6 octubre, 2024

Sobre la izquierda árabe

«Presenciamos el comienzo del ascenso de una fuerza alternativa a nivel de masas, que se manifiesta en el ascenso de la lucha de clases y de las luchas obreras en cierto número de países árabes, desde Marruecos hasta Jordania e Iraq; en Egipto principalmente, donde se desarrolla desde hace tres años la mayor ola de luchas obreras desde hace más de medio siglo. Este movimiento de clase en Egipto, por primera vez desde la época naserista, ha llevado a la creación de un sindicato independiente que es el Sindicato de Empleados de los Impuestos Inmobiliarios, y hay intentos de repetir la experiencia en otros sectores. Por lo que se refiere a la corriente religiosa, está casi ausente en este ámbito, y los activistas sindicales son izquierdistas en el sentido amplio, desde naseristas radicales a marxistas.»

«Presenciamos el comienzo del ascenso de una fuerza alternativa a nivel de masas, que se manifiesta en el ascenso de la lucha de clases y de las luchas obreras en cierto número de países árabes, desde Marruecos hasta Jordania e Iraq; en Egipto principalmente, donde se desarrolla desde hace tres años la mayor ola de luchas obreras desde hace más de medio siglo. Este movimiento de clase en Egipto, por primera vez desde la época naserista, ha llevado a la creación de un sindicato independiente que es el Sindicato de Empleados de los Impuestos Inmobiliarios, y hay intentos de repetir la experiencia en otros sectores. Por lo que se refiere a la corriente religiosa, está casi ausente en este ámbito, y los activistas sindicales son izquierdistas en el sentido amplio, desde naseristas radicales a marxistas.»

Resumen de una entrevista a Gilbert Achkar, sobre la izquierda árabe en un número de la revista libanesa Al-Âdâb de comienzos del año 2010, un año antes de los levantamientos populares árabes contra las dictaduras a partir de Enero de 2011. Traducido del árabe por José Durán Velasco, doctor en Filología Árabe, y autor de la obra El Conflicto Palestino-Israelí: Una visión no estatolátrica.

Gilbert Achkar es profesor en el Instituto de Estudios Orientales y Africanos en la universidad de Londres, es autor de numerosos libros, el último de ellos es: Los árabes y el holocausto nazi: la guerra árabe-israelí de los relatos (El Cairo y Beirut, 2010).

-El hablar de la crisis de la izquierda marxista árabe es muy anterior al hundimiento del bloque socialista.

-Hablar de la crisis de la izquierda árabe no es algo nuevo. Ya se hablaba de ello en la época de radicalización a partir de 1967. La izquierda árabe fue incapaz de imponerse como fuerza hegemónica salvo en casos excepcionales y temporales. Y esos raros casos dieron lugar a crisis porque la izquierda -por ejemplo en Iraq a finales de los años cincuenta- cuando fue capaz de convertirse en fuerza hegemónica, no llegó a hacerse con el poder, por causas diversas que remiten en primera instancia a la dependencia de la URSS, que apoyaba al régimen de ´Abd al-Karîm Qâsim y no deseaba el enfrentamiento con el bloque occidental en una región tan extremadamente sensible.

-Hablas del Partido Comunista Iraquí…

-Efectivamente. Y la aniquilación del Partido Comunista Sudanés en el año 1971 acabó con otra organización comunista que tenía capacidad de hegemonía en un país árabe. Después de eso, se produjo la ola de radicalización izquierdista que se extendió a partes del movimiento nacionalista árabe –en el Movimiento de los Nacionalistas Árabes, el Ba´t y otros- a raíz de la derrota de 1967. Pero el único que llegó a hacerse con el poder [sulta] fue la rama suryemení del MNA. Esta experiencia única pasó por crisis sucesivas desde su nacimiento, y concluyó con su caída. En otros aspectos la izquierda conoció crisis, desgarramientos y disputas.

Pero hay que distinguir entre crisis en el tiempo actual y crisis durante la radicalización después de 1967, que fue la ocasión histórica más importante de la izquierda marxista árabe para extenderse por el mundo árabe. En aquel tiempo se trataba de una crisis de crecimiento, mientras que ahora hablamos de una crisis de ocaso.

La realidad es que la marea radical tuvo un corto alcance. El primer gran golpe que sufrió fue el aniquilamiento de la izquierda del movimiento comunista iraquí (Dirección Central [al-Qiyâda al-Markaziyya]), cuando los ba´tistas se apoderaron del poder [sulta] el año 1968. El segundo gran golpe fue la aniquilación de la resistencia palestina en Jordania, que empezó el año 1970. Y aunque siguieron existiendo fuerzas de izquierda radicales en otros lugares, la situación general a finales de los años setenta era de crisis y retroceso. Esto sucedió en un contexto más amplio, de claro retroceso de la ola de radicalización de izquierdas desde finales de los años setenta y el surgimiento en los años ochenta de la ofensiva neoliberal. La desaparición de la URSS constituyó un golpe devastador contra el movimiento comunista árabe en su conjunto. La situación que vemos hoy de reconstrucción o revitalización en el Partido Comunista en el Líbano es casi excepcional a nivel árabe.

-¿El Partido Comunista Libanés?

-Sí. Ocurre desde hace poco. Es algo sin igual en ningún otro país árabe, salvo quizás Sudán (pero no tengo información suficiente sobre lo que sucede allí). El Partido Comunista Libanés es el único que ha intentado una reconstrucción seria tras el hundimiento de la URSS. Y eso a pesar de que es mucho más débil de lo que era en los años setenta. Pero esta excepción confirma la regla de que desde hace años la corriente comunista árabe agoniza desde la caída de la URSS. El Partido Comunista Libanés era el menos dependiente de la URSS después de que Georges Hawi se hiciera con su dirección y tiene una vitalidad incomparable.

-Dices que una de las causas más importantes de la crisis de la izquierda árabe fue su vinculación a la URSS, y has hablado de la experiencia de Yemen del Sur como ejemplo. Pero esa experiencia pasó por varias etapas, no completamente pro-soviéticas, hubo en ella tendencias diversas, y uno de los factores de su implosión fue la estructura social yemení, las luchas tribales que se trasladaron al Partido Socialista Yemení.

-La hegemonía soviética en el Yemen del Sur tuvo un papel fundamental en el choque que se produjo entre ´Abd al-Fattâh Ismâ´îl y Sâlim Rabî´ en concreto, y de una manera general en la burocratización de la experiencia y su deriva, de ser una experiencia revolucionaria luminosa para la zona, a ser un estado que intentó acomodarse en el medio reaccionario circundante, lo que concluyó con su aniquilamiento. Si comparamos el movimiento comunista europeo desde los años cincuenta y el movimiento comunista árabe, veremos la diferencia en el papel de la URSS: cuando desde los años setenta fue a menos la capacidad soviética de influir en la mayoría de los partidos comunistas europeos, la dependencia de los partidos comunistas árabes aumentó porque dependían del apoyo material soviético, después de que hubieran perdido su propia pujanza a causa de la represión. Esto se aplica al Yemen del Sur. La comparación con Cuba es útil en este aspecto: Cuba había sido obligada por el bloqueo yanki asfixiante y continuo a depender de la URSS económicamente, a costa de su papel revolucionario, pero la pujanza de la revolución cubana y el aferramiento de su dirección a su independencia respecto a Moscú, hicieron que Cuba pudiera resistir a pesar de la desaparición de la URSS. Luego se produjo el fin de su aislamiento en América Latina por la nueva oleada izquierdista que reforzó su resistencia. En cambio en Yemen el intervencionismo soviético provocó la corrosión, a lo que se sumó el conflicto interno y el contexto general de declive de la oleada radicalización árabe de los años setenta, además de que en Yemen la pobreza y el atraso eran mucho mayores, todo ello fueron factores fundamentales con toda seguridad.

-La URSS tuvo una gran responsabilidad en la “castración” de los partidos comunistas. ¿Pero acaso la estructura económica y social árabe no ha tenido una responsabilidad mayor?

-Yo no cargo a la URSS “la responsabilidad”. Lo cierto es que su papel fue un factor fundamental entre varios factores que explican el fracaso. Sin embargo, la responsabilidad por el fracaso es endógena sin duda, recae en las direcciones de los partidos comunistas, en la experiencia yemení recae en el ala de ´Abd al-Fattâh Ismâ´îl que dominó la dirección. Pero la dependencia de la URSS no se impuso a nadie. Por lo que se refiere a la estructura económica y social árabe, me he referido a la función de la pobreza y el grandísimo atraso del Yemen, pero creo que una posible un camino distinto, si la dirección yemení hubiera sido más coherente, y si hubiera predominado el ala que abogaba por la soberanía nacional y rechazaba la dependencia de Moscú. Por lo que se refiere a los otros partidos comunistas, como el iraquí, el sirio o el jordano, las condiciones sociales y económicas no explican su transformación en lo que han sido (¿acaso esas condiciones en China o Vietnam eran más avanzadas para producir dos partidos que se hicieran con la dirección de la nación?). La crisis del Partido Comunista Sirio viene de antiguo, el ala “oficial” o pro-soviética se convirtió en una momia de partido. El Partido Comunista Iraquí conservó algo de su pujanza después de los años setenta, pero su pujanza se extinguió en el exilio con el tiempo, tras la invasión de Iraq por EEUU se dejó arrastrar a políticas que no tienen nada que ver no sólo con el marxismo sino incluso con el patriotismo o el antiimperialismo, que constituyeron elementos comunes para la izquierda y los nacionalistas hasta finales de los años sesenta.

-Cuando has hablado de la crisis de la izquierda en etapas precedentes te has referido a las corrientes marxistas, “radicales” o tradicionales. ¿Hoy cómo debemos entender el concepto de “izquierda”? ¿Es una corriente que surge de un antecedente [jalfiyya] social o económico o una corriente que posee un programa económico y social revolucionario o reformista?

-¿Existe algo llamado izquierda árabe? Hay fuerzas que pueden clasificarse como izquierda en distintos grados de radicalidad, desde el océano al Golfo, pero en su mayor parte tiene un tamaño e influencia limitados. Esto tiene poco que ver con lo que llamábamos así entre los años cincuenta y setenta. Hay una izquierda nueva formada por restos y embriones. Y todo ello es muy limitado. Los restos en comparación con el pasado. Todo ello en relación con sus sociedades. En lo concerniente al pasado he partido de la distinción entre la crisis de crecimiento y la crisis de agonía. La cuestión es: ¿qué hacer? en un contexto de inexistencia de una izquierda digna de tal nombre. Pero tras nosotros tenemos una historia, no un vacío. Ante nosotros tenemos un proyecto de izquierda, mientras estamos en un presente que se caracteriza por una casi ausencia de la izquierda.

-¿Pero es correcto reducir siempre la izquierda a los marxistas? Además, muchos son los que se definen como “izquierdistas árabes”. ¿No significa la izquierda para ellos más que la secularización?

-¿Qué se quiere decir con “izquierda”? Se quiere decir todos aquellos que tienen el programa de un cambio social en dirección a unos valores que se consideran de izquierdas. Entre ellos el secularismo, claro, pero no exclusiva y aisladamente, sino también y necesariamente los valores de la justicia social, la igualdad y la autoliberación [taharrur] de todas las formas de opresión: la nacional [watanî], racial [´irqî], sexual, clasista, etc. Y entre las partes existentes hoy, sean restos o embriones, hay distintas concepciones de los valores de la izquierda. Los elementos comunes más importantes son el anticapitalismo y el antiimperialismo.

-Bien, si partimos del concepto de izquierda que has expresado, vamos al tema de la relación de “los restos y los embriones” con los regímenes existentes, principalmente los que se clasifican a sí mismos y los clasifica el imperialismo como enemigos de él. Esa relación se critica, tanto desde los que propugnan el acuerdo con el proyecto occidental como de voces que quizás sean izquierdistas pero que temen el sometimiento de los restos y embriones (o algunos de ellos) a la hegemonía de los sistemas de la oposición [mumâna´a]. Si pasamos revista a la mayoría de los restos existentes, con excepción del Partido Comunista Iraquí que has clasificado fuera del discurso patriótico [watanî] y si hablamos de las fuerzas que quizás sean más independientes en sus relaciones, las encontramos en el campo de la oposición [mumâna´a]…

-Creo que la expresión “el campo de la oposición [mumâna´a]” es exagerado para describir lo que no pasa de ser un maridaje de intereses entre regímenes y fuerzas que no tienen nada que ver unas con otras. Entre el régimen del Ba´t de Siria y el régimen fundamentalista iraní hay un abismo en los fundamentos ideológicos a pesar del maridaje de intereses existente entre ambos. Lo mismo se puede decir de la relación entre Irán y Venezuela. Es una relación de interés entre dos regímenes extremadamente diferentes, pero entre los que hay dos cosas en común: que son dos estados petroleros y que son anti-EEUU. Pero esa relación es deleznable si la comparamos con las relaciones de Venezuela con sus hermanas izquierdistas de América Latina. Por ello, la expresión “campo” para tal alianza es un juego totalmente confundidor, pues nada tiene que ver con, por ejemplo, cuando se hablaba del “bloque socialista” frente al “bloque occidental” al hablar de alianzas sólidas entre regímenes de una naturaleza similar.

Por lo que se refiere a tu segunda pregunta, no sé de ninguna fuerza de izquierda árabe que tenga relaciones con el régimen iraní, pues este último, aunque tenga alianzas de interés con estados a los que ve de izquierdas, es difícil que apoye a fuerzas de izquierdas que no gobiernan en su lucha contra los regímenes de sus países, especialmente si están dentro de la “Dâr al-islâm”, donde existen fuerzas islámicas fundamentalistas que comparten los puntos de partida ideológicos islamistas. Todavía menos si se trata de fuerzas de izquierda marxistas… ¡O sea, “ateas”! Ese régimen ha aplastado a la izquierda en su país, incluyendo a las facciones que apoyaban al régimen jomeinista. Lo que no le impide tejer alianzas de interés con estados gobernados por partidos comunistas, como China.

El régimen iraní se basa en una ideología religiosa islámica fundamentalista chií, y esa ideología limita las fuerzas con las que puede relacionarse dentro de la “Dâr al-islâm”, donde hay fuerzas hermanas que comparten todos sus componentes ideológicos (como Hizbullah en el Líbano y al-Maÿlis al-Islâmî, y hasta cierto punto el partido de ad-Da´wa y la corriente de Muqtadà as-Sadr, en Iraq); fuera de este estricto ámbito de hermanos en el sentido sectario [tâ`ifî] e ideológico, están los salafistas islámicos sunníes como el movimiento de los Hermanos Musulmanes en Egipto y Hamás en el ámbito palestino. Pero el régimen iraní no tiene interés en establecer relaciones con fuerzas comunistas en el mundo islámico.

-No me refiero a relaciones de cooperación organizativa sino si hay dentro de “la izquierda de restos y embriones” quienes propongan un frente amplio que se extienda de Corea del Norte a Venezuela.

-Es cierto que hay quienes son de esa opinión entre los restos de la corriente nacionalista panárabe [qawmî] o entre ex-izquierdistas que se han pseudoislamistizado al modo de Munîr Shafîq. Pero creo que una condición para la reconstrucción de la izquierda en nuestra zona es su completa independencia de los regímenes árabes existentes, no se trata sólo de condenar su naturaleza y sus prácticas represivas. No tiene credibilidad quien se dice de izquierdas pero establece relaciones con un régimen no democrático. Si quieres nos referimos a la izquierda palestina en esta cuestión.

-Volviendo un poco a la historia: los comunistas en Iraq eran masacrados, mientras había partidos comunistas hermanos en el Movimiento Nacional Libanés y en la OLP que establecieron relaciones a nivel de dirigencia con el Ba´t iraquí.

-Lo que dices es cierto. Y los partidos de izquierda que establecen una alianza hoy con los regímenes represivos hacen eso a costa de la sinceridad de sus posiciones y en contra de su identidad. Al final venden su alma. ¿Y para qué? Por casi nada, sólo por un puñado de dólares y abrir oficinas bajo estrictísima vigilancia mujabarática.

-Eso es lo que decían los que abogaban por la radicalización del movimiento comunista después de 1967 y criticaban la posición de los partidos comunistas respecto a la cuestión nacionalista panárabe [qawmiyya]. ¿Se impuso la causa nacionalista sobre las causas de la gente y la cuestión del cambio social, ya que se aliaron con los regímenes nacionalistas?

-La mayoría de los partidos de izquierda establecieron relaciones con esos regímenes. Toma como ejemplo el régimen ba´tista iraquí: era un régimen brutal, sanguinario y terrible, que llegó al poder a través del golpe de estado de 1968 (y en coordinación con la CIA) para salvar al estado burgués iraquí de ser barrido, aplastó el peligro comunista que amenazaba a ese estado y que estaba representado por el ala de “la Dirección Central [al-Qiyâda al-Markaziyya]” del Partido Comunista Iraquí y el foco de lucha armada dirigido por Jâlid Ahmad Zakî. Y no tardó en ser aplastada la otra ala del Partido Comunista Iraquí, la derechista pro-soviética, después de que esta tuviera una sucia etapa de colaboracionismo con el poder ba´tista. El régimen intentó imponerse en el ámbito árabe con un plus de patrioterismo verbal, pero eso no le impidió, por ejemplo, apoyar al régimen jordano en el aniquilamiento de la resistencia palestina en septiembre de 1970, al impedir que el régimen sirio del 23 de febrero ayudara a la resistencia palestina. Luego emprendió una guerra contra los kurdos que llevó a un ominoso acuerdo con el shah de Irán. Y no tardó en emprender otra guerra catastrófica fomentada por EEUU contra la República Islámica (tras la revolución iraní).

Observa que el hecho de que algunas facciones de la izquierda palestina establecieran relaciones con el régimen de Bagdad no indicó en realidad que la visión nacionalista panarabista predominase, sino que se trató de una negación completa de la dimensión nacionalista panárabe [qawmî]. Pues cada organización implicada no miraba en otra cosa que en su interés localista [qutriyya] estrecho, ya que trataba de sacar provecho de su relación con un régimen represivo en otro país. Si esa organización hubiera tenido una visión efectivamente nacionalista panárabe [qawmî], no habría establecido relaciones con un régimen como el de Bagdad. La explicación del fenómeno no se encuentra en que tuviera una visión nacionalista panarabista [qawmî] sino, por el contrario, en su visión regionalista [qutrî]. Tomo por ejemplo el FPLP en tanto que fue la facción principal de “la nueva izquierda” de finales de los años sesenta, el FPLP surgió de la radicalización y “marxistización” en un movimiento nacionalista pequeño-burgués, pero era una facción que consideró que su marxistización acababa con su identidad nacionalista panarabista [qawmiyya] originaria. Naturalmente, algunas facciones del MNA se convirtieron en organizaciones que llevaron el nombre de Partido Socialista Árabe del Trabajo [Hizb al-´Amal al-Ishtirâkî al-´Arabî] en varios países árabes, pero fueron débiles. Esta lógica la resumió George Habash en la consigna “el Movimiento al servicio del Frente, no el Frente al servicio del Movimiento”. Y esa lógica puramente regionalista [qutrî] llevaba a convertir el “Movimiento” en un apéndice del Frente, igual que en el movimiento comunista el internacionalismo en los partidos iguales en su labor revolucionaria, cada uno en su país, se convirtió en un movimiento de apéndices [adznâb] de la URSS. Pues la lógica regionalista es la que predomina cuando la izquierda palestina pone su interés estrecho es cooperar con regímenes por encima de su deber revolucionario de cooperar con las fuerzas nacionales [wataniyya] democráticas radicales de otros países árabes.

-Pero hay una diferencia, pues una cosa es decir que los partidos comunistas con su paradigma soviético llamaron a la defensa incondicional de la URSS, y otra hablar de una facción concreta y combatiente que afecta al aparato militar y colonial israelí, pues quizás eso se entienda como materialización de hecho de la consigna “liberación de Palestina”.

-Esa no es una diferencia real. Pues también se veía a la URSS como facción combatiente por la eliminación del capitalismo mundial, pero eliminó el concepto de “revolución mundial” y lo sustituyó por la consigna de “el socialismo en un solo país”, y transformó el instrumento para la revolución mundial –o sea, la Internacional Comunista- en un movimiento de solidaridad incondicional con un estado, los partidos comunistas de los distintos países adaptaron sus políticas de acuerdo con los intereses del estado soviético con los gobiernos de sus países. Quiero decir que la facción palestina combatiente contra el sionismo puso su interés regionalista por encima del concepto de “revolución árabe”, disolvió la revolución árabe en la revolución palestina, igual que la revolución mundial se disolvió en apoyo al “socialismo” (o sea, al estalinismo) en la URSS. El resultado es que la lógica regionalista y el interés egoísta estrecho de la facción palestina sobre toda otra consideración para obtener apoyo material de algunos regímenes, sólo sirvió para que esos regímenes obtuvieran gracias a ello una legitimación patriótica [wataniyya] y nacionalista panárabe [qawmiyya]. Si esas facciones hubiesen concebido su lucha dentro de una misión de construir un movimiento revolucionario en todo el mundo árabe, habrían creído que había una interrelación entre los intereses de la lucha revolucionaria de cada región árabe [qutr] y las cosas habrían sido muy distintas.

-No entraremos ahora en el tema de la OLP, sus facciones y la cuestión de la identidad nacional palestina, o el tema del Frente Popular, que tuvo una posición y participación en Jordania el año 1970 y en la guerra del Líbano. Pero quiero tu opinión sobre por qué motivos la izquierda palestina erró poniendo el interés regionalista [qutriyya] al nacionalista panárabe [qawmiyya].

-La izquierda se basa en instrumentos que están al servicio de una estrategia. Y la pregunta entonces es: ¿Cual es la estrategia de izquierda en el ámbito árabe? Todos los regímenes árabes existentes en los años setenta (a excepción del Yemen del Sur) estaban en contra de que hubiera un movimiento revolucionario de masas.

La unidad árabe es una misión fundamental para la revolución árabe. La revolución en el más profundo sentido de la palabra, la que lleva a liberar a las fuerzas productivas contra de las estructuras sociopolíticas que impiden su desarrollo. Lo cierto es que el desarrollo de las fuerzas productivas árabes no sólo choca con la naturaleza de clase de cada estado árabe, sino con la hegemonía imperialista sobre el mercado mundial y el fraccionamiento árabe en estados separados, cada uno de los cuales está mucho más vinculado con la economía imperialista que con la de los demás países árabes. Estamos en la época de formación de grandes unidades económicas. Un taxista que iba de Beirut a Damasco se quejaba de las trabas burocráticas que imponen las fronteras entre los dos países, y de que los europeos, que hablan lenguas diferentes, se unen, mientras que nosotros, los árabes, que hablamos un solo idioma, seguimos con las barreras entre nuestros estados.

La oleada nacionalista de los años cincuenta y sesenta sigue latente y podría resurgir. Es sabido que el concepto de “internacionalismo” de Marx no es moral sino basado en un análisis de la naturaleza del sistema capitalista como modo de producción mundial, que crea la necesidad de la solidaridad de intereses proletarios y de un movimiento obrero mundial frente a las clases capitalistas del mundo. Los intereses en los que debe basarse la izquierda son los de los proletarios de todos los países árabes, y la revolución debe basarse en la relación interproletaria, no en facciones que se digan representantes de los intereses de los proletarios y se relacionan con un gobierno que controla la explotación y la represión de esos proletarios.

-Esas relaciones se justificaron con la consigna de “alianza frentista amplia” que incluía a los representantes de la clase obrera y de las fuerzas pequeño-burguesas “revolucionarias”. Pero esta consigna posiblemente asfixió al movimiento comunista y lo convirtió en dependiente y apéndice. ¿Amenaza hoy a los embriones y al proyecto, principalmente cuando se habla de “la contradicción principal” y “la contradicción secundaria” y la prioridad de la primera sobre la segunda? Por ejemplo: Hizbullah combate a Israel, pero está en contradicción con los otros objetivos de la izquierda. ¿Debemos hacer predominar “la contradicción principal” sobre “la contradicción secundaria” aquí también?

-Esa lógica es superficial y errónea. ¡No hay una contradicción “principal” y otra “secundaria”, de manera que la segunda se convierta en relación de amistad! La verdad es que todo eso lleva a que el adversario “secundario” acabe apuñalando por la espalda al aliado contra el enemigo “principal”; la trayectoria del Líbano en su etapa primera es el mejor testigo de lo que digo. Igual que la unidad de los intereses de los trabajadores a nivel árabe no es una cuestión de alianza fantástica, sino de una unidad orgánica y debe materializarse en vínculos orgánicos del movimiento revolucionario a nivel árabe, sobre bases igualitarias entra las partes. ¡No en vínculos de cada facción con los gobiernos de otros países árabes en conflicto con el gobierno de su país! Por lo que se refiere a que los regímenes nacionalistas representan a la pequeña burguesía, se trata de un error porque son gobiernos que no expresan sólo los intereses de la pequeña burguesía o las clases medias, sino que en ellos priman los intereses del aparato de seguridad sobre cualquier otro interés.

-¡Pero también hay movimientos populares como Hamás o Hizbullah que combaten a Israel!

-Sí, esos dos movimientos son verdaderamente de naturaleza pequeño-burguesa y difieren de la situación de los regímenes de los que he hablado. Son dos movimientos que encarnan la lucha contra el estado sionista, pero con un horizonte social e ideológico salafista que constituye en sí la expresión más elocuente del retroceso profundo que se ha producido en el ámbito árabe a lo largo de las últimas tres décadas. Naturalmente, ni Hamás ni Hizbullah se dicen de izquierda, ni nadie sensato los clasificaría como izquierda, son dos fuerzas con una ideología religiosa contraria a todo lo que representa la izquierda social y culturalmente, aunque también son dos fuerzas patrióticas en cuanto que antisionistas y opositoras al proyecto imperialista. Pero, por lo que se refiere a Hamás concretamente, esta última clasificación tiene límites obvios, porque también tiene una relación con el reino saudí, que es el protegido imperialista fundamental en el mundo árabe después del estado sionista, e incluso antes que él, de manera que se aplica a Hamás lo que se aplicó al Fath en el pasado y por el mismo motivo. Y a pesar de que la dependencia del Fath con el reino era mayor que la de Hamás, su ideología era mucho menos reaccionaria que la de este último.

-Pero mi pregunta es: ¿La izquierda árabe puede establecer vínculos con movimientos como Hizbullah y Hamás?

-Hay una diferencia fundamental entre la relación de la izquierda palestina con los regímenes represores, y la relación con las fuerzas combatientes. Por ejemplo veo correcto que una facción de izquierda del Líbano tenga relación con Hizbullah, pero no que una facción de izquierda del Líbano tenga relación con el régimen iraní. El régimen iraní es un régimen capitalista y una dictadura religiosa que actúa inspirada por sus intereses de clase y de grupos. En cambio Hizbullah, a pesar de su vinculación con el estado iraní, representa en primera instancia una fuerza popular del Líbano y la coraza de una comunidad confesional [tâ`ifa] que es uno de los componentes fundamentales de la sociedad libanesa. La cuestión no es si es lícita una relación en sí (la veo completamente lícita) sino que la cuestión son sus condiciones y cómo sea esa relación. De acuerdo en la relación en la lucha anticolonial. Pero la relación debe ser desde una posición de completa independencia, con una praxis de confrontación ideológica, aunque la otra parte sea un aliado en la lucha patriótica [watanî]. Y naturalmente eso está vinculado a la necesidad de que la izquierda lleve a cabo su deber revolucionario sin cortapisas, para que aparezca a la vista de las masas como el movimiento más opuesto a la situación existente que es necesario cambiar.

Hablemos del paradigma de hecho: la izquierda palestina, por ejemplo, no llevó a cabo su deber de salir al paso ideológicamente contra la corriente de Hamás de manera clara y vigorosa. Y eso que en la primera Intifada, en el año 1988, la izquierda era más fuerte que Hamás, que sólo estaba en sus comienzos. Las facciones palestinas como el FPLP y otras, desempeñaban un papel fundamental en la organización de la Intifada. Pero dos cosas llevaron al debilitamiento de la izquierda en el ámbito palestino:

La primera: que no se enfrentaron contundentemente a la dirección derechista de la OLP, aceptaron que esa dirección se hiciera con la Intifada, a costa de privar de decisión a los dirigentes del interior y dejar que los manifiestos se emitieran desde Túnez; así la izquierda renunció a su posición de fuerza en lo territorios ocupados en 1967.

La segunda: cuando colisionó con la derecha palestina después de que esta apostara por Washington, la izquierda palestina se alió con Hamás bajo la égida siria, desistiendo de la militancia ideológica. Por ejemplo: se emitieron en Damasco manifiestos conjuntos de las diez facciones de la oposición palestina que empezaban con la basmala, a pesar de que incluían las firmas de organizaciones que se consideraban a sí mismas marxistas (sí, esto es puramente sintomático y simbólico, pero significativo del abandono de su deber de llevar a cabo una militancia ideológica).

Así dejó a la corriente religiosa la misión de criticar vigorosamente a la dirección palestina. De esa manera, Hamás se impuso como alternativa radical a la dirección arafatiana, mientras que la posición de la izquierda era titubeante y oscilaba entre expresar la profunda irritación contra la derecha arafatiana y convertirse en su anexo en nombre de “la unidad nacional [watanî]”. Esto acabó con la pujanza que podía haber tenido la izquierda para convertirse en una dirección alternativa en la lucha palestina, y permitió al movimiento Hamás polarizar en torno a él el rechazo de las masas a la dirección de la OLP.

-Si pasamos a otro contexto: ¿Cual es la posición de la izquierda árabe actual respecto al tema de “la construcción del estado”? ¿No crees que esa no ha sido una prioridad para la izquierda? ¿Y no es así ahora?

-La misión de la izquierda no es participar en la construcción de los estados de la tiranía clasista y grupista [fi`awî] existentes en el ámbito árabe; sino construir estados nuevos basados en la voluntad de los pueblos y las masas proletarias. Y el único caso de este último tipo era el estado de Yemen del Sur a principios de los años setenta.

-¿Debe destruirlo todo o reformarlo?

-Dime: ¿Es posible reformarlo? ¿Hay algún estado en nuestro mundo árabe al que reformar? Naturalmente yo hablo aquí del horizonte estratégico. Y la cuestión es más sencilla y más primaria que el tema de destruir el estado burgués según el conocido punto de vista marxista. Los estados de Europa son estados capitalistas, pero al menos son aptos para luchar por cambiarlos pacíficamente a través de instituciones democráticas. Mientras que en el mundo árabe, las dos únicas situaciones árabes en las que se encuentra hoy algún ámbito para la democracia electoral son dos estructuras sectarias [tâ`ifiyya]: Líbano e Iraq. Esta es la situación. Naturalmente la izquierda debe obrar, en la medida que pueda para ampliar el ámbito en el que pueda desenvolverse el movimiento de masas, o sea, ampliar las libertades y la lucha por las demandas del momento, sean democráticas o sociales, dado el nivel de vida catastrófico de la generalidad del ámbito árabe; además de otros ámbitos fundamentales como el feminista (puesto que tenemos de entre todas las regiones del mundo el peor nivel de opresión sexual en general, y de las mujeres en particular). Todas estas luchas son luchas cotidianas, y cualquier facción de izquierda que lleve a cabo su deber de militancia entre cuestiones se enfrentará necesariamente con las otras formaciones políticas, religiosas y no religiosas.

-¿No se puede conseguir en el Líbano una ley electoral equilibrada y proporcional?

-Tú aludes a una situación excepcional en un país árabe en el que existe un ámbito para la militancia democrática. Pero ese ámbito es estrecho o inexistente en todos los otros países árabes, de manera que la demanda de la democracia en ellos adquiere un carácter revolucionario. Líbano es otra cosa, porque en él el estado es relativamente débil, en parte se ha convertido en una alianza de sectas [tawâ`if], pero es posible luchar para cambiar la ley electoral. No obstante, me parece ilusorio imaginar que se pueda obtener el cambio electoral por reforma desde las mismas instituciones del sistema. ¿Por qué? Porque es un sistema cerrado. La estructura sectaria [tâ`ifiyya] actual no se abolirá a sí misma. El cambio sólo podrá venir de un movimiento democrático no sectario [tâ`ifî] de masas en la calle. Y lo que puede hacerlo es un movimiento fundamentado en los intereses de clase. Sólo tal movimiento podría cambiar la ley electoral y muchas otras cosas, el país entraría en una dinámica revolucionaria. Digo esto, no para negar la importancia de la lucha por el cambio de la ley electoral sino para advertir contra la ilusión de que pueda cambiarse desde la estructura vigente. Ese movimiento deberá representar los intereses de las masas proletarias, e inevitablemente también deberá ser laico, feminista y ecologista…

-¿Qué es lo que la izquierda árabe debe cambiar en las demandas que ha hecho hasta ahora?

-Creo que la relación de la izquierda árabe con las demandas mencionadas ha sido raquítica.

-Al menos estaban presentes en su literatura.

-En su literatura sí, pero en la militancia efectiva se fueron debilitando con el paso del tiempo, concretamente en los temas feminista y laicista, cuya naturaleza sensible llevó a una completa claudicación por parte de la mayor parte de la izquierda en ambas cuestiones.

-Con el argumento de no provocar a la sociedad…

-Sí. Pero si tratamos las dos cuestiones democrática y social exclusivamente, encontraremos organizaciones dentro de la nueva izquierda de los años setenta que las trataron seriamente. Y a nivel del Oriente Árabe [al-Mashriq al-´Arabî] se puede mencionar a la Organización de Acción Comunista [Munazzamat al-´Amal ash-Shuyû´î] en el Líbano, pero que rápidamente se hundió en el pantano del “Movimiento Nacional Libanés” bajo la dirección ÿunblatí y el mandato arafatiano. En cambio grandes facciones del movimiento comunista tradicional y la izquierda palestina procedente del nacionalismo [qawmiyya] tenían una relación generalmente endeble con los valores de la izquierda, en ellas predominó la condición de apéndice de los grupos burgueses a los que consideró “patriotas” [wataniyya]. Basta observar los casos de la izquierda libanesa (representada por el Partido Comunista y la Organización de Acción Comunista) y la izquierda palestina; en ambos casos, se daba la condición de apéndice de las direcciones burguesas: una parte de la izquierda palestina como apéndice de la dirección arafatiana, otra incapaz de hacer frente radicalmente a esa dirección; la izquierda libanesa como apéndice de la dirección ÿunblatí (que era una dirección burguesa sectaria antes que otra cosa).

-La izquierda árabe está en el seno de una izquierda mundial. Si queremos hablar sobre una izquierda mundial hoy, el movimiento antiglobalización actual posiblemente se desarrolle a costa del movimiento obrero que ha retrocedido mucho; también vemos un movimiento en América del Sur y que se ha convertido en un movimiento que gobierna en algunos países. ¿Puede crecer una izquierda árabe sin estar en el seno de una izquierda mayor y más amplia?

-La izquierda árabe está en una profunda crisis, de manera que necesita efectivamente de un modelo exterior que le dé confianza en el proyecto socialista. Hoy en América Latina se desarrollan experiencias de izquierda de verdad y no engendros aberrantes como los que hemos visto en nuestro ámbito árabe. Son movimientos basados en una gran movilización popular, movimientos comprometidos con los marcos democráticos, que intentan empujar sus sociedades hacia delante a través de cambios sociales y otros; nos recuerdan hasta cierto punto la radicalización nacionalista panarabista [qawmî] que predominó en nuestro ámbito árabe en los años cincuenta y sesenta, pero de forma construida sobre una participación popular que inexistente entre nosotros en el tiempo del naserismo, donde lo que existía eran regímenes nacionalistas panarabistas [qawmiyya] mujabaráticos (mientras que ahora hay mujabaratismo a secas, sin elemento nacionalista [qawmî] o popular).

Pero América Latina está lejos de nosotros geográfica y culturalmente. La verdad es que estamos más influidos por lo que ocurre en Turquía e Irán, sin contar la influencia de lo que pasa en cada país árabe y que influye en los otros. Incluso estamos más influidos por Europa que por América Latina, debido a la cercanía geográfica y los múltiples vínculos que nos vienen de la herencia colonial. Pero no hemos presenciado, ni seguramente presenciaremos a corto plazo, revoluciones como la rusa y la china por lo que se refiere a importancia mundial, sino que presenciaremos el crecimiento de un nuevo movimiento mundial –que algunos han llamado “un internacionalismo nuevo”- en lugar de la vieja izquierda que agonizó al final del siglo pasado. A principios del siglo XXI surge el movimiento contra la globalización neoliberal, que tiene como eje los foros sociales mundiales periódicos. Y efectivamente ha habido vínculos árabes con ese movimiento. Al principio la presencia árabe en él era casi inexistente, más tarde limitada. La mayor parte de ese movimiento son organizaciones no gubernamentales que no están vinculadas con movimientos políticos militantes. Esto indica en mi opinión la continuidad de la mentalidad antigua en los restos de la izquierda, mientras que los embriones que hay son pequeños pero tratan de participar en la medida que pueden hacerlo.

Pero la cuestión principal ante la construcción futura de la izquierda árabe es, naturalmente, sus posiciones y sus prácticas en el ámbito su propia sociedad. Y el fenómeno fundamental que tiene ante sí la izquierda desde finales de los años setenta es que las corrientes salafistas religiosas han ocupado el espacio de la lucha patriótica [watanî] y la oposición popular a los regímenes. Este es el principal problema al que se enfrenta la izquierda árabe. El proyecto izquierdista en el mundo árabe colisiona con ese muro en el terreno de la lucha popular, antes incluso de colisionar contra los regímenes. Por eso digo que la izquierda debe, primero, si quiere reconstruirse, ser completamente izquierda. Cualquier izquierda que mengüe su identidad y oculte algunos de sus valores en aras de colaborar o aliarse con otras fuerzas, religiosas o no religiosas, se encontrará con que esas fuerzas la fagocitarán. La izquierda habrá de ser fiel a todos los valores de autoliberación [taharruriyya] de manera que la distingan de sus competidores en lograr la simpatía de las masas. Eso no significa no relacionarse con otras fuerzas, aunque sean religiosas, en la lucha contra el sionismo y el imperialismo, o para enfrentarse a la represión de los regímenes, pero ello con las condiciones que mencioné antes. En el Líbano, por ejemplo, la izquierda se encuentra del lado de Hizbullah contra la agresión israelí y la hegemonía imperialista, y eso es algo natural. Pero la izquierda libanesa no reconstruirá su fuerza compitiendo con Hizbullah por quien es más en el ámbito patriótico [watanî], ni de manera general en la lucha armada (sobre todo no teniendo ya los comunistas las ayudas o la financiación que tenían antes de la URSS). La hegemonía de Hizbullah en el terreno de la resistencia armada impide que la izquierda pueda eliminar la hegemonía de Hizbullah en este aspecto en un futuro visible. Sin embargo, en otros numerosos ámbitos la izquierda puede distinguirse de todas las otras fuerzas, y el primero de esos ámbitos es el de la lucha de clases. Este campo fundamental es con el que puede romper el muro sectario confesionalista [ta`ifî]. Y naturalmente también la democracia en su sentido profundo, que abarca el laicismo (no sólo “la supresión del sectarismo [tâ`ifiyya] político”), además de los terrenos de la auto-liberación [taharrur] social, muy especialmente en la cuestión del feminismo, como antes se ha mencionado. Todos ellos son cuestiones en las que la izquierda no tiene competidores, y es de sapiencia estratégica evidente por tanto que la izquierda se construya centrándose en ellos.

-¿Qué posibilidades de éxito tiene esa misión?

-La misión, efectivamente, es difícil. He sido muy pesimista en el último cuarto de siglo, tras percatarme del cierre del horizonte ante la izquierda árabe desde principios de los años ochenta. Me di cuenta de que el ascenso de la corriente salafista era consecuencia del fracaso histórico de la antigua izquierda y de la incapacidad de nueva izquierda para imponerse después del año 1967, sabiendo además que hay otros factores, como que los regímenes utilizaron a las corrientes religiosas para golpear a la nueva izquierda. El fracaso de la nueva izquierda dejó un espacio abierto para la corriente religiosa por ser esta el único movimiento que no se había probado hasta entonces. Las fuerzas liberales habían mostrado su negligencia frente al imperialismo y el sionismo desde los años cuarenta; los nacionalistas fueron probados después y perdieron su credibilidad; la incapacidad histórica de la izquierda comunista seguidora de la Unión Soviética se confirmó; la nueva izquierda, que apareció después de la guerra de 1967, fracasó. Mi valoración desde principios de los años ochenta fue que la oleada salafista no sería momentánea ni duraría tres o cuatro años, sino que seguiría siendo hegemónica hasta que se produjera una de estas dos cosas:

– La aparición de una alternativa dotada de credibilidad.

– Su fracaso por una crisis interna.

Y el caso es que ninguna de esas dos cosas se ha producido desde los años ochenta. Sin embargo, hoy veo síntomas de que se están realizando las dos condiciones simultáneamente:

Aparecen síntomas de crisis del movimiento religioso en la experiencia de Gaza y el emirato hamasiano y sus contradicciones internas. Y más importante aún, claro está: la crisis en Irán, que está en sus inicios, no sabemos como evolucionará, pero su profundización no es descartable. E igual que la revolución iraní el año 1979 dio una fuerza enorme de empuje a las distintas corrientes salafistas islámicas, la crisis de la experiencia iraní (si se confirma) contribuirá a provocar la crisis del proyecto salafista en su totalidad y a que pierda credibilidad.

Presenciamos el comienzo del ascenso de una fuerza alternativa a nivel de masas, que se manifiesta en el ascenso de la lucha de clases y de las luchas obreras en cierto número de países árabes, desde Marruecos hasta Jordania e Iraq; en Egipto principalmente, donde se desarrolla desde hace tres años la mayor ola de luchas obreras desde hace más de medio siglo. Este movimiento de clase en Egipto, por primera vez desde la época naserista, ha llevado a la creación de un sindicato independiente, que es el el Sindicato de Empleados de los Impuestos Inmobiliarios, y hay intentos de repetir la experiencia en otros sectores. Por lo que se refiere a la corriente religiosa, está casi ausente en este ámbito, y los activistas sindicales son izquierdistas en el sentido amplio, desde naseristas radicales a marxistas.

-¿Esto son señales para el optimismo?

-Son síntomas, no más, en el momento actual. Pero suficiente para hacerme sentir algo de optimismo por primera vez desde hace más de un cuarto de siglo, aunque sea de manera limitada y cautelosa. Siento que estamos en el umbral de un giro histórico, ante el comienzo del final de la época histórica que siguió al desvanecimiento del movimiento nacionalista panarabista [qawmiyya], y quizás haya síntomas de una nueva ola. Si continúan y se profundizan los dos fenómenos de los que he hablado –la crisis de las corrientes religiosas y el ascenso de la ola de clase- entonces será posible que maduren circunstancias favorables para la construcción del movimiento izquierdista de nuevo. Se perdió la primera oportunidad después de la derrota de 1967, y la izquierda árabe no debería perder la ocasión venidera.

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