La fiesta en el tepuy: Enchufados del puntofijismo y el chavismo

Por Miguel Angel Hernández*

Gran revuelo en la opinión pública nacional ha causado la rumba que se llevó a cabo el pasado 4 de febrero en la cima del tepuy Kusari en el parque nacional Canaima, estado Bolívar, declarado Patrimonio Mundial Natural por la Unesco en 1994.

El sarao fue organizado por el empresario turístico Rafael Oliveros Russián, a propósito de cumplir 50 años. Oliveros es director del grupo turístico Marea, así como del Campamento Canaima, un lujoso hotel situado en dicha zona. Este personaje fue designado por Maduro en el año 2016, como integrante del Consejo Nacional de Economía Productiva, y representante del sector turismo en los nueve motores de la economía. El empresario, además, tendría un convenio con la línea aérea estatal Conviasa, denominado “ConViaje”, con el objetivo de incentivar paquetes turísticos en Canaima y en la isla de Margarita.

Al bonche en el tepuy fueron invitados varios ricachones, socialités del jet set nacional, algunos influencers, entre los que se encontraban Osmel Souza, quien durante 40 años dirigiera la Organización Miss Venezuela, junto a Venevisión y los Cisneros; Titina Penzini López, diseñadora, hija del empresario fallecido Pedro Penzini Fleury y prima de Leopoldo López, dirigente de Voluntad Popular, y Ana María Hernández, relacionista pública, y exrepresentante de las casas Dior y Luis Vuitton en Venezuela. Los 20 invitados fueron trasladados en 9 viajes de helicóptero, con un costo aproximado por vuelo de unos 2 mil dólares.

El turismo capitalista depredador tiene larga data

Llama mucho la atención que la mayoría de los medios de comunicación presenten la fiesta en Canaima como algo novedoso; como si en el puntofijismo no se hubieran producido este tipo de abusos y violaciones a las regulaciones establecidas en las leyes que norman el manejo de los parques nacionales.

Basta recordar que ese modelo de turismo capitalista depredador, afincado en la explotación y usufructo de la naturaleza, fue impulsado en el pasado puntofijista, y rechazado por el pueblo pemón, el cual logró con su movilización derrotar el megaproyecto del hotel de Turisur en 1996 (1). Lo que hoy intenta hacer Oliveros de la mano del actual gobierno, no es más que una reproducción de las prácticas que la burguesía tradicional venezolana impuso en el pasado reciente.

Tengo plata, y hago lo que me da la gana

Con la fiesta en el tepuy Kusari, se ponen en evidencia algunas cosas, que los medios privados ocultan deliberadamente. Los medios intentan hacer creer que estas extravagancias son patrimonio exclusivo del chavismo. En realidad no es así. Como se evidencia más arriba, la mayoría de los invitados no son precisamente chavistas. Algunos son personajes de la burguesía criolla tradicional, otros son beneficiarios de las relaciones con los gobiernos del puntofijismo, o ligados a empresarios y transnacionales. Aunque el organizador es un miembro de lo que se ha dado en llamar boliburguesía.

Los que tienen dinero se creen con derecho a hacer los que les da la gana. Creen tener patente de corso para violar las leyes. Así fue en el pasado puntofijista y hoy en el chavismo.

Los millonarios se suben en helicóptero a un tepuy, o se van en un cohete a orbitar la Tierra, como hizo recientemente en plena pandemia el mil millonario norteamericano Jeff Bezos, dueño de Amazon. Por supuesto, cada quien llega hasta donde el bolsillo le alcanza.

Mientras millones de personas en Venezuela viven en la miseria, con salarios de hambre, rebuscándose como pueden o esperando que algún familiar les envíe dinero desde su destino de emigrante, una minoría que vive en una burbuja al margen de la crisis brutal que padece el pueblo trabajador, hace fiestas en un tepuy, en el hotel Humboldt en el cerro Avila, o en sus mansiones y haciendas. Y esto lo hacen tanto los que se han enriquecido bajo la sombra protectora de los negocios con el gobierno, antes con Chávez y hoy con Maduro; como por ejemplo Rafael Oliveros Russián, como también empresarios, banqueros y gerentes de transnacionales.

Siempre hubo enchufados

Pero esta relación privilegiada entre empresarios y el poder gubernamental no es nueva. En el siglo XIX, Henry Lord Boulton logró establecer en Caracas el alumbrado con gas, gracias a los buenos oficios de su amigo el presidente de Venezuela en ese momento, el autócrata Antonio Guzmán Blanco. Esto lo logró sacando del juego a Carlos Palacios, otro empresario que no logró obtener los favores del gobierno.

Más recientemente, en los inicios del período democrático burgués (1960), Diego Cisneros compró el canal de televisión Televisa, con el apoyo del gobierno adeco de Rómulo Betancourt, fundando posteriormente Venevisión.

Otro ejemplo fue el de Nelson Rockefeller que compró un supermercado en Maracaibo, que le permitió organizar la cadena de supermercados Cada, en el marco de acuerdos establecidos con el gobierno de Betancourt. La cadena Cada sería vendida luego a Cisneros, con la intermediación de Betancourt. Como se puede ver, enchufados han habido siempre. Empresarios grandes o pequeños, que asociados con el gobierno, obtienen facilidades para saltarse las leyes y hacer pingües negocios.

* Dirigente del Partido Socialismo y Libertad

(1) https://www.ecopoliticavenezuela.org/2018/01/18/mapa-de-conflictos-socio-ambientales-turismo-en-territorio-pemon-en-el-parque-nacional-canaima/.

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