Argentina, 3 de noviembre de 1974: fueron acribillados tres compañeros. Otro golpe fascista contra el PST

 

Por: Mercedes Petit (El Socialista)

El accionar de las Tres A se fue incrementando en 1974. Uno de sus blancos predilectos fueron los locales y la militancia del PST. Hace 40 años eran asesinados Rubén Bouzas, Juan Carlos Nievas y el dirigente nacional César Robles, el Negro.

A partir del acto del 1º de Mayo de 1974, cuando Perón expulsó a los Montoneros, la acción impune de las bandas fascistas se incrementó. Caían militantes peronistas, comunistas y sindicalistas. El padre Mujica, sacerdote peronista, fue uno de los primeros. El PST (Partido Socialista de los Trabajadores), que era crítico de la guerrilla y había sacado casi 200 mil votos en septiembre de 1973 enfrentando a la fórmula Perón-Perón, tuvo cuatro asesinados en mayo (ver El Socialista Nº 267 y 268). Luego de fallecido Perón el 1º de julio, se fue haciendo más visible que las bandas fascistas de la Triple A operaban íntimamente ligadas a la Policía Federal y al ministerio de Bienestar Social encabezado por José López Rega. Se hacía cotidiana la voladura de locales partidarios, las listas con amenazas de muerte a artistas e intelectuales y fueron cayendo, entre otros, Rodolfo Ortega Peña y Silvio Frondizi. El PST actuaba en la semiclandestinidad, con un uso restringido de sus locales, que eran custodiados por la militancia.

Un congreso partidario bañado en sangre

El 2 de noviembre, los Montoneros hicieron estallar con un explosivo la lancha en la cual se disponían a navegar por el Tigre el jefe de la Policía Federal Alberto Villar y su esposa. El operativo desató la furia fascista.
Ese fin de semana estaba convocado en el Teatro San Martín el Segundo Congreso Nacional del PST. Por la conmoción instalada ante el atentado, se trasladó al local central en la calle 24 de Noviembre. El domingo a la madrugada, dos compañeros de base, que no eran delegados al congreso, fueron secuestrados de sus casas por policías de civil y horas después aparecieron sus cuerpos acribillados. Eran el trabajador de Nestlé Juan Carlos Nievas y el estudiante secundario Rubén Bouzas. Seguramente ambos estaban “fichados” como eventuales blancos por haber participado en el entierro de Ortega Peña, unas semanas antes.

En esas circunstancias tan difíciles, el congreso sesionó con dolor pero con mucha fuerza, aprobó sus resoluciones y finalizó a la tarde temprano. Uno de los principales dirigentes del partido, el Negro César, no alcanzó el avión de las cinco de la tarde hacia Córdoba, donde dirigía la regional. Se dirigió entonces a la casa de un familiar en el barrio de Caballito, donde estaba instalado un operativo. Aunque se retiró rápidamente, fue detectado y detenido. Lo acribillaron rápidamente a pocas cuadras, en Primera Junta.

“Nuestros muertos son simiente socialista”

Ese era uno de los titulares de Avanzada Socialista Nº 128. Las Tres A esta vez también golpearon tres veces, asesinando a dos jóvenes, uno militante estudiantil y el otro obrero, y a uno de los máximos dirigentes nacionales. “Rubencito” tenía 20 años. Había ingresado en 1973; trabajaba en una fábrica de ácido sulfúrico y de noche estudiaba en el comercial de Ramos Mejía. Juan Carlos tenía 26 años y era de Catamarca. Había entrado en Nestlé cuatro años antes. En julio de 1974 participó en primera fila en la toma de la fábrica por salarios y entró al partido.
El Negro César (ver recuadro) era de la dirección nacional. Había ingresado a comienzos de los 60 en La Plata, su ciudad natal. En 1963 participó activamente en el apoyo al conflicto de la fábrica Phillips, y desde entonces comenzó a consolidar su experiencia y crecimiento como dirigente en el movimiento obrero. Pero su salto a dirigente nacional lo hizo en la polémica contra la fracción guerrillerista de Robi Santucho (alentada por Enest Mandel) en 1967/68. Lo hizo desde la regional norte del Gran Buenos Aires, una de las más grandes y donde prácticamente nadie se sumó a los santuchistas.

En 1968 fue decisivo su papel dirigente en la Intervillas para apoyar la gran huelga portuaria, donde se reafirmó la experiencia y concepción del morenismo en la importancia del movimiento obrero y cómo actuar en sus luchas. Luego del Cordobazo fue a construir el partido a Córdoba, donde prácticamente no existíamos. Como siempre lo contaba Páez, la relación con César fue decisiva para que él abandonara el ultraizquierdismo proguerrillero y se sumara al trotskismo morenista. A comienzo del 74 tuvo la oportunidad de confrontar directamente a Mandel en París, en las polémicas del X Congreso de la Cuarta Internacional, ya que viajó como delegado.

Otro llamado a la unidad de acción contra el fascismo

Cuando fue la masacre de Pacheco, el PST pudo impulsar un acto público unitario, con oradores de otras organizaciones y luchadores democráticos, y una despedida multitudinaria. Desgraciadamente, su llamado a la unidad de acción contra los fascistas no fue aceptada. En el velorio, Juan Carlos Dante Gullo, de la conducción de JP/Montoneros, informó que no aceptaban por las diferencias políticas. Solo dio una respuesta positiva Ortega Peña, del Peronismo de Base y orador en el acto.

Seis meses después, la tensión política, la represión y el accionar fascista se habían incrementado, en gran medida por la “guerra de bolsillo” que desarrollaban las organizaciones guerrilleras. La Policía Federal prohibió al PST la realización de cualquier tipo de acto o movilización públicos. El viernes 8, el gobierno de Isabel Perón decretó el estado de sitio.

Se hicieron dos actos dentro del local central de la calle 24 de Noviembre. El lunes 4, se recordó a los dos compañeros más jóvenes, y el martes 5 a César. En ambos, el dolor por las pérdidas se mezcló con la fuerza para seguir luchando, la reflexión y la firme voluntad de seguir construyendo el partido.

Fue Nahuel Moreno quien cerró el acto por César. Luego de saludar a los familiares y amigos presentes y recordar a los compañeros, decía: “Esos sectores fascistas son los que quieren imponer en nuestro país una dictadura contrarrevolucionaria como se da en Chile, Uruguay […] El mejor homenaje que podemos hacerles a estos tres compañeros es actuar como actuaron ellos. Frente a nosotros tenemos enemigos que piensan muy bien sus planes y tienen una política perfectamente delimitada. Así también, pensada cuidadosamente, debe ser nuestra respuesta a la bestia fascista. Por eso nos inclinamos por una amplia movilización de masas que debe comenzar por un imponente acto público que demuestre que los que no queremos el fascismo somos mayoría en el país. Este debe ser el comienzo de una movilización antifascista masiva y permanente” (Avanzada Socialista Nº 128).

Una vez más, la reiterada propuesta del PST cayó en el vacío. A pesar de las heroicas luchas obreras del año siguiente, finalmente la bestia fascista en 1976 logró su objetivo.

mpetit@izquierdasocialista.org.ar

 

Laura y Cesar

Laura Marrone con César y otros compañeros en un asado en las sierras cordobesas en 1973

Recordando al Negro César. El bastonero azul

Por: Laura Marrone*

Así lo llamó alguno de nosotros cuando la terrible noticia parecía imposible. Habían matado a César, el invencible, el bastonero que había cambiado nuestras vidas, señalando un camino. ¿Por qué azul? Tal vez porque es color de magia, ilusión, poesía.

César había llegado en 1970 a una Córdoba que ardía en luchas, barricadas, ocupaciones de fábrica y desafíos. El mundo se podía cambiar, de la mano de la clase obrera, que surgía pujante, después del Cordobazo. Eran tiempos de debates estratégicos. El partido comunista y el respetado Agustín Tosco señalaban la alianza con la burguesía nacional como etapa necesaria y previa de liberación nacional en lugar de la lucha clasista y por el socialismo. La estrategia guerrillera del ERP y Montoneros ganaban a sectores de la juventud para acciones foquistas que castraban los procesos reales de las luchas obreras y estudiantiles.

César encabezaba el debate fundamentando el camino de la construcción del partido revolucionario como herramienta para desarrollar la lucha y los organismos de la clase obrera por construir su propia emancipación, sin liderazgos burgueses, ni aventuras vanguardistas. Era un espadachín en la polémica. Capaz de destacar en cada hecho militante el trazo del futuro. Audaz hasta la médula, se hacía pasar por cura para atravesar las filas de la policía y meterse en la FIAT, tomada por sus obreros, para decir simplemente: “aquí estamos, al servicio de la lucha de ustedes, para lo que necesiten”. Y ante nuestra mirada pasmada nos guiñaba el ojo y nos decía: “para un bolche no hay nada imposible”.

César valoraba a cada militante y quería que cada uno de nosotros creciera en su formación política. En la mítica torre de la calle Humberto Primo, donde abrimos el local del PST, impulsó la apertura de una hemeroteca donde todos pudiéramos leer los diarios, incluso internacionales, y la prensa de otros partidos. En esos tiempos no había internet y el acceso a la prensa era costoso. Quería que nos politizáramos. Los cursos y las escuelas se hacían todo el año. No bien terminaba una campaña o huelga, ya estaba preparando un curso de lógica, de marxismo, de historia del movimiento obrero, junto a Orlando y la Loba.

En 1974 participó del X Congreso de la IV Internacional en los debates con Mandel y Ben Saïd alrededor del balance de la política guerrillerista de éstos en América Latina. La Fracción Bolchevique que lideraba Nahuel Moreno, reclamaba la revisión de la política que había conducido a la disolución de la estrategia de construcción de partidos insertados en el movimiento de masas para llevar irresponsablemente a una generación de valiosos jóvenes compañeros al enfrentamiento militar aislado de las masas**.

Llegaron los tiempos de las Tres A, de la semiclandestinidad para el PST y de la autodefensa de nuestros locales. Nos enseñó a armar las guardias, a prepararnos contra el ataque de grupos fascistas, contra el terror del propio estado burgués y del gobierno de Perón.

César amaba la vida y siempre repetía la frase del maestro “nada de lo humano me es ajeno”. Cada actividad culminaba en una fiesta o en el alquiler de un micro para ir todos juntos a tocar la guitarra junto a un río, en las sierras, los domingos. Nos estimulaba a no ser rutinarios, a revolucionarnos cada mañana, incluso en nuestra vida personal. César hizo de la vida de cada uno de nosotros un torbellino de hazañas y pasiones.

A sus hijos Andrea y David a quienes amó, hasta la victoria siempre.

* Laura Marrone, actual legisladora electa de Izquierda Socialista en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Por entonces militaba con César en la regional Córdoba.

**Véase Argentina y Bolivia: un balance, recientemente publicado por Cehus

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *