Chavistas: Un esfuerzo más si queréis ser revolucionarios

I

Chavistas:
Una vez más dirigentes y bases, políticos y funcionarios, el Partido y las Organizaciones, el Estado y el Pueblo, se están movilizando contra la nueva conjura. Escandalizados, iracundos, airados, denuncian la enésima conspiración fascista, el terrorismo mediático, el plan magnicida, el inminente jaque al rey.

Bolivarian Revolution in Venezuela

Por: Jeudiel Martínez

I

Chavistas:
Una vez más dirigentes y bases, políticos y funcionarios, el Partido y las Organizaciones, el Estado y el Pueblo, se están movilizando contra la nueva conjura. Escandalizados, iracundos, airados, denuncian la enésima conspiración fascista, el terrorismo mediático, el plan magnicida, el inminente jaque al rey.

Indignados, señalan con el dedo los propósitos y ramificaciones de la conspiración, sus cómplices externos y sus agentes internos mientras frente a ellos, frente a ustedes, el desfile del odio de la clase media y del temor de la burguesía se funde en la caravana patética de la Sociedad Civil y su fascismo de centro comercial que va bendiciendo a los paramilitares colombianos y los bombarderos israelíes, paseando de Santa Cruz a Buenos Aires, de Bogotá a Miami, su resentimiento y su temor a lo que no les imita como un reflejo.

Frente a semejante adversario se sienten ustedes enaltecidos, contestar la histeria de esos privilegiados que denuncian la opresión, callar el balbuceo de esos estudiantuchos boquirrubios y denunciar los aventureros de pistola, pluma o micrófono hace que se sientan equilibrados, lúcidos, honorables y hasta heroicos. Ese ha sido su error: así como la mezquindad del Mercado les convenció de que el poder del Estado es una reivindicación para el pueblo, así como la bulla de los medios y el monólogo sifrino de la Sociedad Civil les hizo alegrarse de que otra fuera su voz, ustedes, Chavistas, llegaron a creer que su virtud esta en la bajeza de su enemigo.

Pero reflexionemos, ¿Ese adversario con un solo objetivo, una sola estrategia, una sola táctica, ese enemigo torpe y predecible no es demasiado conveniente?, ¿esa eterna repetición del 2002 tras siete años de cambios irreversibles no será mas bien una trampa y un encantamiento? Con el encendido periódico, dos o tres veces al año, de agitaciones, malestares y movilizaciones por los mismos agentes y con los mismos resultados, con la defensa del proceso también periódica y repetitiva convocada por los mismos dirigentes y con el mismo discurso ¿No han pensado que esa oposición parece menos un adversario que un compañero de baile? ¿No han sospechado que en esta batalla haya más de una estrategia y en este juego más de dos jugadores? ¿Que el ruido de los cierres de medios y las amenazas veladas o abiertas al gobierno puede estar ocultando golpes de fuerza, conjuras y maniobras cien veces más efectivas, cien veces más concretas, cien veces más importantes?.

Abril de 2002 les enseñó que la contrarrevolución venía, como en Chile, con un estruendo ensordecedor, les enseñó sobre un enemigo distinto a ustedes que llegaba a conquistarles desde afuera, precedida por condenas, insultos, señales confusas y maldiciones desde periódicos y televisoras. Una dirigencia codiciosa y oportunista les convenció de que el horizonte de la batalla era la pantalla del televisor, que por ella llegaban a las calles las columnas y guarimbas de la desestabilización, que la política se resolvía en la obsesión por las pantallas y el papel periódico, en el desmentido de la mentira de turno y la detección de mensajes subliminales en las propagandas de chicle.

Para cada revolución siempre ha existido más de una contrarrevolución, los golpes y tomas de poder son más que movimientos aparatosos de tropas que sacan y ponen presidentes de los palacios. Los que aquí enseñaron que la contrarrevolución venía cabalgando sobre una marcha de la clase media y empuñando una matriz de Globovisión, lo hicieron para perpetrar su propia contra, haciendo aparecer su poder como justicia y su usurpación como voluntad del pueblo.

Así, explotando las conspiraciones de la oposición –fueran peligrosas o sin esperanza- convirtieron la defensa de la revolución en movilizaciones reactivas e histéricas, bailecito de bajas pasiones en esquinas calientes, en tareas dirigidas. ¿No han invocado la conspiración fascista antes de las elecciones cuando temen que crezca la abstención, cuando quieren movilizar al pueblo, diciéndole siempre que su disciplina y lealtad son necesarias para impedir el golpe? ¿No han dicho repetidamente que la crítica le da armas al enemigo, que hay que dejar de un lado las diferencias internas en pos de la unidad, que la corrupción es un invento de la derecha?

Chavistas: fueron ellos los que transformaron la movilización en servidumbre, los que perpetraron cientos de golpes de estado a espaldas del pueblo y en nombre del pueblo. Es la burocracia, los gerentes de la política, el empresariado militar, es la contrarrevolución interna cuya táctica consecuente es señalar a ese enemigo de afuera, que vemos tras la pantalla del televisor, al otro lado de la calle, para ocultar al que se mueve a nuestras espaldas. Es el funcionariado mediocre y corrompido que nos hace obsesionarnos con las letras y las figuras de los periódicos en lugar de leer los signos claros de la calle y sus batallas cotidianas.

Hablando y hablando de guerra de cuarta generación han tratado que el pueblo delire los mismos delirios de la clase media pero al revés, que combatamos a las quimeras poniéndoles un espejo en frente. ¿El que se disocia con el disociado, persiguiéndolo para desmentir lo que dice, el que combate una imagen con la imagen inversa no está en el mismo plano que el que inició el delirio? Mirando la pantalla del televisor el pueblo chavista ha tratado durante años de conjurar la contrarrevolución que le amenaza, se ha enlistado en la reserva y el partido para librar guerras futuras y batallas electorales. Mientras tanto, en el presente y más allá de las urnas, en luchas crudas y subterráneas que rara vez reseñan los medios privados o públicos, la vieja burguesía rentista escuálida y la nueva burguesía de Estado chavista, junto a una legión de otros poderes cada cual más impúdico y mísero que el anterior, han perpetrado sus golpes y tomas de poder. Tratando de impedir el cerco de la contrarrevolución de afuera ustedes, chavistas, no se han percatado de que esta tomó hace tiempo su castillo.

II

Es bien sabido que a ustedes les preocupa en grado sumo la salud y la felicidad colectivas, y que esa salud y esa felicidad están irresolublemente ligadas a las del Ciudadano Presidente, en cuyo cuerpo sacro se encarna la soberanía popular. Es bien sabido que han calificado el ruidajo constante de la televisión como un agente mórbido, enfermizo, que en las amenazas de magnicidio llega al colmo, que quisieran verlo terminado para siempre, o mejor aún, transformado en un ruido chavista, amable y popular, tal como el Presidente espera de la empresa privada y las universidades: no tanto abolidas de una vez por todas como obedientes en algún momento.

Llama la atención, sin embargo, que esa preocupación por lo que amenaza y menoscaba la vida esté tan desigualmente distribuida. ¿Les preocupa, chavistas, el cuerpo profano del gobernado tanto como el sacro del gobernante? ¿El simple homicidio del cualquiera tanto como el magnicidio del jefe de estado? ¿El homicidio real del luchador cualquiera, del militante cualquiera tanto como el magnicidio posible del Ciudadano Presidente?, por ejemplo el de Argenis Vásquez, secretario de organización del sindicato de la Toyota, que fue asesinado por sicarios el pasado 5 de Mayo, como asesinados fueron también, el 27 de Noviembre de 2008, Richard Gallardo, Luís Hernández y Carlos Requena, dirigentes de la UNT, ultimados por sicarios como Janet Quintero, Eloy Fernández y Manuel de Jesús, dirigentes campesinos, el 18 de Abril del mismo año.

Dirigentes campesinos caídos, parte de esos más de 210 que cayeron luchando por una ley de tierras que en realidad apenas araña los intereses del latifundio pero que fueron, sin embargo, suficientemente peligrosos como para que esos terratenientes pagaran por su muerte y le abrieran las puertas a los paramilitares colombianos. Muertos mientras los funcionarios chavistas firmaban contratos, se montaban en sus Hummers y en algún programa de televisión, en un Blog o un periódico “revolucionario” desmontaban sistemáticamente las peligrosas mentiras de los medios.

Muertos mientras en esas gobernaciones y alcaldías –luego aparatosamente perdidas- la corrupción privatizaba de hecho la cosa pública sin que hicieran falta golpes de derecha y paquetes neoliberales, muertos sin justicia mientras los residuos de Whiskey, cocaína y arepa se debatían entre los labios de algún funcionario atocinado y el muslo de su secretaria.

III

La impunidad del asesinato político en un país que vive en aparente paz civil, donde el Estado dice garantizar el estado de derecho y la revolución apoyarse en miles de hombres con armas, tiene un peso político, una gran importancia en sí, pero como síntoma y signo de nuestra época, de los alcances de la contra que se infiltró desde dentro del gobierno y desde afuera de él como el agua en un castillo de arena, su importancia es aún mayor.

Pero si bien es cierto que esos casos extremos de persecución y exterminio como el de Argenis Vásquez son localizados, ¿no dibujan ellos, en su radicalidad, en su extremo, la anatomía de ese cuerpo político, la anatomía del chavismo? ¿Las distancias entre un sector dirigente dedicado a la administración, los negocios y el marketing y otro que es ganado electoral y peonaje político? Es bien sabido, chavistas, como les gusta a ustedes la frase del Che sobre la revolución que se lleva en el pecho para morir por ella y la que se lleva en los labios para vivir de ella. ¿Pero no se divide el cuerpo político del chavismo, la ciudadela chavista entre esos que ponen el pecho y el cuerpo y los que viven de firmar y recitar? ¿Entre los que viven y mueren por ella y los que viven de ella?

¿No indican esas muertes la futilidad y la pobreza de los temas de lo que llamamos, ya por costumbre, política? ¿No nos muestran, si nos permitimos verlo, la mezquindad de un orden y una situación donde no se da a esos caídos ni siquiera el 10% del tiempo televisivo, del centimetraje, de la atención que se da a las declaraciones de Ravell, las intrigas de los rectores, los carros en la casa de Zuluaga y la visita de Vargas Llosa?, ¿la mezquindad de un estado de cosas donde su caída entre la sangre y el polvo no genera esos espasmos de horror colectivos y esa airada “defensa del proceso” que despiertan las guarimbas y el terrorismo mediático?, ¿merecen esas muertes reales aunque sea una fracción de la atención que genera un posible atentado al Presidente?, ¿merecen las luchas que dieron lugar a esas muertes algo del masivo trabajo que se invierte en desmontar matrices, organizar eventos y decir que el gobierno lo hace muy bien a diferencia de lo que dicen El Nacional y Globovisión?

Día a día, la lucha por dar forma al país continúa, más allá de las matrices que tanto les obsesionan a ustedes: en los barrios el narco impera incontestado, aliado al mismo aparataje policial y judicial que tiene a la delincuencia como una especie de franquicia. Ese poder judicial, a la vez dominio de clase y despotismo burocrático, que es el mayor enemigo del pueblo, esos tribunales presididos por figuras grotescas tal como las de la cuarta republica, esas que en las puertas de la Mitsubishi desencadenaron el ataque que terminó en la muerte de dos trabajadores, que han revertido cartas agrarias, fallado a favor de los patronos repetidas veces, que han desatado cientos de desalojos ilegales, forman el verdadero partido conservador, interno al Estado, parte del Estado, que a través de todas las permutaciones y cambios a los que se le sometió demuestra en su funcionamiento práctico que está gobernado por las mismas fuerzas o fuerzas afines a las que lo han gobernado siempre.

Pero gracias a artilugios como la Ley de Policía Nacional, por ejemplo, las partes y el todo de ese aparato han sido bautizadas bajo el signo de la nueva república, esas policías de las que cualquier buhonero, cualquier taxista, cualquier desalojado, cualquier muchacho de barrio puede decir cómo funcionan y para qué. Esas agencias semiprivadas de violencia y miedo disponibles para el que pueda pagarles sus servicios, que se adhieren al narcotráfico, ejecutan civiles a discreción, pechan la actividad criminal, violan transexuales cotidianamente y los reprimen a ustedes, chavistas, cada vez que tienen el chance, esos bloques paramilitares financiados y pagados por el Estado, ¿no son frankensteins reensamblados por el nuevo orden, por la revolución?, ¿y no fue ella la que puso a Alfredo Peña en control de la PM y por consiguiente en pocisión de emplazar al Grupo Fénix en los techos el 11-A?, ¿no fue bajo Bernal que Policaracas llego a niveles de brutalidad y corrupción no vistos desde los últimos días de la cuarta? ¿Y de verdad creen ustedes, chavistas, que el presidio de los agentes que dispararon a los trabajadores en la Mitsubishi es una respuesta proporcionada a los cientos de ejecuciones extrajudiciales que se comenten cada año? ¿De verdad creen ustedes que la Ley de Policía Nacional y su ensoñación clasemedia de formar policías buenos va a contener ese poder de vida y muerte que anida en las entrañas del aparato de Estado?

Y qué decir de los jueces y los tribunales, de la jueza que, por ejemplo, ordenó ese ataque en la Mitsubishi, de los que han provocado los desalojos en Caracas. ¿Cuándo los tocara la revolución a ellos, cuando caerá sobre ellos la justicia? ¿Dejarán Globovisión, Ravell y Zuloaga, Vargas Llosa y los acaparadores de carros, los manitos blancas y la rectora de la UCV algún tiempo libre, algo de atención para los que oprimen y atacan al pueblo materialmente? ¿O es que la obsesión con el frente mediático no es realmente una obsesión sino una excusa y una astucia para ocultar la complicidad y la complacencia del funcionariado chavista, de la burguesía de Estado?

IV

La inercia, la permanencia de los viejos poderes, la persistencia de las instituciones mas básicas del dominio, su alianza y su penetración dentro del tejido del chavismo que prometió renovar el país, se combina con la impotencia de las instituciones que pretendieron ser liberadoras. ¿Si Danilo Anderson puede ser mostrado como un fiscal heroico no es porque llevaba sobre sí responsabilidades que evadían los otros fiscales? ¿Y esa fiscalía que dada la orden respectiva fue tan diligente en investigar y perseguir a Rosales, no ha conseguido sólo un par de detenciones sobre doscientos asesinatos pendientes por el sicariato? Esa fiscalía que salió corriendo, obsequiosa, jadeante y con la espalda doblada, a buscar pruebas contra el infame Alcalde de Maracaibo cuando el presidente lo ordenó, ¿no se hizo de la vista gorda cuando el movimiento campesino denunció públicamente la complicidad de Rosales con el sicariato, cuando Manuitt fue señalado por tener un grupo de exterminio?

No hay duda, Chavistas, que en ese Aparato Judicial es donde los poderes públicos y privados se encuentran, que él está en el centro de la rearticulación de unos y otros, y que la impunidad generalizada no es más que el signo del triunfo de los poderes establecidos, pero no es ese, por desgracia, el único poder que ha seguido avanzando a pesar de la revolución que promete justicia para todos.

¿Qué decir, chavistas, de la campaña de acaparamiento y especulación de la clase comerciante e importadora? Si creen que especulación o corrupción son malos comportamientos que deben ser corregidos por las instituciones normales, entonces son ustedes más reaccionarios que la gentuza que usurpó su revolución, la especulación es no sólo el arma de la burguesía comercial contra la política monetaria del gobierno, sino la herramienta que completa la explotación del trabajador. Esos aumentos constantes en cualquier producto, durante todas las semanas, bajo cualquier pretexto, esas absurdas tasas de ganancia que duplican las de cualquier otra clase comerciante en el continente son parte de una ofensiva orgánica y de clase: por un lado cada comerciante saca de los trabajadores de los demás la ganancia que ha perdido con los aumentos de salarios y otras reivindicaciones de sus propios trabajadores, por otro lado, anula cualquier efecto benévolo que pueda tener el precio del petróleo o el aumento del gasto público.

Esa especulación que destruye el salario, que hace precaria la vida, que anula el efecto social de la política económica, que reduce al mínimo la posibilidad de ahorro es la contraofensiva de la burguesía comercial, mayoritariamente escuálida, no solo al aumento del ingreso sino a la existencia misma del gobierno, en las olas de acaparamiento, se hace visible el carácter ofensivo de su uso, y el carácter parásito de los comerciantes venezolanos, que como un virus han entrado ya en la Red Mercal que solía ser la respuesta del gobierno a la especulación, pregunten a los que hacen las colas: aquí y allá las mercancías son sacadas de los mercales y entregadas a los comerciantes que se ríen de los controles y de los trabajadores.

Pero, ¿cuál es la respuesta del gobierno a esto que es una forma clara de lucha de clases? ¿Las regulaciones? ¿El Indepabis? Incluso cuando las regulaciones las realiza un ente más eficiente como el Seniat, como en el caso de los impuestos y solvencias laborales, se trata de una respuesta burocrática a un problema político, de responder a un ataque con un formulario. ¿Pero cómo podría responder políticamente el gobierno al ataque de la clase comerciante si en los primeros días de Mercal, cuando este afectaba los márgenes de ganancia de los productores agropecuarios, se negocio con ellos en vez de hacerlos quebrar de una buena vez? ¿Y cómo podría el gobierno emprender una lucha directa para castigar y reducir a la chusma comerciante y a la escoria latifundista con la angustia, la escasez y la agitación que ello implicaría si el gobierno no quiere agitación? ¿Cómo podría si desperdició el impulso y la actitud combativas de los años siguientes al golpe?

Hay que preguntarse, Chavistas, si la creación de las misiones con ser en su momento un experimento necesario, la apertura de un nuevo campo de acción para el pueblo y el poder público no era una gran evasión de la lucha: ¿se quería mover a los trabajadores a las cooperativas sólo para crear relaciones de producción nuevas o para no tener que imponer las leyes laborales? ¿Se creó Barrio Adentro para brindar atención primaria o por que no se quería desmantelar el aparatoso sistema hospitalario y ambulatorio? ¿Se creó la Bolivariana y se reivindicaron luego las cuotas de ingreso de la Opsu para abrir la formación universitaria al pueblo o para no tener que poner en cintura a las universidades nacionales que usan su enorme presupuesto para ese hostigamiento al gobierno que los indigna tanto a ustedes?

La tragedia de las Misiones, en un período contrarrevolucionario, es que al no unirse con la voluntad política firme de desmantelar el “viejo Estado burgués” y a los poderes establecidos se convirtieron en simples formas de evadir las luchas que estaban pendientes. Es la misma tragedia del gobierno que para implementar el control de cambio hacia los más exagerados y policiales controles sobre el que quería comprar por internet una memoria para su computadora o simplemente mandarle dinero a un amigo, mientras el Standford Bank ofrecía públicamente sacar capitales al exterior y los compradores de cupos de dólares se anunciaban por el Facebook. En el dibujo animado que CADIVI usó como propaganda quedaba clara la ley de la burocracia: El personaje que organizaba las tranzas y compraba los cupos de dólares terminaba en la playa con un cóctel y el que le vendía el cupo, en la cárcel. ¿No repetían aquí, claramente, la lección que nos enseñaban las ejecuciones extrajudiciales y el sicariato?

Insistencia y contraofensiva de los poderes privados, impotencia y complacencia de los poderes públicos, he ahí la ecuación contrarrevolucionaria. Súmese a esto el crónico problema de la vivienda, la absurda especulación con los alquileres, la debilidad inexplicable del gobierno a todos los niveles con la mafia del transporte público (y con ello la persistencia de un sistema ridículamente ineficiente y anacrónico) que le chantajean con el paro, y tenemos buena parte del cuadro real de esa contraofensiva de las que los abiertos ataques a Chávez y el Chavismo de los medios privados no llega ni a ser la punta del Iceberg. ¿Por qué habrían de inhibirse esos empresarios, esos capitalistas en particular de hacer lo que les da la gana si los empresarios en general hacen lo que se les antoja, especialmente los que son inteligentes para proclamarse chavistas? ¿Por qué habrían de inhibirse de hacer nada si el gobierno que periódicamente acusa a la patronal de golpista y conspiradora le invita a discutir la nueva ley del trabajo y le dio a Venevisión, que mandaba a la jauría perseguirlo en 2002, el regalo del monopolio televisivo? He ahí el verdadero poder de la oposición, que tan poco tiene que ver con las ridículas barricadas de los manos blancas, 100% estudiantes, etc.

El complemento de ese avance del poder privado es la toma de poder dentro del gobierno y dentro del chavismo, del funcionariado, de la burguesía de estado, del Complejo Clientelar Militar que es de lejos la fuerza política más capaz y estructurada del país, el círculo que detenta y ejerce el poder.

V

Chavistas: Ese que ustedes llaman el “viejo estado Burgués” es también el nuevo estado Bolivariano, el chavismo aterrizó en él como un cerebro transplantado en un cuerpo monstruoso o un piloto en una máquina desconocida, a partir de allí el chavismo fue ese híbrido, ese Ciborg de burocracias viejas y nuevas, de burguesía con funcionariado, esa alianza de clientelismos, que todos conocemos. En aras de garantizar su estabilidad tras el golpe y el paro, el gobierno pactó con todos los poderes locales, las élites, las burocracias, los factores que dentro y fuera del estado pudieran asegurarle la estabilidad. Ese ominoso pacto con Cisneros no es más que la más visible de una serie de transacciones que unida a la persistencia del Estado adeco clientelar, desde el principio han transformado el chavismo en una criatura con más limitaciones que posibilidades, con más inhibiciones que impulsos.

Es que debemos sincerarnos, Chavistas, ¿cuántos de ustedes de verdad están en contra del ese aparato de Estado, de ese Leviatán petrolero? ¿Cuántos de ustedes no le aman y le veneran, no esperan de él la libertad, la seguridad, la prosperidad? ¿Cuántos de ustedes no creen a pie juntillas esa mentira que según Nietszche dice todo el tiempo ese ídolo: “yo, el estado, soy el pueblo”. Se ha pensado al chavismo reactivamente como un contraataque y una venganza contra el neoliberalismo, se ha pensado el chavismo románticamente, como la obra de un pueblo moreno, rústico y amable que desde su conuco amasa ingenuamente la patria buena, pero muy rara vez estratégicamente, como un campo conflictivo que arrastra no pocas tendencias conservadoras y reaccionarias de la sociedad entera, y no sólo de donde es más aparente, como el mundo militar, la burocracia y los viejos partidos políticos.

El moralismo, el poderoso imaginario rural, el soterrado chauvinismo que el chavismo contiene no fueron pensados como factores a reducir o fuerzas que combatir, los más ingenuos de ustedes, los románticos, se engolosinaron con la idea de un pueblo idealizado más parecido a un caballo de madera o una muñeca de trapo que a una población heterogénea y viviente, mientras los mas lúcidos, se vieron atrapados en la trampa de la nomenclatura que les decía que el conflicto interno podía y debía esperar a la derrota del enemigo principal. Pues bien, si se piensa así ese momento quedara siempre para después, pues habrá en todo momento una agitación nueva, una conspiración real o manufacturada de la “oligarquía apartida” y el “terrorismo mediático” y el verdadero enemigo principal, la burguesía de estado, el complejo clientelar militar, seguirá imperando.

Chavistas, a ustedes les fascinan y les obsesionan las conspiraciones, les desvelan los golpes de mano y las puñaladas que pueden recibir desde las sombras, pero, ¿cuántas conspiraciones, cuántos golpes de mano han dado todos los sectores de la nomenclatura chavista y la burocracia? ¿El crecimiento del anillo de militares-gerentes y políticos-empresarios, de ese funcionariado que vía la corrupción y el clientelismo es la gran burguesía emergente no ha sido una toma de poder eficaz e incruenta? ¿Sus luchas por controlar las políticas de vivienda, de infraestructura de telecomunicaciones, de salud, no han sido conspiraciones constantes? ¿La imposición de los miembros más conspicuos de esa clase gerencial como candidatos y dirigentes del PSUV y del PSUV mismo a la base Chavista no fue ambas, conspiración y golpe de fuerza?

¿Y en definitiva el golpe de Abril, ese fantasma que nos asedia, no fue un golpe tan chavista como escuálido? Sí, es cierto que estaba allí la gran caravana de la sociedad civil, el bramido de los militares anticomunistas, la mano perenne de la CIA, ¿pero no estaba también Miquilena, la mente rectora del primer chavismo, no habían sido nombrados por el presidente Chávez todos los generales que se alzaron contra él? Si pensamos en eso tal vez estemos más dispuestos a entender que casos como el de Manuitt y Acosta Carlez muestran que un golpe de mano necesita menos que un aparatoso golpe de corte Chileno, sólo un cambio de colores y a veces menos que eso. Como vimos en la Alcaldía de Libertador, en la Mayor, en la Gobernación de Miranda no hace falta tanto ruido y tanto aparato para obtener resultados no muy distintos a los de una restauración derechista. ¿Se porta Policaracas de forma muy diferente a como lo hacían las policías en la cuarta? ¿Funcionaban esos gobiernos distinto a cómo lo hacían los adecos? ¿Cuál es la diferencia de fondo entre corrupciones y privatizaciones?

VI

En ese contexto, es necesario entender al PSUV y la reforma como lo que fueron, a nivel de su realidad, como actos, como efectos y no en el plano de las intenciones que le atribuimos a sus autores, incluido el presidente Chávez. El PSUV no planteó el problema político de la organización de las fuerzas populares, planteó el problema burocrático de la unificación de los registros y las membresías, de la acumulación de votos y cabezas bajo unas siglas y un liderazgo, el tema publicitario de la marca-sombra. Por eso pasó de propuesta a orden, de debate a instrucción en cosa de días.

Del mismo modo la reforma no planteó simplemente el tema de la organización del poder y la distribución del territorio, sino una repartición de estas desde el punto de vista de la burguesía de Estado y el anillo de poder del clientelismo militar, un socialismo supervisado desde arriba por una elite de gerentes a la vez públicos y privados que está más allá del toque de la política. ¿Han visto alguna vez ustedes, chavistas, que las derrotas electorales o el rechazo de la base del PSUV afecten a Diosdado Cabello, han visto la suerte política de los que se han entrometido con su círculo?

Chavistas, sabemos que les emocionan los consejos comunales, que se han convertido en el argumento definitivo de los que quieren justificar el estado de cosas interno, pero pensemos en cómo funciona ese poder comunal. Si la delegación de autoridad en cascada y la cogestión con el ejecutivo son revolucionarios y socialistas, entonces lo que el Banco Mundial y las ONG´s llaman empoderamiento también lo es. Los proyectos y tareas que cumplen los consejos podrán ser lo más justo y necesario del mundo, pero es dudoso que proponerle proyectos al Estado y ejecutarlos si los aprueba sea soberanía, incluso si todo esto se hace de la forma más democrática y autogestionaria posible, lo que está en juego es la mera delegación de una autoridad específica sobre un espacio limitado.

Existe explotación en la política, apropiación de las energías y esfuerzos colectivos por las gerencias y burocracias, el PSUV y la nueva geometría del poder son como las tuberías a través de los cuales fluyen esas energías para consumar tal explotación, un sistema de canales que nos señala dentro de cada espacio y en que dirección podemos dirigirnos y sobre qué decidir en cada caso: en el PSUV sobre los delegados, en el Consejo Comunal y la Comuna sobre el proyecto local, en la urna sobre el representante y la propuesta ya armada.

¿Pero cuándo y dónde decidimos sobre nuestro orden político en sí? ¿Sobre los poderes que lo forman, sobre sus estrategias y líneas de acción, sobre sus agentes y operadores? ¿No están los caminos, los métodos, ya definidos como las rompientes de una cascada?: El consejo comunal y la comuna provienen de una decisión inmediata y directa, el Ministro y la Autoridad regional de la que le delega el presidente como funcionario electo; el consejo y la comuna deciden sobre materias específicas en su área específica, el Ministerio y la autoridad sobre materias más generales en una región o la nación completa. ¿Cómo interpelará, como ejercerá poder la comuna sobre el ejecutivo? ¿Cuándo y dónde hablarán las comunas de políticas de vivienda, de repartición de la tierra, del Poder Judicial, de la explotación, la vialidad, de los temas comunes y generales? ¿De políticas y no de proyectos y empresas?

Las almas buenas que gritan vivas al poder popular deberían buscar respuestas a esas preguntas en vez de reciclar frases estúpidas sobre la “movilización de las bases”. Es difícil hablar de poder popular y revolución cuando se organiza al pueblo desde el aparato de Estado y se aprueban y fiscalizan sus proyectos desde él, cuando el Estado se nombra educador del pueblo y proclama que la patria es una escuela donde obviamente la burocracia hace de maestra y los demás somos los alumnos.

Habrá poder y soberanía populares cuando los Consejos Locales y Comunas decidan como se organiza un ministerio y en definitiva cuando el pueblo, como decía Marx, le dé al Estado una educación muy severa.

VII

En el mundo de la explotación política todos somos monedas y cabezas de ganado, cantidades que deben ser reunidas para lograr victorias electorales que ya no trabajan para nosotros, sino que nos tienen trabajando para ellas en una campaña permanente, en una mediática y un marketing sin fin. El ciclo de la explotación política, de la burocratización, sólo puede ser revertido si nos separamos y cuestionamos ese gran negocio político, si nos rehusamos a ser fichas, monedas o bonos en el Monopoly electoral, asistentes en un poder popular convertido en oficina o alumnos en la escuelita de la maestra burocracia, si usamos las luchas y espacios concretos, singulares -incluidos los que el chavismo ha creado- para cuestionar y combatir el orden general que está siendo establecido.

Pero ese orden que se ha establecido con ser tal vez el desenlace más probable de nuestra historia reciente, no era el necesario, no era inevitable, no se trata de que ese pueblo que empezó a constituirse desde los 90’s, que triunfó en el 99 estuviera derrotado de antemano por la dirigencia que aceptó, más allá de la inercia de ese pesado aparato de Estado, de las míseras oportunidades del capitalismo rentista, de la mediocridad y corrupción de la izquierda y el mundo militar que tomaron el poder, fueron las decisiones de ese pueblo las que han definido ese desenlace más que ninguna otra cosa: aceptar la voz del presidente como la suya propia, postergar el conflicto interno, aceptar el chantaje de la conspiración derechista, cegarse por la prosperidad relativa, rendirse a la evidencia de que el estado de cosas dado era la única alternativa a la vuelta del neoliberalismo.

Estamos conscientes que en una cultura política donde el pueblo aparece como un souvenir folklórico y no un conjunto concreto de mujeres y hombres todo esto puede sonar como una ofensa, que del que señala los poderes que se ejercen sobre él se dice que le niega la fuerza, que el que señala los errores le niega la inteligencia. Pero el pueblo o las fuerzas populares vistas así, no pueden ser más que el adorno que la clase media de izquierda o el burócrata tienen en la sala.

Las fuerzas populares venezolanas, los que hemos estado en ellas y cerca de ellas hemos tomado decisiones y mal podemos pensar que el actual estado de cosas no tiene que ver con ellas. Pero, ¿qué hacer? ¿No es ese el problema recurrente de la política? Pues en principio asumir que debemos hacer algo, que este orden, que este estado de cosas no es inevitable y no tiene por qué ser tolerado, ya no basta con decir que después llegará el momento –tras el fin de la conspiración interminable- para dar la batalla interna, ya no basta decir –llenos de soberbia- que aquí o allá hemos dado la lucha, hemos hecho esto o aquello. Si hemos hecho algo, sin duda no ha sido lo correcto o no ha sido suficiente, las luchas, las obras y los proyectos de las fuerzas populares serán siempre hasta cierto punto insuficientes si no se tejen en un lugar y un movimiento común.

Un movimiento popular es ciertamente una coalición de muchos hombres y mujeres, pero también es una coalición de luchas, de programas, de agendas, de proyectos, de cartografías, de estrategias. El pueblo chavista ha pasado de ser el ejecutor de su lucha y de su historia para ser un recurso en la historia de otros, de la burguesía de Estado que domina, del caudillo que lo unifica; el chavismo como tal tuvo justificación en tanto el liderazgo del presidente era el medio para la coalición y la movilización, el instrumento de una toma de poder, pero si esa fuerza popular no puede coaligarse por sí misma, ese liderazgo pasa a ser simple dominio y gerencia, si esa colectividad es el músculo de una inteligencia ajena a él, el capital de una figura política, esa colectividad debe preguntarse si está en condiciones de luchar por su libertad o si esta simplemente inventando una nueva forma de servidumbre.

Respecto al presidente, las opciones que el pueblo chavista ha llegado a tener son obedecerlo o desertar de él, como sucedió con la reforma constitucional, seguir las instrucciones dadas o desvanecerse como fuerza colectiva. En tales condiciones, un liderazgo pasa a ser suprapolítico, a la vez religioso y gerencial. Si el pueblo chavista quiere algo más que un socialismo de vallas, pancartas y “potes de humo” tiene que hacer hervir la lucha política hasta el nivel en que está su dirigencia.

Con el chavismo sucede lo que Marx decía de la república burguesa: es un espacio de lucha, una forma de transición, para cumplir una función creadora, liberadora, revolucionaria, el chavismo habría de ser una batalla constante, una tensión extrema, un movimiento más que un proceso burocrático. Creación y liberación no serán posibles ni dentro ni fuera del chavismo si las fuerzas populares no pueden constituirse desde sí mismas, por sí mismas, definir sus intereses, sus programas y sus estrategias.

Esto no será posible si no liberamos todas las luchas contenidas por el despotismo burocrático: contra la corrupción que no es una cruzada moral sino una lucha por la apropiación de la riqueza, lucha contra la explotación y la especulación usurpada por burocracias complacientes, contra el aparato policial-judicial, contra las haciendas clientelares y las mafias que gobiernan nuestro día a día. Se trataría de mover el poder comunal hacia fuera, expansivamente a la lucha por dar forma a las ciudades, de convertir las masas electorales en fuerzas cualificadas y capaces, de resistirnos a ser transformados en ganado electoral, de combatir la mediática desde la calle como se hizo hasta 2005 en lugar de replicarla.

Hay mucho que pensar y mucho por hacer si estamos dispuestos a sacudirnos la indigencia intelectual y ética que es la marca del poder en nuestro país: las formas de propiedad, las regulaciones, la gestión y autogestión son problemas que requieren un abordaje más serio que el de la promoción. ¿Cómo desmantelar la especulación? ¿Cómo desmantelar la cultura comerciante del rentismo? ¿Cómo puede un pueblo dotarse de una fuerza pública sin tiranizarse a sí mismo y levantar un aparato policial? ¿Cómo administrar la justicia de forma inmanente y consuetudinaria más allá de las instituciones y leyes codificadas? ¿Cómo constituir un poder público que no trascienda y aplaste a la fuerza que lo constituyó? ¿Cómo coaligar un pueblo sin que esa coalición dependa de un rostro sagrado, de un principado que usurpe la palabra y la decisión?

Esas son las preguntas que trae consigo el socialismo, preguntas cuyo contorno se distingue en la tristeza y la dominación cotidianas; si les parecen vertiginosas, irresolubles, chavistas, entonces admitan de una vez que aspiraban a algo más simple y modesto. Pero sea como sea, el responder esa cuestiones o negar su validez y plantear otras y obrar de acuerdo a ellas es más importante que la visita de Vargas Llosa y los carros en el sótano de Zuloaga, tan importante acaso como la vida de aquellos que acercándose a las luchas reales encontraron que el plomo y la sangre era la respuesta que sus adversarios habían dado a sus propias cuestiones.

VIII

Chavistas: es probable que no se animen a escuchar la amonestación de alguien que es irrelevante. Es probable que la vieja inercia del estalinismo en la izquierda les mueva a descartar al hombre para despachar al argumento, es posible que el reflejo clientelista les anime a defender la situación ya dada, es probable que simplemente ustedes planteen las cuestiones de otro modo.

Las cosas que les hemos dicho no requieren ni una lucidez peculiar ni una posición privilegiada, simplemente planteamos las cuestiones que derivan de la experiencia común de los que hemos estado cerca de la vida política, de la selva oscura de la burocracia y de los que hemos vivido en esta época. Simplemente hemos mostrado las contradicciones entre los dichos y los hechos o de los hechos entre sí, las relaciones de ciertos pensamientos y actos con otros que les precedieron en la historia, el estado de cosas creado por la revolución bolivariana a la luz de las ideas que ella misma reivindica. Es algo que cualquiera puede hacer a condición de evacuar de sí los imperativos del poder: la sobrevivencia política, la lealtad al que nos defiende y reivindica, la conservación de las posibilidades, la traición a la identidad asumida, la contención del Mal por un muro de pequeños males.

Esos imperativos se justifican supuestamente en nuestro propio bien, en la posibilidad de una justicia y una felicidad común, por eso, para sacarlos de uno no hace falta un esfuerzo heroico, sólo permitirse ver que las órdenes que obedecemos, los estados de cosas que aceptamos a favor de esos imperativos no llevan más que a contradicciones y la cancelación de ese bien, de esa justicia y esa felicidad que se quiere reivindicar: ¿de qué sirve ser fiel a Chávez si no se lucha contra ese círculo que crece a su alrededor estrangulándolo, o si se le ve atentar contra aquello que ha hecho posible? ¿Qué sentido tiene reivindicar el socialismo junto a unos burócratas que vemos convertirse en empresarios? ¿A dónde lleva condenar las amenazas al pueblo y a los que las perpetran si ponemos en segundo plano los atropellos y asesinatos ya cumplidos? ¿Dar por sentado que somos revolucionarios y vivimos en el socialismo mientras todo esto está pasando?

De eso se trata todo, de tomar una decisión, de rehusarse a seguir habitando en las paradojas, o se da la espalda al fantasma del socialismo que el presidente liberó, o se lucha por darle un cuerpo, pero no se puede seguir a la vez conjurándolo y ahuyentándolo, hablando de lucha y de paz, de Estado y de pueblo. Creemos que mas allá del rechazo que pueden inspirar algunas de las cuestiones que planteamos, éstas son visibles para todos y suficientemente importantes para que el pueblo chavista tome una decisión sobre su futuro. Deberá ser una decisión temprana pues los bicentenarios y los procesos electorales dejaran muy poco espacio a la política y la lucha como tales en los años venideros.

¿No se trata en definitiva de cambiar el castillo de los cortesanos por la montaña de los ascetas y los guerrilleros, encontrar ese lugar que cumple esa función de purificar y dar refugio, de pensar y preparar la lucha? ¿De hacer aliado ese paisaje que habitamos, repartido entre la burocracia, los comerciantes y las mafias? ¿No se trata de preparar ese viaje y esa purificación de las trazas de un poder que corrompe, embrutece, y esparce la mediocridad como las fábricas el humo? ¿No se trata de preocuparnos por combatirlo menos que por la fidelidad o la conveniencia? Si el pueblo chavista toma su decisión –o aun si no la toma- se convertirá en otra cosa, o revertirá definitivamente a una servidumbre –así sea con cadenas de oro, de oro negro- o mutará en otra cosa. Incluso si quiere seguirse llamando a sí mismo por el nombre de otro y seguir su liderazgo, ¿será esa otra cosa superior? ¿Se justificará a sí mismo ese pueblo en su futuro?

Eso está por verse, pero no puede esperarse a estas alturas que las luchas políticas, que el pensamiento y la creación sigan unánimemente el derrotero del chavismo que tiende a hacerlas imposibles. Aún si los que se separan combaten también la caravana repugnante de la Sociedad Civil, aún si invocan los mismos fantasmas y las mismas utopías, ellos, nosotros, muchos o pocos, tendremos que hacerlo a nuestra manera. Tengan por cierto que de cualquier forma, solos o acompañados, eficaces o inútiles estaremos dejando atrás la tristeza y la impotencia.

No se atrevan a llamarnos traidores.

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