El mito de la derecha endógena

Para explicar lo inexplicable y justificar lo injustificable, el chavismo inventa el cuento de la derecha endógena. El cuento reza que el presidente no tendría responsabilidad alguna en el plan ajuste que aplica el gobierno, con el aumento del IVA, la devaluación de la moneda, el congelamiento de las contrataciones colectivas del sector público, y el otorgamiento de créditos y financiamiento a la gran burguesía; tampoco tendría Chávez la menor responsabilidad en la política de criminalización de la lucha social, en virtud de la cual centenares de dirigentes campesinos y obreros son enjuiciados por luchar en defensa de sus derechos. Tampoco estaría consciente el presidente de que está rodeado de corruptos. La política de atacar la autonomía del movimiento popular y obrero, e intentar corporativizarlo a través del PSUV, no sería una política dirigida por el propio presidente Chávez.

Simón Rodríguez Porras candidato

Por: Simón Rodríguez Porras*

Para explicar lo inexplicable y justificar lo injustificable, el chavismo inventa el cuento de la derecha endógena. El cuento reza que el presidente no tendría responsabilidad alguna en el plan ajuste que aplica el gobierno, con el aumento del IVA, la devaluación de la moneda, el congelamiento de las contrataciones colectivas del sector público, y el otorgamiento de créditos y financiamiento a la gran burguesía; tampoco tendría Chávez la menor responsabilidad en la política de criminalización de la lucha social, en virtud de la cual centenares de dirigentes campesinos y obreros son enjuiciados por luchar en defensa de sus derechos. Tampoco estaría consciente el presidente de que está rodeado de corruptos. La política de atacar la autonomía del movimiento popular y obrero, e intentar corporativizarlo a través del PSUV, no sería una política dirigida por el propio presidente Chávez.

Todo esto sería obra de la llamada derecha endógena, de la que participaría prácticamente toda la dirigencia del PSUV y los altos cargos del gobierno. Chávez desconocería cada una de estas realidades, debido a que todo su entorno formaría parte de una misteriosa conspiración, cuyos agentes actuarían a la sombra para desbaratar los planes revolucionarios del presidente e impedirle conocer la realidad.

A pesar de lo absurdo de este planteamiento, es ampliamente difundido por el chavismo «de izquierda». El problema es que quienes sostienen la ignorancia total del presidente en los aspectos más importantes de la política gubernamental, son los mismos que avalan su indiscutible e incuestionable liderazgo. Según el mito de la derecha endógena, Chávez sería el presidente revolucionario de un gobierno no-revolucionario, y el líder indiscutible (al que nadie dentro del gobierno obedece) de un movimiento secuestrado por una derecha semiclandestina surgida de sus propias filas.

La izquierda endógena

En realidad, fue el propio Chávez el que anunció que enfrentaría personalmente a los trabajadores que pretendieran hacer uso de la huelga en empresas estatales, en declaraciones hechas en Guayana a comienzos del año pasado. Chávez, y no algún ministro o asesor, anunció la liberación de los precios de los alimentos, el aumento del IVA, la devaluación del bolívar, y la creación del Fondo Bicentenario, para financiar a la burguesía con los fondos obtenidos a través de estas medidas regresivas. Y llegó al colmo de asegurar que la devaluación de la moneda era en realidad una «revaluación», y que los precios de las mercancías bajarían.

Todos los hechos confirman lo que el General Müller Rojas escribió en su último artículo: «Hoy todos los ciudadanos saben que no son los alcaldes, gobernadores y ministros los que engañan al Presidente. Saben que es éste quien rota, apoya, cambia, premia o castiga a su séquito (la burocracia de un régimen carismático)».

En realidad la supuesta derecha endógena actúa a sus anchas, dirige el partido y el gobierno, y cuenta con el apoyo incondicional del presidente Chávez, como lo demuestran todas las designaciones ministeriales y la reciente asignación por parte del dedo presidencial de los candidatos del voto lista a la Asamblea Nacional (entre los favorecidos por Chávez se encuentran los personajes más detestados por el chavismo de base, como Diosdado Cabello, Francisco Arias Cárdenas, y Cilia Flores). Inversamente, la que actúa con extrema cautela, semiclandestina, es la izquierda chavista. Rumiando su amargura, o limitándose al chisme y la intriga de pasillos, es la izquierda chavista la que debería denominarse izquierda endógena.

¿Luchar desde adentro o callar para mantenerse adentro?

La izquierda endógena suele autojustificarse diciendo que está «luchando desde adentro». En realidad está dejando de luchar para mantenerse adentro. No se conocen fracciones o corrientes dentro del PSUV que hayan criticado públicamente al presidente Chávez por haber adoptado un macabro plan de ajuste capitalista, que descarga sobre el pueblo trabajador el peso de la crisis. Tampoco ha sobresalido ningún miembro de la izquierda endógena por sus posturas públicas exigiendo la derogación de las empresas mixtas petroleras, fórmula para la cesión de la soberanía al capital transnacional. Ninguno de los «camaradas que están dando la pelea desde adentro» ha salido públicamente a exigir que se libere a Sabino Romero y a Rubén González, y que se destituya a los ministros responsables de dirigir la persecución en contra de estos luchadores sociales. Tampoco ha salido la izquierda endógena a combatir el desenfrenado culto a la personalidad, eufemísticamente llamado «hiperliderazgo» por un grupo de intelectuales.

Y no se puede hacer nada de esto, porque si se hiciera, se dejaría de estar adentro. Quien se atreviera sería tildado de infiltrado. Y en cierto sentido la acusación sería cierta, sólo que no se trataría de un derechista infiltrado, sino de un izquierdista infiltrado en un gobierno que usurpa los símbolos revolucionarios para adornar un proyecto nacionalista-burgués.

«Hay que apoyar incondicionalmente a Chávez para evitar que la derecha opositora tome el poder»

«No volverán», es el mantra preferido de la izquierda endógena. Y es verdad, no volverán porque nunca se han ido. Muchos adecos y copeyanos están en el gobierno, luego de cambiar las franelas blancas y verdes por las rojas. Pero además, el gobierno mismo ha adoptado y perfeccionado muchos de los peores vicios cuartorrepublicanos. Si los adecos inventaron la práctica sectaria y excluyente de pedir carnet para otorgar cargos en el sector público, los chavecos han hecho de este requerimiento algo sistemático, no sólo para acceder a empleos públicos, sino hasta para constituir un consejo comunal. Si los adecos obligaban a los empleados públicos a asistir a marchas gobierneras, los chavecos han hecho de la coacción patronal el sostén principal de sus movilizaciones.

Pero esto no es todo. Chávez abraza en el «Acto por el Reimpulso Productivo» del 11 de junio de 2008 a la oligarquía financiera y a los magnates industriales, pactando con quienes financiaron y auparon el golpe de Estado y el sabotaje petrolero; e incluso el 31 de diciembre de 2007 le otorga amnistía a los ejecutores de estos crímenes contra la democracia y contra el pueblo. El supuesto garante de que la derecha opositora no gobierne es el que normaliza sus relaciones con los golpistas y les asegura total impunidad.

Por lo demás, no ha habido ninguna revolución, la burguesía y el imperialismo siguen teniendo las riendas económicas del país. Los adecos no gobiernan, pero gobiernan sus alumnos más aventajados. Para avanzar hacia un nuevo puntofijismo, el gobierno aprobó la Ley Orgánica de Procesos Electorales, que elimina la representación proporcional de las minorías en el parlamento, lo cual favorece al PSUV y a la coalición de la derecha opositora. Apoyar al gobierno de Chávez es legitimar su estafa ideológica y facilitarle el camino de regreso al poder político a la derecha opositora. La única manera de revertir esta tendencia es levantar una alternativa política independiente, que se nutra de las luchas obreras y populares y les dé una expresión orgánica.

¿Chavismo o socialismo?

No se puede ser revolucionario y al mismo tiempo avalar la deriva reaccionaria del gobierno del presidente Chávez en los últimos años, sus pactos con Cisneros y la gran burguesía, sus intenciones de normalizar las relaciones con Obama y los lacayos regionales del imperialismo (como Juan Manuel Santos), su posición antiobrera y antiindígena, sus políticas económicas de ajuste para los trabajadores y entreguismo frente al capital transnacional, sus pretensiones bonapartistas de ser el árbitro que, más allá del bien y del mal, media entre las clases para el sostenimiento del sistema capitalista. No se puede ser revolucionario si no se desenmascara a un gobierno de nuevos ricos que se han convertido en propietarios de medios de producción en virtud de su manejo de los recursos de la renta petrolera.

*Simón Rodríguez Porras es dirigente del partido Unidad Socialista de Izquierda y candidato a diputado en Mérida por la tarjeta del PPT.

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