Solidaridad con el pueblo chileno
SOLIDARIDAD con el pueblo chileno
SOLIDARIDAD con el pueblo chileno
Un terremoto de intensidad inusitada, y un tsunami, sacudieron las tierras chilenas. La Armada chilena había asegurado que no había riesgo de este último. El panorama es desolador: cientos de muertos y heridos, otros tantos desaparecidos, 1,5 millón de viviendas destruidas, hospitales colapsados. Millones quedaron sin techo, sin luz, sin agua. Frente a la catástrofe, los empresarios han comenzado a especular, incrementando notablemente los precios, como por ejemplo, el de la nafta, trepando de 615 a 1.000 pesos chilenos. Provocando así un encarecimiento brutal del resto de los productos.
Ante este escenario, miles de personas salieron a las calles en Concepción y en otras ciudades de la región del Bio Bio en busca de alimentos, agua, medicamentos. Los saqueos son un intento desesperado de proveerse de aquello que no llega a través de la supuesta ayuda estatal, que incluye a sectores de clase media. La respuesta del gobierno de Bachelet ha sido, en un primer momento, minimizar los hechos y no solicitar ninguna ayuda internacional. Y, al igual que en Haití, posteriormente militarizó el territorio para “restaurar el orden”, implementando el toque de queda en las ciudades más afectadas, imponiendo una fuerte política militarista, inundando las calles de policías (17.000), cuando lo que necesita el pueblo son los elementos mínimos para subsistir ante el cierre de los supermercados y farmacias. “Su espectacular popularidad se diluye como arena entre los dedos ante el reclamo de millones” (enviado especial de Clarín, 2-03). La gente considera que Bachelet “ha llegado tarde” porque la “ayuda” oficial no llega. Como siempre, los más perjudicados han sido el pueblo trabajador y los sectores más rezagados.
Constantemente se oye hablar a voceros del imperialismo y políticos patronales de las virtudes del “modelo” chileno. Sin embargo, el terremoto empieza a mostrar “el otro” Chile, el que querían encubrir. Chile es uno de los países con mayores índices de desigualdad social, donde la salud y la educación son sólo para un puñado. El 90% del crecimiento económico es patrimonio de empresas multinacionales y capitales privados. Casi un millón de personas trabajan 15 horas diarias por sueldos miserables. Sólo un 30% del empleo es estable. El otro 70% es precarizado y se realiza en condiciones de máxima explotación. Todo esto ha sido el resultado de las políticas del gobierno pinochetista y de los sucesivos gobiernos de la Concertación, que han ido avanzando de manera colosal en la imposición de las políticas que el imperialismo receta al conjunto de los países latinoamericanos.
Las consecuencias son notables y el terremoto ha puesto al desnudo esta extrema situación. La gran mayoría de las viviendas afectadas han sido construidas durante los últimos seis años al calor de la especulación inmobiliaria, sin atenerse a las normas antisísmicas (Clarín, 1/03).
Exigimos al gobierno de Bachelet que garantice alimentos, techo, productos básicos y medicamentos gratis al conjunto de la población afectada. Esta es la única forma de evitar “desbordes”. Los daños materiales se calculan en 30.000 millones de dólares. El multimillonario presidente chileno recientemente electo, Piñera, que debe asumir el 11 de marzo, ¿pondrá su fortuna personal y la de sus empresas para solventar, aunque sea en parte, semejante daño? La gente ya se pronunció: no esperamos nada de estos gobiernos.
Llamamos a las distintas organizaciones sindicales, políticas, estudiantiles y sociales de Argentina (CGT, CTA, sindicatos, FUBA, centros de estudiantes, etcétera), a iniciar una amplia campaña de solidaridad con el pueblo chileno, tal como nuestro partido, junto a otras organizaciones, lo está haciendo con el pueblo haitiano.
La Concertación y partidarios del futuro presidente derechista ya han dado sobradas muestras que no van a resolver los problemas del pueblo chileno. Hay que exigir que de la reconstrucción se hagan cargo el gobierno, los grandes empresarios y las multinacionales, bajo control de las organizaciones obreras y populares. Y, al igual que en Haití, es necesario enviar la campaña solidaria a las propias organizaciones del pueblo trabajador chileno, para que sean ellas quienes canalicen y distribuyan la ayuda que se les haga llegar. Al servicio de esta tarea, Izquierda Socialista vuelca todos su esfuerzos.