-¿Y qué tan importante es el hecho de que, más allá de las diferencias políticas entre las organizaciones que formaron parte del movimiento revolucionario, se logró construir un movimiento de unidad que pudo derrotar a la dictadura?
-Sí, exactamente, fue muy importante y esa fue nuestra política de unidad. Aunque siempre mantuvimos críticas y diferencias el Frente Sandinista porque, desde el principio, dejamos en claro que no estábamos de acuerdo con que el triunfo de la revolución derivara en un gobierno compartido con sectores burgueses. Esto, lamentablemente, fue lo que ocurrió, concretándose en la figura de Violeta Chamorro, quien representaba a una oposición conservadora a Somoza y dirigía el diario La Prensa.
A pesar de esto, nuestra política no fue sectaria. Siempre llamamos a la unidad y promovimos la participación de todas las fuerzas de izquierda, no solo trotskistas, sino también antiimperialistas en general, para conformar un movimiento de solidaridad con la revolución para derribar a la dictadura de Somoza. Esto no solo implicó combatir en el terreno, sino también articular acciones en cada país de la región. Fue un esfuerzo positivo.
-Un proceso que se burocratizó rápidamente.
Al triunfar la revolución, comenzó un proceso de hostilidad hacia la brigada por parte del gobierno liderado por Daniel Ortega y Violeta Chamorro. Esto culminó con la expulsión de nuestra brigada, ya que no aceptaban voces críticas. De hecho, esta fue la primera represión ocurrida en Nicaragua tras la caída de Somoza, lo cual resultó lamentable.
Más de 40 años después, nos encontramos con que Daniel Ortega, quien había sido uno de los principales dirigentes de la revolución, ahora encabeza una nueva dictadura burguesa. Incluso ha perseguido y reprimido a sus propios excompañeros y compañeras de la revolución, bajo una falsa aureola de izquierda. El caso más triste es el de la ex comandante Dora Tellez, que fue encarcelada y luego expulsada del país, bajo la acusación de “traidora a la patria”. Cuando fue una heroína de la revolución ya que teniendo solo 21 años dirigió la insurrección de la ciudad de León.
-¿Y si tuvieras alguna anécdota o recuerdo, algo que digas «esto no me lo olvido nunca más en la vida», que quieras compartir?
-Sí, creo que habría dos recuerdos principales, fuera del hecho de haber tenido el privilegio de haber participado de una revolución histórica para Latinoamérica. Lo que más me impactó fue nuestro rol en la formación del gobierno independiente, sin miembros políticos burgueses, en el puerto de Bluefields. Junto con el grupo sandinista regional que mencioné, detuvimos al alcalde somocista y a los oficiales de la Guardia Nacional, los encarcelamos y tomamos el cuartel. Cada día, a las 5 de la mañana, hacíamos formación militar junto a los compañeros sandinistas e izábamos tanto la bandera de Nicaragua como la sandinista. Fue un momento realmente impresionante.
El segundo hecho significativo ocurrió más adelante, cuando la revolución decretó, la expropiación de las empresas de Somoza, muchas de las cuales estaban asociadas con empresas norteamericanas. Una de esas empresas estaba en Bluefields, en una de las islas, y era la fábrica pesquera Booths, de envasado de langostinos, entre otros productos que se exportaban a los Estados Unidos. En ese contexto, yo fui el encargado de llevar el decreto de expropiación, ya que había viajado a Managua y regresado a Bluefields con ese documento.
En ese momento no había celulares ni internet, y Bluefields era una zona aislada; para llegar había que navegar por el río Rama durante al menos dos horas. Una vez allí, ejecutamos el decreto. Hicimos con la brigada una asamblea con las y los trabajadores y se designó, en ese marco, la primera dirección obrera de la fábrica.
Para mí, estos son hechos revolucionarios inolvidables. No los viví como logros individuales, sino como parte de los triunfos de la revolución obrera y popular y del trabajo colectivo de la brigada Simón Bolívar.