¿Por qué es necesario un partido revolucionario de los trabajadores y el pueblo explotado?

¿Por qué es necesario un partido revolucionario de los trabajadores y el pueblo explotado? Contribución al debate sobre cómo superar la situación de pobreza y explotación a la que está sometida la gran mayoría del pueblo venezolano.

1. ¿Por qué los trabajadores somos explotados?

2. ¿Cómo salir de esta situación?

3. ¿Por qué construir un partido revolucionario?

PSL-UIT-CI

Por: Unidad Socialista de Izquierda-Partido Socialismo y Libertad

¿Por qué es necesario un partido revolucionario de los trabajadores y el pueblo explotado? Contribución al debate sobre cómo superar la situación de pobreza y explotación a la que está sometida la gran mayoría del pueblo venezolano.

1. ¿Por qué los trabajadores somos explotados?

2. ¿Cómo salir de esta situación?

3. ¿Por qué construir un partido revolucionario?

Desde la caída de Pérez Jiménez en enero de 1958, Venezuela conoció un largo período de democracia burguesa representativa, cuyos cimientos fueron el llamado Pacto de Punto Fijo, mediante el cual los partidos burgueses (AD, Copei y Unión Republicana Democrática), gobernaron el país, sobre la base de un acuerdo político con Fedecámaras, la Iglesia, la CTV y las Fuerzas Armadas.

El régimen se nutría económicamente de la cuantiosa renta petrolera, administrada desde el Estado por alguno de los partidos que se turnaban en el poder político.
Sin embargo, ese régimen político de alternancia bipartidista entre AD y Copei, se desmoronó hacia finales de la década del 80, y su expresión más dramática fue el llamado “Caracazo”, insurrección popular espontánea, que puso en evidencia el agotamiento definitivo del modelo político que regía al país.

De esta forma, las esperanzas populares que se abrieron con el fin de la dictadura, sucumbieron ante el aumento de la pobreza y la desigualdad, patentizada en los cinturones de miseria de los cerros y barrios de las principales ciudades del país, que contrastaban con las opulentas urbanizaciones de la burguesía; el despilfarro de la riqueza petrolera; la corrupción, y la represión cotidiana en los barrios populares, por parte de la PM, la Guardia Nacional y el propio ejército, ejemplos dramáticos de esto fueron los tristemente célebres “teatros de operaciones” de los primeros gobiernos adecos (Betancourt y Leoni); la represión brutal contra la izquierda y los dirigentes sindicales, estudiantiles y populares en la década de los 60; el famoso “dispare primero y averigüe después” de Rómulo Betancourt, que en los años 80 y 90 se expresó en las masacres de Cantaura, El Amparo, y durante el “Caracazo”, suceso en el que el ejército asesinó a más de 3000 personas.

Pero como dice el refrán popular: “No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”.

En febrero de 1989 se abre un nuevo capítulo en la historia de Venezuela. El dramático y cruento estallido social que siguió a la aplicación de las políticas de ajuste neoliberal, por parte del recién electo gobierno de Carlos Andrés Pérez, dio inicio a una etapa revolucionaria en el país. Siguiendo a Lenin, podríamos definir a esta etapa como un momento cuando los de arriba no pueden seguir gobernando como lo venían haciendo, y los de abajo ya no toleran ser gobernados de esa forma.

La insurrección popular y espontánea de aquellos días expresó el agotamiento del modelo político de “puntofijo”, establecido en 1958 a la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. En concreto, se trató de la crisis histórica del acuerdo bipartidista (AD-COPEI) y del agotamiento del modelo económico capitalista basado en la constantemente creciente renta petrolera.

El llamado “Caracazo” fue un levantamiento contra el modelo neoliberal, contra los planes de ajuste económico del FMI y el Banco Mundial, que abrió una etapa signada por la confrontación contra los gobiernos que encarnaban las posiciones de apertura neoliberal, y sus partidos. En un primer momento contra CAP y Acción Democrática, pero posteriormente contra Caldera y su “Agenda Venezuela”, nombre que adquirió a mediados de la década de los 90 el nuevo paquete de ajustes aplicado por aquel gobierno.

El levantamiento popular de febrero de 1989 se caracterizó por ser espontáneo, no controlado ni dirigido por las organizaciones tradicionales del movimiento obrero y popular (MAS, PCV, MIR), y no sólo cuestionó a los partidos de la burguesía y al propio sistema capitalista, si no también a las direcciones políticas tradicionales de la izquierda y del movimiento popular.

Abril del 2002: una revolución democrática triunfante

En febrero de 1989 se puso en el tapete la posibilidad cierta de que los trabajadores y el pueblo asumieran directamente el poder, pero la crisis de dirección política en el seno de la clase obrera y el pueblo lo impidió, desatándose entonces una feroz represión de los órganos de seguridad del estado contra la sublevación popular espontánea y sin dirección ni programas definidos, que sofocó, circunstancialmente, las ansias de liquidación del orden establecido.

A este levantamiento popular siguió un lapso de 9 años en el que la crisis política del régimen puntofijista se profundizó, llegando a su etapa terminal, con el triunfo electoral de Hugo Chávez Frías en 1998, el cual asumió el gobierno en medio de un gran apoyo popular, y crecientes esperanzas de redención social, política y económica para la mayoría de la población del país.

A partir de ese momento, la polarización social y política fue in crescendo. Por una parte los trabajadores y el pueblo pobre se alineaban alrededor de la defensa del gobierno del presidente Chávez, atraídos por el discurso de redención social del Presidente, por la Asamblea Constituyente y la posibilidad cierta que se produjeran cambios profundos en el régimen político y en la situación concreta de la población; y por otra parte, los partidos de la burguesía, los empresarios y terratenientes, los medios de comunicación y el imperialismo, se enfrentaban abiertamente al gobierno, pero especialmente su temor estaba determinado por el creciente protagonismo y movilización de los sectores populares.

Es así como entre el 12 y el 13 de abril del 2002, fechas del golpe de Estado proimperialista, se produjo una revolución democrática triunfante, contra el intento de instaurar una dictadura de claro corte fascista y contrarrevolucionario. En esos días hubo una disputa violenta en las calles por el poder.

La intentona golpista y proimperialista encabezada por Pedro Carmona Estanga fue enfrentada en las calles por el pueblo. A la movilización de sectores de clase media por parte de los partidos de la burguesía, respaldada por oficiales de las Fuerzas Armadas y el imperialismo, el pueblo respondió con su movilización revolucionaria dando al traste con el gobierno de Pedro Carmona Estanga que tuvo así una muy breve existencia.

En esos dos días en los que la movilización popular acabó con la dictadura, el pueblo en su afán por restituir las libertades e instituciones democráticas proscriptas, luchó pasando por encima de las formalidades burguesas. Sin embargo, esa revolución democrática tuvo un carácter defensivo, fue una respuesta a un golpe contrarrevolucionario que suspendió las libertades democráticas, y tenía como objetivo restituir al presidente Chávez en el poder.

Paro-sabotaje petrolero: aparece en escena la clase obrera

A lo largo de toda esta etapa histórica revolucionaria, que se abre en febrero de 1989, los sectores populares han sido protagónicos y han jugado el papel de vanguardia. Sin embargo, en el paro-sabotaje petrolero que se extiende del 2 de diciembre 2002 al 2 de febrero 2003, se produce un hecho nuevo y cualitativo que es la irrupción como vanguardia de la clase obrera, a través del papel fundamental jugado por los trabajadores petroleros en el enfrentamiento al paro golpista y proimperialista, y su rol decisivo en la recuperación de PDVSA. Hasta entonces los trabajadores habían participado como parte del pueblo, como habitantes de las comunidades pobres, a través de los Círculos Bolivarianos y otras organizaciones populares, pero no lo habían hecho directamente como clase, desde las fábricas y centros de producción.

El triunfo sobre el paro-sabotaje petrolero tuvo un carácter netamente obrero, en el mismo, y a diferencia de lo sucedido en el Caracazo o en abril del 2002, allí los trabajadores, como clase, fueron el sujeto protagónico haciendo un cuestionamiento directo a los patronos y a la sacrosanta “propiedad privada” sobre las empresas y medios d producción, ya que esto no sólo se produjo en la empresa petrolera, si no que también sucedió en el sector eléctrico, en todas las empresas básicas, así como en muchas empresas privadas.

Mientras en abril del 2002 se derrotó por vía de la insurrección a un régimen dictatorial proimperialista, que durante su breve existencia había liquidado las libertades e instituciones democráticas, y sacado del poder al presidente Chávez, entre diciembre y febrero 2002-2003, la clase obrera, con los petroleros a la cabeza, le había logrado arrancar a la burguesía venezolana y al imperialismo el control que durante décadas habían ejercido sobre la riqueza petrolera y nuestra principal industria. Durante dos meses, los trabajadores petroleros ejercieron el control obrero sobre la producción; recuperando con sus propios recursos y el apoyo de las comunidades el funcionamiento de PDVSA, y esto también lo hicieron en las empresas básicas, especialmente en Guayana.

Pero, este proceso no se detuvo allí, por el contrario, en los meses subsiguientes se extendió, reproduciéndose en otros sectores productivos, específicamente en las empresas privadas.

Ante el fracaso del golpe económico que se pretendía propinar al gobierno y al proceso revolucionario mediante el lock out patronal y el sabotaje a PDVSA, el empresariado agrupado en Fedecámaras, con la anuencia y el apoyo de la CTV y sus sindicatos, inició un feroz ataque contra los trabajadores, tratando de descargar sobre sus espaldas las consecuencias económicas del paro-sabotaje. Comenzaron a cerrar empresas sin ni siquiera declararse en quiebra, redujeron las jornadas de trabajo y los salarios, enviaron a los trabajadores a sus casas, de vacaciones forzadas, ante esto, los trabajadores en muchas empresas decidieron tomarlas (Constructora de Válvulas, Venepal, entre otras), y en algunos pocos casos (Sanitarios Maracay), las pusieron a funcionar bajo su control.

A partir de la intervención decisiva de los trabajadores petroleros en el enfrentamiento al paro patronal y al sabotaje a PDVSA, se abrió una nueva etapa en la vida del movimiento sindical venezolano, en el que la clase obrera venezolana comienza a jugar un papel protagónico en el proceso revolucionario en el país, situación que se ha venido profundizando y se mantiene hasta nuestros días.

Ello se va a expresar en una rebelión antiburocrática que se manifiesta en toda su crudeza, en la lucha encarnizada contra las viejas burocracias sindicales adecas y copeyanas, y en el surgimiento de nuevos activistas y sindicatos clasistas alternativos, que se imponen sucesivamente en los referéndums y elecciones sindicales que se realizan desde entonces.

Este punto de inflexión continuó potenciándose, como decíamos previamente, con las tomas de fábricas que los patronos cerraron después del paro, así como en la lucha cotidiana del movimiento sindical por la mejora de las condiciones laborales, por aumento de salarios, por reenganches de trabajadores despedidos.

Dicho enfrentamiento no fue sólo contra los patronos, también se ha venido manifestando en la confrontación con los gobernadores, alcaldes, funcionarios de las inspectorías del Trabajo y de otros entes estatales.

El resultado de este rico proceso fue el surgimiento en abril del 2003 de la Unión Nacional de Trabajadores, como fruto directo del proceso revolucionario y de la lucha que los trabajadores comenzaron a desplegar de forma cada vez más independiente a partir del sabotaje petrolero.
Durante todo este período, el pueblo venezolano y los trabajadores, gracias a su movilización revolucionaria, lograron significativas conquistas políticas y sociales. Sin la derrota del golpe en el 2002, y del paro-sabotaje patronal de finales del 2002 y 2003, no hubiera sido posible lograr las Misiones sociales, que el gobierno comenzó a instrumentar a partir de abril del 2003, primero Misión Robinson, luego Barrio Adentro y las educativas (Ribas, Sucre). Y ya previamente, entre 1999 y 2001, se había logrado echar abajo todo el régimen político bipartidista adeco-copeyano, y producir importantes cambios en el régimen político, a través de la Asamblea Constituyente. Nuestro partido apoyó y acompañó este proceso popular, a través del cual el pueblo obtuvo colosales conquistas, logradas gracias a la movilización revolucionaria de las masas.

Sin embargo, todo este proceso de insurgencia obrera y popular que estalla en 1989, y se desarrolla y potencia una década después, no pudo ser capitalizado por los trabajadores y el pueblo. En todo este período Venezuela cambió sustancialmente en muchos aspectos, pero debido a la inexistencia de una dirección revolucionaria todo se quedó a medias. Por ello, las grandes esperanzas que se abrieron con el triunfo electoral de Chávez comienzan a verse frustradas. El arranca a partir de 2004 un proceso de normalización de sus relaciones con los explotadores, hace grandes esfuerzos por dividir la UNETE, y con los años empiezan a revertirse las conquistas sociales obtenidas. Hoy el gobierno se desgasta en medio de la crisis del agua, de la electricidad, el incumplimiento de las promesas, los ataques a los derechos de los trabajadores y la criminalización creciente de todos los que hoy luchan por sus derechos y reivindicaciones, aún insatisfechas, más allá del discurso “socializante” del gobierno. Es evidente que hay un proceso de involución política, social y económica.

1. ¿Por qué la situación de los trabajadores no mejora, pese a que se dice que estamos transitando por el Socialismo del Siglo XXI?

Para nadie es un secreto que en los últimos diez años no ha sido superada la situación de pobreza, exclusión, y explotación que aqueja a la gran mayoría de la población venezolana, particularmente a los trabajadores. Alguien podrá decir que venimos de décadas de la IV República, de gobiernos de la oligarquía y pro yanquis. Y es verdad. Otro, que el gobierno de Chávez se queda a mitad de camino y no aplica medidas de fondo a favor del pueblo trabajador, pues cuida sus pactos con sectores de empresarios, banqueros, militares, y transnacionales. Y también es cierto. O que la culpa es que hay corrupción, burocracia, que el Estado sigue siendo manejado por oportunistas que sólo buscan enriquecerse y resguardar los negocios de la burguesía “roja, rojita”. Y todos podemos ver las evidencias de la corrupción que campea impunemente en nuestro país. Pueden surgir muchas respuestas parecidas. Pero todas ellas serían insuficientes para explicar el hecho de que la mayoría de la población vive en la pobreza y con grandes dificultades para cubrir sus necesidades básicas, mientras que una pequeña minoría de propietarios de empresas, bancos, grandes comercios, y latifundios, ese sector llamado la burguesía, se enriquece cada vez más.

A nadie se le ocurre pensar que estamos pobres porque no hay recursos suficientes para cubrir las necesidades de todos. Cualquiera sabe que en Venezuela hay una sobreabundancia de petróleo y otros recursos naturales, industrias, tierras fértiles, y millones de personas dispuestas a dedicarse a un trabajo productivo. En nuestro país puede observarse que existe una gran riqueza, concentrada en pocas manos.

Entonces, tenemos que seguir buscando el origen de nuestras penurias indagando en la manera cómo está organizada nuestra sociedad, en cuáles mecanismos permiten a una pequeña minoría apropiarse de la riqueza creada con el esfuerzo mal pagado de millones de trabajadores. Si empezamos a desentrañar ese funcionamiento, podremos ir viendo cuáles son las causas profundas de nuestra situación, y cómo podríamos cambiarla.

En la Venezuela capitalista, los propietarios o patronos se apoderan de la riqueza

El punto de partida de nuestras penurias es que la sociedad sigue organizada para garantizar que la riqueza esté en manos de los patronos, los ricos, los empresarios, y los latifundistas. Más allá del discurso supuestamente socialista del gobierno, el capitalismo sigue determinando las relaciones entre las clases. Así es como la riqueza de los empresarios, banqueros y terratenientes, y la pobreza de los trabajadores y el pueblo, son dos caras de la misma moneda.
Esos ricos, los patrones viejos y nuevos boliburgueses ¿son los dueños de qué? Son propietarios de la tierra, de las fábricas, de las empresas, de la banca, de los medios de comunicación. Como son los dueños de los medios de producción, se les llama también capitalistas, y en su conjunto forman la clase burguesa, o burguesía. Gracias a esa propiedad, ellos disfrutan de inmensas fortunas, viajes, mansiones, lujos, y mueven los hilos de la política nacional a través de sus partidos burgueses (AD, UNT, PJ, Copei, etc.) y el PSUV, y controlan las instituciones, para que cuiden sus intereses.

Y del otro lado estamos la gran mayoría, cada vez más pobres: los trabajadores, los maestros y profesores, los empleados públicos, los jubilados, los desempleados, los campesinos pobres, los pequeños comerciantes informales. Todos aquellos que no somos los dueños de la inmensa riqueza del país. Todos los que tenemos que trabajar para otro, o por cuenta propia, para vivir, y que en ocasiones ni siquiera conseguimos trabajo. Todos los que vivimos de trabajar a cambio de un salario, y no somos propietarios de medios de producción, formamos parte de la clase trabajadora.

Independientemente de lo que diga Chávez, y de su socialismo del siglo XXI, continuamos viviendo en una sociedad dividida entre explotadores y explotados, y como en esta sociedad dividida en clases el poder está en manos de la burguesía, los propietarios del capital y los medios de producción, decimos que se trata de una sociedad capitalista. En nuestro país, la burguesía está representada por un reducido número de familias y grupos económicos, entre los que destacan el grupo Cisneros, el grupo Polar, los Capriles, los Vollmer; así como los nuevos ricos de la llamada boliburguesía, encabezados por el clan de Diosdado Cabello, José Vicente Rangel, entre otros. A diferencia de nosotros, ellos no viven de su propio trabajo, sino de explotar a miles de trabajadores, y de allí se deriva todo su poder económico y político. Son prácticamente los dueños del país. A estos burgueses nacionales tenemos que agregarles otros grandes burgueses, todavía más ricos y poderosos, que son los propietarios de las grandes transnacionales extranjeras y los grandes bancos de EE.UU., Europa, Japón, China, Irán, Bielorrusia y Rusia, presentes en el país a través de los negocios en el sector petrolero, minero, las finanzas, las telecomunicaciones, entre otros.
En los dos extremos de nuestra sociedad dividida en clases, entonces, tenemos a la burguesía y a la clase trabajadora. Constantemente estas clases pugnan, pues la burguesía busca explotar cada vez más a los trabajadores, y los trabajadores en cambio luchan por sus derechos y obtener una justa participación en la riqueza que ellos crean. Al conjunto de las formas en que se expresa esta contradicción entre explotadores y explotados, le llamamos lucha de clases.

Los mecanismos del capitalismo

Como podemos ver, las terribles injusticias sociales de nuestra sociedad son una consecuencia de la explotación a la que la mayoría trabajadora es sometida por parte de una minoría parasitaria de burgueses. Las leyes y las instituciones garantizan a los burgueses que la sociedad funcione según sus intereses, y no en función de la justicia y los intereses de los trabajadores y los pobres.

Esto no lo explican así en la escuela. Tampoco en la televisión o la radio, pues casi todos los medios de comunicación están en manos de la burguesía, o de gobiernos burgueses. Lo esconden de mil maneras, para evitar que los pueblos se rebelen contra sus opresores.

Una de las primeras personas que empezó a estudiar el verdadero mecanismo de la sociedad capitalista fue Carlos Marx, a partir de 1848. El fundó el socialismo científico, que después se llamó marxismo. Pasaron más de 150 años. Desde entonces hubo todo tipo de cambios en el mundo. En época de Marx no había luz eléctrica, aviones, automóviles, teléfono, internet, energía atómica, antibióticos. Apenas empezaban los trenes. El mundo ha cambiado mucho desde aquella época. Sin embargo, Marx descubrió cómo funcionaba esa economía del sistema capitalista, con una minoría de empresarios, de propietarios privados, que vivían a costa de la inmensa mayoría de la población. Que esos capitalistas se enriquecían explotando el trabajo de sus empleados, de sus asalariados, haciendo trabajar a los obreros para ellos. La propiedad privada de las empresas y los campos provocaban miseria y pobreza para los trabajadores y los campesinos, por un lado, y una inmensa riqueza para los explotadores, por el otro. Es decir, una distribución totalmente injusta de la riqueza.

Marx describió también el mecanismo por el cual el patrón, pagándole legalmente un salario al trabajador, se enriquece, al apropiarse de la ganancia que produce su trabajo. Es lo que llamó la “plusvalía” o el “plusvalor”. Veámoslo en un ejemplo sencillo. Supongamos que un trabajador está en su puesto de trabajo doce horas. Con lo producido en tres horas, ya el trabajador le retribuye al patrón lo que éste le dará en salario ese día, un monto que apenas le permite sobrevivir a él y su familia. El obrero en esas tres horas produce una cantidad de cosas cuyo valor equivale a su salario diario. Pero el producto de su trabajo se lo apropia el patrón.

¿Y qué pasa con las otras nueve horas de trabajo? Ya no son para pagar su salario, sino para la ganancia del patrón. Este es el funcionamiento básico del trabajo asalariado capitalista. En el capitalismo, este modo de explotación es legal. Así los empresarios se enriquecen cada vez más, porque se apropian de la mayor parte de lo que sus asalariados producen con su trabajo. Los desposeídos, los trabajadores sufren este despojo porque los patrones son los dueños de las fábricas, de las tierras, del medio de producción que sea, de las fuentes de empleo, de los medios de producción.

Este es el mecanismo explotador de la economía capitalista. El patrón siempre va a querer pagar menos y explotar un poco más al trabajador, sacándole más y más plusvalía, y el trabajador siempre va a querer que le paguen un poco más y lo exploten menos. Esta es la lucha que siempre está presente en toda discusión de un contrato colectivo, entre el sindicato y los patronos, sean estos privados o estatales. Por eso son opuestos los intereses de patrones y obreros, y existe la lucha entre estas dos clases antagónicas. Pero para liberarnos de la explotación capitalista no bastan aumentos de salario, es necesario cambiar todo el sistema de raíz.

El capitalismo es cada vez más miseria para los trabajadores

Nosotros somos marxistas porque partimos de su método de análisis de la sociedad capitalista, consideramos que la liberación de la clase trabajadora será obra de la clase misma, cuando conscientemente se organice y luche por derrocar a la burguesía, tomar los medios de producción bajo su control, y elimine la explotación y la miseria. El marxismo no es un dogma, una “verdad revelada”. Sabemos que Marx, como cualquiera, cometió errores, pero en lo fundamental su crítica del capitalismo sigue vigente, la sociedad sigue dividida en clases, la burguesía sigue ejerciendo su poder sobre el pueblo trabajador, y la única manera de superar este estado de cosas es por medio de la revolución socialista encabezada por la clase trabajadora, que instaure la democracia obrera y ponga fin al injusto orden capitalista. El empobrecimiento de los trabajadores y del pueblo humilde es el resultado de la acción explotadora y saqueadora de la burguesía y sus gobiernos aliados.

Ahora bien, el gobierno venezolano dice que estamos construyendo el socialismo, pero más allá de la publicidad, de la retórica de Chávez en los Aló Presidente, de los discursos en las maratónicas cadenas, la burguesía sigue haciendo de las suyas, sus negocios prosperan mientras que el pueblo sigue padeciendo la pobreza y la explotación. Mientras que un salario mínimo no alcanza siquiera para cubrir los gastos de alimentación de una familia pequeña, los empresarios y los banqueros sacan ganancias fabulosas, apropiándose de los recursos de la renta petrolera y de la plusvalía que generamos millones de trabajadores. El capitalismo aún goza de buena salud, los trabajadores como clase no estamos en el poder ni hemos puesto los medios de producción bajo control obrero.
Tenemos que saber que esto no pasa solamente en Venezuela. Lo mismo ocurre en casi todos los países del mundo, incluyendo aquellos gobernados por supuestos gobiernos de izquierda como Bolivia, Paraguay, Ecuador, Argentina, o Brasil. En casi todos los países del mundo la inmensa mayoría de la población es empobrecida para mantener los altos niveles de enriquecimiento de la burguesía internacional. Cuando compramos una franela o un juguete que viene de algún país asiático, como China, tenemos que saber que los produjeron trabajadores que estuvieron 14 o 16 horas en la fábrica, casi como esclavos, recibiendo un salario miserable, sin la posibilidad de organizarse en un sindicato y luchar por sus derechos. Y en los países más ricos y desarrollados también hay cada vez más problemas. En Nueva York hay millones de pobres, explotados, gente sin casa, la mayoría negros o latinoamericanos que fueron allí pensando que iban a vivir mejor. Y hoy están ganando una miseria o están desempleados, indocumentados, perseguidos por la policía, que si los descubre los encarcela. Esta dinámica no cambia por el hecho de que un afrodescendiente como Obama gobierne los EEUU, o un ex dirigente sindical como Lula gobierne Brasil, pues en realidad ambos son agentes de la burguesía y están al servicio del capitalismo. El problema no es la persona que encabece el gobierno, sino cuál es la clase social que está en el poder.

Eso es el capitalismo aquí y en el mundo. Es así, porque es un sistema no sólo explotador e injusto, sino como también descubrió Marx, con crisis cíclicas: cada vez va provocando mayor pobreza, mayores problemas para sobrevivir para la mayoría de la población del planeta, y cada vez tiene mayores dificultades para mantener el ritmo de ganancias de la burguesía. A la injusticia de la explotación se le suman las crisis, como la que actualmente azota al mundo, que provocan desempleo y una creciente miseria. Hace muchas décadas que el capitalismo está en decadencia y cada vez su situación es peor, incluso en los países más avanzados, como EE.UU., los países europeos o Japón.

Económicamente nos dominan la burguesía y el imperialismo

Tal y como decíamos, Venezuela es una sociedad capitalista, es decir, una sociedad en la cual la riqueza, la producción, la distribución, sigue en manos de una minoría explotadora, la burguesía, o en poder del Estado burgués administrado por el gobierno de Chávez. No sólo los burgueses con empresas radicadas en Venezuela, sino también las transnacionales, con base en países imperialistas y cuyas operaciones se desarrollan a nivel global. Esto quiere decir que no sólo nos chupan la sangre los patronos venezolanos (sean comerciantes, industriales, banqueros, del campo, etcétera), sino también las grandes empresas multinacionales, como las empresas extranjeras petroleras asociadas a PDVSA: Chevron, Texaco, Repsol, Total, Mitsubishi, Brittish Petroleum, Gazprom etc. O las multinacionales Ford, GM, Toyota, Firestone, Good Year, Pepsi, Coca Cola, Nestlé, Mc Donald´s, etc. Sus bancos, con el capital financiero extranjero, como el Citibank, Bilbao Vizcaya, Santander, etc.

Hasta 1811 éramos una colonia española y nos gobernaba un capitán general, que lo designaba el imperio español. En la escuela aprendimos que Simón Bolívar encabezó la lucha por independizarnos de España y nos fuimos constituyendo como una nueva Nación. Pero lo que no nos enseñan es que después perdimos la independencia, porque comenzaron a dominarnos los países imperialistas y en especial los yanquis, y nuestro país quedó subordinado a ellos, reducido al papel de proporcionar materia prima barata para los países industrializados. Esto es el imperialismo. Nos explotan los patrones de acá y también los de afuera, los de los países más ricos.

Ahora aparentemente tenemos la libertad de elegir quien manda. Y bajo el gobierno de Hugo Chávez y por la derrota del golpe pro yanqui de abril del 2002, por la movilización de los trabajadores y el pueblo pobre se logró imponer cierta independencia política, ya el gobierno no estaba subordinado directamente al imperialismo, como lo estaban los gobiernos de Acción Democrática y Copei. El gobierno de Chávez es un gobierno nacionalista-burgués que no cumple todas las órdenes políticas que da el imperialismo a los gobiernos lacayos del continente, como Lula o Uribe. Por eso podemos definir a Venezuela, por ahora, como un país independiente políticamente, pero no deja de ser un país capitalista ligado estrechamente al capitalismo mundial, más aún siendo un país productor de petróleo.

En el gobierno de Chávez, por más que hable de socialismo, no se ha roto con las trasnacionales ni con el imperialismo, por eso no existe independencia económica, y continúa la explotación capitalista. Y lo que es peor, Chávez lanza puentes al imperialismo, estableciendo empresas mixtas con transnacionales como Chevron o el grupo francés Casino, y hace grandes esfuerzos para presentarse como un exportador confiable de petróleo y un amigo de Obama.

No sólo en Venezuela sigue existiendo una sociedad capitalista, sino que en el mundo unos pocos países inmensamente ricos dominan al resto, para poder brindar a las burguesías de los países dominantes fuentes de materias primas y mano de obra barata. Es lo que se llama capitalismo imperialista.

Las instituciones y las creencias

Hemos visto que los problemas no surgen de la ausencia de bienes, de tecnología y mano de obra, de petróleo, de fábricas y tierras. Hay pobreza porque la inmensa riqueza está en manos de la minoría explotadora de los patronos, de la burguesía. Entonces, surge una nueva pregunta: ¿cómo hace un sector minoritario, que junto a sus familias no suman más del 10% o 15% de la población, o menos aún, para dominar y explotar a todo el resto, a la amplia mayoría?

Esa minoría vive a costillas del resto porque, además de ser los dueños de la riqueza y las fuentes de trabajo, tienen otro tipo de mecanismos y recursos que funcionan a su servicio. Marx puso al desnudo este funcionamiento de conjunto de la sociedad capitalista, y aplicaremos su enfoque a nuestro país.

Ya fuimos ubicando, siguiendo su razonamiento, lo que tiene que ver con la actividad económica, la producción de todos los bienes, la riqueza material y los servicios, el intercambio, y el comercio. En ese ámbito está claro que los patrones tienen el poder económico. Se ve a simple vista que son ellos los que dan puestos de trabajo, los que despiden, los que congelan los salarios, provocan desempleo, suben los precios de los alimentos y los bienes, o los desparecen de los anaqueles, todo para exprimir al pueblo y llenarse los bolsillos.

Pero además, en la sociedad, en Venezuela, en cada país, se hacen muchas otras actividades, que no son directamente económicas. Marx estudió no sólo la economía capitalista, sino también las actividades no económicas con las cuales los patronos organizan al conjunto de una sociedad. Haciendo una analogía entre una sociedad y un edificio, Marx consideraba que la economía era “la base” o los cimientos de la sociedad. Mientras que el resto del edificio era el Estado, las instituciones, y demás formas de organización de la sociedad, y a esto lo llamó superestructura. Esta analogía servía para ilustrar el hecho de que la manera como se organiza la sociedad refleja la manera como funciona su economía.

Esa superestructura está conformada por instituciones estatales como el Poder Ejecutivo (gobierno), el parlamento, los tribunales, las policías, el ejército; y en el seno de la sociedad, las universidades, el sistema escolar, la Iglesia, los partidos. Todas estas instituciones estarían por encima o englobando lo económico, y reflejarían las mismas relaciones sociales de explotación que existen en el proceso productivo. Por eso, la institucionalidad sirve a los intereses de la clase dominante, mantiene el orden explotador, y disciplina a toda la población al servicio de la burguesía.

Por ejemplo, Juan Hernández es fanático de un equipo de beisbol. Esa es una actividad no económica. El equipo, ¿qué es? Una institución. Allí se organizan los jugadores, los fanáticos, las autoridades, todos los que siguen a ese club. Y en cada uno de los clubes, sea Leones del Caracas, Magallanes, La Guaira, Tigres de Aragua, etcétera, sus partidarios creen que ese es el mejor, el que merece ganar, y por eso lo siguen. A su vez, los de los clubes rivales creen lo opuesto, que el suyo es el mejor. Hay una institución y una creencia.

Además de las instituciones, que velan por los intereses de los explotadores y dan un sentido de orden a la sociedad, las ideologías, o falsas creencias, sirven para mantener a la gente dentro de los cauces del capitalismo, aceptando pasivamente la realidad, sin cuestionar la explotación ni luchar por liquidar las injusticias. Marx revela que las instituciones fundamentales son dominadas por la burguesía, por la clase explotadora. Y que las creencias sociales fundamentales (también llamadas ideologías) en general son falsas, equivocadas. La gente se cree esas falsedades porque así lo ha ido logrando la burguesía con siglos de dominio. Para esto sirven los medios de comunicación en la actualidad, para mostrar como verdades generales las creencias de la burguesía, y para hacer creer que aquello que es bueno para los burgueses es bueno para el conjunto de la población.

El poder político también lo tienen los patrones

En la sociedad, en cada país, los patrones logran que las cosas funcionen a su servicio, para esa minoría, gracias a complicados mecanismos institucionales e ideológicos (superestructurales), que forman su poder político. El poder político, el dominio que ejercen sobre el aparato del Estado, se basa en su poder económico, y con ambos, aún en medio de luchas y crisis, dominan al país y ejercen el gobierno.
Dicho de otra manera: esa clase burguesa que tiene el poder económico, lo mantiene gracias a que tiene también el poder político, a que domina la superestructura y puede gobernar, y que en última instancia tiene a sus órdenes a los cuerpos represivos, los cuales en condiciones normales tienen mayor poder de fuego que los trabajadores y las organizaciones populares.

Las instituciones que están organizadas específicamente para disputar el gobierno son los partidos políticos.
En Venezuela, ¿cuáles son los partidos políticos de la burguesía?

Por un lado están los viejos partidos políticos de la burguesía, los partidos del “puntofijismo” como Acción Democrática, COPEI, y sus nuevas variantes como Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, y sus acólitos de la exizquierda ahora escuálida, como el MAS, Causa R o Bandera Roja. A ellos hay que sumar ex chavistas como Podemos.

¿Qué es el PSUV? ¿Es un partido obrero? No, es otro partido burgués, bajo el nombre de “socialista”, pero en el que coexisten militares, empresarios, y burócratas sindicales. Al igual que en AD y otros partidos burgueses, en el PSUV hay militantes que son trabajadores, campesinos, desempleados, y habitantes de comunidades humildes, que creen honestamente que sus dirigentes mejorarán la situación de los explotados del país. Sin embargo lo que define la orientación y la política del PSUV no es sólo su base social, sino sobre todo la clase social representada en la dirección del partido. La dirección del PSUV no está integrada por trabajadores, campesinos, o activistas del movimiento popular, sino que está integrada por burócratas y burgueses, muchos de ellos nuevos ricos que se han enriquecido gracias a sus negocios con los recursos de la renta petrolera. La dirigencia del PSUV y del gobierno defiende la alianza del Estado con la burguesía nacional y transnacional, un capitalismo en el que hay banca privada, grandes empresas monopolistas, empresas mixtas, y pululan los burgueses, burócratas corruptos, y los latifundistas. Por eso, nosotros llamamos a los trabajadores y militantes honestos de cualquier partido burgués, incluyendo al PSUV, a romper con sus dirigentes y a sumarse al esfuerzo por construir organizaciones de la propia clase trabajadora, desechando cualquier ilusión en la colaboración con los explotadores.

Los dueños de las fábricas, los empresarios, generalmente no se ocupan directamente de la administración del país. Eso lo hacen a través de sus partidos, sus políticos y sus funcionarios, que son sus servidores. Para ellos es muy importante tener el poder político, para asegurar su dominación económica sobre el conjunto de la población.

Al frente del país, tenemos al gobierno, el Poder Ejecutivo, que es el conjunto de personas de tales o cuales partidos políticos que están a la cabeza de la administración del poder político en un momento determinado.

Tenemos también al poder legislativo, el poder judicial, las Fuerzas Armadas, y otras instituciones, cuyo modo de funcionamiento y el rol que desempeñan, determinan la manera como la clase dominante ejerce el poder. Por ejemplo, en un régimen democrático burgués, suelen tener mayor protagonismo instituciones como el Parlamento y el poder Ejecutivo, mientras que en un régimen dictatorial tienen mayor peso las instituciones represivas como las Fuerzas Armadas.

Todo esto funciona alrededor de una columna vertebral, de lo que llamamos la institución de instituciones, que es el Estado, lo más permanente, que se va manteniendo aunque se roten en el poder los distintos partidos patronales. Sería el centro de la superestructura, del poder político que dominan los patronos, la burguesía.

Podríamos haber empezado nuestra descripción desde el Estado, para ir ubicando los partidos, el gobierno, etcétera. A nosotros nos dicen, en la escuela, en la TV, o los dirigentes políticos patronales, que el Estado es un ente neutral, y eso es una de las grandes mentiras, una de las fundamentales falsas ideologías, o falsas creencias que nos inculcan. Los patronos dominan el Estado. Es el gran soporte de toda esa superestructura, que les garantiza el “orden”, para poder explotar sin contratiempos a los trabajadores, para que los patronos sean cada vez más ricos y la mayor parte de la población más pobre. No es verdad que el Estado sea neutral, o que administra al conjunto de la sociedad para el bienestar de todos los ciudadanos, porque los “ciudadanos” no somos todos iguales. Y el Estado venezolano está en manos de los patronos, por más que la propaganda oficial ahora hable de la existencia de un supuesto “Estado socialista”, en el que los ministerios se llaman del “poder popular”, la verdad es que el sistema legal y las instituciones siguen al servicio de la burguesía, y que los explotados no estamos gobernando este país. A pesar de que el gobierno actual tiene conflictos con algunos sectores de la burguesía, que en 2002 incluso dieron un golpe de Estado y organizaron el sabotaje a la industria petrolera, cada vez más las relaciones entre el gobierno y la burguesía tienden a estabilizarse, mientras que por otro lado se fortalece un poderoso sector burgués aliado al gobierno, llamado popularmente la “boliburguesía”, o los “empresarios socialistas”. Tal como ocurría en la época del bipartidismo, hoy el poder político patronal se articula alrededor del Estado y de las distintas instituciones del régimen político.
No es fácil ver que así son las cosas. Gran tarea de las instituciones y de las falsas creencias que impone la burguesía es ocultarlo, mantener al pueblo desorientado, para que los trabajadores no se den cuenta de cómo funciona el poder patronal, de cómo funciona este país capitalista. Las falsas creencias, las mentiras que nos meten en la cabeza desde pequeños sirven para esconder todo esto. Y además los patrones ejercen una presión económica, ya que son los que te dan o te quitan las fuentes de empleo, los medios de subsistencia. Con todo eso mantienen el control de la gente, que actúa de buena fe y se va creyendo que realmente no hay salida a la situación de dominación y explotación a la que está sometida.

Marx hizo ese gran descubrimiento de que la dominación capitalista se apoya en gran medida en la difusión de falsas creencias, que nos llevan a aceptar pasivamente el orden burgués, como si fuera algo natural e inevitable. Tenemos muchos ejemplos muy claros. En una lucha, nos dicen que el Ministerio de Trabajo es neutral, pero por su experiencia cualquier trabajador o desocupado se da cuenta de que es una oficina de los patrones. Nos dicen que siempre hubo pobres y ricos, y es mentira. Que no se puede vivir sin patrones, y es mentira. Es la burguesía la que no puede existir si no es a costa de explotarnos todos los días.

¿El Socialismo del siglo XXI?

Uno de los grandes ejemplos de falsa ideología o de falsa creencia es el supuesto Socialismo del Siglo XXI que pregonan el gobierno de Chávez y el PSUV. Por el odio de las masas a los viejos gobiernos y partidos de la oligarquía proimperialista, y el rechazo a los partidos de la izquierda reformista, el chavismo ha logrado canalizar ese cuestionamiento a favor de la dirigencia burguesa nacionalista y populista del PSUV, antes Movimiento V República (MVR). Si analizamos la composición social y la orientación política de los diputados, alcaldes, gobernadores, y altos funcionarios del gobierno de Chávez, veremos con claridad que se trata de burgueses y pequeñoburgueses procapitalistas, reñidos con la clase obrera y enemigos de la instauración de un sistema socialista en el que sean los trabajadores quienes gobiernen el país.
Mientras el presidente Chávez a veces cita a Marx, Lenin y al Che Guevara, y otras veces los critica por estar supuestamente “fuera de moda”, y luego sorpresivamente se declara “marxista”; mientras que unas veces habla de una “transición al socialismo”, y otras afirma ser socialdemócrata y asegura que es necesario hacer una “alianza estratégica con la burguesía”; mientras que unas veces critica al imperialismo, y otras se muestra amistoso con Obama y hace llamados a negociar con el gobierno de los EEUU y sus lacayos como Álvaro Uribe; mientras que todos estos discursos contradictorios se van sucediendo uno tras otro, lo cierto es que la acción gubernamental busca el desarrollo del capitalismo en nuestro país, y la preservación de los intereses de la burguesía nacional y transnacional.
Por eso es que el gobierno pacta con las multinacionales del petróleo bajo el sistema de empresas mixtas, y las denomina “socias” y “aliadas”; por eso le propone a Alberto Vollmer conformar una empresa mixta con el Estado, y establece el Fondo Bicentenario con millones de bolívares disponibles para créditos para los exportadores y grandes empresarios nacionales, a los que les ofrece dólares a 2,60 y reducción de los impuestos. Esto es lo que explica que el gobierno acuerde conformar una empresa mixta con el grupo francés Casino, y le otorgue grandes beneficios a los capitalistas nacionales y extranjeros, y la banca, para “reimpulsar” la economía, y por eso es que también en el PSUV hay un “Fedecámaras rojo”, que es el “Frente Social Empresarial”, en el que se agrupan los burgueses chavistas.

Muchas veces, se sacan de contexto las afirmaciones de revolucionarios históricos, como el Che Guevara, pero no para profundizar la revolución y dirigirla hacia el socialismo, sino para todo lo contrario, para justificar la explotación y la rapiña capitalista. Este es el caso cuando se habla de trabajo voluntario en las empresas privadas y estatales de la Venezuela de hoy.

En los primeros años del estado socialista cubano, habiéndose expropiado a los capitalistas, el Che predicaba el trabajo voluntario no remunerado, y muchas veces lo hacía con su propio ejemplo, dedicando sus días libres a trabajar como obrero o como bracero en la zafra de la caña. En cambio en Venezuela, donde no se ha expropiado a la burguesía, se pretende hacer pasar por “trabajo voluntario” la práctica de coaccionar a los trabajadores para que trabajen horas extras gratis, no para el beneficio de la sociedad en su conjunto, sino para ahorrarle recursos a los burgueses y burócratas que imponen de manera nada voluntaria esas labores a sus asalariados.

Las fuerzas represivas

¿Qué pasa cuando la gente se harta, sale a la lucha, se pone firme, hace huelga, paraliza una fábrica, o incluso la toma, tranca una autopista y se moviliza? ¿Cómo trata de responder el gobierno? Reprimiendo brutalmente con los cuerpos policiales y la Guardia Nacional, tal y como se vio en Sanitarios Maracay, en las protestas de petroleros en Puerto La Cruz, en Sidor, en Fundimeca, en Alpina, en la Planta de Reciclaje de Mérida, en Molvenca, en Mitsubishi, y en centenares de casos más.
El poder económico y político burgués está resguardado por las instituciones represoras: las fuerzas armadas y policiales. Por eso la definición marxista del Estado es que en última instancia se reduce a un cuerpo represivo, porque es la institución de dominio de una clase sobre otra. El poder político estatal se asienta en un grupo de hombres armados, que son los custodios del poder patronal, de esa minoría que nos oprime.

Cuando el movimiento de masas está fuerte, se los puede derrotar, pues los pobres somos la inmensa mayoría de la población. La represión es lo que tienen los patrones para custodiar sus bienes económicos, así como para asegurar su dominio político.

A la institución policial también la encubren, la disfrazan, con una falsa creencia, una falsa ideología: están para garantizar la seguridad de los ciudadanos, de los barrios, para ayudar a cruzar la calle a las viejitas. Nos los presentan como benefactores, como que es un amigo de la comunidad. Al ejército lo presentan como el defensor de la Patria. No es así. Además de corruptos, delincuentes y asesinos, protegen el poder de los empresarios.

Otras instituciones que sirven al poder patronal

Una institución muy importante para difundir estas creencias es la escuela. Allí uno aprende a leer y escribir. Aprende algunas cosas ciertas, como que dos más dos son cuatro o que Bolívar fue nuestro liberador del yugo del imperio español. Pero con la escuela desde pequeños nos “enseñan” una visión de la realidad social que no explica las causas de las cosas, sino que justifica la dominación de una clase por otra. En ese sentido, nos mienten, nos engañan desde el primer grado. Porque allí nos dicen, por ejemplo, que todos somos iguales, que el que trabaja mucho va a progresar, que el Estado se ocupa del beneficio de todos, tres cosas que en un país capitalista no son ciertas, pues existen enormes desigualdades sociales, quienes más trabajan menos tienen, y el Estado tiene como fin preservar los intereses de la clase dominante. No te enseñan a entender por qué con tanto petróleo y tierra que posee Venezuela seguimos con bajos salarios, desempleo y pobreza extrema. En la escuela te esconden cuidadosamente todo lo que estamos viendo en estas páginas, y que es la verdadera explicación de cómo funciona el país.

Los medios de comunicación (la televisión, el cine, la radio, los diarios, las revistas, internet) también son una gran correa de transmisión de las falsas creencias. Dan información, pero la manipulan, siempre presentan los hechos desde la perspectiva de la burguesía, para que la gente siga creyendo en instituciones opresoras y no se rebele.

La Iglesia (más allá de que respetemos que cada persona crea o no en Dios, sea católica, evangélica, islámica o lo que sea) cómo institución también tiene una contribución muy importante para mantener el “orden” patronal, para que no descubramos cómo son realmente las cosas y nos rebelemos contra nuestros explotadores, los patrones. La Iglesia Católica, en particular sus cúpulas dirigentes, ayuda a los empresarios escuálidos y sus partidos, condena las revoluciones y bendice los golpes de Estado en Venezuela y en Honduras. Y para colmo, la alta jerarquía de la iglesia dice que es una ventaja ser pobre, porque “de los pobres será el reino de los cielos”. Según ellos, hay que pedirle a los ricos que no sean tan ricos, para que los pobres sean un poco menos pobres, reduciéndonos a la posición indigna de mendigar unas limosnas a la burguesía. Son mensajes manipuladores e interesados, que buscan que los trabajadores sigan creyendo que tiene que haber patrones, que puede haber un capitalismo mejor, más humano, y no se rebelen. Están ocultando que mientras haya capitalismo, los pobres van a ser cada vez más pobres, se van a hundir en la indigencia, para engordar a los ricos, porque así funciona este sistema. Son siglos de mentiras.

El problema de los dirigentes sindicales vendidos y burocratizados

Hasta ahora estuvimos hablando de instituciones de la burguesía, como sus partidos políticos o los militares. La clase obrera, por su parte, con su lucha, con mucho sacrificio, ha ido creando instituciones propias, como los sindicatos. Pero todos sabemos que en muchos sindicatos los dirigentes están con los patrones, con los empresarios, son vendidos. Los trabajadores entonces tenemos que luchar en dos frentes. El primero es contra los patrones, los burgueses, el capitalismo. Pero al mismo tiempo tenemos que confrontar a la dirección obrera traidora. Por un proceso largo, no sólo en Venezuela, sino también en el mundo, la burguesía logró tener las cúpulas, las direcciones sindicales burocráticas, trabajando para ellas. Fueron trabajadores, los eligieron alguna vez como dirigentes. Se dejaron comprar, se pasaron de bando, y ahora gozan de los privilegios que les tira la patronal para seguir robándonos y cercenando nuestros derechos.

El sindicato, la institución que uno naturalmente tendría que tener para defenderse, está como un equipo de beisbol con el manager vendido al equipo enemigo. ¿Quién puede ganar así? Te indican todo al revés, para que gane el equipo contrario (en este caso, los empresarios). No están al servicio de los trabajadores, como debería ser, sino de la patronal y del gobierno.

Por este grave problema de los dirigentes sindicales vendidos y burocratizados, la burguesía tiene otro apoyo, además de su dominio económico, de sus propias instituciones, los políticos tradicionales, las falsas creencias que mete, la represión, para asegurar su poder. Este apoyo lo consigue del campo contrario, de la propia clase obrera.

El ejemplo histórico ha sido la CTV, que llegó al extremo de apoyar un golpe de estado proyanqui. Hubo una rebelión de las bases que hizo que surgieran nuevos sindicatos, nuevos dirigentes y una nueva central, la UNETE. Pero esta nueva central también sufrió un proceso de burocratización, ahora a favor del gobierno de Chávez y de la boliburguesía. Fue dividida y secuestrada por una burocracia “roja rojita” que está contra la lucha y contra la autonomía sindical, pues quiere arrodillar al movimiento obrero ante el gobierno y los empresarios. Sus representantes más destacados son la CST, y la corriente de Marcela Máspero.

Por eso decimos que hay que echarlos y poner en los sindicatos nuevos dirigentes que sean consecuentes en la lucha y que respeten las asambleas y la democracia obrera, para encabezar la refundación del movimiento sindical y la creación de una gran central obrera que agrupe a la mayoría de los sindicatos del país, y a los trabajadores sin distingo de posición política, ideológica o religiosa, como propone la Corriente Clasista, Unitaria, Revolucionaria y Autónoma (CCURA), encabezada por Orlando Chirino, militante de nuestro partido.

Los distintos partidos de izquierda

Este problema de la dirección existe no sólo en los sindicatos, sino también en los partidos políticos de los trabajadores o de izquierda. Existen varios partidos de izquierda. No creemos que esa división sea sólo por caprichos entre dirigentes o por apetitos personales. Existen diferencias profundas y reales, que vienen de mucho tiempo atrás y tienen que ver con el debate sobre si los trabajadores tienen que unirse políticamente o no con la burguesía. Es el tema que ya mencionamos en relación a la influencia del chavismo que inculca la conciliación de clases y la confianza en sectores de la patronal.

Nosotros decimos categóricamente que los obreros tienen que marchar en forma totalmente independiente de los patronos, de todos ellos. No puede haber proyectos estratégicos comunes a clases antagónicas, que incluyan a explotadores y explotados. Son los trabajadores quienes deben unirse entre sí, y con los demás explotados y oprimidos, para enfrentar a todos los patronos, tanto en lo económico como en lo político. Otras organizaciones de la izquierda no coinciden con esto.

El Partido Comunista, por ejemplo, dice que ahora en Venezuela está muy bien que Chávez gobierne con lo que llama la “burguesía nacional”, que son grandes empresarios, y que hay que esperar unos 40 años a que se desarrolle el capitalismo, para poder hablar de luchar por el socialismo. Entonces, sí existen diferencias importantes en la izquierda. Hacer o no unidad política con los burgueses es una de las fundamentales. Nosotros, creemos que todo explotador, así se haga llamar «nacional», «popular», «democrático» o “antineoliberal” o “socialista”, si es burgués, está con su clase, y contra la clase trabajadora. Así funciona el capitalismo. Por eso es una obligación dividir aguas en la política, delimitar bien los campos en lucha, porque esta es la realidad de la lucha de clases.

Hay un sector importante de la izquierda que considera que el capitalismo puede ser superado por medio de cambios muy lentos y graduales, llevados a cabo por gobiernos burgueses. A este sector, que está en contra de la revolución socialista y de que los trabajadores tomen el poder, lo llamamos “reformista”.
El reformismo y la conciliación de clases debilitan la pelea de los trabajadores, y los distraen de su rol revolucionario. Por eso hay que encararlos, y luchar por lograr una nueva dirección revolucionaria, que se gane la confianza de la mayoría del pueblo trabajador y explotado. Con posiciones políticas equivocadas se ayuda al bando enemigo, y por eso hay que polemizar con claridad y combatirlas con una política correcta. Al mismo tiempo impulsamos siempre que se pueda la unidad de acción con los demás sectores obreros y de izquierda, para avanzar.

El capitalismo está en crisis y nos hunde en la miseria

Entonces, ¿por qué nos hundimos? Porque vivimos en un sistema capitalista mundial en crisis, y en un país capitalista, al que vienen saqueando y saqueando hace décadas, los patronos locales y también los extranjeros. El mundo capitalista está cada vez más decadente, y cada vez las viejas fórmulas capitalistas son menos efectivas para aplazar las crisis.

Las noticias que escuchamos del resto del mundo indican que hay recesión y problemas en todos lados.

En el mundo les caen las ganancias a los empresarios y las multinacionales, quienes exprimen y exprimen a los pueblos, y depredan el medio ambiente, contaminando la tierra, el agua y el aire. Las condiciones ambientales necesarias para una vida sana están cada vez más amenazadas por la rapiña capitalista.
Esta es la visión que tiene la USI de por qué, habiendo tanta riqueza y oportunidades, nos estamos hundiendo los trabajadores y el pueblo de Venezuela y el resto de América Latina. Lo resumimos diciendo que nos hundimos porque vivimos en un país capitalista en el medio de una crisis pavorosa del mundo capitalista imperialista. Los que pagamos por esa crisis somos los trabajadores y los pobres, mientras los patrones y sus políticos se las ingenian para seguir siendo ricos y cada vez más ricos. Por ejemplo, las medidas anticrisis adoptadas por el gobierno de Chávez implican devaluar la moneda, lo que traerá más inflación y deterioro de los salarios, aumentar el endeudamiento público, incrementar el IVA, despedir a miles de empleados públicos, desmejorar el salario mínimo con relación a la inflación, liberar los precios de los alimentos, mientras se favorece la asignación de divisas a la burguesía, y se les ofrece dólares a 2,60 y reducción de las tasas de interés de los créditos, en otras palabras, estas políticas en nombre de un supuesto socialismo, favorecen a la burguesía y descargan la crisis capitalista sobre el pueblo.

2: ¿Cómo acabar con la explotación capitalista?

Viendo la situación tan difícil que atraviesa la clase trabajadora, acosada por la burguesía, el Estado, y los dirigentes traidores, uno podría decir “no hay salida”. Pero no es así. Hay salida, aunque sea difícil. La solución es complicada porque se trata de lograr una salida de fondo, que cambie radicalmente las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo en este país. Se puede cambiar porque hay luchas, porque van surgiendo nuevos dirigentes, porque hay experiencias políticas que muestran que la gente cada vez más va cobrando conciencia política e independizándose de las organizaciones y los dirigentes burgueses o traidores. En Venezuela, por ejemplo, en pocos años liquidamos un golpe de Estado, el paro sabotaje patronal y el ataque contra la industria petrolera, liquidamos a la CTV, reducimos a su mínima expresión a los partidos burgueses del bipartidismo adeco-copeyano, y estamos cobrando conciencia de que el PSUV no es nuestro partido ni el gobierno de Chávez es el gobierno de los trabajadores.
Una primera cuestión fundamental es que para evitar ser aplastados por nuestros enemigos de clase, hay que organizarse y luchar. Eso pasa con los trabajadores y los sectores populares de Venezuela (Sidor, aluminio, eléctricos, automotrices, empleados públicos, petroleros, médicos, docentes, etc). Pero también luchan las comunidades populares por agua, servicios, vivienda, o electricidad, como fue el caso reciente de la población de Mérida, que se levantó contra los frecuentes y largos apagones. Es una cuestión cotidiana, y cada vez son más los sectores que pelean y que hay que apoyar.
Pero la segunda cuestión, la más complicada, tiene que ver con los cambios duraderos, de fondo, que permitan progresar, y ya no sólo defendernos coyunturalmente de los ataques de la burguesía y su gobierno. Nuestras luchas deben apuntalar una estrategia para nuestra liberación como clase, no sólo para reducir la explotación, sino para superar nuestra condición de explotados.

Hemos visto que el problema de los trabajadores surge del hecho de que el poder económico y político lo tienen los patronos, para enriquecerse y hundirnos. Si esa es la enfermedad, entonces, para dejar de hundirnos, no hay otro remedio que quitarles ese poder, tomarlo en nuestras manos, y transformar radicalmente las instituciones para ponerlas al servicio de la clase obrera. Tenemos que hacer la revolución socialista e imponer el gobierno de los trabajadores y los sectores populares, apoyándonos en nuestra lucha y en la democracia obrera. Adelantando la respuesta. En pocas palabras, ese es el cambio profundo que necesitamos.

¿Por qué la revolución?

Cuando decimos que el cambio tiene que venir con la lucha, con la movilización, con una revolución, es porque ya sabemos que los patronos están aferrados a su poder. No sólo con sus partidos, todas sus instituciones, con sus medios de comunicación que nos ciegan ideológicamente, con el dominio de los medios de producción, sino también con sus fuerzas represivas. La experiencia de todos los días muestra, cada vez más, que hay que pelear y salir a la calle para conseguir un aumento miserable de salario. Entonces, mucho más duro y fuerte habrá que pelear para arrancarles todos sus privilegios a los ricos. Esa minoría poderosa que no regala nada, que no duda en mandar a millones a la pobreza y el hambre, apela a todo lo que puede para seguir dominando. Va a usar también, como ya lo hace, la violencia, y habrá que ser más fuertes y contundentes que ellos. Pero la mayoría de trabajadores, campesinos, jubilados y sectores populares, si nos movilizamos, nos organizamos y vamos forjando nuevos dirigentes, tenemos mucha más fuerza que ellos y podemos derrotarlos.

El gran objetivo es cambiar el gobierno y todo el régimen, el poder político de conjunto (con la justicia, todos los aparatos y funcionarios de los partidos tradicionales), y destruir las fuerzas represivas, para avanzar sobre el poder económico, es decir, recuperar esa riqueza que está en manos del puñado de multimillonarios. Por eso es tan complicado. Y también por esa razón es que no podemos realizar esta tarea aliados con la burguesía, como proponen los reformistas, pues la burguesía no es tonta ni está dispuesta a suicidarse.

Las elecciones son importantes, pero no solucionan nuestros problemas

Entre las distintas corrientes que fueron surgiendo en el movimiento obrero hay una vieja discusión sobre si el cambio se logra por las elecciones y desde los parlamentos, o con la lucha y la revolución. Las fuerzas políticas que se llaman “reformistas” dicen que el centro es el voto, ganar más y más diputados, hasta ganar una elección nacional, y desde ahí ir realizando cambios graduales, poco a poco, dentro del marco capitalista. Los revolucionarios creemos que eso es equivocado. Toda la experiencia conocida muestra que, con su sistema político basado en las elecciones, la patronal tiene armado los mecanismos que le permiten resguardar su poder. Todo está organizado a favor de los principales partidos patronales, que cuentan con una gran ventaja en cuanto a financiamiento y a proyección en los medios de comunicación. Y además así han venido acostumbrando a la gente a esperar soluciones de sus políticos, que prometen de todo cuando están en campaña, para que no luche, no vea otra salida, no avance hacia los cambios de fondo y hacia la revolución.

Los patrones, con todas las instituciones y las falsas creencias que vimos, manejan a su servicio los procesos electorales y tienen todo montado para gobernar a través de mecanismos que favorecen a sus partidos, empezando por engañar a la gente para que vote por ellos. Ejemplo de esto lo podemos ver en las reformas que el gobierno ha propiciado a la Ley de Procesos Electorales, así como a las circunscripciones electorales, todo con el objetivo de asegurarse el triunfo en las elecciones parlamentarias de septiembre de este año, así como en los próximos comicios que se realicen. También se evidencia en los obstáculos que el CNE le pone a los partidos pequeños y de izquierda para lograr su legalización.
Domestican al pueblo para que sólo piense en términos de voto, de concejales o diputados, que este candidato le va a solucionar sus problemas y este otro no, que todo cambio pasa por ahí. Una vez elegido, el funcionario o parlamentario patronal actúa contra los trabajadores, para servir a sus verdaderos amos, los empresarios, y llenarse sus propios bolsillos. Esto es lo que ha ocurrido, por ejemplo con los funcionarios electos por el PSUV, que la gente identificaba con los cambios que aspiraba a realizar, pero que han gobernado para la burguesía, tanto la tradicional como la “boliburguesía”.
Ya vimos que la superestructura política es el terreno de la propia burguesía. Tienen sus partidos (que son financiados por los propios empresarios y el imperialismo), sus funcionarios e instituciones, para controlar así toda la situación. Los mecanismos electorales son fundamentales para lograr que, siendo una minoría, puedan someter a la mayoría de los trabajadores y el pueblo. Logran que la gente piense que es “natural” que gobiernen los partidos patronales y los políticos profesionales de ellos, y que es imposible que gobiernen los obreros.

¿Por qué decimos que los problemas de fondo no se solucionan en el terreno electoral? Tenemos que recordar cómo ubicamos al parlamento y al Poder Ejecutivo, (el gobierno), dentro del mecanismo de poder burgués que vimos al comienzo. Los reformistas sostienen que se puede cambiar el país desde allí, pero nosotros ya vimos que los problemas son mucho más complicados. Aunque es muy bueno lograr cada vez más diputados y concejales, que se pongan a la cabeza de las luchas, no debemos olvidar que son sólo una parte de esa gran superestructura dominada por la burguesía. Los cambios de fondo no pueden imponerse si nos limitamos al terreno electoral y parlamentario. La pelea tiene que ser hacia todo el poder político (con sus fuerzas armadas) y económico. No se puede hacer una revolución si no se cambia toda la estructura del Estado y se liquidan las relaciones de explotación capitalistas, y para esto no bastan medidas administrativas, para esto es necesaria la movilización y la lucha de todos los explotados de la ciudad y del campo. En este terreno, el de la movilización y la lucha de todo el pueblo, es que se decide una revolución.

Las elecciones pueden tener una gran significación. Los procesos electorales pueden ser un altavoz importante para hacer llegar a millones de personas nuestras ideas y nuestro programa. Con la lucha electoral, y eventualmente con parlamentarios, podremos hacer mucho más de lo que hacemos ahora para apoyar las luchas y a los nuevos dirigentes que van surgiendo en ellas, para denunciar a los patronos y sus políticos, la corrupción, para llamar al pueblo a sumarse a esta perspectiva política, de independencia de clase y lucha revolucionaria. Así vamos ganando terreno en lo que realmente decide, que es fortalecer la organización y el espíritu de lucha de los trabajadores, para ir avanzando hacia la destrucción del Estado y las fuerzas represivas del poder político burgués. Esa pelea no se resuelve ni en las urnas, ni en los parlamentos, sino en la lucha directa, en las calles, en el enfrentamiento clase contra clase, con la insurrección y la revolución socialista. Ese es el camino de los cambios de fondo, de la reorganización de conjunto del país, de la expropiación de las grandes fábricas, la recuperación de lo que se privatizó, etc. Al burgués que acepte quedarse trabajando en la empresa con un buen sueldo, cumpliendo con lo que disponen los propios trabajadores, bienvenido. El que no, no tendrá cabida en el socialismo, pues no habrá espacio para explotadores.

¿La Revolución Bolivariana es esa revolución social que necesitamos?

Nosotros creemos que no. Para nosotros no puede haber Socialismo con capitalistas, corruptos, latifundistas, o burócratas privilegiados. En Venezuela sigue la explotación capitalista, sigue el robo de la plusvalía que producimos. Las empresas mixtas son una asociación con las multinacionales que se siguen llevando el petróleo y la plusvalía que le sacan a los obreros petroleros y del país.

Aparentemente, Chávez en muchos de sus discursos parece coincidir con nuestros planteamientos cuando dice que la responsabilidad de nuestras miserias es el capitalismo y que hay que llegar al socialismo. Cuando critica al imperialismo, y dice que Bush “huele a azufre”. Sin embargo, no es así. Por ejemplo, su aliado Evo Morales dijo en la ONU, que “para salvar el planeta y la humanidad hay que suprimir el capitalismo”. Pero en el mismo discurso señaló que “desean respetar la propiedad privada y vivir bien, pero no a costa del otro” (Diario El Mundo, 22-4-08). Aquí se muestra la inviabilidad de la propuesta del Socialismo del Siglo XXI con capitalistas. Nunca se ha sabido de capitalistas que acepten no tener ganancias para “redistribuir la riqueza” con los trabajadores. La razón de ser de los capitalistas es vivir “a costa del otro”. O sea, extrayendo plusvalía a los trabajadores. Por eso el reformismo de Chávez no apunta hacia el socialismo, pues se basa en las alianzas con la burguesía, enemiga natural de la revolución socialista, y este es el sentido de las empresas mixtas.

La propuesta de los estalinistas del PCV de llegar al socialismo pasando por una larga etapa, de 30 o 40 años, de transición coexistiendo y pactando con los capitalistas ya fracasó en la historia. Como el caso de Nicaragua después de la revolución sandinista de 1979. Los sandinistas, con Daniel Ortega a la cabeza, aplicaron entonces esa fórmula, aconsejados por Fidel Castro y la dirección del PC cubano, quienes irónicamente recomendaron “no hacer de Nicaragua otra Cuba” (en este abandono del impulso revolucionario también se halla la causa de la burocratización y la degeneración de la Revolución Cubana, que tantos logros sociales conquistó en sus primeros años, cuando expropió a la burguesía y realizó una reforma agraria). El lema de los sandinistas era la “economía mixta”, que combinaba lo estatal y lo privado. Una variante similar al proyecto de socialismo con empresas mixtas de Chávez y Evo Morales. Y todo terminó en la derrota de la revolución por parte de la derecha proimperialista, y en mayor miseria para el pueblo nicaragüense.

Chávez acostumbra a decir que su gobierno es “obrerista”. Pero en realidad se trata de un gobierno nacionalista-burgués, que pretende desarrollar al país apoyándose en la burguesía parásita que durante más de un siglo ha sumido al país en la miseria y lo ha expuesto al saqueo imperialista. Los revolucionarios definimos este tipo de gobierno como de Frente Popular, es decir, un gobierno compartido entre organizaciones con base popular y organizaciones burguesas, para sostener el capitalismo bajo otras formas políticas. Es un gobierno burgués pero no igual al de Uribe de Colombia, que es un agente político y económico directo del imperialismo. Gobiernos como el de Chávez tienen roces con el imperialismo, pero no terminan de romper con él. Son gobiernos que no son “ni chicha ni limonada”. Ese tipo de gobierno ha fracasado históricamente, y no ofrecen una salida a los trabajadores. En América Latina tenemos los casos de Perón, en Argentina; Velazco Alvarado, en Perú; Torrijos, en Panamá, entre otros.

Por un gobierno de los trabajadores y el pueblo organizado

Cuando decimos que gobernemos los trabajadores, nos referimos a un poder político totalmente distinto a esto que es el funcionamiento actual de los patrones. No se trata meramente de que los dirigentes obreros ocupen el lugar de los actuales gobernantes. Se trata de que conformen un poder político dispuesto a avanzar sobre el poder económico y reorganizar el país sobre bases completamente distintas, para construir una sociedad justa, sin explotadores ni explotados. Por eso es imprescindible nuestra participación activa, la voluntad de lucha, la movilización masiva. Un gobierno nuestro tendrá otros mecanismos, muy distintos a los que utilizan los burgueses, que comienzan por las promesas electorales y luego vienen los ajustes, más miserias, a veces amortiguadas con un poco de asistencialismo o migajas. El nuevo gobierno no será “dar desde arriba”, para mantener bajo control a “los de abajo”. Entre los trabajadores y sectores movilizados tomaremos las riendas de todo lo que ocurre en Venezuela.

Nuestro partido, la Unidad Socialista de Izquierda, dice que hay que arrancar el poder político de manos de quienes lo tienen, de la burguesía, destruir el ejército, las fuerzas represivas de la burguesía. ¿Para qué? Para que el nuevo gobierno pueda ir avanzando hacia el cambio total del poder económico, para arrancarles ese poder económico, que pase de la clase de los explotadores a la clase de los explotados. Recuperar ya no sólo algunas fábricas, o algunos bancos y comercios, sino todo el país, lo que se privatizó, los bancos, las grandes fábricas, la tierra.

Lo que nosotros queremos es un gobierno dispuesto a quitarle toda la riqueza que han robado ese puñado de multimillonarios, y garantizar para todos un nivel de vida digno, con salud, educación, vivienda, trabajo estable, y recreación saludable para todos.

Hablando de estos temas siempre surge el interrogante de la violencia. Los patrones dominan con violencia. Los trabajadores y los pueblos no pueden renunciar a defenderse de esa violencia de clase de sus enemigos. Entonces, seguramente el proceso revolucionario va a ser violento. A nadie le gusta eso, pero la burguesía no deja alternativas. No depende de nosotros, sino de la burguesía, que usa la violencia para preservar sus privilegios. El grado de violencia de la revolución socialista estará determinado por la resistencia que opongan los explotadores y sus fuerzas represivas.

Seguramente hay compañeras y compañeros que coinciden en que para cambiar todo tenemos que gobernar los trabajadores, que podemos hacerlo, somos capaces, es posible. Pero tienen la ilusión de que se logre pacíficamente, conversando con los patrones, convenciéndolos. El avance al socialismo no se dará así. No existe la posibilidad de elegir que los cambios de fondo se impongan pacíficamente, conversando o con discursos. Si llegamos a la conclusión de que hay que arrancarle el poder a la burguesía, hacer una revolución, sabemos que habrá violencia, aunque no nos guste. La realidad va mostrando cada vez más que los ricos no titubean en provocar situaciones de creciente violencia para seguir siendo ricos. No es sólo la represión. Ni la inseguridad, que te maten para robarte. Es la violencia del hambre, de la desnutrición. Si se pudiera elegir un camino de rosas, amigable, lo tomaríamos. Pero ese camino no existe. Los ricos se mantienen en el poder gracias a la violencia de todo tipo. Por eso llamamos a desechar las ilusiones de conciliación de clases o de procesos reformistas, y postulamos la vía de la revolución obrera como única salida para superar este criminal sistema hambreador y explotador.

Una Venezuela Socialista ¿Cómo sería?

En la Venezuela capitalista, en medio de la abundancia la mayoría nos hundimos en la miseria, porque un puñado de empresarios y burócratas se apropió de todo. Puede haber bienestar si se logra que la riqueza, la producción, todo lo que tenemos y trabajamos, esté en manos de la clase productiva, de los que ahora somos explotados. Eso es lo que llamamos socialismo, que es acabar con la explotación burguesa. Evidentemente, esto no tiene nada que ver con la caricatura de revolución que es el “socialismo del siglo XXI”.

Así como una fábrica puede funcionar sin patrones, como se muestra con las empresas recuperadas por los trabajadores, como Sanitarios Maracay o la Planta de Reciclaje de Mérida, o como sucedió con la empresa petrolera en los días del paro-sabotaje, nosotros creemos que Venezuela puede funcionar mucho mejor sin patronos o latifundistas. ¿Cómo se organizaría el país? En base a organismos de lucha, democráticos, una especie de parlamento de obreros y trabajadores, campesinos, estudiantes, organizaciones comunitarias y populares, de los luchadores de todo tipo, que funcione de manera totalmente distinta, realmente democrática, apoyado en las asambleas de base, en delegados libremente elegidos y revocables. El gobierno de esos organismos será el que consecuentemente enfrente al imperialismo, termine con las empresas mixtas, logre una industria totalmente bajo propiedad estatal y control obrero, que deje de pagar la fraudulenta deuda externa. Que empiece a reorganizar el conjunto de la economía sobre bases distintas, lo que llamamos bases socialistas, y llame a los pueblos hermanos de América Latina a solidarizarse y avanzar por el mismo camino, para acabar definitivamente con el capitalismo y el imperialismo en el mundo. Creemos que sí se puede lograr el cambio, pero debe ser un cambio profundo y de raíz, como lo es la revolución social.

Hay experiencias para aprender

Con el triunfo de la revolución en Rusia en 1917, los trabajadores comenzaron a gobernar en el sentido que decíamos antes, construyendo sus organismos de movilización y democráticos, que en aquel entonces se llamaron soviets. Los cambios fueron enormes. Se impuso el reparto de la tierra, el no pago de la deuda externa del zarismo, la nacionalización de la industria, las primeras medidas socialistas y de planificación de la economía, apoyadas en la movilización y en la democracia obrera. Luego la revolución socialista no siguió triunfando en otros países. Rusia quedó aislada, se frenó la movilización y vino el problema de la burocratización, como en los sindicatos. Un movimiento contrarrevolucionario encabezado por Stalin se apoderó del Estado soviético y degeneró en un aparato policial, antidemocrático y favorable a pactar con el imperialismo; décadas más tarde, con la caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, el propio estalinismo restauró el capitalismo. De todos modos, fue una experiencia inmensa, porque se empezó a vivir sin patrones, y también sirve para alentar el combate contra la burocracia.

Y tenemos algo más cercano. En Cuba en 1959 triunfó una revolución que expulsó a un dictador proyanqui. Fue muy avanzando el proceso, se rompió con la burguesía y se la expropió, se rompió con el imperialismo yanqui y no le pagaron la deuda externa. Se reorganizó todo, siendo un país muy pequeño, una isla, democratizando la sociedad. Se puso en primera prioridad la educación y la salud del pueblo y se lograron saltos espectaculares. Cuba comenzó a encabezar las estadísticas en cantidad de médicos por habitante, de población alfabetizada, de caída de la mortalidad infantil y de la desnutrición. Se logró superar al resto de Latinoamérica. Hoy día, por muchas razones, se viene retrocediendo, pero aun así Cuba está por delante de América Latina en salud y educación.

Nosotros discrepamos con Fidel Castro y el PC cubano por su falta de libertad para la organización autónoma de los trabajadores, por la imposición de un régimen de partido único, y porque dejó de apoyar las revoluciones en la región, y empezó a apoyar a los gobiernos burgueses. Pero creemos que la experiencia cubana demuestra que para progresar hay que hacer una revolución socialista. Hay que romper con el imperialismo y la burguesía, hay que expropiarlos. Es importante ver las experiencias de la realidad que nos permiten decir que es posible una salida de fondo, si se liquida al capitalismo y se reorganiza todo, la economía, todo el país. Lo realmente imposible es progresar con estos gobiernos burgueses y de la mano de los explotadores.

Los cambios de fondo son posibles

Más arriba nos preguntábamos cómo una minoría de burgueses nos puede someter tanto. Estas discusiones y estas respuestas sirven para que vayamos avanzando hacia liquidar la explotación y la desigualdad social. Es la pelea por el poder político, para hacer la revolución socialista. Con la revolución hay que imponer un gobierno revolucionario. A veces escuchamos que no es éste el camino, porque hay que proponerse lo “posible”. La revolución es difícil, pero es posible. Lo imposible es seguir viviendo en el infierno capitalista, o tratar de superarlo aliándonos con nuestros enemigos de clase.

¿Cómo cambiar, entonces? Lo resumimos diciendo que peleando por la revolución e imponiendo un gobierno de los trabajadores. Al servicio de esto, impulsamos y apoyamos todas las luchas. Nos presentamos en las elecciones, llamamos a la unidad de la izquierda, presentamos nuestras propuestas, mientras seguimos todos los días la pelea por sobrevivir, en cada lugar y en cada momento, desde cada sector de los desposeídos. Apoyamos la pelea por un aumento salarial, las distintas reivindicaciones de docentes y estudiantes, la lucha de los trabajadores de las empresas básicas en ruinas, la de los petroleros, la lucha contra los despidos, y todas las luchas populares, indígenas y obreras que vayan surgiendo. Esta revolución tan complicada sólo se puede lograr con la fuerza de la movilización de los sectores obreros y populares, con la participación activa, el funcionamiento democrático y el apoyo de la clase social mayoritaria, vinculando las necesidades inmediatas con la perspectiva estratégica de la revolución.

Primeras medidas de gobierno

Control obrero de la industria

No a las empresas mixtas. Industria petrolera 100% estatal

Nacionalización de la banca y el comercio exterior

No pagar la deuda externa

Reforma agraria y urbana

Igualación del salario mínimo a la canasta básica y ajuste trimestral de acuerdo con la inflación (escala móvil de salarios)

Escala móvil de horas de trabajo, para repartir las labores entre todos los dispuestos a trabajar, y eliminar el desempleo

Todos los cargos de gobierno serán revocables, y no ganarán más de dos salarios mínimos

3. ¿Por qué construimos la Unidad Socialista de Izquierda (USI)?

Para responder a esta última pregunta vamos a retomar un tema que ya fuimos mencionando: el de la dirección política. Si la burguesía, en el mundo y en Venezuela, puede seguir aferrando la sartén por el mango, no es por ausencia de luchas. Hay luchas de todo tipo. Los burgueses se salvan porque ellos sí tienen una dirigencia para defender su poder político y económico. Por el contrario, los trabajadores en todos lados, en las organizaciones sindicales y políticas, tenemos el grave obstáculo de los dirigentes vendidos o dirigentes que concilian con los patronos, que no son consecuentes con los intereses de las clases oprimidas. Su papel es decisivo para que a la gente le cueste mucho encontrar una salida verdadera a la grave situación actual.

Ya vimos que los patronos tienen sus partidos: AD, Copei, Podemos, Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia; y gracias a eso, aunque algunos de ellos debilitados y en crisis, la burguesía nos sigue dominando. Es imprescindible que los trabajadores construyamos nuestro propio partido político, porque necesitamos una dirección revolucionaria, un partido político democrático, que sea consecuente y que encabece la verdadera revolución socialista.

En la izquierda, o entre quienes nos decimos “socialistas”, hay varios partidos, como el PSUV, el PCV, el PPT. La división en distintas corrientes no es caprichosa, viene de mucho tiempo atrás. Tiene que ver con los debates que mencionamos antes, sobre unirse o no con los patronos, sobre reforma y revolución, y con la pelea contra la burocracia. Por ejemplo, los partidos socialdemócratas, que se autodenominan socialistas, que han gobernado o gobiernan ahora en varios países de Europa y en Chile, surgieron en el siglo XIX en la clase obrera, pero sus dirigentes se pasaron al bando contrario, a la clase enemiga. Cuando esos falsos “socialistas” gobiernan, lo hacen al servicio de los empresarios, de la patronal imperialista, aplican los planes de ajuste, privatizan, reprimen al pueblo cuando protesta. Ellos sólo actúan en el terreno de la burguesía, del voto y el parlamento. Así engañan a los trabajadores y ayudan a mantenerse a los patronos.

En Rusia, cuando se frenó la revolución porque la acción contrarrevolucionaria de los burócratas en la década del 20, el reformismo se apoderó también del partido comunista. Entonces existen diferencias históricas, que explican que haya distintas corrientes. Nosotros decimos que es imprescindible construir una izquierda consecuente, revolucionaria, organizada en un partido. Es así como desde la Unidad Socialista de Izquierda proponemos a las demás corrientes revolucionarias confluir unitariamente con un programa de independencia respecto de todos los partidos patronales, de todos los empresarios, a pesar de las diferencias profundas que hay. Asimismo los partidos revolucionarios de los países deben coordinar sus acciones y apoyarse mutuamente en una organización internacional.

Reivindicamos las enseñanzas y la experiencia de los principales dirigentes de la Revolución Rusa de 1917, Lenin y Trotsky. Ellos fueron continuadores de Marx y encabezaron, con el Partido Bolchevique, el hasta ahora único gobierno revolucionario y democrático de los trabajadores y los campesinos de la historia, el que ya mencionamos que surgió en Rusia en 1917.

En el año 1902 –ya se cumplieron 100 años- Lenin formuló su concepción del partido político revolucionario, enriqueciendo las formulaciones de Marx. Ya era otra época histórica, y lo hizo entonces con más precisión. Lenin tuvo que responder a fenómenos y tareas nuevas, que serían características del siglo que se iniciaba, del siglo XX, con fenómenos que Marx no había conocido o sólo los había visto en forma incipiente. Marx y Lenin demostraron que como el capitalismo hundía a la humanidad, los trabajadores tenían que hacer una revolución, para conquistar el poder político y gobernar ellos, y que para eso necesitaban su propio partido político revolucionario. Hoy todo eso se sigue demostrando cierto.

El partido revolucionario

Lenin llegó a la conclusión de que los trabajadores debían construir su propio partido llevando su política revolucionaria a las masas en lucha, para ayudarlas a avanzar y dirigirlas hacia la toma del poder. En pocas palabras, un partido que se postule para encabezar una revolución y gobernar. Que se prepare y que con miles y miles de militantes sea capaz de encabezar una movilización y una organización democrática de las masas del país, para un operativo tan complicado como hacer la revolución socialista. Para ganar el gobierno, destruir el Estado burgués, destruir sus fuerzas represivas y empezar a reorganizar toda la economía, toda la sociedad. Un partido dispuesto a encabezar la lucha para derrotar a la burguesía, que no va a decir «qué alegría, nos quitan el poder y nos van a expropiar», sino que va a apelar a todos sus recursos para derrotar la revolución.

Un partido que encabece el llamado a extender el triunfo a los demás países, que diga claramente que el socialismo es mundial. Para hacer estas cosas tan complicadas, dice Lenin, hace falta una dirección, que actúe científicamente, en forma centralizada y democrática, que hable en forma bien clara, para que los trabajadores le entiendan, con un programa bien claro, y esto es el partido revolucionario, con sus miles de militantes y sus organismos.

El partido es necesario para ayudar a los trabajadores a descubrir que el capitalismo es un cáncer, encabezar sus luchas y orientarlas en el sentido de pelear por la derrota del gobierno burgués y su régimen político, hacer la revolución y lograr el cambio social. Llegado el momento, seguramente uniéndose a otras fuerzas revolucionarias, el partido tiene que asumir la responsabilidad de encabezar un gobierno revolucionario, que se pueda consolidar, organizando la milicia obrera, abasteciendo a la gente para que coma, haciendo funcionar los hospitales y las escuelas y reorganizando la producción. Es una tarea gigantesca. Para esa tarea hace falta una fuerte dirección revolucionaria, un partido para la acción, que le diga a los trabajadores que tienen que gobernar y se postule y prepare para hacerlo.

La necesidad de este partido surge de todo lo anterior, de que hoy nos gobiernan los partidos de la burguesía, de que hace falta un cambio radical de sistema, y de que hay que ir contra una clase que tiene cinco o seis siglos de experiencia, malicia, relaciones internacionales, instituciones, de dominación ideológica, mentiras, y cuerpos represivos, para perpetuarse en el poder.

El enemigo burgués es muy poderoso. El capitalismo es realmente como un cáncer, que está matando a la sociedad, salvo a la pequeña minoría de privilegiados, a los patronos. La clase trabajadora en muchos aspectos está en desventaja. Pero podemos derrocar a la burguesía, antes de que suman a la sociedad en la barbarie y arruinen el medio ambiente, apelando a dos cosas que tenemos a favor.

La primera, nuestro poder como clase social, porque somos la mayoría, porque somos los que trabajamos, los que producimos, y porque tenemos una voluntad indoblegable de lucha, en la que van surgiendo y forjándose dirigentes.
La segunda, que podemos construir un partido revolucionario, que permita que lo más avanzado de la clase trabajadora y los sectores populares vean con claridad cuál es la situación y cuál es el camino de salida, organizándose y elaborando una estrategia de lucha para alcanzar la revolución.

Por todo esto es que nosotros decimos que hay que luchar y luchar, pero que no alcanza sólo con eso. Es necesario avanzar en la construcción de este partido.

Lenin arrancaba de los hechos más elementales. ¿Por qué es imprescindible el partido? Porque sólo el partido revolucionario le dice la verdad a los trabajadores, y los anima a tomar las riendas de su propio destino. Vivimos sumergidos en mentiras y falsas creencias. Es gran tarea del partido decir a los trabajadores cómo son realmente las cosas, para fortalecerlos en la pelea cotidiana y en la búsqueda de una salida de fondo.

En la medida en que hay un gobierno burgués centralizado, en el que gobiernan los partidos de los capitalistas, y el país funciona como lo fuimos viendo en los puntos anteriores, es necesario que los trabajadores tengamos nuestro propio partido centralizado.

En el futuro, si triunfa el socialismo mundial, nuestros nietos o bisnietos vivirán distintos, no habrá partidos en Venezuela y en el mundo, porque habrá terminado la lucha de clases, y la humanidad funcionará con otro tipo de organizaciones. Pero el drama hoy es cómo salimos de la situación de explotación actual. Mientras exista la burguesía, habrá política, violencia, todo lo que sufrimos, pues de otra manera no podría una pequeña minoría someter y explotar a la gran mayoría.

Diciendo que la política es sucia, que no nos gusta, que la inventó el diablo, no vamos a ningún lado. Debemos construir una referencia diferente de cómo hacer política, honestamente, siendo consecuentes con los explotados, sin claudicarle a la burguesía ni avalar injusticias. Sin un partido alternativo, que levante la política correcta, las cosas seguirán como están, en manos de los corruptos, de los politiqueros de oficio, de los funcionarios y dirigentes de los partidos patronales, sean de la IV o de la V República. No hacer política es renunciar a ganar la pelea por una salida revolucionaria y por una organización revolucionaria que la plantee. Así estamos perdidos. Si uno se plantea que hay posibilidades de cambio, que se puede acabar con la miseria capitalista imponiendo y construyendo un sistema verdaderamente justo y humano, no hay otra conclusión que construir la herramienta política, de poder, que sea capaz de darle consistencia y dirección consciente a esa lucha.

Ya dijimos que el Estado y el poder político, con sus partidos, son para la burguesía como la columna vertebral para mantener todo su dominio. Los trabajadores tenemos que construir el partido que sea nuestra propia columna vertebral, de la lucha, de la organización, de los organismos democráticos de gobierno que existan, se llamen asambleas, soviets, parlamento obrero, el nombre que tendrán, que aún no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que tienen que ser democráticos, y para la lucha, que todo se vote, con delegados revocables, asambleas de base, milicias, todo lo opuesto a la burocracia que todos conocemos. Por esa vía podrá comenzar a funcionar otro Estado totalmente distinto, de otra clase, que sea realmente de los trabajadores y el pueblo, en un país próspero, socialista. El partido es como el embrión del futuro gobierno democrático de los trabajadores y el pueblo.

Un partido distinto, de lucha y democrático

Cuando se dice «partido político» hay compañeros y compañeras que piensan en el PSUV, con su verticalismo y el “dedo” de Chávez. O en AD, Copei y demás partidos del puntofijismo, con sus corruptos, burócratas, concejales y diputados que manipulan y utilizan a la gente. La Unidad Socialista de Izquierda no tiene nada en común con esos partidos burgueses, sean de derecha, chavistas o reformistas.

El partido revolucionario es distinto, por su política y por su forma de funcionamiento. Es lo que comenzó a construir Lenin, siguiendo las concepciones de Marx, y con el cual en 1917, encabezando los soviets democráticos, tomó el poder. Nosotros sabemos que para fortalecer la lucha son imprescindibles las asambleas, el respeto a las decisiones de las bases. Por eso somos defensores de la democracia obrera. Cada vez hay más odio a los burócratas. Esa batalla se puede ganar. Se fue ganando experiencia respecto de que el problema de la burocratización es gravísimo. Tenemos esa enseñanza, para combatir a la burocracia y a los dirigentes vendidos, para basarnos en la democracia obrera y plantear el combate a cualquier tipo de privilegios. Pero no para renunciar a los delegados, a la coordinación, a la centralización y a tener dirigentes al frente. Ahora hay movimientos que dicen ser socialistas, e incluso hasta marxistas, que además de decir que los trabajadores no deben gobernar, o que para gobernar los trabajadores tienen que apoyar un gobierno y un partido con burgueses, hacen campaña en contra de construir el partido revolucionario, y dicen que luchar por la revolución socialista es “sectario”. Y que por eso hay que estar en el PSUV.
Es lamentable escuchar semejantes falsedades. Sin un partido revolucionario no hay triunfo duradero, y el partido revolucionario no es un aparato burocrático y clientelar, donde un líder todo lo decide, en rigor es todo lo opuesto. Es la dirección democrática que hay que construir para poder derrotar y aplastar a una clase minoritaria pero muy violenta, muy astuta, muy voraz, que domina gracias a que tiene todo tipo de aparatos a su favor, empezando por sus propios partidos y por los dirigentes vendidos.

Un partido para forjar una nueva dirección revolucionaria

Estas son las razones que nos llevan a construir la Unidad Socialista de Izquierda. Luchas ha habido por montones y continúan. Revoluciones se han dado y se dan de todo tipo. Revueltas populares en Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela. Luchas tremendas contra la dictadura en Honduras, marchas contra la guerra del imperialismo en Irak. La gente sigue movilizándose pese a la represión. Donde todavía tiene más ganado terreno la burguesía es en el de la dirección. Porque tienen a su servicio a falsos socialistas, como el PSUV, que capitalizan las esperanzas de muchos trabajadores y gente del pueblo, y además tienen el apoyo de los dirigentes sindicales vendidos.

En la izquierda tenemos también dificultades. Nosotros venimos de la corriente surgida en la Unión Soviética en la década del 20, que encabezó León Trotsky. El trotskismo surgió enfrentando este proceso de burocratización que entró en el primer país socialista, que era Rusia. Acá conocemos la experiencia de la burocratización de los sindicatos, por ejemplo, lo que fue la CTV y ahora los sindicatos manejados por la CST, Oswaldo Vera, Franklin Rondón, Marcela Máspero, Vanguardia Obrera Socialista, etc. Los trotskistas somos la corriente que dijimos en la década del veinte: «la dirección del Partido Comunista soviético se vendió, traicionó, se pasó al reformismo». Desde entonces peleamos contra los traidores y seguimos reivindicando la revolución, el gobierno obrero, la democracia obrera y el socialismo mundial. Somos los que perdimos, junto a miles y miles de trabajadores soviéticos, esa pelea contra la burocracia estalinista. Desde entonces los partidos comunistas adoptaron la política de conciliar con la burguesía, o directamente unirse a ella, darle un salvavidas al imperialismo con la mentira de la “coexistencia pacífica”, e impedir que los trabajadores gobiernen. Desde entonces son aparatos burocráticos, que traicionan las luchas y las revoluciones.

Lo más complicado es construir una nueva dirección, pero en última instancia es lo decisivo. Cuando logremos solucionarlo, teniendo una dirección consecuente de las masas en lucha, los capitalistas tendrán los días contados. Se vienen salvando porque lograron este aliado burocrático en el campo de los trabajadores, en las cúpulas de las organizaciones obreras de masas, y aún no existen fuertes partidos obreros revolucionarios, y además hoy cuentan con dirigentes como Chávez para seguir engañando al pueblo con la utopía burguesa de la conciliación de clases.

Características del partido

Nosotros seguimos reivindicando las características del partido que aprendimos de Lenin, porque conservan toda su vigencia práctica en la realidad actual. La burguesía sigue siendo la burguesía, el capitalismo sigue siendo el capitalismo, más allá de grandes cambios surgidos en la etapa imperialista y de que nos hablen de «globalización» o de informática y revolución en las telecomunicaciones.

Comenzamos el tercer milenio, pasamos de un siglo a otro, y las desigualdades y la explotación se profundizan. El sistema económico y político sigue siendo el mismo, explotador y de crisis. Por eso la revolución y el socialismo siguen siendo la gran necesidad, y el partido revolucionario que necesitamos los trabajadores sigue siendo el de Lenin. Ese partido tiene que ver con las tareas de la clase obrera y los sectores populares para encabezar las luchas, y para enfrentar los dos enemigos que tenemos, que son todos los mecanismos directos propios de la patronal, y los dirigentes traidores enquistados en la clase obrera. Ya Lenin, en aquella época, se planteaba este problema del enemigo interno, los falsos «socialistas», los distintos reformistas que trabajan para la burguesía. Así de viejos son algunos problemas.

Vamos a resumir las características del partido revolucionario en seis puntos, para dar una primera idea, abrir una primera discusión. La Unidad Socialista de Izquierda (USI) es todavía un partido pequeño, en formación, aunque con una importante influencia en el movimiento obrero, y nosotros queremos hacer a la USI un gran partido revolucionario, para que acompañar a los trabajadores y sectores populares en lucha, y direccionar las luchas hacia una revolución triunfante. Para que las cosas salgan bien, para derrotar al capitalismo, a los burócratas, construir el partido leninista es decisivo. No es cualquier partido, ni un «aparato» artificial.

Ese partido debe ser:

1. Internacionalista. Varias veces dijimos que el capitalismo es un sistema mundial. El socialismo también. El socialismo irá apuntando a un mundo sin clases, sin violencia, cuando vaya triunfando en cada vez más países, y fundamentalmente los países más ricos. Nosotros vemos que hay una clase de los burgueses que es internacional, y una clase de los trabajadores, de los desposeídos, todos los oprimidos, también internacional. La pelea, evidentemente, es tomar el poder en Venezuela, en cada país. Queremos gobernar en una Venezuela socialista. Pero sabemos que serán los primeros pasos. Si empezamos a gobernar aquí, llamaremos enseguida a la revolución a los trabajadores colombianos, brasileños, uruguayos, chilenos, bolivianos (si no nos llaman antes algunos de ellos). Cuando en Brasil los trabajadores tengan un gobierno propio, revolucionario, va a ser un paso inmenso, porque son muchísimo más poderosos, es un país más grande y más industrializado. Tenemos que apoyar siempre la lucha de los trabajadores y los pueblos del resto de América Latina y del mundo, porque tenemos los mismos enemigos en todos lados, la burguesía y el imperialismo. Hay que ser solidarios con las luchas también en los demás países.

Porque somos internacionalistas, nosotros construimos una organización internacional, aunque sea pequeña al comienzo. Sabemos que son respuestas todavía mínimas para tareas inmensas, pero quien no empieza no llega nunca. Los chinos, que son una cultura de 5.000 años, dicen que todo camino de mil kilómetros empieza por el primer paso. Nuestro primer paso es construir la Unidad Internacional de los Trabajadores (Cuarta Internacional), junto con compañeros de Brasil, Argentina, Panamá, Colombia, Perú, México, República Dominicana, etc. Publicamos la revista Correspondencia Internacional. Impulsamos campañas internacionales. Por ejemplo, las marchas y actividades que hicimos contra la guerra de Irak, de apoyo a las luchas de trabajadores argentinos o bolivianos. Seguimos rechazando la ocupación de Irak por parte del ejército yanqui y apoyamos la lucha del pueblo palestino contra Israel.

2. Tenemos un programa. Es el conjunto de propuestas, de medidas o tareas que den una salida de fondo a la crisis del país. Lo fundamental lo expresamos todos los días. Decimos con toda claridad que en Venezuela tenemos que gobernar los trabajadores y el pueblo. Decimos la verdad, contra todas las mentiras y engaños del gobierno, la patronal, sus partidos, y los medios de comunicación. Denunciamos que nos están matando los burgueses y el capitalismo. Que no hay que pagar la deuda, que hay que estatizar y colocar las empresas bajo control obrero, hacer un plan de obras públicas para dar empleo, y recomponer la educación y la salud. Para expropiar a los terratenientes y hacer la reforma agraria. Para expropiar a los banqueros y a las grandes empresas y hacer un plan industrial de conjunto. Para encarcelar a los corruptos. Que todo esto lo hará un gobierno revolucionario de los trabajadores y el pueblo, apoyado en la movilización, en la participación y la lucha de todos y en la democracia obrera.

El programa son las propuestas, las medidas, de ese gobierno revolucionario. Con toda claridad levantamos nuestras propuestas. Por ejemplo, luchar por un frente de deudores de América Latina para no pagar la deuda. Un capítulo para recuperar el pleno empleo. Un capítulo sobre la educación, para que realmente sea gratuita, laica y obligatoria, que no se le dé un bolívar más a ningún colegio privado, que todo vaya a mejorar la escuela pública, empezando por el salario docente. Un capítulo para la salud, y así en los distintos temas para mejorar la vida. Las tareas de una Venezuela socialista, las tareas para reorganizar el país. Es un texto escrito, y se lo decimos a los trabajadores desde el periódico, en las charlas, en las entrevistas que los dirigentes de la USI hacen con los periodistas, en la campaña electoral o en una lucha. Y peleamos porque cada vez lo vayan tomando más en sus manos los trabajadores que se movilizan. Decimos con claridad por qué nos hundimos y cómo salir a luchar.

3. De trabajadores. En el partido no hay empresarios. Si decimos que no hay que unirse con ellos, que hay que derrotar a todos los partidos patronales, en nuestro partido no puede haber patrones. Lo que decíamos antes. Es lo que llamamos la independencia de clase. La USI es un partido de trabajadores y todos los sectores explotados, pero esencialmente los trabajadores urbanos, de fábrica, los petroleros, los estatales, de la educación, de la salud, los empleados de todo tipo, y por supuesto de los desocupados y de la juventud.

4. De lucha. Ya nos referimos varias veces al hecho de que la única manera de arrancar algo al gobierno y los patrones es con la movilización. Y que para gobernar hace falta una lucha revolucionaria. Vamos a la pelea electoral, le damos mucha importancia y queremos tener diputados y concejales, y eventualmente, incluso ganar alcaldías, gobernaciones, o el día de mañana dirigir el país. Pero sabemos que todos estos pasos adelante tienen que estar al servicio de la movilización y la formación de los organismos democráticos y de lucha de las propias masas revolucionarias. Como ya lo mencionamos, esta es otra de las grandes diferencias en la izquierda. Las corrientes reformistas dicen que las cosas se van a resolver votando, ganando más parlamentarios y aprobando leyes y leyes, o con el socialismo bolivariano del siglo XXI, y poco a poco, con empresas mixtas y pactando avances con la burguesía. Nosotros decimos que votar es importante, que aprobar una ley que prohíba despidos, o de aumento de salarios, o contra la impunidad es importante. Pero además decimos que sólo es posible instalar la ley, y sólo se garantiza que se cumpla con la lucha. Sólo se logran conquistas, más o menos parciales, más o menos duraderas, y con más razón imponer el gobierno revolucionario, con la movilización. Las elecciones pueden ser momentos o distintas estaciones, al servicio de que ayuden y fortalezcan esa perspectiva.

5. Tenemos una forma de funcionar, que lo llamamos el centralismo democrático. El funcionamiento o régimen interno del partido, que es muy importante, se parece a lo que decíamos de la democracia obrera. Tenemos que dar una respuesta única, centralizada, presentar propuestas bien claras para la acción de los trabajadores, pero con la más amplia democracia interna. Con la más amplia libertad para opinar, disentir. Se vota y se aplica la decisión de la mayoría. Por eso decíamos que no tenemos nada que ver con los partidos de la izquierda que se burocratizó. Pero sin centralismo y unidad en la acción no podemos enfrentar y derrotar a los patrones y a sus agentes, los burócratas, y mucho menos arrancarles el poder.

6. Reunimos nuestras finanzas. Nos autofinanciamos. Entre todos los miembros de la USI y los que simpatizan con nosotros reunimos el dinero para mantener los locales, publicar nuestro periódico Voz de los Trabajadores, tener nuestra página web www.laclase.info, que compartimos con otras organizaciones populares, sacar volantes, afiches, todo. No vivimos ni de los patronos, ni del Estado burgués, que son nuestros enemigos. Los patronos subsidian a sus propios partidos, corrompen a los funcionarios y dirigentes que se venden. Nosotros somos lo opuesto. Sabemos que no nos van a dar plata para que nosotros los destruyamos. Vivimos del esfuerzo de los militantes, simpatizantes, sindicatos y amigos. Contribuimos económicamente cada mes (lo llamamos “cotización”), hacemos rifas, colectas, y las campañas financieras.

Una invitación a sumarse a la USI

Con estas seis características y con nuestras propuestas, estamos construyendo la USI. No sólo proponemos un gobierno distinto. Hoy mismo y en cualquier lugar del país, la USI es una herramienta de apoyo, consolidación, impulso unitario de las luchas de todos los días, contra la patronal, su gobierno y los burócratas vendidos. No estamos sentados esperando que llegue el día que gobernaremos. Las peleas cotidianas de los trabajadores, de los empleados públicos, de los petroleros, de los trabajadores de las empresas básicas, de los docentes, los desocupados, los estudiantes, los indígenas y las comunidades populares también requieren solidaridad, propuestas y dirigentes consecuentes. Nosotros nos construimos participando y dando la pelea cotidiana en esos procesos, y también en los sindicatos, para tener más candidatos que ganen sindicatos y federaciones. Así se van forjando y postulando los dirigentes revolucionarios y va creciendo el partido, al calor de las luchas.

¡Milita con nosotros, por la construcción de la democracia obrera y el socialismo revolucionario!

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