Federico Engels: maestro y guía del proletariado mundial

Por Miguel Angel Hernández (PSL)

El 28 de noviembre de 1820, nació en Barmen, Renania alemana, Friedrich Engels fundador junto a Carlos Marx del socialismo científico. Se trata, junto a su entrañable amigo de Treveris, del otro gran maestro y guía teórico y político del proletariado mundial.

A 2 siglos de su natalicio, creemos necesario descubrir para las jóvenes generaciones de activistas y luchadores obreros y populares, la figura señera de Engels; su rol político en los enconados debates con los anarquistas en el seno de la Primera Internacional; su papel central en la dirección de la Segunda Internacional, especialmente después de la muerte de Marx en 1883. Y su indudable contribución al trabajo teórico desarrollado por éste tanto en el terreno económico como político y filosófico, al servicio de la emancipación de la clase obrera.

Engels era hijo del propietario de una importante fábrica textil en Manchester, centro de la Revolución Industrial en Inglaterra y el mundo capitalista. Su padre había heredado las empresas que también tenían filiales en Barmen y Engelskirchen, ambas ciudades alemanas.

A pesar de nacer en una familia acomodada, ideológicamente conservadora e influenciada por las ideas religiosas del calvinismo, Engels desde muy joven mostró interés por las ideas liberales y progresistas, las cuales en su tiempo propugnaban reformas republicanas y laicas.

Después de acompañar a su padre en un viaje de negocios a Gran Bretaña en el verano de 1838, se instaló en Bremen para adiestrarse en el conocimiento del funcionamiento de la industria textil. A comienzos de 1841, hastiado del trabajo empresarial, regresó a su casa paterna en Barmen. En septiembre de ese año se trasladó a Berlín para realizar el servicio militar en una compañía de artillería. En la capital prusiana Engels alternaba el servicio en el ejército con la asistencia como oyente a clases en la universidad, allí se mostró partidario de las ideas de los «jóvenes hegelianos alemanes», entre los cuales ya se encontraba Carlos Marx. Este movimiento que constituía el ala izquierda del hegelianismo, planteaba reformas políticas y era opuesto al feudalismo y a las monarquías que dominaban en aquel momento en Europa.

En 1842 tuvo su primer y muy brevísimo encuentro con Carlos Marx en las oficinas de la Gaceta Renana, publicación que editaba y dirigía éste. Encuentro que parece no haber sido muy afortunado.

Período en Manchester: el encuentro con la cruda realidad de la clase obrera

Terminado su servicio militar ese año, Engels se trasladó a Manchester a instancias de su padre, con el objetivo de introducirlo en la gerencia del negocio familiar en esa ciudad. En la gran ciudad manufacturera de su época, Engels se ligó a los movimientos socialistas, especialmente con los seguidores de Richard Owen y con los Cartistas. Todo ello le permitió conocer la situación real de la clase obrera, lo cual significó un complemento muy importante para las ideas filosóficas y políticas que había adquirido durante su juventud en Alemania.

En Manchester entabló relación con Mary Burns, una joven trabajadora irlandesa que se convirtió en su pareja, y quien lo introdujo en el mundo de la clase obrera inglesa. Haciéndole conocer las difíciles circunstancias en que se desarrollaba la vida de los trabajadores en la ciudad, especialmente de los inmigrantes irlandeses.

Allí Engels comenzó a contrastar la vida de los industriales y propietarios burgueses con la que llevaban los trabajadores. Comenzó a evolucionar de la filosofía a la que había dedicado los años previos, hacia la economía política. La experiencia empresarial que ya había adquirido y su aproximación a la realidad concreta de los obreros en el Manchester de mediados del siglo XIX, lo llevaron a escribir en 1843 uno de sus primeros trabajos sobre economía, Elementos de una crítica de la economía política, publicado en una revista alemana dirigida por Marx.

En 1845 publicó una obra más amplia y emblemática sobre la miseria engendrada por el sistema capitalista, tal como se reflejaba en las fábricas y barrios obreros de Manchester: La situación de la clase obrera en Inglaterra.

Engels realizó una investigación minuciosa en bibliotecas de la ciudad, estudiando los textos publicados en aquella época sobre el capitalismo inglés. Su observación directa y cotidiana de la mísera vida de los trabajadores, y la utilización profusa de datos y estadísticas actualizadas, le permitieron describir de forma descarnada y precisa la terrible situación de la clase obrera inglesa. El resultado fue, como dijera Lenin “un libro cautivante en el que se describe del modo más fidedigno y patético las penurias que sufría el proletariado inglés. La obra constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía.”1

La conclusión de Engels era por demás simple pero contundente: la clase obrera no sólo sufre y padece penurias como consecuencia de la explotación a que es sometida por los patronos, sino que la situación en la que se encuentra la llevará necesariamente a levantarse contra esas condiciones, la impulsará a luchar contra las condiciones de vida a la que está sometida. Por otra parte, en esa misma medida, el desarrollo industrial y la explotación capitalista llevarán a la burguesía a crear y desarrollar la fuerza que lo derrotará. La lucha de los trabajadores por sus necesidades inmediatas, los conducirá indefectiblemente a percatarse de la necesidad de luchar contra el capitalismo, y en esa medida la lucha por el socialismo se convertirá en el objetivo de la lucha política de la clase obrera.

Muchas ideas que Marx desarrollará posteriormente estuvieron determinadas por los planteamientos de Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra. La lucha de clases, las crisis del capitalismo y el papel central de la clase obrera en la lucha por el socialismo y contra la explotación capitalista, fueron elementos que llevaron a Marx a plantearse los procesos históricos desde la perspectiva del conflicto entre las clases, y a ver a la clase trabajadora moderna como el sujeto, como la fuerza para la revolución. Y este aporte se lo debe el marxismo al pensamiento de Engels.

De Inglaterra, Engels se dirigió nuevamente a la casa de sus padres en Alemania en 1844, pero antes pasó por París donde se encontró con Marx, con quien ya mantenía correspondencia. Este nuevo encuentro fue mucho más cordial que el anterior. A partir de entonces comenzó su colaboración con Marx, la cual se prolongaría por 40 años.

En París, bajo la influencia de los socialistas franceses, Marx también se hizo socialista. Allí fue donde los dos amigos escribieron La sagrada familia, o crítica de la crítica crítica, trabajo en el que por primera vez se sientan las bases del socialismo científico.

La publicación del Manifiesto Comunista y las revoluciones de 1848

En el mismo año 1845, Marx se trasladó a Bruselas donde viviría en condiciones precarias con su familia después de haber sido expulsado de Francia por su actividad política. Mientras tanto Engels en Alemania era perseguido por la policía prusiana. Evitando ser detenido se trasladó a Bruselas donde se encontró con Marx.

Bélgica era un lugar de refugio de muchos activistas obreros y socialistas. Allí participó activamente en el movimiento político y sindical. Junto con Marx, entabló relación con la Liga de los Justos, organización creada en Francia en 1836, y que en 1847 se convertiría en la Liga de los Comunistas, producto de la fusión de la Liga de los Justos, basada en Londres, y el Comité Comunista de Correspondencia fundado en Bruselas en 1846 por Marx y Engels.

La Liga de los Justos ya era una organización con vocación internacional que trató de articular la actividad obrera y sindical de distintos grupos políticos en Europa. La Liga de los Comunistas mantendría este perfil internacionalista.

En Londres, el 9 de junio de 1847, circuló el proyecto de Estatutos de la Liga de los Comunistas, encabezado por la consigna que posteriormente se convertiría en un grito de guerra de la clase obrera mundial: “¡Proletarios de todos los países uníos!”.

La Liga de los Comunistas merece una mención especial, por dos razones muy significativas para el desarrollo del movimiento obrero mundial. En primer término, por ser el embrión de la primera organización internacional de la clase obrera que vería la luz en 1864: la Asociación Internacional de los Trabajadores. Y por otra parte, por ser la organización que propiciaría el documento fundacional del marxismo y del socialismo científico: el Manifiesto Comunista, del cual Lenin diría: “Este librito vale por tomos enteros: inspira y anima, aún hoy, a todo el proletariado organizado y combatiente del mundo civilizado.”2

En el segundo Congreso de la Liga de los Comunistas se encargó a Engels y a Marx la redacción del programa de dicha organización, el cual se publicaría en 1848 con el título de Manifiesto del Partido Comunista. En el mismo se expondrían de manera sencilla y por primera vez, las bases de la concepción materialista de la historia.

Engels sintetizó en 1888 las tesis centrales del Manifiesto, así: “en cada época histórica el modo predominante de producción económica y de cambio y la organización social que de él se deriva necesariamente, forman la base sobre la cual se levanta, y la única que explica, la historia política e intelectual de dicha época; que, por tanto (después de la disolución de la sociedad gentilicia primitiva con su propiedad comunal de la tierra), toda la historia de la humanidad ha sido una historia de lucha de clases, de lucha entre explotadores y explotados, entre clases dominantes y clases oprimidas; que la historia de esas luchas de clases es una serie de evoluciones, que ha alcanzado en el presente un grado tal de desarrollo en que la clase explotada y oprimida — el proletariado — no puede ya emanciparse del yugo de la clase explotadora y dominante — la burguesía — sin emancipar al mismo tiempo, y para siempre, a toda la sociedad de toda explotación, opresión, división en clases y lucha de clases”. 3

La publicación del Manifiesto Comunista coincidió con las revoluciones de 1848 contra las monarquías absolutistas, las cuales sacudieron a toda Europa, comenzando por Francia e Italia y extendiéndose en 1849 a Alemania, Hungría y Austria. En esta oleada revolucionaria el proletariado europeo intervino por primera vez con un perfil propio como clase. Quizás fue la primera gran ola revolucionaria mundial de la historia del capitalismo. Confirmando en los hechos lo planteado por el Manifiesto Comunista, aunque este no haya tenido ninguna influencia directa en los acontecimientos.

El estallido de la revolución determinó que Marx y Engels regresaran a su patria. Ya en Alemania asumieron la dirección de la Nueva Gaceta Renana, periódico que se publicaba en la ciudad de Colonia. En dicho periódico Marx y Engels reflejaron las aspiraciones democrático-revolucionarias del pueblo de la Prusia renana. La Nueva Gaceta expresó los anhelos de libertad y de lucha contra el absolutismo. La publicación fue prohibida. Marx fue expulsado del país. Por su parte Engels participaría activamente en el levantamiento armado de 1849 como parte de una columna de 800 obreros y estudiantes. Derrotado el alzamiento, se vio obligado a refugiarse en Suiza. De allí partiría posteriormente a Londres a donde se había trasladado Marx.

Engels y la organización internacional de la clase obrera

Desde sus primeros escritos comunes, tanto Marx como Engels, insistieron en la necesidad de conformar una organizacional internacional que uniera las luchas de los trabajadores. Junto a su labor teórica, esta va a ser la empresa política más importante que llevarán adelante ambos hombres hasta el final de sus días.

La Primera Internacional, oficialmente conocida como Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), fue fundada en Londres en 1864. En su creación participaron dirigentes sindicales ingleses, anarquistas, socialistas franceses y republicanos italianos.

No fue casual que esta primera gran organización obrera internacional naciera en Inglaterra. Este era el país más desarrollado industrialmente del mundo. Era la cuna del capitalismo y de los sindicatos. Y en su seno se expresaban con más claridad las contradicciones de clase al interior del capitalismo.

No apareció como un rayo en cielo sereno, se fue gestando desde mediados de la década del 40 del siglo XIX, en las luchas de los trabajadores contra las condiciones de explotación. Fue un producto genuino del movimiento de la clase obrera y de la iniciativa de su vanguardia especialmente en Inglaterra y Francia. El acompañamiento a las luchas, la solidaridad y el internacionalismo proletario fueron sus objetivos centrales.

Engels, junto a Marx, jugó un papel fundamental. Fue elegido como secretario de la misma lo que le permitió contribuir a la organización de los trabajadores en distintos países europeos.

Concentrado Marx en la elaboración de El Capital, fue a Engels a quien le tocó intervenir activa y directamente en los debates con los anarquistas encabezados por Bakunin, así como contra los seguidores de Proudhon y de Lasalle.

Con el trasfondo de la derrota de la Comuna de París en 1871, la encarnizada lucha contra las tendencias anarquistas afectó la unidad de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), que se disolvió formalmente en el congreso de La Haya en 1872.

Marx moriría en 1883 y pasaría más de una década para que los grupos marxistas se fortalecieran e intentaran de nuevo la empresa de fundar una internacional obrera que se diera a la tarea de organizar la revolución mundial.

Muchos años después de su disolución, le correspondió a Engels señalar el alcance y las limitaciones de la Primera Internacional:

Cuando la clase obrera europea hubo recuperado las fuerzas suficientes para emprender un nuevo ataque contra el poderío de las clases dominantes, surgió la Asociación Internacional de los Trabajadores. Esta tenía por objeto reunir en un inmenso ejército único a todas las fuerzas combativas de la clase obrera de Europa y América. No podía, pues, partir de los principios expuestos en el ‘Manifiesto’. Debía tener un programa que no cerrara la puerta a las tradeuniones inglesas, a los proudhonianos franceses, belgas, italianos y españoles, y a los lassalleanos alemanes. Este programa -el preámbulo de los Estatutos de la Internacional- fue redactado por Marx con una maestría que fue reconocida hasta por Bakunin y los anarquistas. Para el triunfo definitivo de las tesis expuestas en el ‘Manifiesto’, Marx confiaba tan sólo en el desarrollo intelectual de la clase obrera, que debía resultar inevitablemente de la acción conjunta y de la discusión. Los acontecimientos y las vicisitudes de la lucha contra el capital, las derrotas, más aún que las victorias, no podían dejar de hacer ver a los combatientes la insuficiencia de todas las panaceas en que hasta entonces habían creído y de tomarles más capaces de penetrar hasta las verdaderas condiciones de la emancipación obrera. Y Marx tenía razón. La clase obrera de 1874, después de la disolución de la Internacional, era muy diferente de la de 1864, en el momento de su fundación”

La Segunda Internacional: Engels advierte sobre el peligro oportunista

Después de la derrota de la Comuna de París en 1871, se abrió un periodo de reacción que fue acompañado con un gran dinamismo del capitalismo, que comenzaba a entrar en su fase imperialista. En muchos países, incluida Alemania, fueron ilegalizados los partidos revolucionarios, y se desarrolló una feroz persecución contra los dirigentes socialistas.

La debacle de la Primera Internacional se da en el marco de esta terrible derrota. Contradictoriamente, este período de reacción política se caracterizó por el fortalecimiento de las organizaciones obreras, en medio del ascenso del capitalismo.

El 14 de julio de 1889, coincidiendo con el centenario de la Revolución Francesa, se fundaría en Londres la Segunda Internacional. Le corresponderá a Engels, ya fallecido Marx, ser el fundador y guía fundamental de la nueva organización obrera.

A diferencia de la AIT, la Segunda Internacional surge en un período en el que las ideas socialistas divulgadas por Marx y Engels se arraigaban más entre los trabajadores europeos. Es así como la Segunda Internacional va a nacer fuertemente influenciada por el marxismo.

Pero no obstante, siguieron los fuertes debates en su interior. Le correspondió a Engels encabezar la lucha contras las ideas anarquistas y contra el antiparlamentarismo. Y advertiría tempranamente del peligro oportunista que se cernía sobre el partido alemán y en la Segunda Internacional.

Así como el eje de la economía capitalista mundial en la víspera de la fundación de la AIT era Inglaterra, cuando surge la Segunda Internacional, Alemania conocía una expansión industrial sin precedentes. A medida que avanzaba la economía, el movimiento obrero crecía y se organizaba para luchar por mejorar sus condiciones de vida. De esta forma el Partido Socialdemócrata alemán, fundado en 1875, tuvo un crecimiento extraordinario, ganando cada vez más influencia entre los obreros. Convirtiéndose Alemania en el centro de la Segunda Internacional.

Después de la muerte de Engels, en el seno del partido más importante de la Internacional, comienzan a adquirir preponderancia las ideas posibilistas, que partían de la presunción de que sería posible llegar al socialismo mediante progresivas reformas, sin hacer una revolución social. Esta era una visión reformista alejada de los planteamientos de Marx y Engels. Eduard Bernstein, dirigente del partido, era quien encabezaba esta corriente profundamente oportunista.

Los éxitos parlamentarios y sindicales del Partido Socialdemócrata de Alemania, y el surgimiento de lo que Lenin llamó la “aristocracia obrera”, van a ser la base donde se estructure esta visión.

Engels llamó la atención tempranamente sobre la deriva oportunista y reformista que ya vivía el principal partido de la Internacional.

En 1891 ya Engels advertía sobre los primeros elementos de oportunismo, al hacer observaciones críticas al proyecto de programa del partido alemán: “Hasta qué punto eso es necesario lo prueba precisamente ahora el oportunismo que comienza a propagarse en una gran parte de la prensa socialdemócrata. Por temor a un restablecimiento de la ley contra los socialistas o recordando ciertas opiniones emitidas prematuramente en el período de la vigencia de dicha ley, se quiere ahora que el partido reconozca el orden legal actual de Alemania suficiente para el cumplimiento pacífico de todas sus reivindicaciones. Quieren convencer a sí mismos y al partido de que «la sociedad actual se integra en el socialismo», sin preguntarse si con ello no está obligada a rebasar el viejo orden social; si no debe hacer saltar esta vieja envoltura con la misma violencia con que un cangrejo rompe la suya; si, además, no tiene que romper en Alemania las cadenas del régimen político semiabsolutista y, por añadidura, indeciblemente embrollado.”5

Para una reedición de la obra de Marx, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Engels escribió en 1895, precisamente el año en que fallecería, una “Introducción”. Fragmentos de este trabajo fueron publicados con enmiendas y mutilaciones por parte de la dirección del Partido Socialdemócrata de Alemania, en su periódico Vorwarts sin el consentimiento de Engels. Se excluyeron del mismo fragmentos que fueron considerados como muy subversivos por la dirección del partido. Y se dejaron otros donde Engels destacaba la utilización de las elecciones y el parlamento por parte de la organización. Todo con el objetivo de avalar, con la inmensa autoridad política y moral de Engels, las posturas cada vez más reformistas del partido.

Antes de su publicación la dirección le insistió a Engels en la necesidad de suavizar los términos de la Introducción, lo que Engels cuestionó. Más tarde se quejaría de esta situación en una carta que le envió a Karl Kautsky el 1 de abril de 1895 en la que decía: “Con gran sorpresa veo en el Vorwarts de hoy un extracto de mi ´Introducción´ impreso sin mi aprobación y aderezado de tal manera que yo tengo el aire de ser un adorador pacífico de la legalidad a cualquier precio.”6

El texto de Engels tergiversado sirvió a Bernstein y el sector oportunista del partido para consolidar sus posiciones.

Engels nunca renunció a la necesidad de la revolución, ni a la insurreción como su preámbulo armado. Hasta el fin de sus días enfrentó las tendencias reformistas que ya ganaban cuerpo en el principal partido de la Segunda Internacional.

En carta a Lafargue del 3 de abril de 1895, Engels expresa su molestia, diciendo: “Liebknecht acaba de jugarme una buena broma. Ha tomado de mi Introducción a los artículos de Marx sobre Francia de 1848-50 todo lo que podría servirle para apoyar la táctica de la paz a cualquier precio y de la oposición a la fuerza y la violencia , que desde hace algún tiempo le agrada predicar, especialmente en la actualidad, cuando se están preparando leyes coercitivas en Berlín. Pero estoy predicando estas tácticas solo para la Alemania de hoy , e incluso con una salvedad importante . En Francia, Bélgica, Italia y Austria estas tácticas no se pudieron seguir en su totalidad y en Alemania pueden volverse inaplicables mañana.”7

La debacle de la Segunda Internacional se va a producir en 1914 con el inicio de la primera guerra mundial, cuando los diputados del partido alemán, salvo Karl Liebnecht, votarán a favor de los créditos de guerra para su gobierno, lo que va a ser replicado en toda Europa por los otros partidos de la Internacional.

Muere en Londres en 1895

Federico Engels morirá el 5 de agosto de 1895 en Londres. Fue un hombre mundano, al que nada de lo humano le era extraño. Tan dado a intervenir en los procesos políticos concretos y en el debate intelectual como a disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Buen bailarín, avezado jinete y aficionado a la caza. Optó por dejar los privilegios burgueses que su origen le ofrecían, por dedicar su vida entera a luchar por la emancipación de la clase obrera, y colaborar lealmente en esa tarea con Carlos Marx.

De gran sensibilidad, siempre comprendió con humildad sincera, que nunca sumisión, que Marx debía ser quien se dedicara al trabajo teórico e intelectual que produciría el gran edificio teórico del socialismo científico. En una ocasión dijo: “Cuando uno ha tenido la suerte de trabajar durante cuarenta años con un hombre como Marx, en vida de éste no suele gozar del reconocimiento que cree merecer. Pero cuando el gran hombre muere, a su compañero de menor talla se le suele encomiar más de lo que merece. Creo que este es mi caso. La historia terminará por poner las cosas en su sitio, pero para entonces ya me habré muerto tranquilamente y no sabré nada de nada.”8

Notas

1V.I. Lenin. Federico Engels, (1895), en: www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1890s/engels.htm#topp.

2Idem.

3Federico Engels. Prefacio a la edición inglesa del Manifiesto Comunista de 1888, en: www.archivo.juventudes.org/prefacios-de-marx-y-engels

4Carlos Marx y Federico Engels. Obras Escogidas. Del prefacio de Federico Engels a la edición alemana de 1890 del Manifiesto Comunista. Editorial Progreso, Moscú, 1973, tomo I, pp. 103-104.

5Ibídem. Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata. Editorial Progreso, Moscú, 1974, tomo III, p. 455.

6Karl Kautsky. El camino del poder (1910), en: https://www.marxists.org/espanol/kautsky/1909/1909-caminopoder-kautsky.pdf

7 Correspondencia Marx-Engels (1895), Engels a Paul Lafargue en París. Londres, 3 de abril de 1895, en: https://www.marxists.org/archive/marx/works/1895/letters/95_04_03.htm

8Ibídem. Carta de F. Engels a F. Mehring. Editorial Progreso, Moscú, 1974, tomo III, p. 523.

 

Nota publicada en la revista Correspondencia Internacional de la Unidad Internacioonal de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional, edición especial de noviembre 2020 dedicada a los 200 años del nacimiento de Federico Engels.

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