Sabino: Una muerte anunciada

El horror de este indignante desenlace tiene sus primeras señales desde los tiempos en que se otorgaron los “los títulos” desde aquella Comisión de Demarcación adscrita al Ministerio del Ambiente. Con mucha insistencia se discutía la necesidad de reconocer los territorios continuos ya que, como bien lo expresaron los representantes indígenas, podría traer conflictos entre las comunidades y otros actores que hacían vida en las tierras indígenas como también otros factores que amenazaban y siguen amenazando la vida de estos pueblos.

El horror de este indignante desenlace tiene sus primeras señales desde los tiempos en que se otorgaron los “los títulos” desde aquella Comisión de Demarcación adscrita al Ministerio del Ambiente. Con mucha insistencia se discutía la necesidad de reconocer los territorios continuos ya que, como bien lo expresaron los representantes indígenas, podría traer conflictos entre las comunidades y otros actores que hacían vida en las tierras indígenas como también otros factores que amenazaban y siguen amenazando la vida de estos pueblos.

Tal es el caso, para nombrar solo algunos, el reconocimiento que en el 2006 hizo la Comisión Nacional en pleno de las tierras de los ye’kwana y Sanöma del Alto Caura, la cual fue paralizada su prosecución -sin mayor explicación- al día siguiente, ahora vivimos las terribles consecuencias de la minería.

De igual forma, fue el caso de los Barí que reclamaban una demarcación continua distinta a la propuesta por los funcionarios de la Comisión Regional que dibujaba “potreros” en sus territorios, dejando en el vacío el reconocimiento de sus sitios sagrados y el acceso a recursos indispensable para su existencia. De igual manera ocurrió con el “título” otorgado a la comunidad de Bonoina en el Municipio Antonio Díaz, resultando en el momento conflictos entre comunidades.

Estos ejemplos, para solo nombrar algunos, nos sitúan en problemas de fondo derivados de múltiples intereses, ganadería, minería, “seguridad y defensa”, control de recursos que en sus respuestas efectivas aún siguen intactos. Sobradas experiencias tenemos a estas alturas de procesos de autodemarcación y Planes de Vida direccionada por los propios indígenas, tal es el caso de los ye’kwana, de los pemón y los Yukpa en particular, en el que participó Sabino.

La lucha de los indígenas por las tierras no es un asunto de folkore es un asunto de justicia ancestral y de continuidad física y espiritual de los pueblos indígenas. Hoy por hoy la lucha por las tierras sigue cobrando vidas, la aplicación de sus derechos reclama una revolución comprometida hasta el fondo con estos compatriotas.

La muerte de Sabino es una cachetada al país que revela indiferencia descarada e irresponsabilidad por omisión ante un reclamo a gritos por sus derechos. No dejemos que el reclamo de los que habitan el mapa de esta revolución se convierta en el indignante desenlace de Sabino.

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