La LEU es contraria al socialismo

La Ley de Educación Universitaria (LEU) aprobada por los diputados del Partido Socialista Unido de Venezuela y el Partido Comunista de Venezuela, revela el verdadero contenido de la táctica de “radicalización” anunciada por el presidente Chávez luego de la derrota política del gobierno en las elecciones legislativas del 26 de Septiembre. Probablemente sea la ley más reaccionaria y antidemocrática de cuantas ha promulgado la Asamblea Nacional en las últimas semanas. La LEU permite constatar que dicha “radicalización” se traduce en la acentuación de los rasgos autoritarios de la institucionalidad burguesa, combinada con un fariseísmo discursivo ilimitado, que utiliza la terminología revolucionaria para encubrir el verdadero contenido de la acción gubernamental.

La Ley de Educación Universitaria (LEU) aprobada por los diputados del Partido Socialista Unido de Venezuela y el Partido Comunista de Venezuela, revela el verdadero contenido de la táctica de “radicalización” anunciada por el presidente Chávez luego de la derrota política del gobierno en las elecciones legislativas del 26 de Septiembre. Probablemente sea la ley más reaccionaria y antidemocrática de cuantas ha promulgado la Asamblea Nacional en las últimas semanas. La LEU permite constatar que dicha “radicalización” se traduce en la acentuación de los rasgos autoritarios de la institucionalidad burguesa, combinada con un fariseísmo discursivo ilimitado, que utiliza la terminología revolucionaria para encubrir el verdadero contenido de la acción gubernamental.

En la LEU, el gobierno oculta la reestructuración antidemocrática del sistema universitario, con declaraciones acerca del carácter «liberador» de la educación universitaria, su inserción el la construcción del «socialismo», y una densa perorata demagógica distribuida a todo lo largo del articulado. Pero todas estas declaraciones carecen de valor práctico, la sustancia de la ley es la eliminación de la autonomía universitaria y la independencia organizativa de los gremios estudiantiles y de trabajadores.

No se puede ocultar que la decadencia de las universidades autónomas, sumidas en la corrupción y la desidia luego de décadas de gobierno universitario a cargo de grupos mafiosos vinculados a los partidos de la derecha tradicional, le ha facilitado al gobierno el asalto que hace con la LEU contra la autonomía universitaria. La oposición a la LEU que hacen las autoridades rectorales y los partidos de la Mesa de la Unidad Democrática, apegada a la defensa de privilegios burocráticos, en realidad es funcional al discurso del gobierno. Por el contrario, la izquierda revolucionaria se opone a la LEU con los mismos argumentos con los que ha combatido políticamente a la derecha dentro de las universidades durante todos estos años.

La LEU sustituye la dictadura de los Consejos Universitarios por la dictadura del Ministro

Sería una incongruencia muy extraña que la LEU democratizara la vida política en las universidades, como sostienen los diputados del PSUV y el PCV, e incluso algunos profesores universitarios chavistas, y que se haya tenido que aprobar sin que mediara su discusión con las organizaciones de estudiantes, trabajadores y profesores universitarios. Realmente, a los diputados no les interesaba someter al examen de una consulta democrática un proyecto que, por ejemplo, otorga al gobierno la potestad de normar las formas de organización que pueden legalmente adoptar los estudiantes, trabajadores y profesores, con lo cual se liquida la autonomía sindical y organizativa.

Tampoco sirve a los fines de la democracia universitaria concentrar poderes dictatoriales en manos del burócrata de turno que ostente el cargo de Ministro de Educación Universitaria, como lo hace la LEU. Una vez establecida esta concentración de poder en el gobierno, limitado severamente el autogobierno universitario, resulta irrelevante que se otorgue el voto paritario a todos los miembros de la comunidad universitaria: todos podrán votar, pero quien concentra el poder de decisión es un ministro electo únicamente por el dedo presidencial. Por eso, el voto paritario en la LEU es una estafa.

Además de estar facultado para reglamentar el funcionamiento de los órganos de gobierno universitario, los procesos electorales internos de las universidades, así como los procesos de ingreso y permanencia estudiantil, el ministro también reglamentará los mecanismos para la participación de representantes del “Poder Popular” en todas las instancias del gobierno universitario y en el Consejo Nacional de Transformación Universitaria, instancia que también será controlada por el gobierno.

En el aspecto disciplinario, la ley establece que un estudiante que no guarde la “consideración debida” hacia otro miembro de la comunidad universitaria, o que irrespete los símbolos patrios o universitarios, puede ser suspendido hasta por un año. Un profesor que no observe las “buenas costumbres” puede ser suspendido por dos años. Semejantes criterios de inspiración fascista son tan opacos que abren las puertas a la aplicación de sanciones arbitrarias, limitando, en la práctica el libre desenvolvimiento del debate y la crítica dentro de las universidades.

Es cierto que las autoridades rectorales y los Consejos Universitarios han pervertido el sentido de la autonomía universitaria, concentrando en sus manos el autogobierno y adquiriendo una creciente independencia con relación a la propia comunidad universitaria, excluyéndola de los procesos de planificación, ejecución, y control del gasto universitario, lo que ha resultado en una desquiciante corrupción. Pero el gobierno usa la guillotina para aliviar el dolor de cabeza: en vez de investigar y procurar el castigo de las irregularidades administrativas, aprovecha esta situación como pretexto para imponer la LEU, que liquida completamente la autonomía universitaria. En vez de propiciar reformas que democraticen la vida interna de las universidades, a través de la LEU concentra poder en el ministro de manera grosera.

Una ley radicalmente contraria al socialismo

La LEU concentra en el gobierno burgués importantes prerrogativas con relación a las universidades, las corporativiza al servicio de los planes estatales. Es una ley burguesa que refleja la deriva derechista y autoritaria del chavismo. No obstante, las autoridades de las universidades autónomas y los partidos de la MUD han enfilado sus críticas contra el supuesto carácter “socialista” de la LEU. Incluso en alguna crítica de izquierda, como la del intelectual cubano Armando Chaguaceda, se ha planteado que la LEU “impone el socialismo”, que habría sido rechazado como modelo por el voto popular en el referendo constitucional de 2007 (Ver http://laclase.info/movimiento-estudiantil/dos-articulos-sobre-la-leu). El gobierno saca provecho de esta clase de argumentos, para reforzar su propaganda sobre la supuesta naturaleza revolucionaria de la LEU.

A contracorriente de la propaganda del gobierno y de la derecha opositora, los socialistas revolucionarios nos oponemos a la LEU precisamente porque no tiene nada de socialista ni de democrática. Como tampoco la reforma constitucional de 2007 apuntaba a una transición hacia el socialismo.

En el caso de la LEU, es un instrumento legal perfectamente burgués que consagra la educación privada, limita la gratuidad al ámbito de las instituciones estatales, y ni siquiera establece el carácter laico de la educación universitaria. Además, compromete a las universidades a impulsar el modelo de capitalismo estatista que abandera el gobierno, y fortalecer la perspectiva geoestratégica “pluripolar”, que supone la existencia de varias potencias capitalistas en las relaciones internacionales posteriores a la Guerra Fría. De tal manera que la LEU no propicia la menor contradicción con el orden capitalista, sino que refuerza el rol de las universidades como pilar ideológico de la dominación burguesa.

La LEU hace varias menciones del término “socialismo”. Pero como ya hemos visto, su contenido es radicalmente contrario a los propósitos de la revolución socialista. Si hiciéramos el ejercicio de borrar del texto de la LEU la palabra “socialista”, y la sustituyéramos por “democracia liberal”, o cualquier otro término, ello no cambiaría en lo más mínimo el contenido de la LEU, que viene dado por las estructuras organizativas y métodos que allí se consagran. Lo importante no son los autos de fe, sino las correlaciones de fuerzas que la LEU consagra a favor del Estado burgués, que bien puede ser administrado hoy por el chavismo y mañana por los partidos de la MUD, o por cualquier otra formación partidista burguesa.

Lo mismo es cierto para el resto del contenido declarativo de la LEU, plagado de terminología posmoderna y pseudofilosófica, que no es más que la cobertura ideológica de su contenido antidemocrático.

Al ser derrotado el proyecto de reforma constitucional de 2007, el presidente Chávez aseguró que el pueblo venezolano era “inmaduro”, y no estaba preparado para entender y apoyar su proyecto político. El gobierno y la derecha opositora insistieron en describir el resultado electoral como una derrota para el socialismo. Pero una proporción importante de las personas que rechazaron la reforma no lo hicieron por las declaraciones socialistas del proyecto, sino por su contenido regresivo en materia democrática, al concentrar mayor poder en un gobierno burgués y limitar derechos democráticos del pueblo. Si la reforma constitucional hubiera fortalecido los derechos económicos y políticos de las mayorías trabajadoras, con cambios legales que cambiaran la correlación de fuerzas entre las clases sociales a favor de los explotados, entonces el proyecto habría tenido un carácter de transición hacia el socialismo, aún cuando el texto de la reforma no mecionara explícitamente el término.

De igual manera, lo que impone la LEU no es el socialismo, sino restricciones a las libertades democráticas en el marco del capitalismo, y esto es lo que los estudiantes y trabajadores deben rechazar. El rechazo a la LEU debe ir de la mano con la reivindicación de la autonomía universitaria y la lucha por el control democrático del gasto universitario, la democratización de las políticas de ingreso estudiantil, el voto paritario, la abolición de la educación privada, y la dignificación de las condiciones laborales de todos los asalariados de las universidades. La movilización por esos objetivos daría un impulso a la necesaria transformación universitaria.

* Ex dirigente estudiantil de la ULA y dirigente de la Unidad Socialista de Izquierda.

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