Venezuela: Hasta que la cola no se soporte

Colas para comprar PLC

Por: Arianna Monagas*

Estar boquiabierto, puede referirnos a alguna situación que produzca una gran cantidad de sorpresa en nuestro sistema nervioso. Puede ser un desconcierto de elevada magnitud ante algo que nuestra mente no haya presenciado antes, de igual forma nos puede derribar el alma, y de repente, la vergüenza nos alerta de que durante un largo rato nuestra boca permaneció en una perfecta geometría circular.

Venezuela, el país del oro negro; de las bellezas naturales: frías, calientes, desérticas, tropicales; de la sonrisa de acera a acera, del tocayo que apenas conocimos tras una tanda de largas cervezas frías. Venezuela es ahora un país para quedarse largas horas atolondrados con las bocas abiertas, así como duran desde la madrugada al mediodía las colas de los supermercados.

No es realismo mágico, el hecho de que Venezuela está como una olla de presión, pero no como cualquier olla de este tipo, sino como una que tiene un día entero prendida y por la que nadie se ha tomado la molestia de ir a ‘echarle un ojo’.

El falso socialismo en Venezuela, lo único que representa política, económica y socialmente, es la cúspide del capitalismo, pues va casado con la burocracia, la corrupción, el contrabando, símbolos antagónicos de lo que en sí es el socialismo. Por ende, este falso ideal amparado por el gobierno de turno, es un reconocible engaño que cada día es más fácil de demostrar, como por ejemplo la acción que se ha vuelto costumbre: hacer una cola e ir a la caza de míseras bolsas (pues lo que se ve no son cantidades suficientes) para abastecer un hogar.

Es cierto eso de que una imagen vale más que mil palabras, pero la militarización que acopla el supermercado Bicentenario, al igual que los mercales o Pdval, impide que las imágenes sean en este presente de año nuevo y futuros meses (quizás) lo que muestre ‘hacia afuera’, la cruda realidad que se vive en Venezuela. Lo que nos queda entonces es unir palabras para formar imágenes de cómo la Guardia Nacional Bolivariana, con fusiles, chalecos antibalas, caras de superioridad, forman a las personas como –lamentablemente- borregos enfilados para ir a la granja. O como un grupo de mujeres funcionarias del gobierno, visten el rojo en forma de chaleco que por detrás lleva un distintivo de una supuesta “Operación Eficiencia o Nada”, recordando quizás al lema “Socialismo o Muerte”. Entonces: ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.

¿Socialismo o Barbarie?

Ir a dormir afuera. Si hay hijos pequeños, llevar abrigo para el frío, pues las aceras ahora están para esperar un turno para llevar lo que el camión traiga. Sea leche, harina, papel higiénico, jabón para lavar, no importa, es la costumbre del que sea del barrio, de la urbanización; de la clase obrera o de clase media, pero en su mayoría trabajadores. Es más, quizás ahora las desigualdades se han desdibujado, pues en las colas todos(as) somos iguales. Y sin embargo, está el problema del que se quiere poner delante de ti, o el amigo de la mujer rubia con chaleco bolivariano. Es la ley: “Eficiencia o Nada… Comeremos”.

Solo basta ser espectador de estas enormes colas que dependen de tú número de cédula. Cada día de la semana está burocratizado de acuerdo a los números terminales de las cédulas de identidad del venezolano(a). Quien vaya a llevarse cuatro bolsas de productos básicos el lunes su cédula debe terminar en 0 o en 1, y así sucesivamente. Si la familia es vasta, le tocará a cada uno hacer el mismo proceso. Y suerte si alcanzas a ser un conocido de la funcionaria eficiente. La espera es la regla, es la ley que nos gobierna. Paciencia hasta que esa olla de presión decida reventar. Pero mientras, hay que aprovechar, porque los precios son “justos”, y el aceite vale 72 bolívares, y nunca sabes cuándo bajarán la cortina de una nueva devaluación, para probar si aguantas un poco más.

Barbarie o Socialismo, acá en esta Venezuela, no parece haber diferencia. Y para quienes creemos y luchamos por un verdadero socialismo con democracia de los trabajadores, en una verdadera revolución que saque del camino a viejos burgueses y nuevos “boliburgueses”, ver el tumulto de trabajadores, hermanos, madres, padres, “pariendo” por comprar una, dos, tres pacas de Harina Pan, es ver a la barbarie derrotar al socialismo, y presenciar la decepción de un pueblo que hace 15 años albergó grandes esperanzas de redención, hoy frustradas.

Esto para los revolucionarios que luchamos contra el oportunismo creado por ese falso “Socialismo del Siglo XXI”, es una especie de dolor en carne viva a la que le echan toneladas de sal. Así se siente Venezuela hoy al vivir la perfecta personificación de un estado capitalista.

Por eso, cada día, se hace más presente la necesidad de que el pueblo, la clase trabajadora, las mujeres, la juventud, dejen de mirar tras las rejas de los supermercados, lo que por derecho es de cada trabajador: la alimentación, al igual que cada producto de la canasta básica: jabón de tocador, para lavar, champú, toallas sanitarias, papel higiénico, azúcar, sal, leche en polvo, leche de larga duración, etc. etc. etc.

Si luchar por un trabajo digno al igual que un suelo justo es necesidad de todo pueblo, lo mismo debe ser la supervivencia dentro de esta sociedad actual. Hay que lograr que el trabajador acepte su fortaleza como parte imprescindible de la lucha por una sociedad sin desigualdades, pues la calle es de ellos como ha sido en el pasado y como volverá a serlo en algún futuro.

Por un plan de lucha y movilización

Necesitamos ir juntos de la mano de todos los trabajadores, con la perspectiva de un Plan Alternativo Obrero y Popular que parta de reclamos justos y necesarios como la eliminación del IVA que se come el sueldo de cualquier laburante. Por un sueldo mínimo igual a la canasta básica que sea aumentado cada 3 meses de acuerdo a la inflación. En contra de los despidos, suspensiones y de la criminalización de la protesta. Todo esto con el propósito de organizar a los trabajadores en lucha para sumar fuerzas que puedan convocar a un paro nacional contra la política gubernamental que cada día descarga la crisis sobre el pueblo.

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