27 julio, 2024

Por Diego Bautista Páez (www.revistacomun.com)

“Confío totalmente, no en que el mundo mejore,
sino en que no debemos renunciar al juego
antes de que se hayan jugado todas las cartas.
La metáfora es deliberada: la vida es una apuesta.
No jugar cierra de antemano cualquier posibilidad de ganar.
Jugar, actuar, es crear al menos una posibilidad de cambiar el mundo.”

Esta cita que no cabe en un tweet fue escrita por Howard Zinn, historiador militante y socialista democrático estadounidense. Con el eclipse de la década también se cierra un ciclo desde que el oriundo de Brooklyn y defensor de los derechos civiles murió de un ataque cardiaco el 27 de enero de 2010. En este periodo de ausencia se han agravado algunos de los fenómenos sociales que Zinn identificó a lo largo de la historia de Estados Unidos y contra los cuales combatió toda su vida. En ese sentido, no es ocioso rememorar su obra y convicciones.

La familia Zinn, como judíos y migrantes pobres, estuvo en el nervio del pujante mundo obrero de entreguerras. Astillero de profesión y combatiente aéreo en la Segunda Guerra Mundial por circunstancia, Howard se acercó al marxismo para obtener respuestas acerca de la vocación represiva de la democracia liberal estadounidense de posguerra. A la par de sus lecturas (Dickens a la cabeza) incardinó una vida sindical que desde los 18 años lo atrajo al espacio político y cultural de las izquierdas. Su biografía You Can’t Be Neutral on a Moving Train: A Personal History of Our Times (1994), adaptada como documental, así lo constata.

Zinn perteneció a esa particular estirpe de historiadores militantes — junto a E.P. Thompson del otro lado del Atlántico — que, por su participación antifascista en la Segunda Guerra Mundial, tuvieron la sensibilidad a flor de piel en las aspiraciones y cualidades de los subalternos. Dicho ánimo hizo que mantuvieran el contacto con los excluidos del sistema aún dentro de sus cursos: Thompson en el programa educativo para adultos en Halifax y Zinn impartiendo clases en Atlanta — hasta ser despedido — en el tradicional Spelman College para jóvenes negras. El estadounidense también fungió como supervisor del Student Nonviolent Coordinating Committee y marchó con sus estudiantes por los derechos civiles en el año clave de 1963. Algunas de las anécdotas y cartas de sus estudiantes universitarios y de Spelman se pueden consultar gracias al sitio dedicado a reunir su obra y entrevistas. Tras su despido, el neoyorkino se incorporó como profesor universitario a la Universidad de Boston, donde construyó una investigación histórica original para apoyar sus cursos a través de una perspectiva de historia social “de arriba hacia abajo” (bottom-up history). El resultado fue el multitraducido y reeditado (dos millones sólo en inglés) a people history of the united states: 1492 to present (Harper Collins, 1980); traducido al español con el alternativo título de La otra historia de Estados Unidos (Siglo XXI; 1999). Esta, su obra más conocida, da cuenta de los procesos y colectividades que dieron forma al país vecino; algunos resuenan con ecos de urgencia en la realidad compartida que vivimos con EUA.

La federación india lidereada por Powhatan, los pequote (pobladores originarios de lo que hoy es Connecticut y Rhode Island) y los iroqueses son los primeros protagonistas de la otra historia americana construida por Zinn. Su relato continúa con la génesis de la barrera racial (color line) que estuvo en los orígenes de EUA.

La esclavitud negrera aparece como institución para acceder a una mano de obra dócil por desarraigada y tiene continuidad gracias al millonario negocio que resultó su comercio extracontinental. Según el autor, el menosprecio y opresión racial se arraigaron durante los siglos XVII y XVIII a partir del éxito agrícola y comercial. Sin embargo, la impugnación al sistema esclavista era posible. Así lo demostró la rebelión de Bacon en 1676, en la cual esclavos negros, criados blancos y colonos fronterizos se unieron para exigir respeto a las fronteras con los indios y la equiparación (levelling) entre colonos ricos y pobres. Dicha protesta en Jamestown, Virginia, se tornó en insurrección hasta ser reprimida por soldados de la corona británica.

Otro momento con ecos de actualidad en a people history of the united states tiene que ver con el fortalecimiento de los super ricos y las grandes corporaciones, gracias a la interpretación constitucional que les brindó el Estado norteamericano a finales del siglo XIX. Tras la Guerra Civil, la Enmienda XIV constitucional selló la ciudadanía igualitaria y derecho a la propiedad para todo ciudadano nacido o naturalizado incluyendo a los afroamericanos. Sin embargo, esta fue manipulada para evadir una ley antimonopólica propuesta por John Sherman en 1895 (Zinn, 1999, p. 195). Lejos de favorecer a las poblaciones discriminadas, la interpretación de la Enmienda XIV blindó a los Rockefeller, Carnegie, Armour, Mellon y J.P. Morgan.

En el último episodio al que me quiero referir, Howard Zinn no sólo fue investigador sino protagonista. La resistencia a la guerra de Vietnam supuso un cenit en la conciencia antimperialista y pacifista en todo el mundo, así como una derrota ejemplar a manos de dos actores combinados. Zinn afirma: “Vietnam fue la primera gran derrota del imperio global americano después de la segunda Guerra Mundial. Esta derrota fue conseguida por campesinos revolucionarios en un país extranjero y por un sorprendente movimiento de protesta en casa” (Ibid., p. 374).

En 1968 el historiador encabezó una comisión, junto al reverendo y poeta Daniel Berrigan, que fue a Hanoi para garantizar un intercambio de prisioneros. De la resistencia a la guerra datan dos de sus libros más agudos Vietnam: The Logic of Withdrawal (1967) y Disobedience and Democracy: Nine Fallacies of Law and Order (1968), ambos reeditados por Haymarket Books en 2013.

Racismo, corporativismo e imperialismo son tres tendencias decisivas en la historia de Estados Unidos, aunque, gracias a Howard Zinn, sabemos que entre el pueblo estadounidense también existen impulsos de cooperación, orgullo clasista y aspiraciones antibélicas. Recordar el legado del historiador y militante, tras una década difícil, es hacer votos para que la apertura migratoria, las restricciones a las grandes fortunas y el cese de la guerra contra los pobres y las naciones sean posibles. No lo sabremos, pero tras una década de ausencia, quiero creer que Howard Zinn estaría —junto a los mejor de la inteligencia estadounidense— apoyando la campaña de Bernie Sanders hacia la Casa Blanca.

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