Vuelve fray Bartolomé de las Casas
Que un sacerdote español esté encabezando la más urgente lucha reivindicativa de los pueblos originarios venezolanos es una vergüenza para los altos funcionarios indígenas, tanto del poder Ejecutivo como del Legislativo. Me gustaría escribirlo en ye´kwana, en wayuu o en kari´ña, pero no sé, así que me conformo con hacerlo en castellano.
Que un sacerdote español esté encabezando la más urgente lucha reivindicativa de los pueblos originarios venezolanos es una vergüenza para los altos funcionarios indígenas, tanto del poder Ejecutivo como del Legislativo. Me gustaría escribirlo en ye´kwana, en wayuu o en kari´ña, pero no sé, así que me conformo con hacerlo en castellano.
Tenemos una de las constituciones nacionales más avanzadas en derechos indígenas. Tenemos un ministerio. Tenemos diputados electos por los pueblos originarios. Tenemos una comisión parlamentaria para esa temática. Tenemos leyes novedosas en pro de las etnias ancestrales. Hemos rebautizado el 12 de octubre con el irreverente nombre de Día de la Resistencia Indígena. Pero a la hora de la verdad, cuando ha surgido un conflicto de interpretación de la Constitución, cuando ha habido que sacar la cara por unos indígenas concretos, de carne y hueso, la defensa de la causa ha tenido que asumirla una especie de nuevo fray Bartolomé de las Casas, quien escribe un capítulo del siglo XXI de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias.
Mientras el jesuita Jesús María Korta, de 81 años, inició una huelga de hambre para reclamar por la aplicación de la Constitución a favor del cacique yukpa Sabino Romero, todos los shamanes políticos antes mencionados -los del ministerio y los de la Asamblea Nacional- no han pronunciado palabra alguna, ni en sus lenguas originarias ni en ninguna otra.
No está mal que el padre Korta proteste, lo que está muy mal es que tanto líder indígena revestido de autoridad, poder e inmunidad no lo haga con la energía que el caso reclama.
Muy diligentes a la hora de agarrar pantalla al lado del comandante Chávez, habilísimos para conservar sus cuotas de poder, los grandes jefes indios del Gobierno y del Parlamento han resultado, en lo que se refiere a sus tareas fundamentales, incapaces, ineficientes, ineptos, nulos o como quiera que esta idea se exprese en sus respectivos idiomas.
Tal parece que los funcionarios indígenas se hacen los desentendidos no tanto por el problema específico de Sabino, sino porque este caso es el síntoma del fracaso de la demarcación de territorios originarios, un proyecto que debería haber llevado paz y concordia a las zonas indígenas pero que (por incapacidad, ineficiencia, ineptitud, nulidad o como se llame en lenguas ancestrales) ha terminado llevando todo lo contrario.
El episodio también demuestra el sentir de mucha gente ante las normas más avanzadas de la Constitución: se ven bellas en el papel, pero no saben, no quieren o no pueden llevarlas a la práctica. Son militantes de la resistencia, pero no de la indígena sino de la resistencia al cambio.