En torno a la necesidad de acceder a la opinión estudiantil sobre el desempeño docente de sus profesores

Es aceptado sin discusiones, en muchas instituciones de educación superior en el mundo, tanto públicas como privadas, el hecho de que el ejercicio docente debe ser evaluado periódicamente. Dado que los estudiantes son testigos de primera mano de lo que ocurre en las aulas, se acude a su testimonio a través de encuestas, por lo general anónimas, para recabar información acerca del desempeño docente de sus profesores.

Es aceptado sin discusiones, en muchas instituciones de educación superior en el mundo, tanto públicas como privadas, el hecho de que el ejercicio docente debe ser evaluado periódicamente. Dado que los estudiantes son testigos de primera mano de lo que ocurre en las aulas, se acude a su testimonio a través de encuestas, por lo general anónimas, para recabar información acerca del desempeño docente de sus profesores.

En la Universidad de Los Andes no es todavía éste un procedimiento establecido de manera generalizada. Salvo algunas excepciones, en la mayoría de las Facultades se mantiene una cultura de relaciones entre profesores y estudiantes que se podría ubicar en el marco de la concepción décimonónica de la educación superior. La autoridad incuestionable del profesor permite desviaciones y abusos serios que impiden una relación de cooperación y respeto mutuo entre docentes y estudiantes, y más aún, un verdadero crecimiento académico de la institución.

En la Carrera de Matemáticas de la Facultad de Ciencias se ha instaurado desde hace varios años, la práctica de la evaluación semestral de la labor docente de cada profesor, a través de encuestas, llenadas de manera anónima por los estudiantes de cada curso, al final del semestre. Un grupo de estudiantes aplica la encuesta, la Comisión Curricular del Departamento transcribe los resultados y los entrega a cada profesor. Los resultados nos animan a mantener y mejorar este instrumento. El estudiantado, en general, percibe una muestra de interés y respeto por su opinión en este sondeo periódico y las encuestas son mayoritariamente llenadas con honestidad y respeto.

Cuando los estudiantes no tienen una vía institucional para expresar lo que consideren necesario acerca de sus profesores, de manera anónima, se represa un caudal que en cualquier momento se desborda como protesta. Pero aún en esos casos, es un caudal de información valiosísima para la academia; y eso es lo que no se ha asomado a la conciencia de muchos profesores universitarios.

Recientemente, recibí la noticia de la convocatoria que, con motivo del día del estudiante, hizo un grupo de estudiantes de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, para la elección del «Profesor Pirata del Año». Participaron más de 200 votantes libremente, escribiendo cada uno el nombre de un profesor considerado por el votante como merecedor de ese lamentable epíteto y obtuvieron resultados que confirman la confiabilidad que este tipo de consultas anónimas ofrecen: sólo 3 nombres acapararon la votación en la Escuela de Ciencias Políticas. Asombroso consenso.

Algunos docentes de esa Escuela, en lugar de buscar una manera de institucionalizar la consulta a los estudiantes para canalizar el cauce desbordado, porque, como mencioné antes, contiene información valiosísima para el mejoramiento académico, optaron por rechazar la iniciativa con represalias (¡suspensión de actividades docentes!) y condenar el acto de votación. Se apoya el rechazo, entre otras cosas, en argumentos como la incapacidad de los estudiantes para juzgar a un profesor con credenciales académicas de tercer y cuarto nivel. Verdaderamente, este argumento se cae por su propio peso, ya que los estudiantes, al juzgar la actividad docente, no están opinando sobre los conocimientos del docente (aunque en casos extremos de fallas en ortografía y gramática sí podrían hacerlo), sino que están expresando lo que han experimentado como parte integrante de ese complejo binomio de la enseñanza-aprendizaje.

Ojalá sea este incidente el inicio de una apertura real a la práctica consistente de recoger la opinión estudiantil en torno a la labor docente de sus profesores, no sólo en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, sino en toda la Universidad de los Andes. De otro modo, estaremos afirmando una posición contraria a los principios del movimiento de Reforma Universitaria, al reforzar una concepción del docente como autoridad incuestionable. El hecho de tener representantes estudiantiles al cogobierno universitario no sustituye la necesaria participación directa del estudiantado en la evaluación de las actividades docentes, que constituyen el medio por excelencia de su acceso al conocimiento.

* Profesora titular del Departamento de Matemáticas de la Facultad de Ciencias, ULA

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