro que bien protegidos; esto ¡con ocasión de la visita fraudulenta de la delegación de la Liga Árabe en diciembre de 2011!
Salvo para los espíritus simples, ¿desde cuándo una crisis abierta de un régimen odiado por lo esencial de su población y en esta región específica del mundo no desembocaría en una «situación complicada»? La cuestión no reside en esta constatación que es al análisis geopolítico lo que el descubrimiento de la prosa a Monsieur Jourdain.
Se trata, de hecho, de saber si este levantamiento persistente contra la dictadura del clan Assad hunde sus raíces en una crisis social que no ha dejado de profundizarse desde los años 1990, primero en la periferia agrícola, luego en la periferia de las grandes ciudades, y finalmente en el centro mismo de ciudades consideradas como «estables». Hacerse la pregunta es responderla.
Y lo social está imbricado con lo político, al rechazo popular a verse expropiar bienes materiales y derechos cívicos y civiles. Que fuerzas políticas -por ejemplo, los Hermanos Musulmanes- dispongan de una audiencia o de un apoyo de Qatar, no hay duda. ¿Cómo podría ocurrir de otra forma cuando se sabe que el régimen clánico-alauita de Assad (una especie de residuo histórico del partido Baas histórico) ha llevado a cabo una represión sistemática, no solo contra la izquierda -al menos la que osaba manifestar su oposición- sino también contra las fuerzas político-religiosas? Estas últimas disponen pues de una credibilidad antidictatorial.
Es precisamente en el proceso de lucha antidictatorial, en el combate por objetivos democráticos y sociales donde pueden clarificarse las opciones diferentes en todos los terrenos. Es una batalla que está en curso, en contextos políticos y formaciones sociales que tienen sus rasgos particulares, en toda esta región. Este largo proceso social y político ha comenzado, abiertamente, desde 2010. Ha sido calificado como «primavera árabe». Tiene sus flujos y reflujos. En esta marea, con sus resacas, surgen debates políticos, controversias, enfrentamientos sociales que hacen más evidentes las relaciones entre necesidades sociales, relaciones sociales de clases y sus traducciones ideológicas y culturales, esto en un campo político más abierto, porque liberado del dictador (Túnez, Egipto, Libia) o en un contexto en que el miedo de un tirano cruel y sin vergüenza -Assad- se borra, ciertamente con su lote acumulado de odios. Un tirano que no ha dejado de cultivar, con determinación, las fracturas comunitarias que sin embargo, se vuelven hoy, por un extraño arte de birlibirloque, un «argumento» para denigrar al levantamiento popular contra el clan en el poder en Damasco. «Olvidando», cuidadosamente, poner de relieve la tendencia opuesta: la unidad del pueblo, proclamada durante las manifestaciones; lo que no impide ciertamente la desconfianza y las tensiones. Un rasgo que sigue siendo fuerte, a pesar de todas las provocaciones del poder para desencadenar los enfrentamientos sectarios.
Para que un proceso social y democrático pueda coger su fuerza -que un impulso de «revolución permanente» se desarrolle- debe existir una precondición: el derrocamiento de la dictadura. Se derivan de ello dos exigencias:
La primera, manifestar una oposición a todo un discurso, mantenido entre otros por Ban Ki-moon, el secretario general de la ONU, según el cual habría dos campos militares enfrentándose. Es una deformación grosera de los hechos. Hay un poder militar que aplasta a la población. Este poder está estructurado. Emplea armamento pesado, fuerzas policiales, una vigilancia sofisticada de las redes de comunicación electrónica (sistema proporcionado por el régimen de Putin), milicias que actúan a las orden del régimen y cometen sus propios crímenes, extorsiones y mercadeos, lo que revela, por otra parte, el estado de putrefacción del poder de Damasco.
Un régimen agotado, pues una ciudad como Alepo, la segunda ciudad del país, un bastión de la burguesía cristiana y de otras minorías, comienza a rebelarse. Una ciudad cuyos componentes socioeconómicos dominantes veían en el régimen del padre Assad, Hafez, y del hijo, Bachar, un seguro frente a las fuerzas «islamistas», pero sobre todo una garantía para sus intereses materiales de clase. En efecto, sacaban una cierta ventaja de la llamada apertura económica. La crisis socioeconómica presente, fruto del levantamiento y de su represión desde hace más de un año, le ha hecho descubrir el reverso de la medalla, tras haber apreciado su anverso.
Así, este viernes 25 de mayo de 2012, manifestaciones importantes han tenido lugar en Alepo: varias decenas de miles de personas han salido a la calle en la ciudad y en la provincia. Las movilizaciones antidictatoriales en la Universidad de Alepo encuentran así su prolongación. Las manifestaciones han sido reprimidos brutalmente. A subrayar otro índice de la profundidad de la crisis del poder: en el barrio histórico de Midane, en Damasco, ese mismo viernes, ha habido manifestantes que se han atrevido a salir a la calle.
Así pues, por el momento, lo esencial de la revolución antidictatorial toma mayoritariamente la vía -intrépida- de la movilización pacífica, de la resistencia civil. Sobre este punto no podemos más que remitir a los artículos publicados en esta misma página web: el de Khalil Habash de 18 de mayo de 2012 y el de de Yassine al-Hajj Saleh de 22 de mayo de 2012 /3.
En cuanto al Ejército Sirio Libre (ESL), no constituye un ejército. No está dotado de una cadena de mando un poco unificada y de un armamento apto para hacer frente al de las fuerzas dirigidas por el hermano de Bachar, Maher al-Assad; fuerzas que disponen de un armamento «soviético», bueno para realizar una guerra represiva contra la población pero que no permitiría realizar una guerra llamada convencional. Esta fragmentación del ESL -con la falta de dirección política unificada- puede evidentemente estar en el origen de desbarres, arreglos de cuentas, posibles derivas comunitarias de tipo vendetta.
Pero esto no cambia nada en la cuestión decisiva sobre el origen del levantamiento y sobre la legitimidad irrefutable de un combate de liberación antidictatorial. Su validez es, a contrario, confirmada por este terrorífico balance, establecido el 14 de mayo de 2012 por una delegación clandestina de Médicos sin Fronteras: «Un colega cirujano sirio me ha dicho: ‘Ser cogido con un paciente, es peor que ser cogido con un arma. Es la muerte para el paciente y para mí mismo». Otra constatación: los hospitales y las estructuras de cuidados en general son objetivos de las fuerzas de seguridad sirias».
En una entrevista concedida al periódico Le Parisien (14 de mayo de 2012), un miembro de la delegación de MSF informa: «Las farmacias son también objetivo importante. Este bloqueo terapéutico es completamente perverso. Es un enorme problema para los enfermos crónicos, que sufren por ejemplo diabetes, insuficiencia renal. Para mí, que un ejército regular robe las farmacias, las destruya, es algo completamente inédito. Es un paso adelante hacia la barbarie» resume el cirujano». Algunos nos dirán, quizá, que ¡los informes de MSF remiten a la propaganda imperialista! No es imposible.
En este mundo resurge un campismo -dicho de otra forma la anulación de un análisis concreto de una situación concreta por consideraciones vagas (y muy a menudo erróneas) sobre los enfrentamientos entre, de un lado, los Estados Unidos, sus aliados y del otro, China y Rusia. Todo esto huele a la «guerra fría» que llevó a tantos militantes de la llamada izquierda radical a negar (cuando no a apoyar) las terribles canalladas del régimen antiobrero estalinista en la URSS, de sus prolongaciones en los «países del Este» o también de los efectos desastrosos del «gran salto adelante» en China, con la hambruna que se derivó de él. Un «gran salto adelante» aplaudido, desde el punto de vista del «control de técnicas modernas por las masas» por un Samir Amin, por dar un ejemplo /4.
Pequeños círculos de la izquierda desarrollan, en el fondo, una orientación que se puede resumir así: el pueblo de Siria tiene derecho (¡gracias!) de pelear contra la dictadura de Assad, pero no es el momento oportuno. En efecto, para ellos, Israel prepara una ofensiva contra Irán. Y los Estados Unidos cuentan con la Arabia saudita para asegurar el aprovisionamiento en petróleo en caso de conflicto, a fin de no hacer estallar los precios del barril en el mercado mundial, en medio de un período de estancamiento y/o de recesión económica.
Según esto, ¡el pueblo sirio debería esperar la luz verde de lúcidos analistas políticos que le dirán cuando es el momento oportuno! Este despotismo ilustrado de la izquierda «antiimperialista» se parece terriblemente a las posiciones de la socialdemocracia. La que esperaba que la población rusa «atrasada», que vivía bajo la bota zarista, esperara a que las fuerzas ilustradas socialdemócratas (como por ejemplo las de la futura república de Weimar) conocieran una evolución progresiva para sumarse a ellas, ¡en «el buen momento», por el camino de la democracia! Las masas no obedecen las órdenes de los déspotas, aunque sean miembros de la intelligentsia «de izquierdas» que cree controlar, con sus «consejos», las pulsiones de la historia y de la política.
Hoy, otro (muy otro) socialdemócrata, Laurent Fabius, el ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Jean-Marc Ayrault, bajo la presidencia de François Hollande, manifiesta una gran preocupación, más allá de su denuncia obligada de los crímenes cometidos en Hula. Su preocupación: que el «régimen asesino. amenace la estabilidad regional» (JDD, 27/05/2012, p.10). Esa es la verdadera preocupación de un «realista» y de todos sus colegas de la OTAN.
Su preocupación es pues la de todas las potencias imperialistas que buscan soluciones de continuidad en la discontinuidad y que no tienen otras cartas que jugar que la misión de Kofi Annan, en la que ya casi ni creen, esperando un eventual acuerdo Putin-Obama (ver nota /1).
Así pues, si las maniobras imperialistas y de sus aliados regionales deben ciertamente ser desveladas y denunciadas por la izquierda de la izquierda, la prioridad política sigue siendo la de la solidaridad incondicional con el levantamiento del pueblo insurgente sirio, apoyando a la vez a las fuerzas que en su seno luchan por la justicia social y contra las políticas económicas que son propias al régimen de Bachar al-Assad, pero también de los Hermanos Musulmanes. Estos últimos han expresado siempre sus favores por las opciones económicas liberales y su oposición feroz a las reivindicaciones y, aún más, a la organización independiente de las masas trabajadoras. Esto con el mismo rasero con el que consideran los derechos civiles y cívicos -de las mujeres, entre otros- como subordinados a un «código superior», de orden divino. Esto de forma bastante análoga a lo que la democracia cristiana impuso, no hace tanto tiempo, en numerosos países europeos; o también las corrientes más religiosas, poderosas, en Israel.
La segunda remite a una cuestión bajo forma de díptico. La primera vertiente es la de un combate contra una dictadura que exige acuerdos concretos de unidad de acción, en Siria, sobre objetivos de resistencia, de «desobediencia civil» que constituyan un obstáculo para los enfrentamientos comunitarios. Es lo que los Comités Locales de Coordinación realizan con éxito, teniendo en cuenta tanto la duración y los obstáculos como la represión espantosa a la que se enfrentan.
La segunda vertiente reside en la traducción de esta resistencia en términos de dirección política, en el sentido de un organismo que pueda colectar las diversas energías de la «desobediencia civil» masiva y dispersa, aunque haya conquistado una ciudad tras otra.
Y aquí reside la debilidad de esta revolución. En efecto, los representantes puestos en primer plano por los medios y las potencias tanto occidentales como regionales son, en lo esencial, exteriores a la resistencia interna e incluso a ciertos sectores de refugiados que han encontrado refugio en Turquía, en Jordania, en Líbano.. Siendo una política de expulsión de la población una de las armas reveladoras de la tiranía de Assad.
El Consejo Nacional Sirio (CNS) es la expresión misma de esta debilidad de dirección política externa al proceso, y no solo exterior. Las tendencias en su seno tienen como opciones prioritarias no el apoyo organizado, masivo -sin plantear condiciones- a la resistencia interior, sino la búsqueda de apoyos diversos que van de Francia a los Estados Unidos, pasando por Turquía y Qatar así como Arabia Saudita. Los intereses y objetivos de estos «apoyos» se neutralizan en gran parte. Responden a propósitos regionales que se entremezclan a una reorganización regional que es caótica e incontrolada. Los deseos del pueblo sirio en su conjunto no influyen demasiado en sus cálculos. A partir de ahí, sus objetivos no hacen eco a las exigencias y a las prácticas de la mayoría de la población que sale a la calle y se enfrenta, diariamente, con tanques y francotiradores.
En ninguna medida esta carencia grave de dirección política -que no ha impedido el mantenimiento de la insurrección, lo que constituye el punto nodal de todo análisis y decisión política para una izquierda radical, internacionalista comprometida con las poblaciones del «mundo árabe» y la lucha el pueblo palestino contra el poder colonial del estado sionista -no puede ser un pretexto para no aumentar, bajo diversas formas, la solidaridad con la población siria insurrecta. Pues es grande el riesgo de que los traumas infligidos a un país y su población, a largo plazo, hagan que la sociedad tenga enormes dificultades para reconstruirse y dar cuerpo a una dinámica social y política que supere el momento, imperativo, del derrocamiento de la dictadura. La solidaridad con la revolución siria no puede ser relegada al segundo plano.
Notas
1/ Es la segunda visita de Kofi Annan a Siria en tres meses. Las «violencias» no han cesado de aumentar en Siria, a pesar de la presencia de unos 270 observadores de la ONU. Han sido incapaces de hacer respetar el plan de paz, destrozado por la masacre de Hula, una entre centenares de otras. Según el New York Times (artículo de Helene Cooper y Mark Landler, 26/05/2012, «US, Hopes Assad Can Be Eased Out With Russia’s Aid»), los Estados Unidos preparan un plan de salida de la crisis, que plantearía la salida de Bachar al-Assad, un plan calcado del que puso fin en febrero de 2012 a la presidencia de Ali Abdallah Saleh en Yemen. Barack Obama debería proponer este proyecto a Vladimir Putin en junio de 2012. Una prueba del complot imperialista nos dirán los comandante Chávez y sus seguidores de la red, doctores en informaciones descodificadas, tipo Michael Collon www.michelcollon.info.
2/ Manifestaciones reprimidas en Deraa desde el 18 de marzo de 2011; de hecho la represión había comenzado en febrero, cuando unos niños de esa región pauperizada fueron torturados por haber escrito eslóganes contra el régimen en las paredes.
3/ Ver http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=5215 y http://alencontre.org/moyenorient/syrie/syrie-la-revolution-et-les-armes.html
4/ Ver sobre esto la notable obra de Frank Dikötter, Mao’s Great Famine, The History of China Most Devastating Catastrophe, 1958-1962, Ed. Walker&Company, New York, 2010. Para Samir Amin, voir L’avenir du maoïsme, Editions de Minuit, 1981, pp. 65-75.