Sueldos y salarios en la Revolución Bolivariana
Hay temas que ponen al desnudo la ausencia de apoyo por parte de la burocracia estatal al Comandante Presidente Hugo Chávez, y a sus ministros que, valientemente, plantean un tema escabroso, como l
Hay temas que ponen al desnudo la ausencia de apoyo por parte de la burocracia estatal al Comandante Presidente Hugo Chávez, y a sus ministros que, valientemente, plantean un tema escabroso, como le ocurriera recientemente al Ministro Acuña al plantear el tema de las colocaciones financieras de las universidades nacionales, ni la Asamblea Nacional, ni la Contraloría General de la República, incluso ni el Psuv como aparato político de la Revolución, asomaron la menor muestra de solidaridad ante la denuncia, la misma pasó por debajo de la mesa y hoy nadie se acuerda de ella; igual pasó, cuando el Comandante Presidente, se refirió a los altos sueldos y salarios de la burocracia gubernamental; tema incomodo para este sector del Estado venezolano, sueldos de 80 salarios mínimos como el del Presidente de Pdvsa, 55 salarios mínimos como el de la Presidenta del TSJ, 40 salarios mínimos como el de la Presidenta del CNE, 28 salarios mínimos como el del Presidente del Seniat, que contrastan con los 7,5 salarios mínimos de un Diputado a la Asamblea Nacional, 3,5 salarios mínimos de un Coronel de la FAB, 3 salarios mínimos de un médico, 1,2 salarios mínimos de un Maestro de Escuela, mientras la gran mayoría de nuestra población trabajadora gana 1 salario mínimo, cifras que ponen en evidencia la distancia abismal que existe entre estos funcionarios y el pueblo que ellos asumen defender; no obstante lo cual, sus altos salarios les permite vivir como verdaderos aristócratas de la revolución.
En este período de transición al socialismo, los viejos esquemas del capitalismo aún subsisten; en la sociedad capitalista, señala la teoría marxista, la fuerza de trabajo se transforma en mercancía. Esto se debe que, al no tener acceso a la propiedad de los medios de producción, el hombre, para subsistir, se ve obligado a vender su capacidad o fuerza de trabajo como mercancía. El salario, se convierte entonces en una medida de esclavitud y dependencia, ya que todo se fundamenta en la mayor posesión de dinero y por lo tanto de bienes y servicios.
La fuerza de trabajo, es una mercancía más, se paga por su valor, el cual se mide por el costo de su reproducción, lo necesario para mantener al trabajador (sea manual o intelectual) produciendo una mercancía o cantidad determinadas de ellas. Ese costo de la fuerza de trabajo (capital variable en el capitalismo), se agrega al resto de los costos de la mercancía. Así cuando un producto sale ya al mercado, el valor de la fuerza de trabajo está incluido, se sabe cuál es. De manera que el precio de la fuerza de trabajo, el salario, es conocido de antemano, es anterior a los resultados de la producción.
El valor de la fuerza de trabajo no se mide por el valor de la mercancía, producto creado, o servicio brindado, sino por lo que cuesta mantener y reproducir esa fuerza de trabajo. El “valor” del trabajo de un médico, no está en el invalorable significado de salvar una vida, sino en lo que cuesta mantener económicamente a ese médico y a su familia, con el nivel de vida necesario para que ese médico sea capaz de trabajar eficientemente.
En el socialismo, el salario no se presenta como forma transfigurada del valor y del precio de la fuerza de trabajo, dado que ésta última, bajo el socialismo, no es una mercancía. El salario, bajo el socialismo, expresa relaciones de producción socialistas y sirve como medida de trabajo y como medida de consumo. Su magnitud, se halla en dependencia de la cantidad y la calidad del trabajo; caracteriza, por ende, la aportación laboral de cada trabajador. Como medida de consumo, el salario sirve de fuente principal para satisfacer las necesidades materiales culturales de los obreros y de los empleados. El Estado socialista, fija el nivel de los salarios según un plan, teniendo en cuenta, en primer lugar, las diferencias entre trabajo calificado y no calificado, entre trabajo pesado y no pesado. Al apropiarse los trabajadores, en tanto clase, de los bienes y medios de producción, “el Estado interviene realmente como representante de toda la sociedad…”, según Engels en su Anti-Düring, de ahí se deduce que, como “representante de toda la sociedad”, no puede comprar en su nombre la fuerza de trabajo de esta misma sociedad. Razón por la que los medios de producción son liberados de su cualidad de capital, cualidad que no pueden volver a tener, salvo en el caso en que la burguesía tome de nuevo, eventualmente, el poder.
Evidentemente, estas diferencias salariales existentes entre los funcionarios gubernamentales en nuestra Revolución Bolivariana deben reducirse y ajustarse hacia la igualdad, claro está, satisfaciéndole todas las necesidades básicas de subsistencia. En el libro “Cien Horas con Fidel” de Ignacio Ramonet, el Comandante en Jefe de la Revolución cubana habla del salario que recibe como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Ante la pregunta de Ignacio Ramonet: “¿Usted podría decirme cuál es su salario?”, Fidel le responde en los siguientes términos: “El salario mío, al cambio de 25 pesos por un dólar, es de 30 dólares mensuales…”, para ese entonces, el salario mínimo en la hermana república era de 12 dólares ó 10 pesos, valga decir, Fidel ganaba entonces 2,5 salarios mínimos.
Contrasta entonces, el desprecio por discutir este tema por parte de la burocracia estatal, que “voltea la cara” cuando el Comandante Presidente lo plantea, cuando en todas las revoluciones que se han planteado el objetivo del socialismo como meta paradigmática, este ha sido un tema trascendental. Lenin incluso llegó a redactar una ley «Sobre salarios del personal de alto rango y funcionarios», que fue aprobada por el Consejo de Funcionarios del Pueblo con algunas enmiendas secundarias. En dicho texto podemos leer lo siguiente:
«Puesto que se considera necesario adoptar las medidas más enérgicas para reducir los salarios de los funcionarios en todas las instituciones y empresas estatales, comunales y privadas, sin excepción, el Consejo de Comisarios del Pueblo decreta:
«1. Habrá un límite máximo al salario de un Comisario del Pueblo de 500 rublos al mes, con una asignación de 100 rublos por cada hijo; el tamaño de los apartamentos quedará limitado a una habitación por miembro de la familia…”,
«2. Se pide a todos los Diputados Obreros, Soldados y Campesinos de Soviets locales que preparen y apliquen medidas revolucionarias para los impuestos especiales al personal de alto rango.
«3. El Ministro de Finanzas y todos los comisarios individuales harán un estudio inmediato de las cuentas de los ministerios y reducirán todos los salarios y pensiones excesivamente altos…»
El presidente del Consejo de Diputados del Pueblo recibía 500 rublos, comparable a los ingresos de un obrero cualificado. Cuando un jefe de oficina del Consejo de Diputados del Pueblo, V. D. Bonch-Bruevich pagó de más a Lenin en mayo de 1918, fue «severamente reprendido» por éste, que describió el aumento como «ilegal».
Trotsky en su celebre libro “La Revolución Traicionada” lo trata de manera magistral, por lo que nos vamos permitir traerlo a colación con respecto a este tema de los salarios en el socialismo, leámoslo: “Si para expresarnos mejor, tradujésemos las relaciones socialistas en términos bursátiles, los ciudadanos podrían ser los accionistas de una empresa que posee las riquezas del país. El carácter colectivo de la propiedad supone una repartición “igualitaria” de las acciones y, por tanto, el derecho a iguales dividendos para todos los “accionistas” (…) En la fase inferior del comunismo, que hemos llamado socialismo, la remuneración del trabajo se hace todavía según normas burguesas, es decir, según la clasificación del trabajo, su intensidad, etc. La renta teórica de un ciudadano se forma, pues, de dos partes, a+b, el dividendo más el salario. Mientras más desarrollada es la técnica, más perfeccionada es la organización económica y más grande será la importancia del factor a con relación a b y menos será la influencia ejercida sobre la condición material por las diferencias individuales del trabajo. El hecho de que las diferencias de salario sean en la URSS no menores sino más considerables que en los países capitalistas, nos lleva a la conclusión de que las acciones están repartidas desigualmente y que las rentas de los ciudadanos se forman a la vez que de un salario desigual, de partes desiguales de los dividendos. Mientras que el peón no recibe sino b , salario mínimo que en iguales condiciones recibiría también en una empresa capitalista, el stkhanovista y el funcionario reciben 2 a +b , 3 a+b, y así sucesivamente, y b puede a su vez ser 2 b, 3 b, etc. En otros términos, la diferencia de las rentas está determinada no por la sola diferencia del rendimiento individual, sino por la apropiación disimulada del trabajo ajeno. La minoría privilegiada de accionistas vive a cuenta de la mayoría embaucada.
Si se admite que el peón soviético recibe más de lo que recibiría, manteniendo el mismo nivel técnico y cultural de lo que recibiría, manteniendo el mismo nivel técnico y cultural en el régimen capitalista, es decir, que es un pequeño accionista, su salario debe estimarse como a +b . Los salarios de las categorías mejor pagadas se expresarán en este caso por la fórmula 3 a + 2 b ; 10 a + 15 b , etc, lo que significaría que mientras el peón tiene una acción, el stakhanovista tiene tres y el especialista 10; y que además sus salarios en un sentido propiamente dicho, están en proporción de 1 a 2 y a 15. Los himnos a la sagrada propiedad socialista parecen en estas condiciones mucho más convincentes para el director de la fábrica stakhanovista que para el obrero ordinario o el campesino del kolkhoz. Ahora bien, los trabajadores comunes forman la inmensa mayoría de la sociedad y el socialismo debe contar con ellos y no con una nueva aristocracia…”