El gobierno ante el resultado electoral: pérdida de todo pudor

Maduro amenaza

Por: Roldán Tomasz Suárez

Para ver en su justa dimensión la vileza de la reacción del gobierno ante los resultados de las recientes elecciones es necesario poner el asunto en perspectiva.

Tenemos un gobierno que desde hace una década controla todos los poderes públicos del Estado, también la principal fuente de ingreso del país (la industria petrolera), también la Fuerza Armada y también buena parte de los medios de comunicación públicos y privados. Ha aprobado un sinnúmero de leyes que regulan la actividad económica, ha creado diversos organismos de supervisión y control minuciosos de todos los sistemas de producción y distribución de productos de consumo, mantiene control total sobre la asignación de divisas a entes públicos y privados.

En paralelo a ello, la calidad de vida de amplios sectores de la población ha venido declinando aceleradamente: escasean los alimentos, las medicinas, los artículos de higiene personal, los cosméticos, los repuestos automotrices y muchos otros. Más aún, el sostenido aumento de la inflación no parece tener límite alguno, del mismo modo como el precio del dolar en el mercado paralelo, todo lo cual produce un deterioro galopante del poder adquisitivo de los sueldos y salarios. Por si fuera poco, la población se ve sometida a un claro aumento de los índices de criminalidad, cortes de servicios y a niveles desatados de indolencia, inoperatividad, corrupción, nepotismo en la mayor parte de los organismos públicos. A todo este patético cuadro súmesele el ocultamiento intencional o el maquillaje por parte del gobierno de la mayor parte de esta difícil situación, así como también la permanente evasión de toda responsabilidad propia en el hecho de que la mayor parte de la población se encuentre a merced de tales circunstancias.

En el contexto de lo anterior, se llevan a cabo unas elecciones parlamentarias en las cuales el gobierno pretende endulzar las múltiples carencias a las que se ve sometida la población a través de una repartición «generosa» de lavadoras, televisores, cocinas, tablets, celulares, becas e, incluso, viviendas de interés social, evidentemente esperando recibir a cambio un caudal de votos en agradecimiento por esta lluvia de «caramelos» lanzada a último momento. Sin embargo, para gran sorpresa del gobierno, el resultado electoral les resulta altamente desfavorable. La población les dice de manera clara e inequívoca que no lo están haciendo bien (por ponerlo de manera suave).

Frente a tal respuesta insolente a sus políticas, el gobierno se siente ofendido, traicionado, estafado por ese mismo pueblo del cual siempre dijo que era «la voz de Dios». Se alega ahora que el pueblo fue engañado, manipulado, que cometió un gran error, se le amenaza con graves consecuencias, incluso se sugiere la posibilidad de suspender la construcción de viviendas como castigo a la «mala decisión» del pueblo. Más aún, se empieza a desatar una cacería de brujas en las instituciones públicas, incluso se amenaza con encarcelar a quienes desde sus propias filas votaron de manera desfavorable al partido de gobierno, ya que supuestamente «vendieron» su voto.

Al considerar todo este panorama, resulta difícil imaginarse una reacción más soberbia, autoritaria, prepotente, canalla y contraria al espíritu de la democracia que ésta que estamos presenciando desde hace varios días en las actitudes y declaraciones de la cúpula gubernamental. Si algo positivo han tenido estas elecciones, ha sido el haber puesto en evidencia toda la podredumbre, vileza y depravación a la que nos han conducido 17 años de continuado gobierno de una sola fuerza política, cada vez más sectaria y cada vez más acostumbrada a ejercer el poder político a sus anchas, sin ningún tipo de limitaciones. Esperemos que esto sea el principio del fin de esta casta de políticos malcriados, delirantes, desconectados de la realidad y acostumbrados a las mieles del poder. Y esperemos, también, que esto no sea el re-nacimiento de la casta de políticos canallas que nos gobernó antes de ésta.

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