Los maniquíes dan forma a una fantasía venezolana
(Traducción: Laclase.info)
Frustrado por las modestas ventas de su pequeña fábrica de maniquíes, Eliezer Álvarez realizó una sencilla constatación: las mujeres venezolanas estaban recurriendo cada vez más a la cirugía plástica para transformar sus cuerpos, no obstante los maniquíes en las tiendas de ropa no reflejaban estas nuevas, a menudo extremas, proporciones. Así que regresó a su taller y creó el tipo de mujer que consideraba que el público quería, una con un busto exagerado y un trasero enorme, una cintura de avispa y piernas largas, una fantasía de fibra de vidrio al estilo venezolano.
Por: María Eugenia Díaz, Paula Ramón y Jimmy Chalk (NY Times)
(Traducción: Laclase.info)
Frustrado por las modestas ventas de su pequeña fábrica de maniquíes, Eliezer Álvarez realizó una sencilla constatación: las mujeres venezolanas estaban recurriendo cada vez más a la cirugía plástica para transformar sus cuerpos, no obstante los maniquíes en las tiendas de ropa no reflejaban estas nuevas, a menudo extremas, proporciones. Así que regresó a su taller y creó el tipo de mujer que consideraba que el público quería, una con un busto exagerado y un trasero enorme, una cintura de avispa y piernas largas, una fantasía de fibra de vidrio al estilo venezolano.
Las formas aumentaron y también las ventas. Ahora sus maniquíes, y otros parecidos a ellos, se han convertido en estándar en las tiendas a lo largo de Venezuela, como una exagerada y a veces polarizante visión de la forma femenina, llamando a las consumidoras tanto desde las entradas de pequeñas tiendas, como de las vitrinas de las tiendas de los grandes centros comerciales.
El trabajo del Sr. Álvarez puede haber tenido la intención de imitar a la vida. Pero en una cultura saturada con tales imágenes, la vida le devuelve el elogio. “Ves a una mujer como esta y dices, guao, me quiero parecer a ella”, dijo Reina Parada, mientras lijaba un torso de maniquí en el taller. Aunque no puede costearse la operación, aseguró que le gustaría tener implantes algún día. “Te mejora el autoestima”.
Las cirugías estéticas están tan de moda acá que se hace referencia a una mujer con implantes como “una mujer operada”. Las mujeres hablan abiertamente acerca de sus cirugías, y el fabricante de maniquíes dice en son de chiste que sus maniquíes son “operados” también. La esposa del Sr. Álvarez y su socia comercial, Nereida Corro, se refiere a su maniquí más vendido, con sus proporciones infladas, como el modelo “normal”.
La asimilación de la cirugía plástica choca con la ideología socialista del gobierno y el discurso sobre la creación de una sociedad libre del signo de lo comercial. Quien durante mucho tiempo dirigió al país, Hugo Chávez, fallecido luego de 14 años a la cabeza del gobierno, atacó estas operaciones, diciendo que era “monstruoso” que mujeres pobres gastaran dinero en cirugías mamarias cuando se les hacía difícil llegar a fin de mes.
Pero el mismo recurso en el que se apoya el gobierno, las reservas petroleras más grandes del mundo, ha alimentado por mucho tiempo una cultura del dinero fácil y el consumismo, así como una debilidad por los atajos y la gratificación instantánea.
“A Venezuela se le conoce por su petróleo y por su belleza”, dice Lauren Gulbas, una académica feminista y antropóloga en la Universidad de Dartmouth que ha estudiado las actitudes hacia la cirugía plástica en Venezuela. “Eso está ligado al por qué los venezolanos le otorgan tanta importancia”.
La belleza adquirió un rol particularmente importante a finales de los 70´ y los 80´, cuando las reinas de belleza del país, de por sí una obsesión nacional, ganaron el Miss Universo tres veces. Su éxito en la escena internacional tuvo una resonancia especial. Ocurrió mientras el país lidiaba con las expectativas frustradas del auge petrolero de los 70 y la profunda caída económica que le siguió, trayendo como consecuencia una crisis de la confianza nacional.
Y la fama de las reinas de belleza ayudó a alimentar una fascinación con la cirugía plástica y procedimientos como los implantes mamarios, reducción de vientre, cirugía de la nariz e inyecciones para endurecer las nalgas.
Osmel Sousa, el sempiterno conductor del concurso Miss Venezuela, se atribuye el haber influido en esta tendencia. Le recomendó una cirugía de la nariz a la primera Miss Universo venezolana, la cual hizo posible su victoria hace más de tres décadas.
“Cuando hay un defecto, lo corrijo”, dice el Sr. Sousa. “Si se puede arreglar fácilmente con cirugía, ¿por qué no hacerlo?”. Para el Sr. Sousa, la belleza verdaderamente es superficial: “Yo digo que la belleza interna no existe. Eso es algo que las mujeres feas inventaron para justificarse”.
Naturalmente, no todos lo ven de ese modo. Varios grupos de mujeres protestaron contra el Miss Venezuela el mes pasado, criticando la presión hacia las mujeres para que se adapten a la estética de lo artificial.
La poca información disponible indica que las mujeres venezolanas no recurren a la cirugía plástica más que sus congéneres en muchos otros países. Pero Gulbas, la antropóloga, dijo que las cirugías adquieren un estatus más prominente gracias a la importancia de la belleza acá y la creencia de que las intervenciones cosméticas ayudarán a proyectar una imagen de éxito.
“Existe esta noción en Venezuela de la buena presencia”, explicó. “Ella comunica que tienes ciertos rasgos que dicen que eres una persona trabajadora, un buen trabajador, una persona honesta”. Ella agregó que “hay una virtud asociada a verse de cierto modo”.
Cada día, Yaritza Molina arregla varios maniquíes en la entrada de la pequeña tienda de ropa que ella administra en Coro, una ciudad en el occidente de Venezuela, siempre colocando dos delante de los demás. “Éstas son las princesas,” dice, “porque tienen el mejor busto”.
“Tengo muchas clientes que vienen y dicen: quiero verme como ese maniquí”, dice Molina. “Yo les digo, ok, entonces opérate”.
Como en muchos países, hay peligros asociados a la obsesión. En los últimos dos años, los medios locales han reportado varios casos en los que mujeres han muerto luego de recibir inyecciones defectuosas con el propósito de endurecer sus glúteos, muchas veces en clínicas no autorizadas.
El salto en las ventas propiciado por los maniquíes de grandes pechos le permitió a la Sra. Corro y al Sr. Álvarez construir un nuevo taller este año, donde los fabrican a mano en un proceso sorprendente poco sofisticado tecnológicamente.
Decenas de maniquíes parados en filas compactas, como robots silenciosos con pechos hiperinflados, toman la exagerada estética femenina que predomina acá y la llevan hasta el extremo. En un día reciente, había una decena de personas trabajando. Algunas aplicaban una película fina de una resina marrón y tiras de fibra de vidrio dentro de moldes, la depositaban para que secara y luego sacaban los torsos artificiales, los brazos, y la parte frontal y la espalda de los cuerpos plásticos. Otros pegaban las distintas partes de los maniquíes, las pintaban con spray, o acomodaban los maniquíes terminados en la tolva de una camioneta que portaba las palabras “Jesús es mi paz” escritas en letras grandes en la ventana trasera. Yuca y maíz crecía en pequeños huertos en los alrededores. Desde una casa al otro lado de la calle, el rostro de Chávez miraba desde un afiche que quedó allí luego de la campaña del año pasado. Parecía mirar por encima del muro hacia las infladas formas femeninas dentro del taller.
La Sra. Corro, la copropietaria, explicó los cambios que han sufrido los maniquíes en unos pocos años: pechos más grandes, traseros más grandes, cinturas esbeltas. Hasta hace poco, “los maniquíes era naturales, al igual que las mujeres eran naturales”, dijo. “La transformación ha sido tanto de las mujeres como de los maniquíes”.
Mary Angola, otra fabricante de maniquíes de Valencia, dijo que los estilos anteriores vinieron de Europa o los EEUU, y difícilmente reflejan la psicología de las mujeres de carne y hueso a su alrededor. “Los hacen tan flacos”, dice.
A pocos kilómetros del taller de la Sra. Corro, trabajadores en una platabanda emplean un proceso similar para fabricar maniquíes, en un taller dirigido por Daniela Mieles, de 25 años, y su familia.
Mientras los maniquíes de Corro dieron un salto cuántico en forma corporal hace varios años, Mieles dice que los bustos y traseros de los maniquíes de su familia crecieron gradualmente para seguir las tendencias en la cirugía plástica. Ahora han alcanzado un aspecto que su esposo, Trino Colmenarez, de 32 años, denomina estrambótico.
Las ventas son buenas, y la Sra. Mieles dice que ella y su esposo han empezado a ahorrar para que ella misma pueda colocarse implantes mamarios. Una operación en una clínica privada puede costar alrededor de $6,350, aseguró Mieles, un monto equivalente a tres meses de gastos domésticos, incluyendo alimentos, y otros costos habituales. El objetivo es parecerse más al ideal artificial proyectado por los maniquíes hechos por su familia.
“La belleza es perfección, tratar de perfeccionarte más y más cada día”, dijo Mieles. “Así es como la gente lo ve acá”.