Por: Berta Herrero y Alexandra Von Shelling
Inyecciones de comida de manera forzosa por vía rectal, privación del sueño durante más de 70 horas, ahogamientos simulados, amenazas sexuales con palos y palizas varias son sólo algunas de las torturas a las que la CIA sometió a los detenidos acusados de actividades relacionadas con el terrorismo entre 2002 y 2006, tras el terror desatado por los atentados del 11-S.
La CIA mintió deliberadamente a la Casa Blanca y al Congreso sobre sus prácticas, como detalla el informe dado a conocer este martes por el Senado. Los detenidos fueron privados de luz, sometidos a música atronadora y, con la única compañía de un balde en el que depositar sus heces, retenidos en celdas sin calefacción. Sin embargo, las condiciones de vida que la CIA relató eran mucho mejores que éstas.
Tal era el aislamiento en el que se encontraron algunos presos que la falta de contacto humano les provocó traumas psicológicos como alucinaciones, paranoias y autolesiones. Este fue el caso de Arsala Khan, un afgano capturado en 2003 que contaba con alrededor de 55 años y que presuntamente ayudó a Osama Bin Laden a escapar a través de las montañas de Tora Bora a finales de 2001. Tras las 56 horas que fue mantenido despierto de pie, apenas podía articular palabra y estaba «visiblemente en shock por las alucinaciones que le hacían ver a su familia asesinada por unos perros», según relata el informe. Dos días después de tener estas visiones, sus interrogadores volvieron a privarle de sueño durante otras 21 horas.
Tras aproximadamente un mes de interrogatorios exhaustivos, la CIA concluyó que «el detenido no parece estar involucrado en planes actuales contra Estados Unidos» y ordenó que fuera devuelto a su pueblo y le fuera efectuado un pago en metálico. Sin embargo, fue transferido al Ejército, que le custodió durante cuatro años más a pesar de ser conocido que su delator tenía intereses personales contra él y su familia.
Esta técnica fue usada, además, entre el 3 y el 5 de junio de 2003 con Abu Hazim, quepermaneció en vela y de pie 52 horas. Asadallah también fue mantenido así a pesar de sufrir un esguince. En 2003, la privación del sueño por debajo de las 72 horas estaba considerada como una técnica legal. Khallad bin Attash fue sometido a 70 horas de privación de sueño, dos menos de las permitidas. Después, oficiales de la CIA le permitieron dormir durante cuatro horas para luego mantenerlo despierto, sentado, durante otras 20. Algunos detenidos fueron forzados a permanecer despiertos hasta 180 horas.
Era común que los agentes desprendieran a los detenidos de su ropa, arrastrándoles desnudos por el suelo, bañándoles en agua congelada y simulando su ahogamiento mediante la inyección de inmensas cantidades de agua por las vías respiratorias. También les horrorizaban con taladros eléctricos y les propinaban brutales palizas, sin olvidarse de amenazarles con hacer daño a sus mujeres y niños. Las torturas llegaron incluso a causar la muerte, en 2002, de un detenido por hipotermia que había permanecido encadenado, prácticamente desnudo, en una prisión secreta de la CIA.
Inyecciones rectales forzosas que inducían al suicidio
A partir de marzo de 2004 y hasta que ingresó como preso en Guantánamo, Majid Khan llevó a cabo una serie de huelgas de hambre que llamaron la atención del personal de la CIA. Ante una primera situación en que se temía por su vida, el reo permitió que le fueran suministrados nutrientes por vía gástrica. Sin embargo, tres semanas después la CIA recurrió a un tratamiento más agresivo, que incluyó la alimentación e hidratación rectal sin su consentimiento.
Un día, el menú de Khan, consistente en hummus, pasta con salsa, nueces y pasas, le fue inyectado a la fuerza por la vía rectal. Las inyecciones persistieron y el preso intentó quitarse la vida en varias ocasiones con la ayuda de objetos punzantes.
Detenciones ilegales y líos diplomáticos
El informe revela también que la agencia cometió detenciones erróneas que prolongó sin justificación. Ese fue el caso del afgano Gul Rahman, detenido en 2004 por llamarse igual que un objetivo estadounidense. A pesar de que sus captores sabían que él no era su objetivo, como reveló también una prueba de ADN, fue retenido en aislamiento durante aproximadamente un mes.
En enero del mismo año, la CIA detuvo a Khalid al-Masri, de nacionalidad alemana, para ser interrogado por la posibilidad de que conociera información sobre Al Qaeda. Ello se hizo sin determinar si su persona significaba amenaza alguna para la seguridad del país norteamericano, lo que constituía un requisito para efectuar detenciones desde el 17 de septiembre de 2011. Finalmente, tras una retención prolongada de forma injustificada, Al-Masri fue liberado (fundamentalmente porque ciertas divisiones de la CIA no querían notificar al Gobierno alemán la captura de uno de sus ciudadanos) con sus enseres personales y 14.500 euros en concepto de indemnización.
Por otro lado, desde julio de 2004 hasta finales de ese año, se recurrió a técnicas de tortura de grado superior al permitido en los casos de Janat Gul, Sharif al-Masri y Ahmed Khalfan Ghailani, las tres con la aprobación individual del Departamento de Justicia.
Una información crucial para entender a Al Qaeda
George W. Bush, presidente de Estados Unidos mientras se produjeron las torturas, firmó un Memorándum de Notificación (MON) el17 de septiembre de 2001 que otorgaba a la CIA el derecho de detener a «quienes constituyan una amenaza de violencia y muerte a los ciudadanos de Estados Unidos y los que planeen ataques terroristas». El MON no hizo ninguna referencia a los métodos de los interrogatorios.
El director de la CIA, John Brennan, expresó este martes que la información extraída con las torturas fue «crucial» para entender a Al Qaeda y sigue siendo útil en la actualidad en esfuerzos contra el terrorismo. Tras la publicación del documento, la agencia ha defendido que, pese a que cometió «errores» en su aplicación del programa, éste produjo información útil, incluido en la misión para encontrar a Bin Laden.
Durante la era Bush, la CIA había alegado que el 50% de sus informes de inteligencia sobre la organización terrorista fueron elaborados a partir de los interrogatorios a presos. Sin embargo, la Oficina del Consejo Legal llegó también a conclusiones equivocadas basadas en información falsa proporcionada por la agencia en relación a Al Qaeda y a posibles ataques terroristas. Muchos de los torturados proporcionaron información errónea sólo para intentar acabar con las prácticas de sus interrogadores.
Incompetencia… y ningún responsable
El documento refleja que la CIA no disponía de suficientes traductores como para realizar interrogatorios eficaces en los primeros días de cautiverio de los detenidos. Además, muchos de los agentes que los llevaron a cabo no estaban cualificados para hacerlo, ya que habían terminado su formación apenas unos días antes.
Si bien el informe publicado por el Senado estadounidense explica con detalle las torturas practicadas sobre los presos sospechosos de terrorismo, en él aparecen borrados todos los nombres de los torturadores y de los países que cooperaron con Estados Unidos en estas prácticas.
A pesar de ello, Estados Unidos ha instado a sus bases militares en el extranjero a extremar la alerta por la posibilidad de reacciones violentas a estas revelaciones.